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La economía argentina se gobierna oficialmente desde Washington DC

Así es, y no porque el “imperio”, a través de Donald Trump, haya decidido abiertamente pisotear la soberanía argentina. Sino porque, cuando el gobierno argentino pidió un préstamo de 50 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI), se comprometió a obedecer todos los...

Así es, y no porque el “imperio”, a través de Donald Trump, haya decidido abiertamente pisotear la soberanía argentina. Sino porque, cuando el gobierno argentino pidió un préstamo de 50 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI), se comprometió a obedecer todos los mandatos y condiciones de esta institución en materia económica.

El FMI, con sede en Washington DC, desembolsó los primeros 10 mil millones del total acordado en junio. Pero no le alcanza al gobierno de Mauricio Macri para pagar todas sus cuentas, incluidos los intereses de la propia deuda, anterior y actual.

Por ello, su ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne viajó hasta Washington a pedir al FMI que adelante el siguiente tramo del préstamo. Pero a pesar del respaldo de Trump a Macri, el ministro todavía no logró una respuesta positiva de la entidad financiera.

Deberá esperar al menos hasta entre 1 y 3 semanas, y cumplir con los condicionamientos del FMI, que como siempre consisten en más recortes presupuestarios para el sector social.

Mientras tanto, la población percibe que su gobierno no gobierna, y esto está empezando a arengar en las calles exigiendo su renuncia y adelanto de elecciones generales. La tregua se acabó. En Argentina el gobierno engaño a la población afirmando que la devaluación cambiaria era parte del ajuste.

En realidad lo que hicieron fue que “justos paguen por pecadores”: el conjunto de la población está pagando el despilfarro de la burocracia y la falta de soberanía económica por medio de la inflación.

A este lado de la frontera, todavía se habla de devaluación competitiva. Pero la competitividad no se gana con devaluación, sino con el aumento de la productividad y la reducción de costos de producción. La productividad se gana con inversión e innovación.

Sin embargo, eso se hace imposible cuando el propio gobierno encarece los costos productivos obligando a pagar dobles aguinaldos sin ningún argumento serio, y se mantiene una política de extorsión tributaria a los empresarios que deciden poner el hombro a Bolivia formalizando sus actividades, que son la minoría en el país de la informalidad, el contrabando y los privilegios.

En la economía boliviana hay contradicciones muy grandes que hay que superar si se quiere hablar de cambios.

Por ejemplo, la elevada presión tributaria sobre ciudadanos asalariados y el incipiente empresariado nacional, versus la docilidad frente a transnacionales mineras, petroleras y agroindustriales que lucran a sus anchas. O los millonarios subsidios a los millonarios productores soyeros a cambio de que estos solamente exijan cada vez más privilegios. Devaluar solo les ayudará a ellos; los ahorros bolivianizados perderían, sin hablar de la inflación tan temida en el imaginario de la población.

Con eso, estaríamos entrando en terreno fértil parque el FMI también nos gobierne desde Washington. Ojalá el anunciado plan del presidente Evo Morales para evitar la crisis argentina marque finalmente un viraje hacia la racionalidad, el sentido común y la soberanía económica, tan venida a menos en los últimos años.

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