Guerra comercial desnuda las falacias del libre comercio
Los 34 mil millones de dólares anuales en aranceles comerciales entre China y EEUU -que pueden convertirse en 200 mil millones-, calificados por el gobierno chino como “la mayor guerra comercial en la historia económica”, obligan a preguntarse por qué la potencia del norte actúa en contra...



Los 34 mil millones de dólares anuales en aranceles comerciales entre China y EEUU -que pueden convertirse en 200 mil millones-, calificados por el gobierno chino como “la mayor guerra comercial en la historia económica”, obligan a preguntarse por qué la potencia del norte actúa en contra de su propio discurso de décadas.
El discurso de la liberalización económica y comercial fue promovido e impuesto por EEUU desde que se volvió potencia mundial, pero cobró mayor fuerza desde el gobierno de Ronald Reagan (1981-1989) y mantuvo continuidad hasta el final del gobierno de Barak Obama (2017). Casi 40 años.
En diversos intentos de entender el ascenso de Donald Trump a la presidencia estadounidense, los analistas afirman que su triunfo se explica por el descontento con la globalización, por el efecto del cierre de empresas y su impacto en el empleo y la crisis urbana de territorios antiguamente prósperos.
Esta lectura estaría en el epicentro de la llamada guerra comercial iniciada por EEUU contra China, y que amenaza con extenderse contra sus aliados de la Unión Europea, México y Canadá.
Al respecto, el presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (FISYP), Julio Gambina, cuestiona: “¿No era que la apertura resulta beneficiosa para todos los países? Es curioso observar cómo los promotores de la globalización hacen un balance negativo sobre las consecuencias en su territorio”.
China en el “umbral de poder”
Durante las mismas cuatro décadas en que EEUU promovió el libre comercio, China logró su modernización, iniciada en 1978 por Deng Xiao Ping, para transformarse en la “fábrica” del mundo, adueñándose del primer lugar en la producción y exportación de bienes materiales del sistema mundial.
En la terminología del profesor argentino Marcelo Gullo, China pasó de ser un país subordinado a uno subordinante, y para ello ha tenido que alcanzar el “umbral de poder”, pero a través del “fuerte impulso estatal” y proteccionismo en sectores estratégicos de su economía.
Una vez convertido en país poderoso, China se presenta como sostén de la continuidad de la globalización y del libre comercio (aunque sin dejar de lado el rol del Estado), criticando la postura del gobierno de Trump.
En el análisis de Gambina: “China fue el gran receptor de inversiones externas, bajo la soberanía del Estado, lo que suponía la gestión soberana del orden económico bajo la dirección del Estado Nación. Entre otras cuestiones, los gobernantes de China no enajenaron la propiedad del suelo y establecieron normas restrictivas a la lógica universal del capital”.
O sea que el flujo de capitales hacia China “se constituyó en un gigantesco stock para la acumulación y reproducción ampliada del capital. El capital del Estado chino se agigantó en ese periodo y con esa lógica”.
El Estado es el sustento del capital
La guerra comercial desatada entre las dos potencias económicas “descoloca la lógica aperturista y liberalizadora” inspirada desde el ideario neoliberal, que supone la no intervención estatal, “desmentida desde una gigantesca participación de cada Estado Nación en el sustento de los intereses de los capitales de origen en sus territorios”, afirma el experto de la FISYP.
En realidad, “los intereses privados se negocian en los organismos internacionales, gestionados por funcionarios de los Estados Nacionales en favor de los capitales privados”. O sea que el Estado es el mecanismo de “lobby” del capital privado.
Para Gambina, “en el ámbito nacional el Estado regula los intereses del capital contra el conjunto social y en el ámbito mundial cada Estado defiende a los capitales nacionales en función de su capacidad negociadora en el sistema mundial”.
Por tanto, “sin el Estado Nación, los capitales privados no pueden imponer sus necesidades como reglas del sistema mundial”.
Proteccionismo y apoyo estatal
La situación que atraviesa ahora EEUU, gestada por décadas de liberalización, es la opuesta a la que logró con su origen “proteccionista” que llevó a las colonias independizadas en 1776 a crecer y transformarse hacia 1945 en la potencia hegemónica mundial, afirma Gambina.
Ya Gullo, en su libro “Insubordinación Fundante”, recordaba que Inglaterra se había constituido en potencia hegemónica imponiendo la consigna liberal del libre comercio y el libre cambio, pero practicando un fuerte proteccionismo interno con apoyo estatal.
El proteccionismo inglés se centró fundamentalmente en su industrialización y las finanzas desde un nacionalismo propio. Algo similar ocurrió también en Alemania.
Cuando EEUU se independizó, el ideólogo del proteccionismo industrial y apoyo estatal fue Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores y el primer Secretario del Tesoro del gobierno de George Washington.
“El proteccionismo originario de Hamilton es el antecedente histórico de una política económica que colocó a EEUU en la línea de sucesión de la hegemonía imperialista. EEUU como Gran Bretaña, luego de su consolidación como potencia industrial y financiera promovió junto al proteccionismo para su territorio y capitales, la más amplia apertura del resto del mundo”, explica Gambina. Ahora es el turno de China. Ya aplicó el proteccionismo y apoyo estatal para su industrialización. Ya alcanzó el umbral del poder que detalla Gullo.
Ahora está en la fase de promover la liberalización comercial para favorecerse de ella. Para EEUU, el problema es que su proteccionismo parece ser más una reacción visceral que parte de un plan estratégico a largo plazo.
El discurso de la liberalización económica y comercial fue promovido e impuesto por EEUU desde que se volvió potencia mundial, pero cobró mayor fuerza desde el gobierno de Ronald Reagan (1981-1989) y mantuvo continuidad hasta el final del gobierno de Barak Obama (2017). Casi 40 años.
En diversos intentos de entender el ascenso de Donald Trump a la presidencia estadounidense, los analistas afirman que su triunfo se explica por el descontento con la globalización, por el efecto del cierre de empresas y su impacto en el empleo y la crisis urbana de territorios antiguamente prósperos.
Esta lectura estaría en el epicentro de la llamada guerra comercial iniciada por EEUU contra China, y que amenaza con extenderse contra sus aliados de la Unión Europea, México y Canadá.
Al respecto, el presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (FISYP), Julio Gambina, cuestiona: “¿No era que la apertura resulta beneficiosa para todos los países? Es curioso observar cómo los promotores de la globalización hacen un balance negativo sobre las consecuencias en su territorio”.
China en el “umbral de poder”
Durante las mismas cuatro décadas en que EEUU promovió el libre comercio, China logró su modernización, iniciada en 1978 por Deng Xiao Ping, para transformarse en la “fábrica” del mundo, adueñándose del primer lugar en la producción y exportación de bienes materiales del sistema mundial.
En la terminología del profesor argentino Marcelo Gullo, China pasó de ser un país subordinado a uno subordinante, y para ello ha tenido que alcanzar el “umbral de poder”, pero a través del “fuerte impulso estatal” y proteccionismo en sectores estratégicos de su economía.
Una vez convertido en país poderoso, China se presenta como sostén de la continuidad de la globalización y del libre comercio (aunque sin dejar de lado el rol del Estado), criticando la postura del gobierno de Trump.
En el análisis de Gambina: “China fue el gran receptor de inversiones externas, bajo la soberanía del Estado, lo que suponía la gestión soberana del orden económico bajo la dirección del Estado Nación. Entre otras cuestiones, los gobernantes de China no enajenaron la propiedad del suelo y establecieron normas restrictivas a la lógica universal del capital”.
O sea que el flujo de capitales hacia China “se constituyó en un gigantesco stock para la acumulación y reproducción ampliada del capital. El capital del Estado chino se agigantó en ese periodo y con esa lógica”.
El Estado es el sustento del capital
La guerra comercial desatada entre las dos potencias económicas “descoloca la lógica aperturista y liberalizadora” inspirada desde el ideario neoliberal, que supone la no intervención estatal, “desmentida desde una gigantesca participación de cada Estado Nación en el sustento de los intereses de los capitales de origen en sus territorios”, afirma el experto de la FISYP.
En realidad, “los intereses privados se negocian en los organismos internacionales, gestionados por funcionarios de los Estados Nacionales en favor de los capitales privados”. O sea que el Estado es el mecanismo de “lobby” del capital privado.
Para Gambina, “en el ámbito nacional el Estado regula los intereses del capital contra el conjunto social y en el ámbito mundial cada Estado defiende a los capitales nacionales en función de su capacidad negociadora en el sistema mundial”.
Por tanto, “sin el Estado Nación, los capitales privados no pueden imponer sus necesidades como reglas del sistema mundial”.
Proteccionismo y apoyo estatal
La situación que atraviesa ahora EEUU, gestada por décadas de liberalización, es la opuesta a la que logró con su origen “proteccionista” que llevó a las colonias independizadas en 1776 a crecer y transformarse hacia 1945 en la potencia hegemónica mundial, afirma Gambina.
Ya Gullo, en su libro “Insubordinación Fundante”, recordaba que Inglaterra se había constituido en potencia hegemónica imponiendo la consigna liberal del libre comercio y el libre cambio, pero practicando un fuerte proteccionismo interno con apoyo estatal.
El proteccionismo inglés se centró fundamentalmente en su industrialización y las finanzas desde un nacionalismo propio. Algo similar ocurrió también en Alemania.
Cuando EEUU se independizó, el ideólogo del proteccionismo industrial y apoyo estatal fue Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores y el primer Secretario del Tesoro del gobierno de George Washington.
“El proteccionismo originario de Hamilton es el antecedente histórico de una política económica que colocó a EEUU en la línea de sucesión de la hegemonía imperialista. EEUU como Gran Bretaña, luego de su consolidación como potencia industrial y financiera promovió junto al proteccionismo para su territorio y capitales, la más amplia apertura del resto del mundo”, explica Gambina. Ahora es el turno de China. Ya aplicó el proteccionismo y apoyo estatal para su industrialización. Ya alcanzó el umbral del poder que detalla Gullo.
Ahora está en la fase de promover la liberalización comercial para favorecerse de ella. Para EEUU, el problema es que su proteccionismo parece ser más una reacción visceral que parte de un plan estratégico a largo plazo.