Argentina, de vuelta al fondo
Ahora hay que esperar la crónica de Martín Caparrós, que seguramente describirá mejor que nadie el estado de neurotismo y estrés con el que Argentina salto a la hierba de Moscú para enfrentar a la minúscula Islandia y sus 11 gigantes vikingos para cosechar, claro está, un ridículo...



Ahora hay que esperar la crónica de Martín Caparrós, que seguramente describirá mejor que nadie el estado de neurotismo y estrés con el que Argentina salto a la hierba de Moscú para enfrentar a la minúscula Islandia y sus 11 gigantes vikingos para cosechar, claro está, un ridículo empate. O quizá no, porque tantas veces la ha escrito que tal vez ya no le queden metáforas ni comparaciones para este país acostumbrado a vivir en el alambre, expresión registrada para describir su estado de ánimo.
Sampaoli salió con cara de miedo. Cada islandés le sacaba dos palmos de alto y de ancho a su par en el túnel de vestuarios. La instrucción de unos era clara: balón a Messi. La de los otros también: disfrutar y esperar la oportunidad.
Islandia, de la que ya se ha escrito todo sobre su sorpresa no tan sorpresa, pudo matar el partido nada más empezar. Pecó de inexperiencia. Pero ojo, nada de llorar. Los argentinos se equivocaron una vez y en vez de darle a Messi el balón cayó en los pies de Sergio Agüero que se revolvió y fusiló a la escuadra. “Puta, somos mejores” decía mi vecino gaucho.
A los cuatro minutos la fe nórdica puso el empate en una jugada de esas que dejan en evidencia que la Argentina anda desquiciada, cual debate del aborto, cual rescate del FMI. ¿Algo más? Sí, Messi, cuasi oficialmente ex mejor jugador del mundo, lento y previsible, falló un penal en los albores de la segunda parte. Parte que se hizo larguísima.
— martín caparrós (@martin_caparros) 16 de junio de 2018
Actualización:
Por cierto que ya ha hablado Martín Caparrós. Puedes leerlo aquí.
Sampaoli salió con cara de miedo. Cada islandés le sacaba dos palmos de alto y de ancho a su par en el túnel de vestuarios. La instrucción de unos era clara: balón a Messi. La de los otros también: disfrutar y esperar la oportunidad.
Islandia, de la que ya se ha escrito todo sobre su sorpresa no tan sorpresa, pudo matar el partido nada más empezar. Pecó de inexperiencia. Pero ojo, nada de llorar. Los argentinos se equivocaron una vez y en vez de darle a Messi el balón cayó en los pies de Sergio Agüero que se revolvió y fusiló a la escuadra. “Puta, somos mejores” decía mi vecino gaucho.
A los cuatro minutos la fe nórdica puso el empate en una jugada de esas que dejan en evidencia que la Argentina anda desquiciada, cual debate del aborto, cual rescate del FMI. ¿Algo más? Sí, Messi, cuasi oficialmente ex mejor jugador del mundo, lento y previsible, falló un penal en los albores de la segunda parte. Parte que se hizo larguísima.
"A los argentinos, ahora, nos gusta creernos que vivimos todo el tiempo al borde del abismo. Por varias razones: una de ellas es que vivimos todo el tiempo al borde del abismo..."https://t.co/yRS1rGJKdd
— martín caparrós (@martin_caparros) 16 de junio de 2018
Actualización:
Por cierto que ya ha hablado Martín Caparrós. Puedes leerlo aquí.