Una primaria innecesaria

El oficialismo afina la estrategia rumbo a las elecciones primarias; los candidatos funcionales también, aunque sea haciendo propuestas sobre cómo invertir esos recursos que teóricamente les debían corresponder  para participar del simulacro de democracia partidaria; los no tan funcionales...

El oficialismo afina la estrategia rumbo a las elecciones primarias; los candidatos funcionales también, aunque sea haciendo propuestas sobre cómo invertir esos recursos que teóricamente les debían corresponder  para participar del simulacro de democracia partidaria; los no tan funcionales hablan de voto simbólico y requerido por la Ley para el que – efectivamente – no hace falta campaña; mientras tanto, el grueso de los votantes sigue mirando con recelo todo el teatrillo, conscientes de que las cosas se acabarán resolviendo en las ánforas, pero en las de verdad.

Lo convocado para el 27 de enero es una suerte de pantomima que va a dilapidar una buena cantidad de recursos públicos y que no va a servir básicamente para nada, porque a los legisladores se les olvidó incluir un artículo candado en el que los partidos o frentes que solo tuvieran un binomio habilitado no necesitarían malgastar los recursos de todos los bolivianos. Es paradójico que con la celeridad legislativa con la que se ha actuado en otros casos, como por ejemplo, para cubrir las acefalías del Tribunal Electoral, no se haya tomado la previsión o se haya rectificado luego de que en noviembre se confirmara que lo de la democracia en los partidos no es algo que les guste a los políticos que mandan.
En Bolivia el Día del Estado Plurinacional recuerda la posesión de Morales y su gabinete y no la aprobación en referéndum de la nueva Constitución
El MAS no disimula sus intenciones reales sobre las Primarias ni niega que la Ley de Partidos  planteada por el Tribunal Supremo Electoral fuese un centro al segundo palo con el arquero ya batido. No importaron los debates sobre los plazos ni otras consideraciones morales. La Primaria colocada al final de la semana donde Bolivia celebrará su efeméride plurinacional no es casual. El 22 de enero Morales y los suyos celebrarán el 9º aniversario de la conformación del primer gabinete con la nueva Constitución, lo que siempre ha hecho de esa fecha una fecha partidaria, distinta de lo que hubiera sido elegir el 25 de enero, coincidiendo con el aniversario del referéndum que aprobó ese texto y que es el elegido en la inmensa mayoría de las democracias vecinas.

Para el MAS, el objetivo era adelantar la polémica sobre la participación o no de su binomio en la elección de octubre, de modo que los críticos se agoten, y además dar fortaleza de partido. Sin embargo, más parece que los bolivianos estamos más acostumbrados a estos juegos y ninguno parece dispuesto a perder la calma ni a desfondarse hasta las elecciones verdaderas. Las de octubre, y en cualquier caso, el 21 de febrero, llegará después del simulacro de democracia partidaria de enero.

El fallo de cálculo más flagrante de la guardia pretoriana de Morales tiene que ver precisamente con ese segundo afán. Las informaciones indican que el único partido con presencia real en todo el territorio no alcanzó el millón de inscritos, y que la cifra final de votantes, se mire por donde se mire, será muy inferior a los 2.682.517 ciudadanos (el 51,3%) que en el referéndum del 2016 acudieron a decir “No” a la posibilidad de volver a ser candidato. Esta vez no habrá matemático que pueda hacer creer en el empate técnico ni ningún otro juego.

La Asamblea Legislativa Plurinacional es quien tiene en sus manos la posibilidad poner el freno a esta suerte de empeño sin sentido y que solo servirá para despilfarrar recursos públicos. Es necesario que el sentido común se imponga.

 

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