¿En qué piensa el Gobierno?

Después de una jornada de paro bastante contundente en todo el país, particularmente en las zonas tradicionalmente opositoras al Gobierno, como Tarija, Santa Cruz y las grandes ciudades, los resultados en el nivel político son todavía mínimos. Los Comités Cívicos y las plataformas “más...

Después de una jornada de paro bastante contundente en todo el país, particularmente en las zonas tradicionalmente opositoras al Gobierno, como Tarija, Santa Cruz y las grandes ciudades, los resultados en el nivel político son todavía mínimos. Los Comités Cívicos y las plataformas “más influyentes” se reúnen estos días para analizar el camino a seguir y por el momento, pincha la convocatoria a paro indefinido. Nadie ve fuerzas suficientes para llevarlo a cabo, pero no se descarta la posibilidad.

Los vocales del Tribunal Supremo Electoral han comprobado el impacto de sus decisiones. Si alguno habían creído que el único camino hacia la seguridad era atender a lo que dijera el Gobierno y que no debían preocuparse por el resto de la población, el paro cívico de ayer demuestra que hay mucha más gente de la que piensan pendientes de sus decisiones. Con todo, el TSE no prevé cambiar la decisión por muchos aspavientos que hagan los opositores y los propios vocales disidentes.

El Movimiento Al Socialismo (MAS), por su parte, no prevé tomar ninguna determinación diferente a la que ya ha tomado y que consiste básicamente -  más allá de lo leguleyo  sobre qué decisión debería prevalecer sobre las demás – en olvidarse del voto del pueblo en referéndum para hacer lo que querían antes de consultar: presentar al binomio Evo – Álvaro y esperar instrucciones del Gobierno.
El MAS es una simple extensión del Gobierno, un brazo operativo al servicio de las necesidades del Presidente y cuya única razón de ser es defenderlo en las calles; nunca proponer o evaluar determinadas políticas
No es en el único país en el que pasa, de hecho en la mayoría de los países de la región se detectan comportamientos similares: el MAS es una simple extensión del Gobierno, un brazo operativo al servicio de las necesidades del Presidente y cuya única razón de ser es defenderlo en las calles; nunca proponer o evaluar determinadas políticas.

En ese marco, el Gobierno no pretende cambiar de opinión, la estructura está armada sobre la piedra fundamental que es Evo Morales y el colado oficial, que es Álvaro García Linera, y nadie pretende cambiar nada a pesar de que todo haya cambiado desde aquel 2005 en el que ese mismo Gobierno tomó el poder.

Nadie sabe qué asesores son los que ahora le han recomendado a Evo Morales y Álvaro García Linera que asuman todo el poder, toda la responsabilidad, y tomen todas las decisiones conducentes a permanecer en el poder sin mirar nunca atrás, ni a los costados. Es posible que los gurús modernos de la política hayan olvidado que el proceso de cambio se hizo con lo propio y que lo del tú a tú, el carisma y la autenticidad era algo real, no una producción multimedia para redes sociales.

La democracia está en riesgo, y no tanto por las decisiones del Tribunal Supremo Electoral o del Tribunal Constitucional, que también, sino por la propia deriva autoritaria de un Gobierno y un partido que no ha dudado en presionar al máximo todos los resortes que le garanticen mantenerse en el poder. ¿Es posible que el MAS se haya olvidado que necesita convencer a los ciudadanos para que le den su apoyo en las ánforas? ¿Es posible que el MAS crea que en su estrategia autoritaria sume más votos que en el referéndum del 21 de febrero de 2016, cuando todavía se presentaba como un Gobierno sólido y solvente que garantizaba la estabilidad económica? Las advertencias de la deriva autoritaria siempre han sonado alarmistas, pero luego de haber roto todas las banderas de la revolución nacional para seguir apuntalando el poder, nada parece ya imposible. Es tiempo de salvaguardar la democracia.

 

 

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