Chaqueos, tiempo de riesgo

A medida que entra el invierno con temperaturas inusualmente por encima del promedio, el riesgo de incendios vuelve a amenazar a nuestras sierras y cordilleras. La más amenazada vuelve a ser la Reserva de Sama, un ícono de la tarijeñidad que ya en 2017 sufrió un virulento incendio que quemó...

OPINIÓN
OPINIÓN
A medida que entra el invierno con temperaturas inusualmente por encima del promedio, el riesgo de incendios vuelve a amenazar a nuestras sierras y cordilleras. La más amenazada vuelve a ser la Reserva de Sama, un ícono de la tarijeñidad que ya en 2017 sufrió un virulento incendio que quemó más de 20.000 hectáreas y asoló las expectativas de las comunidades aledañas.

Las condiciones son peligrosas, calor relativo y viento fuerte luego de un año de intensas lluvias que ha hecho proliferar maleza por todo el espacio natural. Con todo, los vecinos de la cordillera mantienen sus costumbres y sus rituales para preparar el año para la nueva cosecha. El chaqueo sigue siendo el método más utilizado a pesar de los riesgos existentes. Los comunarios insisten en su “uso y costumbre” y la falta de apoyos específicos para realizar las cosas de otra manera tampoco ayudan.

Es posible que la única forma de acabar con los chaqueos sea una vigilancia constante por parte del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), que no cuenta con los recursos ni el personal para ello, y sobre todo, un endurecimiento de las penas por estas prácticas. Sanciones ejemplares. Pero obvio, nadie entendería meter preso diez años a un comunario por hacer un chaqueo.

Es posible también que los incendios no se deban a chaqueos sino a las propias condiciones naturales del campo seco y abandonado pero cada más transitado. No todas las consecuencias del turismo son positivas y todavía queda mucho que hacer al respecto de la concienciación sobre las prácticas de la basura y el respeto al medio ambiente.

La gran diferencia de los incendios de hoy con los del pasado, donde también se registraban casi a diario, es que no existían redes sociales y por lo tanto, el nivel de alarma social era menor. Hoy cualquier amenaza se magnifica. El riesgo evidente es que se repita la vieja historia del “que viene el lobo” y al final no sepamos diferenciar una amenaza real de otra.
En cualquier caso, la dimensión social obliga a las autoridades a estar alerta ante cualquier eventualidad, lo que significa contar con una metodología clara a seguir para determinar el alcance de la alerta y el nivel de respuesta. No a pensar que fotografía quedarán mejor en el timeline.

Debemos aprender del pasado reciente. No se trata de reaccionar sino de hacer un verdadero trabajo preventivo a lo largo de todo el año. El verano 2018 ha sido especialmente lluvioso y eso ha tenido consecuencias en la proliferación de maleza en los bosques de la Reserva de Sama. Es valioso el trabajo de las Fuerzas Armadas en diferentes partes del mundo hacen para contribuir al control y limpieza de estos montes, manteniendo caminos y a su vez, diseñando espacios naturales que sirvan de cortafuegos y permitan actuar más eficientemente en el caso de que se requiera intervenir para controlar un incendio forestal. En 2017 el incendio se pudo controlar gracias al despliegue de los jóvenes de los cuarteles y sus mandos, pero es necesario ir un paso más allá. En esto de los incendios no se trata de rezar, sino de actuar con criterio e inteligencia.

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