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De la autoridad moral del Estado y de cómo decomisar ropa usada

Lo sucedido la mañana de ayer en las calles más céntricas de Tarija pudo parecer una especie de tragicomedia muy pintoresca, pero en el fondo revela las miserias de un Estado sin moral ni credibilidad que desembocará en un ideal anarquista o en el caos. A saber, la Aduana Nacional, junto a...

Lo sucedido la mañana de ayer en las calles más céntricas de Tarija pudo parecer una especie de tragicomedia muy pintoresca, pero en el fondo revela las miserias de un Estado sin moral ni credibilidad que desembocará en un ideal anarquista o en el caos.

A saber, la Aduana Nacional, junto a la Policía, Ministerio Público y otros organismos decidieron armar un operativo e irrumpir en las decenas de tienditas de ropa usada que desde hace más de un año – luego de tantos meses de destrucción de empleo en Tarija - han ido ocupando los principales locales comerciales del centro de la ciudad de Tarija. En plena crisis, se han abierto a la vista de todos, cumpliendo, se supone, con todos los trámites que el Estado, en cualquiera de sus formas – SIN, Ingresos Municipales, etc. – exige.

Es verdad que el negocio de internación de ropa americana se ha ido dejando deliberadamente en el limbo de lo legal; que las ferias han proliferado porque los consumidores toman sus decisiones y que al final, en el Estado Plurinacional campea las reglas absolutas del libre mercado y la oferta y la demanda.

En El Alto, en el mercado 16 de Julio, hay una inmensa sección dedicada al rubro en el que se venden directamente los fardos sin abrir. Está a la vista de todos como en Oruro y en otras plazas comerciales habituadas a los limbos. Y a la impunidad.

Esos mismos fardos exhibidos en El Alto a la vista de todos llegan a Tarija y llenan las tiendas céntricas. En tránsito, evidentemente, sortean varios controles, claro, aunque los más evidentes han sido superados por los grandes proveedores.

El operativo pretendía incautar la mercadería de estas tiendas, como de hecho la comitiva lo hizo en varios locales, hasta que una de las propietarias prefirió literalmente regalar toda su mercadería al pueblo llano y desconocido antes que permitir que la Aduana, con las autorizaciones Fiscales y Judiciales pertinentes, acabara llevándose lo que debía darle de comer los siguientes días.

El gesto, que se repitió después, viene a evidenciar la desconfianza absoluta en el sistema judicial y en el debido proceso, un asunto muy de actualidad con todo lo que se ha desvelado con el caso del bebé Alexander y toda la trama de protecciones y “errores” que aún hoy, mantiene en prisión a un inocente, según confesión de la propia juez del caso.

La corrupción campante parece insaciable y está a punto de derribar otro muro, si es que no lo ha hecho ya. La descomposición moral a todos los niveles institucionales amenaza catástrofe. Alguien que prefiera regalar toda su mercadería antes que tratar de recuperarla de las fauces del Estado a través de los mecanismos que ese mismo Estado te ofrece es porque conoce el tormentoso empeño que se debe poner para ello. O por indignación producto de la traición.

Después de doce años de Gobierno, el MAS no sólo no ha logrado recuperar la autoridad moral del Estado ante sus ciudadanos, sino que en los últimos años se ha acelerado su destrucción. Pretender conservar el poder a toda costa, caiga quien caiga, y utilizando todos los métodos al alcance resultan un ejemplo catastrófico para todos los niveles del Estado.

Del “nos tenemos que ir calladitos” al doble rasero con el que se evalúan internaciones de mochilas y computadoras, todas chinas, pasando por las juezas borrachas o las chicanas de la ley, los efectos son contagiosos sobre todo si brotan desde la Máxima Autoridad Ejecutiva. Si todo vale, el Estado quiebra. Y sin Estado… ideal anarquista o caos.

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