Mientras el acceso a las vacunas es restrictivo y desigual
Vacunas: el negocio de miles de millones para unos pocos
Desde el mes de diciembre se dio inicio a un proceso masivo de vacunación alrededor del mundo contra el virus del SARS-CoV-2, sin embargo, solo un puñado de empresas se benefician de manera exorbitante



El mundo entero está a la expectativa de la vacunación contra el nuevo coronavirus. Desde el mes de diciembre, un conjunto de empresas farmacéuticas y de biogenética han anunciado que lograron producir de manera exitosa vacunas que servirán para aplacar la pandemia. Noticia que ha sido recibida con alivio en el mundo entero, luego de un año de crisis sanitaria. Sin embargo, a medida que comenzaron las campañas masivas de vacunación en distintos lugares del mundo, de manera paralela se hecho cada vez más evidentes las complejidades y desigualdades de este proceso de producción y distribución de las vacunas, gestionado desde una lógica de beneficios corporativos.
A estas alturas queda claro que elaborar una vacuna ha resultado más fácil que distribuirla de manera justa alrededor del mundo. Lo que lleva a la interrogante sobre si la gestión de una pandemia de esta naturaleza, que afecta al mundo en su conjunto, debe quedar en manos de unos pocos capitales transnacionales.
Las vacunas en manos privadas
La alianza corporativa Pfizer-BioNTech, la primera que tuvo el visto bueno de las entidades reguladoras de salud de Europa y Estados Unidos para la distribución y aplicación masiva de su vacuna, podría llegar a tener, en total, unos ingresos de 24.000 millones de dólares en 2021, lo que se traduciría en utilidades netas cercanas a los 7.000 millones de dólares para cada una de las dos compañías.
Algo similar sucede con la empresa norteamericana Moderna, cuyos ingresos podrían alcanzar los 30.000 millones de dólares durante este año. Un ingreso descomunal para una empresa que en 2019 facturó por debajo de los 1.000 millones de dólares.
Pese a que algunas compañías, como AstraZeneca y Johnson & Johnson, han señalado que no generarán utilidades de sus vacunas mientras dure la pandemia, es previsible que en cuanto la actual contingencia sea controlada, las mismas se adscribirán al esquema rentabilidad del resto de las empresas. Se espera que las vacunas serán requeridas por mucho tiempo y las patentes seguirán siendo privadas.
Al respecto, en un reciente pronunciamiento publicado en el periódico francés Le Monde, un conjunto de intelectuales y políticos europeos señaló lo siguiente: “Actualmente las vacunas contra el SARS-CoV-2 se producen en un puñado de laboratorios farmacéuticos de diferentes continentes, pero esta producción no satisface la demanda global. No obstante, existen mecanismos legales para imponer internacionalmente el licenciamiento compulsivo o ex oficio de patentes de vacunas y así permitir que laboratorios que no tienen la patente para una vacuna puedan producirla de todos modos. Por el momento, solo parecen estar en los planes licencias locales negociadas por los dueños de las patentes”. Y continúa más adelante: “Las vacunas deberían ser consideradas bienes públicos globales […]. Tenemos que recordar que cuando le preguntaron quién era el dueño de la patente de la vacuna contra la poliomielitis, su creador Jonas Salk respondió ‘bueno, la gente, diría. No hay patente. ¿Se puede patentar el Sol?’.
Empresas que tienen financiamiento público
En los primeros meses de la pandemia fueron los gobiernos y entidades sin fines de lucro quienes comenzaron a financiar la elaboración de las vacunas, y solo con el tiempo, cuando la rentabilidad comenzó a asegurarse, se incorporaron capitales privados.
Un ejemplo paradigmático es el de la empresa Moderna, que prácticamente la totalidad del financiamiento que recibió para elaborar la vacuna ($US 2.600 millones) provino de fondos públicos norteamericanos. Sin embargo, la gestión de la misma es privada.