Doctor Aniceto Arce (Tercera parte)
Últimos días del Gobierno Arce



Últimos días del Gobierno Arce
Sucesión presidencial Don Mariano Baptista, estaba consagrado por el «conservantismo», como el sucesor de don Aniceto Arce. Lo sostenía el partido del gobierno.
Los comicios fueron convocados. Las elecciones se realizaron bajo la dura presión de las policías. El matonaje y los dineros fiscales fueron puestos en juego para el fin electoral perseguido.
«Baptista obtuvo, a duras penas, una mayoría insignificante y la anulación de los votos emitidos en algunos distritos, donde las elecciones fueron particularmente violentas, habría bastado para arrebatarle la presidencia; pues la elección secundaria de las Cámaras no podía serle propicia». (P. Bustillo).
El Gobierno temía un movimiento revolucionario, por estar el partido Liberal compacto y bien disciplinado. Los efectivos que tenía en las Cámaras anunciaban la anulación de algunos distritos, donde se habían extremado las violencias; y en el cómputo de votos que se debía hacer, Camacho sería proclamado Presidente de la República.
El Congreso fue convocado a la ciudad de Oruro, a los efectos del cómputo y proclamación que debía hacer con arreglo a la Constitución Política del Estado. Gran agitación en los sectores políticos; intranquilidad en las esferas del Gobierno; conferencias y acuerdos de grupo y concentración de elementos militares... El 4 de agosto (1892), se decreta el estado de sitio en toda la República. Al siguiente día fueron apresados varios representantes opositores. «Unos fueron a dar a Creveaux; otros a Antofagasta, donde lanzaron contra el Gobierno el brulote que les dictó su indignación. Por último, la representación oficial canceló, invocando imaginarias facultades disciplinarias, las credenciales de 21 representantes liberales que habían cometido la imprudencia de protestar contra el sitio y negar su concurrencia al Congreso; el cual, reintegrado por suplentes, recibió a los pocos días el juramento del Presidente Baptista, el hombre de la legalidad que subió al Poder, como dice Arguedas, por medios ilegales».
La oposición quedó deshecha.
Esto es lo que la historia llama el «Golpe del cinco de agosto». ¡Jamás podrá olvidar el país el más burdo ataque a la democracia y el golpe más brutal de un Gobierno que declina!
Prudencio Bustillo, se pregunta: «¿Quién fue el verdadero autor del sitio del 92?. Se ha debatido ampliamente para fijar las responsabilidades históricas. Puede ser que el grupo conservador de Baptista precipitó al Gobierno de Arce a cerrar su periodo con esa llave de hierro, brutal, avasalladora, torpe... En todo caso, Arce Presidente, no pudo jugar el cuerpo. Alguien dijo que había dicho: «Los liberales me la hicieron al entrar, yo se las devuelvo al salir...» Arguedas, comenta: «Al obrar Arce de este modo arbitrario y cínico, no había echado un solo momento en olvido el recuerdo de la asonada que le prepararon sus adversarios a raíz de su elevación a la Presidencia y decía con verdadera fruición: «Los liberales me hicieron un 8 de septiembre y yo les respondo con un 5 de agosto».
Arce cerca del ocaso
Endeudado Se dice que hecho el balance de la situación económica de don Aniceto Arce, se anotó un elocuente ejemplo de honradez. Subió al Mando Supremo de la República con una fortuna de ocho millones de bolivianos y descendió al llano con una deuda efectiva de más de dos millones de pesos bolivianos...
Negocios privados El Gobierno del señor Baptista, invitó a don Aniceto a ocupar la Legación en Paris. Arce, se negó a aceptar el cargo por necesidad que tenía de atender sus negocios privados.
La Compañía Huanchaca lo designó su Presidente Honorario. El Directorio del Banco Nacional de Bolivia, lo eligió Presidente de esa institución. Volvió a la dirección de sus labores mineras.
En sus propiedades rurales, intensificó los trabajos. Construyó caminos, implantó negocios agrícolas y ganaderos, etc. De este modo, en poco tiempo puso en buen pie su situación económica.
Jefe de Partido El año 1896, don Aniceto fue invitado por sus amigos políticos a lanzar su candidatura presidencial. Se negó a aceptar la honrosa distinción. Y para que no se interpretase su actitud como derrotista, asumió la Jefatura del partido.
Producida la revolución federal en la ciudad de La Paz — 1898— que se convirtió en liberal, Arce retempló sus energías. En Sucre, era el patricio grandemente respetado en esos momentos de conmoción institucional.
Candidato presidencial En 1904, el viejo político convocó a una asamblea de delegados de su partido, para acordar la actitud que éste debía asumir en la renovación de los poderes públicos. La asamblea fue digna de la calidad de los hombres que allí actuaron. Se exigió a Arce que presentase su nombre para lanzarlo nuevamente a la candidatura presidencial. Aceptó. Ese error en el anciano de ochenta años, no significaba otra cosa que una disciplina política al frente de una desorientación completa de sus amigos, o de una explotación electoral que no alcanzaba los ribetes de la honestidad.
Lógicamente, el candidato presidencial Aniceto Arce fue combatido sañudamente por el Gobierno y por el partido de la revolución. Como documentos históricos quedan sus cartas cambiadas con el Presidente Pando, en las que sienta doctrinas de democracia y fija claras orientaciones a la vida nacional. Palabras... palabras y nada más que palabras en la vida «democrática» de nuestros pueblos...
Semblanza Aniceto Arce, era «el boliviano de hierro», como acertadamente lo llamaban sus contemporáneos. El historiador don Alcides Arguedas, nos ha hecho llegar un perfil de la figura de Arce en estas líneas, soberbiamente psicológicas: «Arce, no es el tipo del hombre popular. El abrazo, la palmada, la sonrisa, cuestan más a Arce que firmar un cheque de 30.000 £... Pobre, proscrito, acusado, perseguido, descalzo, opulento, en la miseria o en la magnificencia, en el abismo o en la cima, no ha tenido sino ese rostro enjuto, esa mirada a medio ojo, esa rapidez de ejecución que le es propia, esa aparente indiscreción de arranques sin ser tal indiscreción, ese aspecto taciturno, concentrado, manso, dulce en el hogar, que se ilumina en las expansiones sencillas de la amistad, porque ante todo él es sencillo, en ocasiones humilde, en otras sublime por sus accidentes de modestia: siempre, siempre ésta ha sido su característica estructura».
Esta descripción, según lo anota el mismo Arguedas en su «Historia General de Bolivia», pertenecería a «uno de sus mejores biógrafos anónimos» y habría sido tomada de «El Comercio» (año 1887).
Su muerte Murió el viejo estadista y hombre de gran empresa en su propiedad «Tirispaya» el 14 de agosto de 1906. Sereno, tranquilo, Aniceto Arce allí esperó la muerte. Llamó a sus hijos y tendiéndoles la mano les dijo: «Sean honrados; no mientan nunca»... Y «cayó vencido por la fatiga y rendido por los años el campeón del trabajo y del progreso. Su muerte ha sido como su vida: ejemplo y enseñanza; rodeado de sus hijos, con el sacerdote al lado, con la reiterada protestación de su fe, se durmió en paz en el seno del Señor»...
A la muerte de Arce dictóse una ley declarando en duelo la República. Las Prefecturas y los Municipios, a su vez, decretaron iguales homenajes. En Sucre la consternación y el dolor pusieron marco a su sepelio. Un grupo de artesanos tomó el ataúd y lo condujo en hombros hasta «La Florida», donde depositaron sus restos en el cementerio de la familia...
Seis Anécdotas del“Boliviano de Hierro”
Asuntos de urgencia determinaron el viaje de don Aniceto de Huanchaca a Potosí. El largo recorrido lo hizo a mula, acompañado de cuatro jóvenes empleados suyos. Hosco, ceñudo y áspero, Arce apuraba la marcha, castigando sin cesar a la bestia que trotaba y trotaba...
Los jóvenes se decían:
—Pero, ¿qué urgencia tendrá este viejo trompeta? ¡Nos está matando con este trote!...
Llegaron a Potosí. Inmediatamente don Aniceto ordenó que llamen a su médico, el doctor Bracamonte. Acudió el galeno y encontró que el paciente tenía un enorme tumor en las nalgas. Lo sajó.
En seguida, Arce concurrió a la sesión del directorio de la Compañía Huanchaca...
Siendo Presidente de la República, don Aniceto Arce visitaba «cierto día uno de los cuarteles, como tenía de costumbre hacerlo. De pronto un oficial, detenido en el calabozo, sacó la cabeza por la claraboya de éste y dio su queja, al tiempo que Arce pasaba por ahí con su séquito de oficiales. Arce se revolvió; lo miró fijamente, descubriendo en el semblante del oficial las huellas del alcohol y después de escucharle, con firmeza habitual le dijo cuando aquél hubo terminado:
—Bien hecho, por borracho.
Y continuó su camino».
Una tarde comía en Palacio un Diputado adicto al gobierno de Arce. A tiempo de despedirse, don Aniceto dijo a aquél:
—Me cuentan que días más debe usted casarse...
—No es verdad, Excelencia, porque creo que el buey solo bien se lame.
—Sí — le contesta Arce—, el buey será; pero el toro no...
Cuando la revolución del 8 de septiembre, en Sucre, Arce fugó vestido de fraile, sin tiempo para cambiarse los zapatos de charol que tenía puestos en aquel momento.
Al llegar a Cochabamba, después de un agitado viaje a mula, uno de sus amigos le preguntó, todo sorprendido, mirándole a los pies:
—¿Qué pasa Excelencia?
—Me ajustan un poco los zapatos — respondió el Presidente.
Cierta vez se jugaba en Palacio una partida de rocambor, en mesa presidida por don Aniceto. Uno de los personajes asistentes ocupaba la izquierda del Presidente. En el momento en que éste era «mano», el personaje le dijo:
—Señor Presidente: como aún no se ha designado al que ha de ocupar el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores, en el público se anuncia mi designación para dicho cargo. ¿Qué hay de verdad, señor?
Don Aniceto se concretó a decir:
—¡Paso!...
Momentos más y el personaje insistió:
—Que voy a decir, señor Presidente, cuando los amigos me pregunten...
Secamente, sin dejarle concluir, Arce le respondió:
—¡Dígales que mienten!...
«Paseando una mañana con su cuerpo de edecanes por la ciudad, acertó a pasar por frente del edificio universitario, en cuya puerta había (en esos momentos) varios estudiantes de la Facultad de Derecho, los cuales, al verle, se destocaron con temeroso respeto, menos uno que permaneció con las espaldas vueltas, en actitud algo desdeñosa. Se detuvo el Presidente pálido de coraje, y llamando a grandes gritos al estudiante irrespetuoso, le cruzó el rostro de una bofetada cuando éste se le hubo aproximado, reprochándole al mismo tiempo su falta de urbanidad, por no haber saludado como los otros».
El escándalo fue enorme. Al regresar a Palacio, Arce encontró al Ministro de Instrucción, a quien le dijo:
—¡Soy profesor de educación, señor Ministro!...
Tarija, Diciembre de 1940.
(3) Se nos asegura que Arce fue uno de los primeros en usar el alumbrado eléctrico en París.