Hablar de lo que Sánchez quiere

Siguen pasando los meses y no hay respuestas en el Ministerio de Hidrocarburos. Ni siquiera de los que se comprometió en su momento. El Ministro Luis Alberto Sánchez habla de lo que quiere hablar y no habla de las cosas que debería hablar. Todavía queda agosto, por lo que se espera que en...

Siguen pasando los meses y no hay respuestas en el Ministerio de Hidrocarburos. Ni siquiera de los que se comprometió en su momento. El Ministro Luis Alberto Sánchez habla de lo que quiere hablar y no habla de las cosas que debería hablar.

Todavía queda agosto, por lo que se espera que en estos diez días que quedan los instituciones a su cargo, es decir, tanto el Ministerio de Hidrocarburos como YPFB, entidad de la que es Presidente del Directorio, acabarán por cumplir en algún momento con el informe de reservas o con la licitación de los estudios complementarios para la petroquímica del Chaco.

El informe de la certificación de reservas se debía publicar antes del 30 de junio, pero por las cosas de la vida, todavía se desconoce y el Ministerio lo ha cambiado de fecha varias veces. El asunto es el más delicado en el gabinete de Sánchez, puesto que lejos de sincerarse y dimensionar el asunto que tiene entre manos, ha dedicado las últimas semanas a hablar, según el auditorio, de 132 TCF y hasta de 1.000, así redondos. Hasta el mismo dijo que “era increíble”.

La cuestión es que al menos debe mostrar 10,45, certificados, los que ya se tenían en 2013. Lo contrario sería constatar un fracaso sonoro y personal, puesto que él lleva en el cargo desde 2015. Lo normal, en una democracia convencional y un gobierno dispuesto a asumir sus errores, sería que renunciara de no lograr mostrar una cifra positiva. Sin embargo, no va con el Gobierno del Movimiento Al Socialismo situaciones así, sino justamente las apuestas. A más polémica, más defensa.

El otro asunto paralizado es el de la licitación de la petroquímica. Lanzada en 2016, fracasó en 2017 en medio del escándalo de YPFB por los taladros, que fue cuando se conoció el informe de adjudicación a la misma empresa que había hecho todos los estudios anteriores sobre la ubicación, viabilidad y tecnología a utilizar: Tecnimont.

Cómo ya era raro y había 2.000 millones de dólares en juego, Sánchez acabó por anular la convocatoria. Lo curioso ha venido después, cuando nunca se repuso y cuando se eliminó del presupuesto en el POA de YPFB. Finalmente Sánchez dio la cara, esa vez sí, y dijo que no se fiaba del proceso llevado a cabo por Achá (aunque tampoco presentó cargos) y señaló que se licitarían estudios complementarios en agosto. Hasta la fecha nada pasa y los plazos parecen ser demasiado laxos para seguir creyendo que la industrialización del gas es una prioridad.

Sánchez tampoco quiere hablar de Tariquía ni del fracking, pero sí quiere hablar de su Congreso de “Combustibles verdes” que empieza en unos días, o del proyecto de exportar gas al Paraguay, que lleva cuatro años en vía muerta porque Paraguay no deja de ser el país “corazón energético” con sus fantásticas hidroeléctricas sobre los ríos Paraguay y Paraná y la inversión del gasoducto sale muy cara solo para que la gente cocine; ahora lo hace a GLP, por cierto, ese que Bolivia también quería vender.

Los silencios del Ministerio han trascendido algunas líneas rojas; todo el mundo puede entender que se busque beneficio político en la gestión gubernamental, pero la manipulación, la censura y la negación del derecho de información, que vienen practicando sistemáticamente en los últimos meses, difícilmente le traerá ningún beneficio. Más al contrario, Sánchez debe empezar a asumir responsabilidades.

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