El cambio llega a México
A México le pasa un poco como a Bolivia, la pasión desmedida por el deporte Rey tiene poco que ver con el palmarés de su selección, con el agravante de que además compite en una Federación tan devaluada como la de América del Norte. Ganar la Copa Oro es menos que pasar a cuartos en la Copa...



A México le pasa un poco como a Bolivia, la pasión desmedida por el deporte Rey tiene poco que ver con el palmarés de su selección, con el agravante de que además compite en una Federación tan devaluada como la de América del Norte. Ganar la Copa Oro es menos que pasar a cuartos en la Copa América. Que sus clubes ya no quieran jugar la Libertadores tiene que ver con los muchos años sin ganar.
Pero algo está cambiando en el México convulso del Chapo Guzmán, el Peña Nieto y el López Obrador. No es que el muro de Trump haya ensalzado el fervor patriótico, pero los triunfos en las inferiores en 2005 y 2011 tarde o temprano tenían que llegar a la absoluta. Ahí seguía esperando Rafa Márquez.
Ganarle a Alemania debe generar una sensación indescriptible. Hacerlo en un Mundial ni se imagina, menos cuando todavía porta el cetro de vigente campeón.
Soñarlo es más fácil si tienes a Memo Ochoa en el arco, tan escuálido, tan desgarbado, pucha, y a la vez tan seguro y magnífico. Nada que ver con los De Gea y compañía que han hecho temblar a sus selecciones. Ochoa aspira de nuevo a ser el mejor del Mundial.
Bastó un gol de Lozano en el 35 pero pudieron ser más, Chicharrito anda barruntando y Guardado y Layún también. México no se colgó del arco ni hasta el final. Alemania se volcó en el ataque pero mirando por el retrovisor. Ni en el Marca tenían la crónica escrita cuando el árbitro pito el final. Es Alemania y se respetan sus tiempos. Hoy no tuvo suerte pero la apuesta es firme.
De México en Rusia y viceversa se recordaba la revolución contemporánea y la muerte de Trostki. Ganarle al coco siempre suma, más en el primer partido.
Pero algo está cambiando en el México convulso del Chapo Guzmán, el Peña Nieto y el López Obrador. No es que el muro de Trump haya ensalzado el fervor patriótico, pero los triunfos en las inferiores en 2005 y 2011 tarde o temprano tenían que llegar a la absoluta. Ahí seguía esperando Rafa Márquez.
Ganarle a Alemania debe generar una sensación indescriptible. Hacerlo en un Mundial ni se imagina, menos cuando todavía porta el cetro de vigente campeón.
Soñarlo es más fácil si tienes a Memo Ochoa en el arco, tan escuálido, tan desgarbado, pucha, y a la vez tan seguro y magnífico. Nada que ver con los De Gea y compañía que han hecho temblar a sus selecciones. Ochoa aspira de nuevo a ser el mejor del Mundial.
Bastó un gol de Lozano en el 35 pero pudieron ser más, Chicharrito anda barruntando y Guardado y Layún también. México no se colgó del arco ni hasta el final. Alemania se volcó en el ataque pero mirando por el retrovisor. Ni en el Marca tenían la crónica escrita cuando el árbitro pito el final. Es Alemania y se respetan sus tiempos. Hoy no tuvo suerte pero la apuesta es firme.
De México en Rusia y viceversa se recordaba la revolución contemporánea y la muerte de Trostki. Ganarle al coco siempre suma, más en el primer partido.