¿Cómo no agradecerte padre?



Te doy gracias y alabo tu grandeza,
porque tú eres mi Dios (Salmos 118:28)
A Lucila López, en gratitud entrañable:
Por hacerme sentir amada como hija.
Por compartirme su tiempo de valor y amor
y anticiparse en testimoniar
nuestra común espiritualidad.
¿Cómo no agradecerte Padre?
Por mi vida y la de mis afectos,
por los que están cerca de mí,
y por los que están lejos.
Por los amigos y conocidos,
que no estando siempre a mi lado,
están en el corazón conmigo.
Por las personas buenas
que conocí en cada encuentro,
donde Tú eras el epicentro.
Por la familia que disfruté
cuando aún podía tenerlos.
Por la ternura y sonrisa de los niños
que nos desbordan de mágico cariño.
Por la simplicidad de las cosas
que las hace más valiosas.
Por las silvestres y cultivadas flores
y las mariposas de multicolores.
Por la espiga del trigo transformado
en el pan que llega a nuestra mesa.
Por los frutos de los árboles y de la tierra
cosechados en el campo con tanta faena.
¿Cómo no agradecerte Padre?
Si, Tú, me amaste primero,
yo, muy tarde lo descubrí después.
Si cuando creía estar sola,
me sostenías en tus brazos.
Por hacer visible tu presencia,
en cada sentida ausencia.
Por darme no lo que quiero,
sino lo que más me conviene.
Por necesitar poco materialmente,
pero mucho espiritualmente.
Por mis gratas ocupaciones
y también mis preocupaciones.
Por el logro de mis inquietudes
y sobreponerme a las vicisitudes.
Por los inexplicables silencios
y mi mundo interior de misterios.
Por mis pequeños aciertos
y grandes desaciertos.
Por mis omisiones y errores cotidianos
que no los advertí para enmendarlos.
¿Cómo no agradecerte Padre?
Por el cansancio y fatiga del cuerpo
de horas consumidas sin aliento.
Por la soledad y gratificante compañía,
que tuvieron un sitio en el alma mía.
Por mis horas de oscuridad
y mi falta de humildad.
Por la mano abierta y dispuesta,
que cuestiona mi insolidaridad.
Por mis miserias humanas,
que devela mi faceta inhumana.
Por resistirme a pedir perdón,
que me hace menos cristiana.
Por todas las lágrimas y sufrimientos,
que me acercaron a mí, al otro, y, a Ti.
Por las incontables alegrías,
que siempre fueron más que las tristezas.
Por los irrepetibles momentos,
los abrazos y besos recibidos.
Por cada uno de los años vividos
y tiempos de dicha compartidos.
¿Cómo no agradecerte Padre?
Sí todo lo diste en la Cruz por mí,
y, yo no hice nada por Ti.
Por las muchas bendiciones
y beneficios concedidos,
por tanto amor inmerecido
que no te he correspondido.
Por la poca luz que me queda
para alumbrar mi propio camino,
seguir tus huellas, paso a paso,
hasta el definitivo encuentro Contigo.
¡Cómo no decirte, GRACIAS,
por siempre y eternamente, PADRE,
si eres el ÚNICO y TODO lo que tengo!.