El inefable amor de dios
Tú, Señor, eres mi todo;



Tú, Señor, eres mi todo;
Tú me colmas de bendiciones;
mi vida está en tus manos. -Salmos 16:5
En Ti está la fuente de la vida. 36:10
Por eso, dentro de mí,
mi corazón está lleno de alegría. 16:9
Guárdame, oh Dios, en Ti está mi refugio,
Tú eres mi bien, nada hay fuera de Ti. 16:2
Pues es mejor tu amor que la existencia. 63:4
De tu amor hacía mí nunca me olvido
y guía tu verdad todos mis pasos. 26:3
Has hecho fácil mis caminos,
y mis pies no han resbalado. 18:17
Porque Tú eres mi roca y mi fortaleza,
estás a mi lado para llevarme y guiarme. 31:4
Tu palabra es antorcha de mis pasos
y luz de mi camino. 119:105
Señor, Tú me has examinado y me conoces;
Tú conoces todas mis acciones;
aún de lejos te das cuenta de lo que pienso. 139:1,2
¿A dónde podría ir, lejos de tu espíritu?
¿A dónde huiría, lejos de tu presencia? 139:7
Hacía ti extiendo las manos,
sedienta de Ti, cual tierra seca. 143:6
Por la mañana hazme saber de tu amor,
porque en Ti he puesto mi confianza.
Hazme saber cuál debe ser mi conducta,
porque a Ti dirijo mis anhelos. 143:8
Sea mi oración, como incienso en tu presencia,
y mis manos levantadas, como ofrenda de la tarde. 141:2
Por las noches, ya acostado, te recuerdo y pienso en Ti,
pues Tú eres quien me ayuda. 63:7-8
Tu bondad y tu amor me acompañan
a lo largo de mis días. 23:6
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza;
nuestra ayuda en momentos de angustia. 46:1
Él sana a los que tienen roto el corazón,
y les venda las heridas. 147:3
Como anhela la cierva estar junto al arroyo,
así mi alma desea, Señor, estar contigo.
Sediento estoy de Dios, del Dios que me da vida,
¿Cuándo iré a contemplar el rostro del Señor? 42: 2-3
Mis ojos están puestos en Ti. 32:8
¡Cómo te quiero, Oh Señor,
Tú eres mi fuerza,
Tú eres mi protector,
mi lugar de refugio,
mi libertador, mi Dios,
la roca que me protege,
mi escudo, el poder que me salva,
mi más alto escondite. 18:2-3
Tú, Señor, eres todo lo que tengo. 119:57
¡Qué inefable es tu amor, mi Dios!
No permitas de tu gracia separarme,
que el ruido del mundo y la rutina
no me impida alzar los ojos al infinito cielo
y en las estrellas del firmamento contemplarte.
Hazme dócil a tus nobles mandatos,
enséñame que no debo solo buscarte
en medio de las agitadas tormentas,
que un minuto de calma basta para hallarte.
¡Cómo dudar de tu indescriptible amor!
Si las aves trinan festivas al amanecer
detrás de los cristales de mis ventanas,
anunciando tu presencia y dejándome saber
que un nuevo día me regalas.
Si por las mañanas re estrenas mi vida
y los primeros rayos acarician mi mejilla,
haces que del cielo baje la benigna lluvia
y el día termine con el fulgor de la luna.
Si estás junto a mí los días de brillante sol
y en aquellas tardes silentes y grises,
en las tertulias de noches templadas
y las madrugadas frías y a veces tristes.
En la suave brisa matinal de la primavera,
el cálido verano que pasó y ya he vivido,
y en el invierno que luego vendrá,
cuando un otoño más haya partido.
Si de ti vienen mis prodigiosos sentidos
que me permiten ver, hablar, gustar
escuchar, disfrutar, sentir y amar,
y de los que estoy muy agradecida.
Si me sublimas el alma cada segundo
con la música el lenguaje del mundo
y las fascinantes expresiones del arte,
bello invento de otras formas de amarte.
¡Cómo no sentir tu cercanía, Padre!,
si en las dificultades y angustias me abrazaste,
acudiste a mí sin necesidad de llamarte,
y cuando estuvo mi corazón destrozado de dolor,
curaste mis heridas y lo sanaste con tu amor.
Al escrutar mi vida ante tu dulce mirada,
encuentro desolado y desierto mi interior,
ven, escudriña mi alma, mi Buen Pastor,
que me siento mendiga de tu amor.
¡Cuánto requiero de tu filial afecto, Padre!,
eres el principio y fin de mi conversión,
necesito encontrarte con más frecuencia,
con ansias deseo abrirte mi corazón
para amarte y dejarme amar por Ti,
y saciar mi hambre y sed de tu presencia.