El gasoducto del nordeste y el silencio de Sánchez

Hace diez días Argentina anunció que abandonaba la construcción del Gasoducto del Noreste Argentino (GNEA), un proyecto enfangado en corrupción, sobreprecios e ineficiencias de todo pelaje durante una década. En principio, y por muy próximo que suene, la inversión se trataba de un asunto...

Hace diez días Argentina anunció que abandonaba la construcción del Gasoducto del Noreste Argentino (GNEA), un proyecto enfangado en corrupción, sobreprecios e ineficiencias de todo pelaje durante una década. En principio, y por muy próximo que suene, la inversión se trataba de un asunto de política interna y la Argentina es soberana para hacer tal o cual gasto y tomar tal o cual decisión.

El proyecto contemplaba una extensión de 1.500 kilómetros de tubo por unos 1.300 millones de dólares para llevar gas desde Salta hasta Santa Fé. El proyecto, ideado en 2007 e iniciado en 2010 ya había gastado el doble de lo previsto.

La suspensión de este proyecto matriz tiene más que ver con los recortes de inversión pública exigidos por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y tal vez con el jugoso negocio que encontró el antecesor del Ministro Iguacela, el Ministro Aranguren, de importar GNL a través de Chile (comprado a Shell, de quien fue CEO para el cono sur hasta que asumió en el gabinete) que con una decisión racional de política energética, pero ese es otro asunto.

La cuestión es que Clarín, uno de los dos grandes diarios de la Argentina y a quien Macri le debe gran parte de su éxito en 2015, deslizó que, sin el Gasoducto del Nordeste, Argentina ya no cumpliría el contrato con Bolivia, que está firmado y prevé alcanzar los 27 millones de metros cúbicos diarios hasta 2026.

Varios medios bolivianos replicaron sin mayor observación esta temeraria afirmación que recogieron también las principales agencias de prensa dándole mayor o menor peso a lo que iba a suceder en el futuro con las ventas de Bolivia.

En este escenario, lo normal hubiera sido que el Ministerio de Hidrocarburos, tan al quite para matizar ciertas informaciones originadas en Bolivia, amenazar, injuriar, etc., hubiera emitido algún tipo de aclaración o análisis sobre cómo iba a afectar esta decisión al país. Pero no lo hizo.

El silencio poco habitual del locuaz ministro Luis Alberto Sánchez y su desprolijo equipo de comunicación, ha alimentado las especulaciones en algunos foros; especialmente en aquellos que han convertido la caída del Gobierno en asunto central y utilizan para ello cualquier argumento, incluidos aquellos que afectan los intereses nacionales. Clarín, el ministro Iguacel y cualquier otro vecino podrá contar la película a su manera, pero en Bolivia es pertinente que el Ministerio de Hidrocarburos se pronuncie, y mientras tanto, en todos los casos, entender que los contratos se respetan.

Desde la asunción de Gobierno Macri, las relaciones en Hidrocarburos no fluyen como debieran. Del teórico ganar – ganar se ha pasado a la desconfianza absoluta. De los negocios entre Villegas y De Vido, que acababan en fotos y, por cierto, concesiones de Bolivia hacia la Argentina, como con el incremento de volúmenes y retrasos en la planta Separadora, se ha pasado a la unilateralidad, las multas simbólicas, las dudas sistemáticas y el menosprecio.

Tal vez Argentina esté dispuesta a no cumplir el contrato firmado con Bolivia y Clarín sea un medio válido para anunciarlo, o al menos sondearlo. De momento, no hay respuesta oficial, lo que puede resultar reconfortante o todo lo contrario. En cualquier escenario, y como recurrentemente advertimos, lo que es urgente es que como país tomemos nuestras propias decisiones, apuntalemos nuestros proyectos soberanos y dejemos de vivir al calor de las decisiones de mercados sobre los que no influimos. Después de doce años de la nacionalización, con el contrato de Brasil acabando y con Argentina jugando a amenazar, tal vez para mejorar precios, esperemos que no sea demasiado tarde.

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