Doctor Aniceto Arce (Primera parte)
“Llegó para el hombre más fuerte el día del “quebranto final:



“Llegó para el hombre más fuerte el día del “quebranto final: su espíritu de Intensa energía “se expande en la vida donde está el desenlace“de nuestros destinos”.— Mariano Baptista.Primeros Tiempos
Evocación Escribir una página de historia sobre Aniceto Arce, no es obra que pasa llanamente en el torbellino de las luchas del pensamiento. Escribirla es penetrarse muy hondo en la patria; sentirla con cariño; recordarla con veneración y respetarla con amor y ternura infinitas.
La evocación del hombre múltiple, del sujeto-acción, la rindió Bolivia en su plenitud. Sin odios, sin mezquinas pasiones, nuestro pueblo se unió para llorar sobre la tumba de Aniceto Arce, que descendió al sepulcro después de un recorrido luminoso por el escenario de la vida. Quienes sientan y vivan el sentido de la delicadeza y el respeto, estarán en aptitud sana de valorar el pronunciamiento del espíritu, para inspirarse en la vida ejemplar de los que, como Arce, han sido consagrados con el título de forjadores de la nacionalidad.
Muchos ilustres escritores han perfilado la personalidad de nuestro biografiado. Se destaca entre esos trabajos la pluma ágil y brillante de Prudencio Bustillo, en «La Vida y Obra de Aniceto Arce», en la que estudia al mandatario que rigió los destinos de Bolivia de 1888 a 1892.
Nosotros queremos analizar esa vida a través de más de medio siglo. Ajenos a las pasiones subalternas y lejos de convencionalismos sociales examinaremos su obra.
Su cuna Se ha creído erróneamente que don Aniceto Arce nació en Charaja, partido de Padcaya. Es una especie muy consentida; y en Padcaya es un dogma. Quien se atreviese a discutir, rompería lanzas.
El interdiario «La Capital», de Sucre, del año 1906, servía los intereses políticos del Partido Constitucional, cuyo jefe y cabeza viviente era don Aniceto Arce. El hijo mayor de éste, don Carlos, era corredactor y capitalista de esa empresa periodística. Esta publicación, en el número que consagró a la memoria de Arce, dijo en un aparte:
«La cuna de Arce.— Dispútanse tres localidades del Departamento de Tarija, el nacimiento del que fue ilustre boliviano Dr. Aniceto Arce. La ciudad de Tarija, el pueblo de Concepción, Capital de la Provincia Avilés, y Padcaya, Capital de la Provincia Arce. Con seguridad, refiriéndonos al testimonio del misino señor Arce, a quien interrogamos más de una vez sobre el particular, sostenemos que nació en la ciudad de Tarija, en la casa que actualmente es de la señora Rosaura Arce vda. De Trigo (hoy de don Víctor Navajas). Apenas nacido, fue trasladado a Cháraja propiedad de sus padres, en la Provincia de Concepción, hoy Avilés, y de allí lo llevaron a la Escuela de Padcaya, hoy Capital de la Provincia Arce».
Estando nosotros en Sucre cursando el Primer Año de la Facultad de Derecho, le preguntamos al doctor Luis Paz, que era del círculo íntimo de Arce, sobre la verdad de la cuna del «tío Aniceto» (como lo llamábamos todos los tarijeños por una imposición cariñosa de él mismo), y nos refirió la siguiente versión:
— Muchas veces don Aniceto me ha dicho que ha nacido en la ciudad de Tarija, en la casa que poseían sus padres en la calle hoy «Mariscal Sucre». Y cuando le expresé que sería de necesidad esclarecer la verdad, contestó secamente, con esa dureza que le era característica: «La verdad no se discute, se impone».
Otro dato importante que podemos dar sobre el punto, es el obsequio que hizo don Aniceto a la Municipalidad de Tarija, consistente en un hermoso retrato suyo, pintado al óleo, que llegó acompañado de una tarjeta, que dice: «Al H. Concejo Municipal, del pueblo de mi nacimiento. Afectuosamente.—A. Arce». Usó, muy inteligentemente, el vocablo «pueblo», evitando en esa forma torcidas interpretaciones.
Luis Paz, en su libro «Don Aniceto Arce», dice: «Don Aniceto Arce nació en la ciudad de Tarija, el 17 de abril del año 1824, el año de las glorias militares de Junín y Ayacucho». Paz, como político activo de aquella época, se cuidó de no dar más detalles sobre la cuna de su biografiado, los que, sin duda alguna, resentirían al electorado de Padcaya, por razones que ya anotamos.(1)
Los padres de nuestro personaje fueron don Diego Antonio de Arce y doña Francisca Ruiz. Estos poseían una casita en Tarija, una pequeña propiedad rústica en Charaja y unos ranchitos (viviendas) en el barrio de «Los Tacos», del pueblo de Padcaya.
Niñez y Juventud «Apenas nacido Arce — dice Luis Paz — fue trasladado a Charaja, propiedad de campo de su familia, y de allí pasó a la escuela del pueblo de Padcaya».
En Tarija, estudió gramática castellana y latín, bajo el severo control del Provisor Gaspar de Arce, que decía estar vinculado por lazos de sangre con la familia de don Aniceto.
En junio de 1838, Arce estaba en Padcaya. Tenía a la sazón 14 años de edad. Pasaron por aquel pueblo y en aquella fecha los efectivos militares que comandaba el general Braun, que iban a librar la formidable batalla de Montenegro. La gente se deslumbró con los entorchados y colorines militares. El joven Aniceto se entusiasmó y se incorporó a filas, siendo— casi de inmediato—soldado combatiente en las faldas de la montaña. Niño aún, se entrenó en los combates por la patria... Es por esto que en uno de sus célebres debates parlamentarios, cuando se lo acusó de «cobarde y traidor», supo decir: «Niño defendí a mi patria en Iruya y Montenegro; no fui cobarde, mucho menos traidor...»
Pero aún no salgamos de su niñez. En ese año (1838), murieron sus padres. Su cuñado don Manuel Vaca, le proporcionó unos cuantos pesos para que pudiera trasladarse a Chuquisaca a continuar sus estudios. Fray Gaspar de Arce, consiguió una beca en el Colegio «Junín». Aniceto sobresalió en sus estudios, sobre todo de matemáticas, mereciendo del gobierno una medalla por haberse distinguido en una disertación sobre «ciencias exactas», a cuyo acto concurrió el Ministro de Instrucción, don Juan de la Cruz Méndez.
Con todo, el adolescente creció y se educó solitario, sin juegos y sin libros; con una congoja clavada en lo hondo, sensibilizado por la pobreza. Y aún desde antes: no cumplidos los nueve años de edad, trabajaba cultivando la tierra; y quizá si entonces, espaciando la mirada a lo alto, inerme frente al dolor, el niño candoroso exploró la vastedad del cielo impasible, detuvo los ojos empañados de lágrimas en el «candelabro de oro del matinal lucero», para seguir la ruta desconocida en busca de mejores días y en procura de mejores panes...
Expedicionario El Gobierno de Ballivián se preocupó de estudiar y resguardar las fronteras de la República, a cuyo fin organizó la exploración del río Pilcomayo a cargo del entonces coronel Manuel Rodríguez Magariños, de grata memoria para todo tarijeño. La expedición partió en agosto de 1843. Entre el personal designado por el gobierno estuvo el joven Aniceto Arce, como adjunto a la sección de ingeniería. La expedición no dio los resultados que se esperaba. «Poco tiempo después el Gral. Ballivían, sin desalentarse por este primer fracaso, organizó una segunda expedición, bajo las órdenes del ingeniero belga Van Nivel; y Arce fue también incorporado a ella».
Profesor Lamentablemente esta nueva hazaña también fracasó en sus finalidades. Arce regresó a Sucre. Era estudiante y a la vez «Profesor de Matemáticas» en el Colegio «Junín». Su vida era de trabajo. Pobre y parco en sus necesidades, pero empeñoso y capaz, merecía de la sociedad la mayor estimación.
Abogado El 24 de abril de 1847, rindió su examen de abogado ante la Corte Superior del Distrito de Chuquisaca. Aprobado plenamente, de inmediato fue designado por el gobierno Oficial de Estadística de la Comisión Topográfica de la República, cuya dirección se encomendó al Dr. José María Dalence, autor del «Bosquejo Estadístico de Bolivia».
Strio. De Prefectura A fines de 1847 — dice Paz — volvió (Arce) a Tarija, su país natal, con el cargo de Secretario de la Prefectura, que desempeñó hasta diciembre de 1848». Cesó en el ejercicio de tales funciones en el gobierno de Belzu, por haber sido contrario a esa política de caudillaje y de barbarismo criollo, que azotó a Bolivia tan sañudamente.
Primeros pasos de Minero Alejado de la función pública, Arce se dedicó a catear minas. La leyenda popular decía (y se mantiene en nuestros tiempos) que en Vallecito y en Polla —cerca de Tarija — hay riquísimos veneros, especialmente en este último lugar donde los Padres Jesuitas habrían hecho explotaciones cuantiosas. Don Aniceto allí fue e hizo sus primeras armas de minero, empleando mucho tiempo y gastando el poco dinero que estuvo a su alcance. Más de una persona — pasados los años — le oyó hablar con entusiasmo de estas minas, asegurando que él (Arce) era el poseedor de los derroteros que se guardaban en secreto, como reliquias…
En la arena política
Diputado por Tarija Manuel Isidoro Belzu convocó a comicios electorales con objeto de formar el Gobierno Constitucional: año 1850. En dichos comicios Tarija designó a don Aniceto Arce diputado por la Capital.
La Asamblea emergente se diría que fue de pugilistas, donde el imperio de la fuerza, del militarismo y de la barbarie apagó las sanas conciencias. ¡Una vez más el sable se alzó para cerrar el paso a la democracia!...
Atentado contra Belzu El 6 de septiembre de ese mismo año, el joven estudiante Juan Sotomayor descargó su revólver sobre el Presidente Belzu, que a la sazón paseaba por el Prado de Sucre en compañía del coronel Laguna. Agustín Morales (más tarde Presidente de la República) aprovechó del incidente y descerrajó otro tiro contra Belzu hiriéndole en la cabeza. Un tal Siñani, a su vez, quiso demostrar su odio al tirano y trató de cortarle el cuello. El estado del Presidente era de mucha gravedad.
“Consejo ejecutivo” Luego, reunido el Congreso, se organizó un «Consejo Ejecutivo» compuesto por el general Téllez y los señores Bustillo, Baldiviezo y de la Tapia. Fue designado Presidente de ese Consejo el general Téllez, hombre de carácter «sanguinario», que en ejercicio de sus nuevas funciones comenzó a exteriorizar sus apetitos criminales. Los diputados Valle, Castaños, de la Tapia, Burgoa, Clavijo, Rojas y Arce (Aniceto) propusieron a la Asamblea la «cesación» de la ley que había creado el ya mencionado «Consejo Ejecutivo», proposición que obedecía al anhelo de acabar con los atentados que venía cometiendo tal organismo. Esa actitud de los congresales exacerbó de cólera al general Téllez, que mandó inmediatamente dos compañías de soldados, a las órdenes del Gral. Lanza, para que dispersen «a bala» a los representantes del pueblo. Como consecuencia de ello, los diputados proyectistas quedaron reducidos a prisión y cargados de grillos. «Arce y Valle fueron acusados por el senador Castaños de ser cómplices de Morales». «En ese momento — dice Prudencio Bustillo — es admirable la actitud serena, desdeñosa del eminente tribuno Evaristo Valle. Arce, mostró también entereza y tuvo la suerte de que el sargento de guardia fuese su paisano — Ángel Corvera — quien a tiempo de que lo relevaban le dijo al oído: «Tenga cuidado; no vaya a caer en la celada». Cambiada la guardia, el centinela le facilitó la fuga y como estaba prevenido por el paisano, gritó al jefe: «Señor Oficial: Cambie a este centinela que me está haciendo proposiciones de fuga». Y gracias a ese hecho, no fue victimado por las espaldas. Luis Paz, agrega: «Mientras tanto en otro puesto de guardia se victimaba a uno de los presos que intentó fugar. Aniceto Arce, cargado de cadenas y custodiado por decenas de guardianes, fue conducido, con otros más, hacia los insalubres e inhospitalarios bosques del Guanay».
Exiliado La situación de los confinados era atroz. Hambre, peste y miseria. Arce resolvió fugar; no podía más. Y en compañía de don Facundo Carmona, fugó con rumbo al Beni... Utilizaron una débil lanchita, que naufragó en los primeros momentos. Ambos prófugos eran buenos nadadores y se lanzaron a las aguas hasta alcanzar la orilla opuesta, internándose en seguida al bosque. Vagaron durante treinta y cuatro días, comiendo raíces y carne de mono. Cruzaron la Provincia Caupolicán y llegaron a la propiedad del señor Bonifacio Miranda; éste les prestó todo género de atenciones. Más tarde prosiguieron viaje en buenas cabalgaduras y arribaron al pueblito peruano de Cojata, donde ya estaban libres de la garra del tirano. Arce, al poco tiempo, siguió viaje a Puno y de allí a las minas de Chañarcillo, en la provincia chilena de Copiapó.
«Penosísimas debieron ser para el proscrito las primeras semanas de su permanencia en Chile —anota un escritor— pues no tenía dinero ni encontraba medios de ganarlo». Se dedicó a la cría de gallinas. Su carácter respetuoso y su capacidad y deseo de trabajo llegaron a recomendarlo ante las gentes de bien, que negociaban en esa mina, tales como Edwards, Cousiño, Pereira, Concha y Toro, Cuadra, Gallo y otros, que le tendieron la mano. Luego fue administrador de la mina. Se puede decir que allí se formó como minero.
Regreso El año 1855, Aniceto Arce regresó a la patria «nutrido de conocimientos útiles y lleno de fe en el porvenir». Se radicó en Potosí.
Matrimonio Al poco tiempo, (año 1856), don Aniceto contraía matrimonio con doña Amalia Argandoña, que hizo la felicidad del hogar por sus elevadas virtudes y su claro talento de mujer.
Arce, minero
Don Avelino Aramayo, que fue un hombre inteligente y comprensivo, llamó a don Aniceto Arce a su servicio. Aramayo era entonces el único minero «fuerte» y con trabajos debidamente establecidos en Bolivia. Estudió a Arce cuidadosamente, y encontrándolo perfectamente caballero y capaz lo nombró Administrador de la mina «Real Socavón».
Refiere el escritor Prudencio Bustillo, a base de datos proporcionados por don Ricardo Arce (hijo de don Aniceto), que un señor Mariano Ramírez, español, trabajaba en minerales pobres en un lugar cercano a «Portugalete»; que ese señor era muy bondadoso y estimado por todas las personas de la región; y que un buen día una india, con intimidad de afecto, lo «llevó sigilosamente a muchas leguas de Tolapampa, que era el pueblo donde ambos vivían, trasmontando cerros y cruzando llanuras. La india se detuvo, por fin, en una de las montañas de la cordillera, mondada, como todas a esa altura, por los vientos glaciales de la puna. «Ya estamos, le dijo. Ahora puedes cavar donde quieras y hallarás lo que tanto has buscado». Pues bien. Ramírez cavó y dio con la veta madre. Esta es la gran mina Pulacayo (Mula-Cayo), que había sido trabajada hasta el año 1770 y después «tapada» por motivo de la sublevación de Tupac Amaru. En seguida Ramírez organizó la «primitiva sociedad mineralógica de «Huanchaca», suscribiéndose la escritura de formación en 17 de diciembre de 1833». La empresa no tomó el buen camino, o al menos sufrió tropiezos y se vió frente a deudas y obligaciones que, sumados a otros aspectos, impusieron a los consocios vender sus acciones. Ramírez buscó a don Aniceto Arce, que estaba en Potosí (año 1856). Era su cuñado y le merecía plena confianza. Juntos hicieron un recorrido por la mina y Arce quedó satisfecho, adquiriendo en compra dos acciones de Ramírez por la suma de cuarenta mil pesos, pagando una mitad al contado y el saldo a plazos fijos. Quedaron de dueños de «Huanchaca» don Mariano Argandoña (suegro de Arce), don Ignacio del Río, don Juan Elías de Dúo y don Aniceto. Ramírez se retiró a vivir al pueblito de Cotagaita. En la mina se organizaron los trabajos; pero, como habían establecido los socios la administración en forma rotativa, Arce se molestó, mas, colocándose en plano superior, guardó la mejor compostura demostrando disciplina y acatamiento a los acuerdos.
«Arce, no fue hombre de espada; escogió la mina para teatro de sus combates, y en esto dio pruebas de admirables cualidades espirituales que nada tienen que envidiar a las que ordinariamente revela tener el héroe-soldado. Durante seis años trabajó en Huanchaca, sufriendo calladas angustias». Vivió, pues, seis años a cuatro mil metros de altura sobre el nivel del mar, en soledad y lucha con la naturaleza y el duro trabajo.
En Huanchaca, fue «director, ingeniero, barretero, peón y carretonero, multiplicándose y atendiéndolo todo personalmente. Huanchaca asumió un papel importante en el país. Suscribió un empréstito de alguna consideración y prestó eficaces auxilios a la Quinta División del general Campero, que ambulaba por los Lípez». Fue tan enorme la riqueza de «Huanchaca» y tan próspera la empresa, que, según datos fehacientes, el año 1884 las acciones de esa Compañía se cotizaban en la bolsa de Paris en no menos de diez mil francos.
Y aún más: por esa época Arce había ampliado sus actividades industriales. Intervenía en la mayor parte de los negocios o empresas mineras de consideración en Bolivia. Organizó las empresas «Colquechaca», «Gallofa», «San Antonio de Lípez», «La Consolidada», «Mesa de Plata de San Antonio» y otras que alcanzaron apreciable desarrollo.
De este modo, la fortuna de Arce, allá por 1883—1884, estaba calculada en más de ocho millones de pesos bolivianos de buenos peniques.
Arce, hombre múltiple
En Sucre Don Aniceto se domicilió en Sucre, donde montó una regia y señorial mansión. El pueblo sucrense supo atraerlo y comprenderlo. Y él consagró a la Capital sus mejores afectos. Pueblo culto y exigente del hombre de sociedad; amante de sus prestigios; cuna de la libertad americana y depositario de la nobleza, no podía obrar de otra manera con relación al Gran Ciudadano, ni podía esperar otra actitud que la cordial y cariñosa de Aniceto Arce. Y es que en Sucre se sabe vivir. Cultura, estudio y respeto, forman en la Ciudad Blanca una trilogía que es escudo. Los valores morales e intelectuales tienen allí una justa aquilatación.
En Sucre, Arce hizo obras efectivas en servicio del pueblo, tales como la iluminación «con luz eléctrica» de importantes zonas urbanas, especialmente de la plaza principal y de la «plazuela del teatro».
Actividades agropecuarias En las cercanías de esa capital, Arce «debastó un cerro para edificar en el sitio así obtenido el suntuoso palacio de «La Florida»; en la «Barca», sobre el Rio Grande, que sirve de límite a los Departamentos de Chuquisaca y Cochabamba, estableció un centro ganadero adonde llevó ganado vacuno y lanar importado y de raza. En Caraparí instaló una refinería de azúcar, la primera en el país. Compró la valiosa propiedad «Pasopaya» y gastó el doble de su valor en construir un camino carretero». Adquirió un extenso inmueble en Suipacha y levantó en medio del lecho del río (cabecera del «San Juan») un calicanto de mil metros de extensión, más o menos, con un ancho de dos metros, ganando algo así como «cien fanegadas» de terreno. Se nos dice que hoy esa propiedad vale muchos millones de bolivianos.
Además, don Aniceto importó al país herramientas, semillas, motores a vapor, aves de corral, árboles frutales, los primeros eucaliptos, etc. Hizo venir desde Europa agrónomos, veterinarios, maestros de artes y oficios y hasta un personal completo para sus servicios domésticos.
Y era que el Gran Ciudadano Aniceto Arce — hombre eminentemente de acción — se preocupaba del bien general, y, al propio tiempo, en el orden privado, sabía invertir su dinero para satisfacer su bien vivir...
“El ciprés” En Tarija compró — para fines de interés público — la casa-quinta llamada «El Ciprés». La orden dada para esta adquisición está contenida en una carta personal escrita de puño y letra por don Aniceto Arce al doctor Domingo Paz, misiva que, en sus apretados renglones, es plena de sugestiones bienhechoras. Este documento, que se mantiene inédito, tenemos el agrado de conservar en original en nuestro poder, gracias a la gentileza de don Jorge Paz Rojas, hijo de don Domingo. Nos parece útil transcribirlo en su texto literal. Dice así:
«Sucre, marzo 17 de 1895.— Señor Dr. Dn. Domingo Paz. — Tarija.— Mui querido sobrino:— Por conducto de Luis te mandé mi poder para la compra de la casa de Fulgencio Ichaso. El Banco ha prevenido a esa Agencia que entregue los Bs. 15.000 y acepte, sin comisión, el jiro de Hilarión Arce.— Pero lo que quiero es que hecha la compra no se haga la escritura de entrega a la Municipalidad hasta no gastar, hasta tres mil bolivianos, en buscar el tapado de don Francisco Gutiérres del Dozal, que existe en esa casa, con el pretesto de hacer reparaciones y apropiación de la casa al objeto á que se destine.— Si fueramos felices en encontrar el tapado no quiero se haga misterio, sino destinarlo al trabajo del canal de agua del río para regar S. Roque, el Monte, hasta Morros blancos, lo que daría una renta a la Municipalidad.— Tu afmo. tío.— (Fdo.) Aniceto Arce».
Este inmueble es el que, actualmente dividido por la Avenida «Domingo Paz», comprende el sitio donde se encuentra el Patronato de Menores y otro en el que la progresista Municipalidad jefaturizada por Isaac S. Attié ha construido modernas casas. (2)
Luchas políticas Arce, el hombre múltiple, tenía que embarcarse en las odiosas luchas de la política boliviana. Clemenceau dijo que quien ha sido picado por la política, jamás verá cicatrizada su herida. Lo dicho es, indudablemente, aplicable al caso de Aniceto Arce. Pero tendríamos que comenzar por preguntarnos: ¿Qué finalidad perseguía don Aniceto al mezclarse en las luchas políticas?, ¿Qué lo impulsó a participar activamente en las campañas electorales? Prudencio Bustillo cree que era el hombre perseguido por el ideal de beneficiar a su patria. Luis Paz sostiene que era el idealista de la democracia y del trabajo. Sin rechazar, en principio, estas apreciaciones, nos quedamos con Clemenceau: Arce fue picado por la política y no se curó de ella; y cuando se alejó fue para volver con más pasión.
Durante el Gobierno de Belzu, Arce formó la oposición, que fue apasionada y se tradujo muchas veces en actitudes violentas.
Por otro lado, partidario del doctor Linares — estadista de buenos quilates que honró a la administración nacional — don Aniceto siguió reflexivamente a aquél.
Nombrado Rector del Colegio «Pichincha» de Potosí, Arce desenvolvió una acción cultural que enalteció en su órbita la labor del Gobierno del Dictador. Más tarde ocupó la Fiscalía de Distrito, también en Potosí, cargo donde dejó huellas de honestidad, respeto y observancia a los preceptos de la ley.
Diputado por Potosí Producida la traición de los Ministros de Linares (Fernández, Sánchez y Achá), éstos se organizaron en Junta de Gobierno y convocaron al electorado. Aniceto Arce, que gozaba de merecido prestigio en Potosí, fue elegido Diputado por aquella capital, a pesar de su situación de «linarista», es decir, de «caído».
No tardaron en nacer y manifestarse en el seno de la mencionada Junta de Gobierno las ambiciones personales de sus integrantes. Fernández, que era el más audaz, ofrecía mayores resistencias, por su espíritu de tiranillo que distinguía sus actos. Los «linaristas», por otra parte, viéndose en constante amenaza, trataban de encontrar la fórmula o el modo adecuado de orillar el peligro. Por esa misma fecha se presentó a consideración de la Asamblea Nacional un proyecto de voto por el que se declaraba «indigno de la confianza nacional al dictador Linares» y que «los autores del golpe de Estado merecen el bien de la patria». La sola lectura del proyecto levantó una verdadera tempestad en el seno de la Asamblea, de la que formaban parte los señores Tomás Frías y Evaristo Valle (que habían sido Ministros del Dictador) y otros personajes de nota, como los señores Adolfo Ballivián, Aniceto Arce, Antonio Quijarro, Manuel Irigoyen, Miguel Rivas, etc., quienes formaban la oposición. Los partidarios de Linares eran calificados de Rojos. Leído el proyecto del que damos cuenta, el valiente diputado Quijarro, no pudo más y estalló: «Debo creer — dijo — que los autores del golpe de Estado, al consumarlo, se hallaban animados de las más patrióticas intenciones; pero, no obstante su calidad de Ministros y colaboradores del Dictador les prescribía otra línea de conducta. Si la dictadura les parecía una usurpación, si creían que el señor Linares falseaba los principios de septiembre, nada más natural y conforme al principio representativo que haber abandonado las carteras, protestar y colocarse en las filas de la oposición. Esto habría sido verdaderamente glorioso; pero, refrendar con su firma y con su aquiescencia todos los actos de la dictadura, confinamientos, destierros, fusilamientos y luego estigmatizar esa misma dictadura, esto me parece inconcebible...»
Lógico es suponer el efecto que produjo en el seno de la Asamblea la actitud del intrépido diputado Quijarro. No faltó quien pidiese el presidio para el «atrevido», «difamador», «calumniador...»
Ya en el juego de los arreglos políticos, los «rojos» querían la presidencia provisoria para Frías o para Ballivián. Fernández, «autor directo del golpe de Estado, tenía las riendas del poder y no consentía ni podía consentir que su nombre fuera eliminado. En medio de aquella borrasca, de aquella extraordinaria agitación de espíritus, en ese choque de aspiraciones tan opuestas y contradictorias, resaltó de una manera notable la conducta mesurada y prudente que observó el diputado Aniceto Arce. Fue él quien, en unión de algunos representantes, contribuyó con sagacidad a dar un giro inesperado a tan grave conflicto, proponiendo la elección del general Achá, de carácter benévolo y conciliador».
Solucionado así el conflicto, la Asamblea ingresó a debatir el texto constitucional, habiéndose distinguido Arce por sus iniciativas, especialmente en el ramo de Hacienda.
Prefecto de Potosí En 1862, Aniceto Arce desempeñaba el cargo de Prefecto del Departamento de Potosí. El 18 de agosto de aquel año estalló una revuelta proclamando la Presidencia de la República del general Gregorio Pérez, que dio lugar a la sangrienta batalla de San Juan y a las acciones de las barricadas de La Paz. Arce sostuvo el régimen legal, con firmeza y energía.
Ministro de Hacienda Restablecido el orden, don Aniceto fue llamado al desempeño de la Cartera de Hacienda, en la que permaneció corto tiempo sin haber podido desenvolverse en forma satisfactoria por el estado de convulsión en que vivía el país. Se creyó entonces que se podría remediar la situación consultando al pueblo; y el Gobierno expidió el célebre Decreto de 18 de noviembre del sesenta y dos, que la historia conoce como la «Apelación del Gobierno al Pueblo». El Decreto fue mal recibido y tuvieron que dimitir los Ministros signatarios: Lucas Mendoza de la Tapia, Aniceto Arce, Sebastián Agreda y Manuel José Cortéz.
En servicio diplomático Casi inmediatamente después, Arce pasó a ocupar la representación de Bolivia ante los Gobiernos de la Argentina y del Paraguay.
«Cediendo a su temperamento ávido de novedades y aventuras, sin dejar de ser práctico, Arce decidió explorar el curso del Bermejo, eligiendo esa ruta en su viaje a Asunción. A su llegada a Asunción, fue apresado por orden del Presidente López. Hubo que esperar la llegada de las cartas duplicadas pedidas a Buenos Aires, para que el Ministro de Bolivia recobrara la libertad y fuese reconocido en su carácter oficial».
El Chaco Dice Luis Paz: «Comprendiendo Arce que la cuestión del Chaco era, ante todo, de ocupación, sugirió a su Gobierno la idea de organizar a la brevedad posible y con los elementos necesarios, un grupo de exploradores que, presentándose en el Pilcomayo, antes que la Argentina, recorriese su margen derecha, hasta 150 leguas más abajo del punto llamado Tarairí, y aún fundase, donde sea más conveniente, una planta de población para evitar que la Nación vecina alegase más tarde el derecho del primer ocupante».
Nótese bien la previsión del estadista. Ha bastado el correr de setenta y cinco años para vernos despojados de nuestro Chaco. Los caudillos civiles y militares que se ocuparon de asaltar el poder y anarquizar la familia boliviana, son los responsables ante la historia de la pérdida de miles de kilómetros con motivo de la guerra con el Paraguay...
A raíz de la iniciativa de Arce para la exploración del Pilcomayo, el Gobierno organizó la expedición Rivas, que fue un fracaso por su falta de preparación. Con todo, los efectivos del «coronel de nacionales», don Cornelio Ríos, fueron los únicos que pudieron llegar hasta «Piquirenda».
Regreso Sobrevino la guerra de la «Triple Alianza». La representación diplomática de Bolivia ante los gobiernos de dos de los países beligerantes (Argentina y Paraguay) no tenía razón de existir en aquellos momentos en dicha dualidad, por cuyo motivo don Aniceto Arce cerró sus gestiones y se restituyó al seno de la patria.
Otra vez Ministro El año 1864, fue designado nuevamente Ministro de Hacienda. En momentos que viajaba a Cochabamba, donde estaba el Gobierno, estalló el motín del 28 de diciembre, que dio paso al Gobierno de Mariano Melgarejo, «el más rudo y despótico que ha tenido la República».
Trabajos Mineros Durante ese Gobierno, Arce se reconcentró en Huanchaca, dedicado a los trabajos mineros. No sabemos hasta dónde se podría fijar la responsabilidad del político por no haber asumido la defensa de los intereses públicos y de los derechos del pueblo al frente de la dictadura brutal que fue la del sexenio. Tampoco correspondería el aplauso, porque a los hombres públicos no les alcanza el concepto plebeyo de vivir bien, orillar la tempestad y luego salir al rayar la aurora...
El historiador Luis Paz trata de justificar esta actitud de Aniceto Arce al decir que él no era el llamado a correr aventuras políticas. Sin embargo, ¿acaso no seguía con la herida política sin cicatrizar?
Prefecto de Cobija Pasaron los años. El 27 de noviembre de 1872, en el Palacio de Gobierno de la ciudad de La Paz ocurrió un hecho insólito: el dictador Gral. Agustín Morales fue victimado por su sobrino Federico La Faye.
Muerto el Presidente de la Nación, asumió el mando supremo el Presidente del Consejo de Estado, don Tomás Frías. En esos momentos, don Aniceto Arce se encontraba en la ciudad de Valparaíso (Chile) atareado con sus negocios mineros. Allí, en Valparaíso, recibió una atenta comunicación del Presidente Frías mediante la que le invitaba a asumir el cargo de Prefecto del Departamento de Cobija, para lo cual invocaba principalmente el nunca desmentido patriotismo del Dr. Arce. El cargo que ahora se ofrecía a don Aniceto era, sobre todo en aquellos momentos, de mucha importancia en el plano nacional. Arce no podía rechazar la invitación del Gobierno. Aceptó, pues, y asumió sus nuevas funciones, en las que cumplió un programa de progreso y bienestar para el territorio a su mando. Al propio tiempo, acucioso y atento, captó la tendencia política chilena, que con afán y sistema buscaba en toda forma satisfacer el anhelo de expansión territorial del país vecino a costa del territorio boliviano. El Prefecto Arce dio algunos pasos adecuados para contrarrestar tal política y reafirmar el bolivianismo en el Departamento de Cobija. A un mismo tiempo se dedicó a reunir antecedentes sobre el problema latente y luego, sin demora, viajó a informar personalmente al Gobierno Nacional de todo lo que venía ocurriendo, sus proyecciones, etc. En la ciudad de La Paz dio un informe amplio, y propuso, como paso inmediato, la construcción del ferrocarril que partiendo de Mejillones termine en La Paz. El Gobierno encontró, como no podía ser de otra manera, justa la sugerencia del doctor Arce, y lo comisionó para que mande estudiar el trazo de esa ferrovía. Asimismo, el Gobierno le dio especiales instrucciones relativas a la suspensión del impuesto de diez centavos sobre quintal de salitre, impuesto que, como es sabido, fue el pretexto que esgrimió Chile para desencadenar la guerra territorial contra Bolivia. Y, finalmente, se comisionó al doctor Arce para que liquidara el empréstito del Banco Garantizador de Valores y el asunto de los «Bonos de Mejillones».
Don Aniceto Arce viajó, pues, encargado de ejecutar tales comisiones. Las cumplió, pero luego, con el pérfido general Daza de Jefe de Estado, esos logros del patriota don Aniceto fueron echados por tierra...
(1) El especialísimo cariño de los padcayeños por don Aniceto Arce, cuya memoria allí es objeto de constante homenaje, obtuvo que por Ley de 8 de noviembre de 1894 se eleve a rango de Provincia la segunda Sección de la antigua Provincia ‘‘Concepción” (hoy “Avilés”) con la denominación de “Arce”, en recuerdo del preclaro ciudadano Aniceto Arce. El 1º. de enero de 1895 se inauguró la nueva Provincia. En aquella oportunidad el doctor Arce lamentó no poder trasladarse personalmente a Padcaya, como le solicitó el vecindario, y, al mismo tiempo, remitió la suma de un mil bolivianos para el trabajo del camino a Tariquía. Además, accediendo al pedido expreso del vecindario de Padcaya, envió un busto suyo hecho en bronce, que se conserva en la antes indicada localidad.
(2) La Universidad de Tarija funciona en dos de esos edificios.