Analistas: origen de la crisis está en el sector financiero
“La crisis actual no es una crisis del comercio ni de la producción de bienes o de servicios. La crisis es de los bancos, del sector financiero.



Su origen es lejano y de naturaleza ideológica”, ha advertido recientemente el académico italiano Umberto Mazzei, experto en comercio internacional y ciencias políticas. De hecho, señala Mazzei, el origen se remonta a inicios del siglo XIX (alrededor del año 1800), cuando el conocido economista clásico David Ricardo, abogó por la eliminación de restricciones en tres aspectos fundamentales de la economía: la emisión de papel moneda, en la sobreproducción industrial y en la circulación de capitales.Pero la consolidación mundial de estas medidas ha ocasionado la situación de crisis cíclicas actuales. “La emisión de papel moneda produjo desde entonces sobreproducción de dinero y continua pérdida de poder adquisitivo. La sobreproducción industrial condujo al imperialismo comercial. La irrestricta circulación del capital condujo a especulaciones y estafas internacionales”, argumenta Mazzei.En este sentido, uno de los padres de lo que hoy conocemos como gestión empresarial y administración de negocios, Peter Drucker, explicaba en 1986 que el flujo de la economía financiera se había separado del flujo de la economía comercial de bienes y servicios, y que su tamaño había aumentado y era varias veces superior al de la economía real. Por su parte, el sociólogo e historiador francés Emmanuel Todd, advertía ya en 2005 que el papel de Estados Unidos en la economía mundial parecía ser más que nada el de suministrar dinero virtual. Esta observación ha llevado a Mazzei a advertir que “en Wall Street parecen olvidar un principio básico de Economía I: que el dinero no es la riqueza; que es sólo un símbolo”.Este dinero virtual ha ido adquiriendo, a lo largo de los años, un tamaño considerable. Según el Banco Internacional de Compensaciones (BIC), para abril de 2013 se vendían diariamente el equivalente a cerca de un tercio del PIB de EEUU, es decir unos 5,3 billones de dólares en derivativos (bonos, valores, etc.: dinero virtual). Los propios datos del BIC muestran que el valor del total de estos productos en circulación se estimaba entonces entorno a los 700 billones de dólares.“Si se toma en cuenta que el Producto Mundial Bruto en 2013 fue de 75 billones de dólares, es imposible aterrizar ese dinero imaginario en la economía real. Eso es lo que técnica y legalmente se define como estafa”, afirma Mazzei. Según el académico italiano, esa sobreabundancia de valores en ascenso, que es independiente de la conducta de la economía real, es el resultado de las políticas monetarias y financieras de EEUU.El problema es que mientras la “economía real es socialmente positiva, porque al crecer reparte beneficios a todos los actores, la economía especulativa es socialmente negativa. Sus actores suelen ser empresas apátridas, sin vínculos sociales. Su base es una abstracción imaginaria, que emite papeles llamados valores, porque se suponen basados en alguna garantía, que van a comerciarse en las plazas financieras”, pero que en realidad dice Mazzei, “su principal actividad es manipular percepciones del futuro y su único móvil es la ganancia a corto plazo, que no es distribuida sino que se mantiene en el circuito financiero, apartada de la economía real”.
Orígenes de la deuda de Latinoamérica
La crónica deuda externa de la América Latina se arrastra desde su independencia. Hace varios años el filósofo económico suizo Jean Charles Sismondi realizó un análisis sobre su origen: el comercio de las excolonias españolas con Inglaterra, basado en la importación de mercancías inglesas con el propio dinero inglés canalizado a través de préstamos ingleses a los países latinoamericanos. “Por inmenso que fuese el desahogo que ofrecía la América libre, no hubiese sido suficiente para absorber todas las mercancías que Inglaterra había producido por encima de sus necesidades, si los préstamos hechos a las nuevas repúblicas no hubiesen de golpe aumentado desmesuradamente sus medios de comprar mercancías inglesas. Cada estado de América prestó de los ingleses una suma suficiente para poner a funcionar su gobierno; y, a pesar de que fuese un capital, la gastaba inmediatamente durante el año como una renta; quiere decir que se empleaba entero en comprar mercancías inglesas por cuenta del público, o de pagar aquellas que habían sido enviadas por cuenta de particulares”, detallaba Sismondi hace casi un siglo. En este tiempo se formaron numerosas compañías, con inmensos capitales, según Sismondi “para explotar todas las minas de América; pero todo el dinero que gastaban regresaba a Inglaterra, sea por las máquinas… o por los bienes exportados...”. Mientras duró este comercio, no fue ya la renta, sino el capital inglés lo que se empleó para estimular el consumo: “los ingleses, comprando y pagando ellos mismos los propios productos que enviaban a América, no se ahorraron sino el placer de gozarlos también ellos mismos”.Para Mazzei, “en los años de 1980 Latinoamérica vio repetirse el mismo mecanismo de deuda, solo que no vinieron cañoneras, sino el FMI, el BID y el Banco Mundial, que se encargaron de asegurar el pago”, a través de métodos más discretos, permitiendo una mayor eficiencia del cobro “porque la apariencia de legitimidad disminuye el riesgo de rebelión violenta. Así sucedió la Década Pérdida de la América Latina”.