De la Revista TARIXA de Antropología, Arqueología e Historia de Tarija. No. 2 2024 1
Apuntes Históricos de un Etnocidio
RESUMEN
El documento aborda el etnocidio perpetrado por el Imperio Inca sobre los pueblos originarios de Tarija, Bolivia, basándose en la "Historia Indica" de Pedro Sarmiento de Gamboa (1572). Detalla cómo los Incas sometieron brutalmente a los pueblos bajo su dominio mediante el sistema de la mita, que implicaba reclutamiento forzoso y desplazamientos masivos de población, como ocurrió con el pueblo Cañar en Ecuador. En Cochabamba, los chuis, charkas y cotas fueron reemplazados por mitmas quechuas. En Tarija, los moyos moyos y churumatas fueron reclutados masivamente para los ejércitos de Túpac Yupanqui tras la conquista inca en 1471. Posteriormente fueron desplazados y dispersados en guarniciones, mientras su identidad era invisibilizada en las crónicas. El documento concluye que se consumó un etnocidio al eliminar físicamente a esta población, destruir su cultura y dejarla en el olvido histórico.
*Miembro de la Sociedad de Etnografía e Historia de Tarija, Bolivia. Información de contacto: email: [email protected]. Web-page: www.historiadetarija.com.
INTRODUCCIÓN
LA HISTORIA INDICA Y GARCILAZO. EL ETNOCIDIO DE LOS INCAS
En una publicación anterior (Barragán Vargas, 2023) hice referencia a una observación de John H. Murra en la que el conocido investigador de la Etnohistoria de nuestra América (Murra, J. 1975), recomienda efectuar un relevamiento de todas las formaciones sociales que existieron en la América del Sur desde antes de la conquista Inca debido a que “el reordenamiento vertical y la interdigitación étnica en todos los niveles que hicieron los Incas para establecer su Imperio”, dejó un sinfín de “bolsones” étnicos cuya forma de constitución muchas veces no encuentra una explicación lógica.
En muchos casos, sin embargo, el problema resulta ser mucho más complejo de lo que uno podría imaginarse debido al hecho de que entran en juego factores muy difícilmente individualizables que se adentran en lo más profundo de la historia, como las apreciaciones de los entrevistados en los interrogatorios de Sarmiento de Gamboa en 1572 (Levillier, R., Francisco de Toledo. Tomo III. Sarmiento de Gamboa. La Historia Indica. [1572] 1942) quienes hacen rememoraciones que fácilmente podrían alcanzar los 5.000 años A.P.
Por otra parte, es necesario indicar que no sería suficiente un simple “censo” de todas esas agrupaciones, su actual localización geográfica y sus movimientos, en el tiempo y el espacio, para solucionar el complejo problema que representa la multiplicidad de los grupos sociales de la América del Sur, sus desplazamientos y lo que cada uno de ellos hizo desde su origen si quisiéramos profundizar en el análisis de un problema de tanta complejidad.
Todos estos propósitos ya fueron sin embargo intentados por Don Francisco de Toledo, virrey de España en el Perú (1569 - 1580), quien encomendó este estudio al cosmógrafo don Pedro Sarmiento de Gamboa para que estudiase a fondo el asunto y averiguase, con todos los medios a su alcance, cómo se desarrolló una sociedad como la de los Incas, utilizando interrogatorios a todos los posibles actores o coactores de los hechos, que todavía vivían para esa época.
Este trabajo fue realizado en forma sistemática por Gamboa recurriendo a todos los medios a su alcance a fin de poner en evidencia cómo evolucionó esa sociedad, “en los ochocientos años que duró su poder y sucesión”, desde Manco Capac, que fue el primero, hasta Huascar, que fue el último y establecer cuáles fueron los mecanismos por los cuales pudieron conseguir el grado de organización que les permitió hacerla funcionar de manera tan eficiente.
Toda esa información, recolectada ante jueces competentes designados para el efecto, fue condensada en un manuscrito que fue llamado: “Segunda parte de la Historia General llamada Indica” compuesta por el Capitán Pedro Sarmiento de Gamboa y enviada a España el 10 de marzo de 1572. Lamentablemente, por circunstancias poco conocidas, este manuscrito no llegó a su destinatario: el rey de España, quedando los papeles en “rincones de archivo” durante tres siglos,, sin provecho para nadie, hasta que un señor Meyer halló por casualidad un original en Gottingen al catalogar los manuscritos de la Universidad, en 1893.
El manuscrito fue analizado en detalle por un señor R. Pietschmann y luego, por Clement Markham pero entró nuevamente en el olvido debido a los aspectos negativos que planteaba respecto a la conducta de los Incas con los pueblos que gobernaba, los cuales chocaban con el criterio de “hermoseamiento” que le dio, entretanto, el Inca Garcilazo de la Vega, criterio que, sin embargo, predominó por más de cuatro siglos.
En 1942, Roberto Levillier publicó su libro: Don Francisco de Toledo, Supremo Organizador del Perú (1515 - 1582)” una obra que hace un análisis completo de la obra de Gamboa pero que es prácticamente imposible de conseguir. Don Juan Ticlla, poco antes de su último viaje a Santa Cruz, antes de su fallecimiento, tuvo la gentileza de hacernos conocer que existía un ejemplar guardado celosamente en la Biblioteca Municipal de Tarija al que pude acceder y sacar una fotográfica completa que trataré de difundir de alguna forma en nuestro medio debido a su importancia.
La política Inca de dominio del territorio
Lo que plantea Gamboa es realmente revelador pues nos hace ver que el método por el cual los Incas pudieron crear un Imperio en nuestra América no fue en base a la “bondad y magnanimidad” del Imperio como plantea Garcilazo sino, al contrario, por la coacción, el miedo y la imposición brutales de manera indiscriminada.
En principio, conforme constató Rowe, la evolución de las sociedades andinas se basó en el aprovechamiento de diferentes “pisos ecológicos” en los cuales podían cultivarse determinado tipo de alimentos que no podían darse en otros niveles, superiores o inferiores, determinando que el trabajo a realizar hubiera tenido que hacerse colectivamente, “por turnos” o “por tandas” alternativas en las cuales, los habitantes de un piso determinado cumplían tareas en otros niveles, superiores o inferiores, estableciendo, de manera natural, lo que se denominaba: “la mita”.
Paulatina y gradualmente sin embargo, esta costumbre se fue institucionalizando como forma de manejo no solamente de las prácticas agrícola-ganaderas sino también, de la política de dominio del territorio, impulsada y aprovechada sobre todo por los Incas que se encontraban en ese momento en desarrollo. La “mita”, que resultó ser una práctica útil para mantener “enclaves” en diferentes pisos ecológicos al mismo tiempo que se mantenían los lazos y los vínculos con las organizaciones originales dieron lugar, con la práctica y el tiempo, a un sistema que se implantaría como regla en todo el territorio dominado por el Imperio. Los fines fueron sin embargo escapando paulatinamente de su concepción inicial para cubrir los motivos más diversos y caprichosos. Bajo el principio de la mita se reclutaban ejércitos que eran utilizados en la conquista y el sometimiento de otros pueblos convirtiéndose, a la postre, en un sofisticado sistema de opresión aplicado sin discriminación de ninguna clase.
Con este pretexto, el Imperio sometió a los pueblos bajo su dominio con el rigor más grande, cometiendo las mayores injusticias. Esto es lo que sucedió con el pueblo Cañar, del Ecuador, por ejemplo, que fue dispersado intencionalmente para evitar que se unificara y presentara resistencia de algún tipo, condenándolo a desaparecer como entidad política, social, económica y cultural. Mirko Solari Pita indica que por lo menos treinta grupos cañar fueron encontrados entre el Ecuador, Perú y Bolivia (Solari Pita Mirko, Mitmas cañaris: desplazamientos, resistencia y etnogénesis colonial andina (siglos XVI-XVIII). Tesis: “Les chemins de l’ethnicité : parcours identitaires des descendants des mitmas cañaris dans la région andine (XVIe - XXIe siecle)”. EHESS (París, Francia, 2015).
Otro tipo de sojuzgamientos.
Los Incas desarrollaron otros tipos de sojuzgamiento al mismo tiempo. El solo hecho de ser calificado o clasificado dentro de la categoría de “mitma” (también, mitimae o mitmaqkuna) ocasionaba un tratamiento completamente diferente puesto que se hacía ingresar a las personas a un “limbo” muy particular en el cual, el o los individuos en cuestión, dejaban de ser considerados como pertenecientes a una etnia o a un grupo social determinado para ser tratados como “advenedizos” y con menores derechos que los naturales, negándoles la posibilidad de mantener sus propios medios de organización, haciéndoles perder sus lenguas y costumbres y dispersándolos, en el espacio, para que no tuvieran contacto entre sí.
Algunos de esos mecanismos consistían en enviar a los pobladores de una determinada zona a lugares y distancias que les fueran difíciles o imposibles de franquear a sabiendas de que el destierro en masa paralizaría su rebeldía futura. Asimismo, mudaban: “...a los pobladores de las cuchillas al llano y a los del llano a las cuchillas y sierras, tan lejos unos de otros y cada uno tan lejos de su natural que no pudiesen volver a él”. Utilizando este tipo de conductas, los Incas no tenían ninguna dificultad en sofocar cualquier intento de rebeldía en sus verdaderos inicios sin necesidad de aplicar ninguna medida especial de restricción adicional.
Asimismo, conforme veremos posteriormente, se tendía a “invisibilizar” e incluso “negar” la existencia de los elementos que querían o pretendían hacer desaparecer utilizando diversos medios como el dejar de nombrarlos incorporándolos, al mismo tiempo, a diversa categoría de individuos llamados “mitimaes” en las cuales esos componentes dejaban de tener identidad propia y adquirían la de un conjunto amorfo sin ninguna particularidad que los distinguiera, con lo que esos elementos desaparecían por completo de manera automática.
El caso del Collasuyo
En el caso del Collasuyo, uno de los cuatro suyos en que se componía el Imperio Inca, existían vastos conglomerados sociales que los Incas debían someter. En ese enorme espacio se podían distinguir particularmente dos enclaves que fueron de su interés. Uno de ellos fue indudablemente el caso de Cochabamba, otro el de Tarija, ambos merecieron atención especial por la cantidad de población que existía en ellos.
Cochabamba
En el caso de Cochabamba, en un pleito incoado al Licenciado Juan Polo de Ondegardo, por los caciques e indios de Sipesipe, se hacen reveladoras afirmaciones en sentido de que el valle de Cochabamba estuvo habitado originalmente por pueblos chuis, charkas y cotas, todos los cuales fueron, total y completamente extraditados de sus lugares de origen para ser reemplazados por mitmas de las más diversa procedencia, principalmente, quechuas, por el Inca Wayna Capac. En uno de los interrogatorios del juicio se consigna: “Que para poner los dichos mitimaes en el dicho Valle echó de los naturales que eran los (indios) cotas y chuis y de otras naciones, de los quales no dejó ninguno en el dicho Valle de Cochabamba (Pleito de Polo de Ondegardo, Del Original 202, Vol. 16 [413v-416]. Vol 17 [432-338v)] (Urquidi, J. M., 1971. El origen de la Noble Villa de Oropesa”. Cochabamba fundada por el Cap. Gerónimo de Osorio (1571).
La “provincia” de Tarija y su población
El 20 de enero de 1540, Francisco Pizarro otorga la encomienda de ”la provincia de Tarija” a Francisco de Retamoso (AGI Justicia, 1125, ff 31v) en base a datos extraídos de los registros Incas que conservaban los llactacamayos Incas según información transmitida por Juan de Betanzos (Betanzos, J de. Suma y narración de los Incas”, [1555] 1987, Cap. XXXV, Prim. Parte):
Y un día, pareciéndole al marqués que era bien saber los repartimientos que había en la tierra y repartirlos en los españoles que al presente estaban con él y poblar los pueblos, mandó llamar a Mango Ynga, y mandóle que le trujese allí por cuenta y memoria todos los repartimientos que había en la tierra. Y Mango Ynga se fue de allí e hizo llamar a los llactacamayos, que quiere decir mayordomos de los pueblos y los que ansí tenían cargo en la ciudad del Cuzco de tener cuenta de lo que ansi les pedían y supo de ellos los repartimientos que había y los indios que tenía cada repartimiento y trújole al Marques la cuenta y razón de lo que ansí le pedía...”
Puede verse, por lo tanto, que esa zona estaba registrada en esa manera y en ese carácter en los archivos Incas, con un nombre propio bien preciso y su caracterización de “provincia” que, según sabemos, correspondía a una zona o región con una población bien determinada. En tiempos de Tupac Yupanqui, para que una provincia (o Guaman), pudiera ser considerada como tal, debía tener una población no menor de 40.000 habitantes (Levillier, R., Don Francisco de Toledo, 1942, Tomo III, pag. LIV), lo cual nos permite conocer, de forma indirecta, cuál era la cantidad de personas que fueron sometidas a semejantes tratos.
Respaldando esta posibilidad deben mencionarse las impresiones del Cap. Juan Rodríguez Durán, acompañante de Luis de Fuentes quien, al visitar las diferentes zonas del valle de Tarija en 1574, hizo las siguientes observaciones respecto a la cantidad de personas que debieron haber habitado esta zona (Julien, 1997:41. AGI. Patronato 141, N.1,r 3,ff..53-74):
“.donde hallo fortalezas muy grandiosas y pueblos poblados y fundados, como fue el propio de la villa de Tarija, donde a lo que parece, según los pueblos casas, debieron consumir y matar antes que la dicha villa se poblara los dichos indios chiriguanaes más de treinta mil ánimas porque los lugares que destruyeron fueron muchos...”.
Conforme planteamos oportunamente (Barragán, M., 2023), los pueblos que podían ser considerados como “originarios de Tarija” eran los moyos moyos y los churumatas, quienes habitaban en los 18 pueblos mencionados en la encomienda a Retamoso (AGI Justicia, 1125, ff. 31v.), unidos, conforme vimos, por una extensa red de caminos que estuvo funcionando muchos años antes de la llegada de los Incas, el año 1471.
No conocemos lo que pudo haber pasado con los cotas, chuyes y chuis de Cochabamba que fueron extraditados por Wayna Capac para ser reemplazados por mitmas quechuas procedentes del Perú pero lo sucedido con los churumatas y moyos moyos de Tarija ha podido ser establecido con mucha precisión y detalle según se desprende del análisis que ya hemos referido (Barragán, 2023).
La forma en la cual la población de Tarija fue incorporada a los ejércitos Incas
Según lo que puede colegirse de los datos disponibles, inmediatamente después de la conquista Inca de Tarija, en 1471, se dispuso la incorporación de toda su población, “en masa” al régimen de la “mita”, es decir, al servicio del Imperio. Es la propia crónica de Betanzos (Betanzos, Cap. XXXV, Prim. Parte.) la que menciona que habitantes de la provincia de los Mayos Mayos fueron llevados por el Inca Tupac Yupanqui tanto a la conquista de “los juries”, en el Tucumán, (Canals Frau, 1953:507, Encomienda a Martín Monje; Rowe, J.H. [1569] 1985. Capac Ayllu) como a Chile (Pizarro, I. Los Indios churumatas del valle de Elqui. Diálogo Andino, No. 32, 2008), todos los cuales quedaron sirviendo en las guarniciones construidas por los Incas en esos lugares para su defensa.
Retorno de Tupac Yupanqui al Cuzco. Los ejércitos invencibles
Siete años después de su partida, Tupac Yupanqui emprende el retorno y el de sus ejércitos al Cuzco, Esta vez tomó la vía de la costa hasta Tarapacá y, de allí, atravesó el Altiplano para entrar a Charcas, visitar Samaypata y tomar el camino de retorno al Cuzco. En todo este trayecto estuvo acompañado por miembros de los ejércitos vencidos, entre los cuales se encontraban representantes de la provincia de los Mayos Mayos, es decir, de Tarija.
Según Espinoza Soriano, Tupac Yupanqui llegó con estos ejércitos no solamente hasta Cuzco sino que también hizo una incursión a las tierras del norte del Peru y del Ecuador (Memorial de Charcas, párrafos 44 y 46), formando parte de la parcialidad de los Chichas:
“Los charcas, los caracaras, los chuyes y los chichas estuvieron considerados como los guerreros más talentosos y estrategas del Imperio de los Incas, motivo por el cual los prefirieron en las guarniciones en la frontera con los chiriguanaes”. Los incas los mantuvieron en aquel status por lo brillantemente que se comportaron en la conquista y en la pacificación de Chachapoyas, de Cayampis, de Cañares, de Quito, de Quillacinca, de Guayaquil y de Popayán. ”
Por las mismas razones, fueron igualmente preferidos para cubrir las guarniciones incas en las fronteras con los chiriguanaes. Parssinen indica que las fortalezas de Cuzcotoro, Dilava, Iñao y Oronkota, en la región de Yamparáez (Parssinen, Siiriaanen, 2003: pag. 163), se encontraban servidas por “churumatas y moyos moyos”.
Maravilla, en el presente caso, cómo pudieron proceder a la movilización de semejante cantidad de personas a lugares tan inhóspitos como los que fueron a habitar subsiguientemente, obligándoles a dejar todas sus pertenencias, entre las cuales se encontraban, desde luego, sus casas, sus tierras y sus animales en un movimiento poblacional de gran magnitud, desde Tarija hacia las regiones de Yamparáez, que no se menciona en ninguna parte ni en ningún momento. Esta movilización dejó a toda la región que antes habitaban completamente desierta y sin habitantes, algo que es señalado con mucha insistencia tanto por Francisco de Retamoso, el primer encomendero de la Provincia de Tarija como por Juan Ortiz de Zárate, que le sucedió. Este último se vio obligado a mantener un juicio de más de 20 años por la posesión de los indios moyos moyos, que eran los habitantes naturales de su encomienda (AGI, Justicia 1125, 2 cuerpos).
La invisibilización de los habitantes de Tarija
Es muy probable que el “vaciamiento” total de los habitantes de Tarija que constataron los observadores españoles en forma posterior (los primeros españoles llegan en 1539 y 1540) pudo haber sido desarrollado durante los años que le restaban de vida a Tupac Yupanqui completándose durante el reinado de Wayna Capac, el Inca que le sucedió. En la visita de Juan González a Totora, en 1561, se establece: “...que cada cuatro meses Tarija debía enviar 22 indios para reemplazar a los que se morían...” (Visita de Juan Gonzales a los churumatas e indios charcas de Totora. 1560. MUSEF, 1990, f. 1.6).
La actitud que mantuvieron los Incas respecto a todas estas personas fue la del ocultamiento de su existencia por varios mecanismos, el principal de los cuales era el dejar de nombrarlos o incluirlos en calidad de: “mitmaqkunas” a otros complejos. El llamado Memorial de Charcas ya citado, por ejemplo, menciona que quienes conformaron los ejércitos “invencibles” del Inca Tupac Yupanqui que conquistaron los Chachapoyas fueron los “charcas. caracaras, chuyes y chichas”. Se sabe que los pueblos procedentes de Tarija (churumatas y moyos moyos), se encontraban comprendidos en los pueblos chichas pero esa explicación no se da nunca, con lo cual, pese a que quizás conformaban el núcleo principal de esos ejércitos de élite, nadie los nombra de forma expresa y, por lo tanto, dejan de existir en el universo documental para convertirse en “invisibles” y, por consiguiente, inexistentes.
La misma actitud se mantiene en todos los acontecimientos en los cuales actuaron estos aglomerados como, por ejemplo, el llamado Cerco de Cochabamba impuesto por el Mariscal Tiso a la columna española que ingresó al Collasuyo a la muerte de Diego de Almagro en 1538, uno de cuyos cuerpos principales estaba constituido por los “chichas”, en los cuales se englobaron a los pueblos procedentes de Tarija (moyos moyos y churumatas) que estaban bajo el mando del cacique moyo moyo Tirique (o Tiraque) (Hemming, J. 1973. Cap. 12, p. 247), que comandaba a los moyos moyos y churumatas, que formaban los cuerpos de élite de esos ejércitos.
De esta forma, los Incas y sus seguidores hicieron desaparecer, sistemática y cuidadosamente, la sola presencia de estos conglomerados de los registros históricos, desvirtuando los hechos para que no se los tome en cuenta de ninguna manera posible, forma en la cual, milenios de evolución se borraron de manera completamente artificial ya que la historiografía solo puede registrar hechos que tienen fundamento documental.
La encomienda de la Provincia de Tarija
El mismo tipo de actitud es el que se maneja en las encomiendas repartidas en la provincia de Tarija, muy especialmente la de Francisco Pizarro a Francisco de Retamoso de las provincias de Carangas y Tarija, una de las encomiendas más tempranas de la zona (AGI, Justicia 1125, ff. 31v), otorgada el 22 de enero de 1540 compuesta por 18 pueblos en la provincia de Tarija, cada uno de ellos con su nombre propio, su cacique o curacuna y una red caminera de primer orden que los intercomunicaba (Delcourt, P., La red vial prehispánica en el sur de Bolivia. La Plata, 2011).
En este documento se pone en evidencia uno de los mecanismos que los Incas ponían en juego cuando se trataba de hacer desaparecer de la memoria la existencia de los grupos que no juzgaban necesario resaltar o que querían ocultar de algún modo. Lo invisibilizan al no nombrarlos, omitiéndo expresamente su existencia ya que no se menciona la cantidad de personas que habitaba cada uno de los pueblos nombrados y se lo reemplaza con del número de ”casas”, sin indicar si estaban o nó habitadas pero haciendo suponer la segunda eventualidad. La falta de datos no es aclarada en ningún momento y es reemplazada, conforme dijimos,por la del número, por la cantidad de “casas” que había en cada pueblo. Nunca llegan a mencionar la naturaleza, de sus habitantes. es decir, su composición étnica.
Esto quiere decir que los llactacamayos a que hace referencia Betanzos estuvieron en conocimiento de que esa zona correspondía a lo que el mismo cronista calificó como “Provincia de los Mayos Mayos” cuando relata el encuentro de Tupac Yupanqui con los habitantes de esa región (Betanzos, J de. Suma y narración de los Incas”, [1555] 1987, Cap. XXXV, Prim. Parte) pero no lo mencionan porque habrían roto el velo que debía cubrirlos. No se explican las razones para esa conducta pero estas pueden comprenderse frente a la política general desarrollada por el Imperio, a la cual no era posible contradecir, en ningún modo.
En todo caso, eran perfectamente conscientes de que estaban cometiendo un acto de injusticia que debía ocultarse y nunca revelarse. Esta actitud causó una incertidumbre tan grande, respecto a este asunto, que dio lugar a la elucubración de infinidad de “teorías” y suposiciones para explicar las incógnitas que naturalmente surgieron al respecto. Don Luis de Fuentes y Vargas, a la postre, a poco más de 100 años de ese hecho, al no encontrar habitantes en la zona, se vio obligado a firmar una serie de tres capitulaciones con el virrey Toledo para que “indios chichas” le asistieran debido a que no tenían “brazos” (AHP, Cajas Reales, 45, f. 23 y 170; Julien, C. op. Cit.. p. 219-225).
Una anécdota relatada por Garcilazo de la Vega
El Inca Garcilazo de la Vega hace una descripción muy cabal de lo que esto significó citando un episodio ocurrido luego de la gran batalla que tuvo lugar en el “cerco de Cochabamba”, relatado por el propio Gonzalo Pizarro, quien se encontraba en compañía de Sebastián Garcilazo de la Vega, padre del Inca Garcilazo y otros dos caballeros, todos en cabalgaduras y con equipo militar completo (Garcilazo de la Vega. Comentarios Reales. Libro tercero de la segunda parte. Capitulo I. La conquista de los Charcas y algunas batallas que indios y españoles tuvieron, p. 230-232):
“...yendo por un llano vieron asomar siete indios gentiles hombres apercibidos de sus arcos y sus flechas...//...los cuales, luego que vieron a los españoles, se pusieron en ala, apartándose cada cual del otro diez o doce pasos para dividir los enemigos ...//... arremetieron los unos a los otros con grande animo y mucha bizarría. Los españoles: iban corridos y avergonzados de ir cuatro caballeros bien armados encima de sus caballos con sus lanzas en las manos contra siete indios a pie y desnudos, sin armas defensivas. Mas ellos los recibieron con tan buen ánimo como si llevaran petos fuertes y pelearon varonilmente ayudándose unos a otros, que el indio que quedaba libre ayudaba al otro...//... con tanta destreza y ferocidad que cada uno de los españoles tenía siempre que enfrentar a dos contrincantes...//... Tres indios escaparon y//...los españoles tuvieron a bien que se fuesen y no los siguieron.".
Este curioso episodio da cuenta de que Gonzalo Pizarro tuvo que enfrentarse no con vulgares campesinos sino con personal militar calificado y con experiencia inclusive en el combates cuerpo a cuerpo propio de una tropa aguerrida, que es lo que eran, en definitiva las guarniciones Incas de las fortalezas nombradas, constituidas, como se dijo, por moyos moyos y churumatas de la provincia de Tarija. El resto de los ejércitos que comandaba el Mariscal Inca Tiso estaba probablemente conformado por reclutas campesinos sin experiencia militar que poca o ninguna resistencia podían haber ofrecido.
La cultura “Yavi-Chicha”
Algo muy sugerente se observa, por otra parte, entre la cultura desarrollada en los valles de Tarija y en las zonas avecinantes del sur de Potosí y del N.O. argentino, que se superpone, en tiempo y espacio, con lo que los arqueólogos argentinos han venido denominando: “cultura Yavi-Chicha" en la zona comprendida entre Chichas, Tarija y el Noroeste argentino, cuya dispersión geográfica, según los datos presentados por María Beierlein (Comechingonia (2008) ISSN-0326-7811-105-125), cubre una amplia área geográfica en la cual se encuentra incluida, principalmente, Tarija y cuya desaparecida cultura podría ser la pieza que faltaba de ese complicado rompecabezas.
La consumación del etnocidio
Al final, cuando pasamos revista a todos los acontecimientos y traqueteos que se cometieron en toda la zona correspondiente a Tarija, se pueden sacar varias conclusiones que apuntan al hecho de que se hubiera cometido un Etnocidio con la población de esta “provincia”:
1. La población fue completamente extrañada de sus lares de origen y conducida, “en masa”, a lugares muy alejados de los cuales les era imposible retornar.
Figura No. Mapa de la distribución del tipo cerámico Yavi-Chicha según Beierlein, M.
2. Se eliminó completamente el registro de lo ocurrido con sus componentes.
3. Se terminó eliminando las lenguas nativas, que son ya irrecuperables, las costumbres y las interrelaciones que tenían entre sí y los pueblos avecinantes.
4. Se consumó la eliminación física de sus componentes por factores de diverso tipo que imposibilitaron su conservación y mantenimiento.
5. A la fecha no se conserva ni siquiera el recuerdo de que alguna vez existieron.
6. Todas estas acciones se desarrollaron con una población sojuzgada y sin defensa posible.
Algunas incongruencias viales a resolver
Las incongruencias de la actual estructuración de estas agrupaciones se refleja en forma patente cuando se estudian los caminos que existían en toda la zona que, de buenas a primeras, se atribuyen a los Incas y se le da un nombre Inca: el Capac Ñan, como si ese hubiera sido el origen de esa estructura pese a que, en el momento actual, se conoce, positivamente, que ese no fue el caso.
Vale la pena, sin embargo, que mencionemos algunas incongruencias acerca de estos caminos y sus aspectos relacionados. Según el Arqueólogo Phillip Delcourt, quien hizo el relevamiento total de esta red vial, existían principalmente dos vías para llegar a Tarija: el llamado de La Patanka, que baja de Pasajes a Pinos y el de Sama que, partiendo de Iscayachi, hace cumbre en el cerro principal de Sama y desciende en una pendiente suave hasta llegar a las cercanías de Tucumilla. El primero puede ser claramente reputado como el más antiguo, que precedió probablemente por varios cientos o, quizás, miles de años al más reciente que veremos a continuación. El segundo solo conserva algunos tramos porque, aparentemente, sus plataformas fueron utilizadas para hacer el nuevo camino carretero Tarija- Villazón. Es una estructura mucho más moderna, con sólidas plataformas en toda su extensión y una pendiente suave que permite el tránsito pedestre. Tiene la extraña característica de tener extensos tramos que ya no se utilizan, ubicados ya sea por encima o por debajo de la carretera original, que fueron dejados de usar por motivos probablemente técnicos o por derrumbe de plataformas, haciendo ver que dejaron de ser usados para rehacer el camino definitivo a un nivel superior o inferior, con plataformas igualmente bien planificadas. Cabe sin embargo la posibilidad de que esos “derrumbes” hubieran sido provocados por quienes estuvieron “rehaciendo” el camino, para modificar o reforzar plataformas o para cambiar trazos ya que su inspección indica que se trataba de trazos antiguos. En todo caso, este segundo camino, en su parte original, es mucho más moderno en su concepción arquitectónica, sus defensivos, los materiales utilizados, puentes, etc., que el que denominamos de La Patanka, lo cual hace ver que fue una estructura mucho más reciente que podría ser adscrita a los Incas si no fuera por el hecho de que su factura tuvo que haber tomado muchos años en construirse y eso es lo que menos tuvieron los Incas que llegaron a Tarija a fines del siglo XV (1471-2). Los Incas estuvieron por lo tanto solo “de paso” en Tarija, permaneciendo un espacio de tiempo tan corto que escasamente pudieron haber pensado en ocuparse de una construcción que fácilmente pudo haber requerido la intervención de miles de personas y un equipo técnico de primera clase por varios años, algo que el ejército invasor no tenía intenciones de cumplir ya que, inmediatamente después, el Inca y sus ejércitos dejaron la zona para dirigirse a la conquista de Chile y, luego, a la de los chachapoyas en Quito según consta en los registros.
La única posibilidad de que ese camino hubiera sido construido por el ejército de Tupac Yupanqui en esa oportunidad se encuentra en el hecho de que, debido a que sus actividades guerreras en Chile le tomaron alrededor de 7 años, sus técnicos e ingenieros hubieran sido encargados de llevar a cabo esa tarea durante ese intervalo, algo que debe ser tomado en cuenta hasta que se encuentren datos que sostengan otra eventualidad.
Al cabo de esos 7 años, Tupac Yupanqui hizo su retorno por la costa penetrando al Collasuyo por Tarapacá para llegar a Charcas, ocasión en la cual visitó Samaypata. Se dirigió luego hacia el Cuzco llevando consigo un ejército de moyos moyos y churumatas que fueron incorporados a los ejércitos Incas y, con ellos: “fue a los Chachapoyas y allanó lo que allí había sospechoso, y de camino visitó muchas provincias...” (Levillier, R., 1942. Don Francisco de Toledo, Supremo Organizador del Peru. Lib II, p. 114).
HISTORIA DE LOS VALLES DE TARIJA, CONQUISTAS, TERRITORIALIDADES Y RELACIONES INTERÉTNICAS, SIGLOS XV AL XVII
Fondo Editorial del Concejo Municipal de Tarija.
Gestión 2023 - 2024.
Presidente. Lic. César Mentasti Padilla.
Editora: Dra. Lía Guillermina Oliveto
Primera Edición, 2023. ISBN: 978 9917 9723-0-3.
Imprenta INTEGRAL, S.R.L.
Libro editado por el Fondo Editorial del Concejo Municipal de la ciudad de Tarija, primera edición en 2023. Consta de 7 capítulos:
Introducción al estudio de la historia del valle central de Tarija. Desarrolla varios frentes en los cuales evolucionó la zona de Tarija desde antes de la llegada de los Incas. Hace críticas a los trabajos desarrollados por la Sociedad de Etnografía e Historia de Tarija (SOETHIS) en este campo en las cuales, sin embargo, la propia autora es la primera que incurre en las fallas que critica el momento en que desarrolla los hechos, prestando atención a algunos de ellos y olvidando otros, de forma muy cuidadosa, lo cual distorsiona completamente los hechos que analiza. Se aprecia, por ejemplo, que al comentar documentación tan importante como la Crónica de Betanzos o el Capac Ayllu, deja sin analizar sus aspectos centrales que son, en el presente caso, la propia conquista Inca de Tarija y sus consecuencias inmediatas, a las cuales pasa por alto sin explicación de ninguna clase. Esto conlleva a la negación de un hecho que fue determinante en la historia de Tarija, el “vaciamiento” total de su población y su extrañamiento total y completo, incorporada, “en masa”, a los ejércitos Incas, hecho que se hace difícil de creer por la crueldad y crudeza con que fue ejecutado.
Por otra parte, la exagerada complejización de los hechos y los actores hace que el propósito inicial de informar se convierta en una desinformación total, haciendo perder el interés y conduciendo al lector por caminos tan tortuosos que se hace difícil el seguimiento de los acontecimientos, dejando de analizar los sucesos más importantes como, por ejemplo, el de la conquista de Tarija por el Inca Tupac Yupanqui o haciendo intervenir actores, propósitos y resultados completamente alejados de la realidad por lo que resulta difícil atribuirle un verdadero valor historiográfico debido a la manipulación de los datos de origen.
Son de valorar los estudios realizados por la autora en el Archivo Departamental tratando de individualizar los diferentes cuerpos documentales y los intentos que hace para su clasificación y estudio y son, asimismo, muy útiles los datos que proporciona acerca de las investigaciones realizadas por arqueólogos argentinos en la zona de Tarija que resultan siendo la única fuente en la cual pueden conocerse los resultados de los estudios que esos profesionales hicieron en su momento, completamente desconocidos en nuestro medio debido a que nunca los comunicaron a la entidad que dio el permiso para su realización debido a que no se hicieron las comunicaciones que eran de rigor.
Por último debe destacarse el hecho de que la investigadora ha cometido una falla elemental en lo que toca al método antropológico de trabajo, una de cuyos principios fundamentales indica que debe darse especial atención al conocimiento y opinión de las personas del lugar para la realización de los estudios de campo y la elaboración de los resultados, algo que no solamente no ha buscado la autora sino que lo ha evitado de forma intencionada por razones que no se conocen, estableciendo contacto solamente con personas que muy poco o nada tienen que ver con los problemas estudiados, haciendo gala de desconsideración, falta de cortesía y discriminación.
La Sociedad de Etnografía e Historia de Tarija valora el esfuerzo y el trabajo realizado por la Dra. Oliveto pero no puede dejar de hacer notar los errores que se cometieron, algo que no puede dejar de señalarse para evitar que se repitan en lo futuro.