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Enterrar la soberbia y recuperar la confianza

El Banco Central de Bolivia (BCB) parece estarse contagiando de otras carteras estatales, donde la estrategia, la meditación y la planificación han cedido paso a la improvisación y la reacción, sin ver más allá de lo evidente. La Resolución de Directorio mediante la cual se deja de vender...

El Banco Central de Bolivia (BCB) parece estarse contagiando de otras carteras estatales, donde la estrategia, la meditación y la planificación han cedido paso a la improvisación y la reacción, sin ver más allá de lo evidente.
La Resolución de Directorio mediante la cual se deja de vender dólares en las ventanillas del BCB anula dos Resoluciones previas, basadas en un Decreto Supremo del año 2012 que obligaba al BCB a vender dólares en sus ventanillas. Ese Decreto venció hace casi 3 años, en diciembre de 2015, pero las resoluciones del Directorio del Banco se mantuvieron vigentes hasta el 1 de noviembre pasado, cuando entró en vigencia la nueva Resolución que manifiesta lo contrario.
Lo evidente es que esa actualización de la normativa interna del BCB puede haber sido un mero trámite administrativo. Pero las autoridades de una entidad de la importancia estratégica que tiene el Banco Central, se olvidaron que deben siempre ver más allá de lo evidente. Tienen que pensar en todos los efectos -psicológicos, sociales, de expectativas, incentivos, etc.- de cualquier medida, por más “administrativa” que la consideren.
La Constitución Política del Estado establece en sus artículos327-328, que “es función del Banco Central de Bolivia mantener la estabilidad del poder adquisitivo interno de la moneda, para contribuir al desarrollo económico y social”. O sea que es responsable de mantener su valor.
Y el valor de nuestra moneda no está respaldado solamente por la proporción de las Reservas Internacionales Netas (RIN) -que dicho sea de paso se usan para financiar las economías del “imperio”-, sino también y sobre todo, por las expectativas y la confianza del público.
Esta confianza se construye y se mantiene, entre otras cosas, a través de las políticas del Ministerio de Economía y del BCB, y es particularmente sensible en momentos como el actual, donde la mismísima institucionalidad del Estado está siendo cada vez más cuestionada.
Recordemos que esa institucionalidad es la que le brinda a la población las garantías para desarrollar una vida cotidiana y de largo plazo, en libertad, control y responsabilidad individual.
Esa institucionalidad se ha deteriorado, desde la justicia, la independencia de poderes, el manejo arbitrario de la cosa pública, la falta de transparencia y credibilidad, el abuso de poder, etc. Y con ello, se está deteriorando la confianza.
Prueba de ello ha sido que a lo largo de la semana hayan sonado ya no solo los analistas críticos y alarmistas, sino también noticias de que el público está comprando más dólares, de que algunas casas de cambio (al menos en la sede de gobierno) se han quedado sin dólares, de que el precio del dólar ha subido en el mundo de los librecambistas.
Afortunadamente, a eso no todavía no se le puede llamar pánico, pero sí muestra que ha habido un susto. Obviamente la gente quiere proteger su patrimonio, y no sólo frente a una posible devaluación, sino también ante el deterioro de la institucionalidad. Ojala este susto no pase a mayores, y que sirva de escarmiento al gobierno en su conjunto, que necesita recuperar la confianza de la gente, y pronto.

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