Evocación añeja
No interrumpas los sueños de tu niñez



No interrumpas los sueños de tu niñez, canta, ríe, diviértete junto a los chicos del barrio Las Panosas. Cuando caiga la tarde asómate a la Plaza Luis de Fuentes, arremolina tus picardías y suéltalas, mira a la chica preciosa de tersa piel y ella estampa, deja tu timidez dormida y declárale la genuina admiración y simpatía que sientes; trazando así el dibujo de tu primera declaración de amor. Esos ojitos bonitos, la amplia sonrisa de paz y frescura que te atrae de ella bátelas al viento y ofrécele tu alma de pompas de jabón diseminadas al aire de la ilusión que no morirá jamás.
Aceptada la declaración, por mi timidez excesiva no supe encaminar los encuentros ni fijar el lugar, ya que en su domicilio no tenía permiso para recibir visitas en razón a su edad; habiendo sido una relación muy efímera. Pasados varios años, volví de vacaciones a Tarija y nos vimos en un partido de básquet en el coliseo y sólo atinamos a sonreírnos mutuamente. Ella sostenía en brazos a su primer bebé.
Los árboles colmados de naranjas en el borde de las calles que forman la cuadratura de la plaza, cercanos a los bancos que distienden el cansancio de los músculos de las piernas, bajo el ornamento de la pileta central y las palomitas que gozosas pasean por el lugar, marcan el escenario aquel de la niñez extraviada en las nieblas del tiempo.
Saca la única moneda del bolsillo y entrégala a esa madre que aprieta entre brazos a su hijo y clama ayuda solidaria de los transeúntes. Corre junto a tu grupo hacia el quiosco a escuchar la música de la banda y exprime el limón partido que tienes entre manos en tu propia boca, para que el ejecutor de la trompeta falle y los amigos disfruten del reflujo que despierta en la garganta ajena, perdiendo la musicalidad.
Inclina la frente y saluda a la gente amiga que gira alegre, sumida en conversaciones, dando vueltas a la plaza en noche de retreta. Charla y sorprende a los amigos con cuentos y relatos que recogiste de pláticas junto a tus padres y hermanos, o de revistas leídas, antes que crezcas y se diluya el candor de la infancia y surjan las preocupaciones de todo tipo, quitándote la alegría de vivir.
Fuimos formados en un ambiente de muchas limitaciones materiales, propias de la época, pues en nuestros hogares no había teléfono, refrigerador, automóvil; pero a Dios gracias sí hubo la bicicleta, fiel compañera. En lo interior tímidos hasta la pared de enfrente, porque el trato diario era sólo con la familia y unos cuantos amigos de la zona y condiscípulos del colegio. Además, las familias del barrio sólo contaban con hijos, los Suárez, Soruco, Pino, Kohlberg. En casa fuimos cinco hermanos y nunca llegó la hermana, que en cada embarazo de mi madre la esperábamos ansiosamente. El Colegio Antoniano era exclusivo para varones, lo que significó no tener lazos de amistad con niñas, hasta la adolescencia en que tuvimos un grupo mixto.
Sueña, vive y canta, que el cielo forjará tus esperanzas a fin de que lleguen a buen plano gracias a tu dedicación al estudio y la disciplina impartida en el colegio por los sacerdotes franciscanos, ocupando éste un cómodo espacio físico en el que transcurriera el ciclo primario y parte del secundario, debido a que tu familia cambió de residencia a otra ciudad del interior del país al correr los años sesenta del siglo pasado.
Quizás en evocación de esa etapa perdida en el túnel del tiempo, una lágrima encerrada en soledad, ya transcurridas algunas décadas, guarde gavillas de luz y ensueño, cuando vuelvas a enamorarte otra vez y encamines tu paso por la existencia que ignoras qué día se cortará. Sólo Dios lo sabe.
M I S C E L A N E A
Heberto Arduz Ruiz
Realidad intangible
Una mirada oteó el horizonte.
Sólo luto y dolor.
Un rayo de luz iluminó
y dijo: Espera.
Pasó la noche, asomó el sol
y renació la esperanza.
Confiad en vosotros mismos,
crecerá la luz y se trocará
en vida plena y paz espiritual.
La amé
La dejé partir
tuvo su tiempo.
Soltó las amarras
se fue por donde vino.
No la pude detener
voló como el viento.
Una lluvia de razones
expuso y clareó el día.
La noche se la llevó
sin sembrar sombras.
Adónde estará tu fatiga
que no te permite volver?
Recuerdos colgados
en el perchero del olvido.
No quiero tu retorno,
la puerta cerró el día.
Adiós figura pasajera
que puso llave al cerrojo.
La quise, es cierto,
pero no hay reclamo de vuelta.
Se fue la lumbre encendida,
que trocó la ilusión y la fe.
Apareció de pronto el vacío,
fuego vivo y abrevadero dormido.