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Sueños de mar y Boyuy

En el periódico El País deseamos con todas nuestras fuerzas que las noticias sobre Boyuy sean positivas, muy positivas, y que el mar de gas detectado se convierta en un océano de gas y petróleo que cuyo anuncio ponga a Bolivia en la órbita del sector. Cabe aclarar esto en el primer párrafo...

En el periódico El País deseamos con todas nuestras fuerzas que las noticias sobre Boyuy sean positivas, muy positivas, y que el mar de gas detectado se convierta en un océano de gas y petróleo que cuyo anuncio ponga a Bolivia en la órbita del sector. Cabe aclarar esto en el primer párrafo de este editorial para que no se confundan ni unos, ni otros. Tarija y Bolivia deben de salir de la dependencia del gas, pero eso no significa dejar de trabajar con ahínco en el sector que mayores dividendos le entrega al país.

Dicho esto y haciendo retrospectiva, la situación de los hidrocarburos en el país parece ser más grave de lo que las autoridades señalan, de lo contrario no se entiende la insistencia en la ocultación de la información o en el propio uso festivalero de hasta el mínimo hito que aparece en el camino.

Lo del pasado viernes en Boyuy fue un capítulo más en la antología del funambulismo comunicativo con el que el Ministro Luis Alberto Sánchez y sus leales se manejan. El presidente Evo Morales empezó el día asegurando que se iba a inaugurar un megacampo y acabó celebrando el pozo más profundo de América, como si eso significara algo en términos económicos o, al fin, en términos de dignidad nacional.
En el periódico El País deseamos con todas nuestras fuerzas que las noticias sobre Boyuy sean positivas, muy positivas, y que el mar de gas detectado se convierta en un océano de gas y petróleo
Tan lanzados los vio el representante de Repsol en el acto, que tomó la palabra para concretar exactamente lo que estaban haciendo: el taladro da para 8.000 metros, lo van a extender todo y después tomar decisiones sobre si lo que de ahí puede extraerse será rentable o no. Hasta el momento no lo es, o de lo contrario se hubiera parado la perforación para continuar con el resto de acciones, que no son pocas.

Pinchar y no encontrar nada es una práctica habitual en el sector, el riesgo es alto y permanente por muy tecnológico que se haya convertido el sistema. El porcentaje de éxito es del 30 o el 40 por ciento, por lo que no pasaría absolutamente nada si después de desplegar el taladro hasta el final, no se encuentra nada rentable que extraer. Es por esto que el sector más acomplejado de la política nacional insiste en que YPFB no lo podrá hacer nunca y que por eso debemos seguir abriendo las puertas y que más a las empresas amigas, tal vez de imperios amigos, que hagan el trabajo por nosotros. Ni en los 13 años de Gobierno supuestamente nacionalista del MAS se ha logrado romper ese cliché.

Si las cosas se hacen con prudencia y transparencia, no pasaría nada; pero si se hacen desde las emergencias políticas, se puede llevar a empujar decisiones incorrectas para aliviar simplemente el propio ego herido.  Algunos pueden llegar a creer que tener un pozo muy profundo y seco significa algo.

Repsol no tardará en llegar a los 8.000 metros ni en tomar decisiones al respecto de su productividad: por muy electoralizado que esté el país, no se puede tener un taladro parado. Veremos si entonces el camino pasa por la línea roja del fracking, de la explotación no convencional, para hacer emerger ese “mar de gas” que fluye en la Huamampampa profunda y cuya extracción no requerirá tanta precisión, pero sí muchas más explicaciones.

 

 

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