Del libro: CARAGALLO “Mucho macho-Macho Bárbaro” de Agustín Morales Duran. 1992
Caragallo Mucho Macho: Macho Bárbaro (Primera Parte)
Género difícil, arriesgado, es pretender incursionar con acierto en el campo humorístico



A MODO DE PRESENTACIÓN
Género difícil, arriesgado, es pretender incursionar con acierto en el campo humorístico, jocoso, o por lo menos risible. Este es un intento que por adelantado advertimos que estará distante del genial peruano Byrne Echenique, ni aproximado al sarcástico Paulovich, y menos a nuestro chispeante Bluske Castellanos; pero esa dificultad creemos no puede ser un óbice para renunciar a los relatos chistosos. Por eso decidimos esbozar brochazos de la novelesca vida de nuestro coterráneo “CARAGALLO”, con el que tuvimos la suerte de compartir.
Desde luego no tratamos de escribir la verdadera historia de su interesante vida, sino sólo rememoramos chispazos de su jocunda existencia; aderezándolos con episodios ficticios, simplemente imaginativos, como aquel combate en el que fue herido en los glúteos, que hay que comprender nunca existió.
Esta pequeña novelita está elaborada con relatos que podían o no ser reales y que pueden o no haber sucedido. Encuadran dentro de la naturaleza del personaje.
Eso ni, la valiente intervención de nuestro “mucho macho” en la famosa “Camperiada” es real, histórica, verídica. Quizás no exactamente como ocurrió, pero más o menos aproximada...
Algo que no se puede negar su efectividad, es la pose de "macho bárbaro” que “CARAGALLO”, siempre la puso de manifiesto y que constituye un vivido retrato de muchos paisanos chapacos del pasado, que precisamente gracias a esa interesante característica y su proverbial desfachatez, se destacan a donde vayan; gustando al común de la gente con la que alternan.
Los cuentos y leyendas atribuidos a “CARAGALLO”, son solo unos cuantos. No fueron inventados por el autor, pues así más o menos eran relatados en festivas reuniones y jaranas, para matizar las consabidas libaciones entre camaradas o gentes dispuestas a la distracción. Constituyen en realidad la sal y pimienta que condimentaba dichos encuentros.
Advertimos a nuestros lectores que no se extrañen por ciertos términos un tanto rudos, toscos y hasta chabacanos; se los incluye porque fueron fiel expresión de cierta gente.
Algo que no se debe confundir, es la probable similitud de nuestro “CARAGALLO” con otros “gallos pelados”; nada tienen que ver con el nuestro que fue único, original, auténtico; los otros pueden resultar simples coincidencias...
Finalmente, el trágico final de nuestro legendario personaje, desgraciadamente tiene el doloroso sello de lo verídico.
Tarija, enero de 1992
EL AUTOR
CARAGALLO
Tenía un lindo nombre: Rubén; lo conocí cuando era aún joven; frisaba entre la juventud y la madurez, pero no podía ser considerado como un Teniente viejo. No se supo desde cuándo le pusieron el apodo de “CARAGALLO” (1); quizás fue en su provinciana Concepción; posiblemente debido a notorios caracteres físicos que lo asemejaban a un gallo; pues tenía un cuello largo y delgado, con pronunciada "nuez de Adán”; color sanguíneo, rojizo, que efectivamente le hacían parecerse a esos gallos grandes, bien puestos, que cuando levantan la cabeza para cantar, estirando el cuello colorado, muestran arrogancia. Estaba bien puesto el mote, por eso lo acompañó durante toda su vida.
En cuanto a los apodos complementarios de “Mucho macho-Macho Bárbaro”(2) salieron de él, porque acostumbraba afirmar su prestancia con esas infaltables expresiones, que eran muy conocidas en Tarija para dar mayor afirmación a quienes se creían hombrecitos y como expresión de machismo, que no faltaba en muchachos jóvenes y también en adultos, en conversaciones o disputas en las que se buscaba achicar, rebajar, “sobrar” al contrincante o rival, tratando de destacar entre los demás.
Con el tiempo se supo que había pasado la niñez y juventud, entre su tierra natal - el Valle de Concepción - la capital Tarija y la Argentina. La guerra del Chaco lo había sorprendido en la plenitud juvenil, aún estudiante. Se contaban anécdotas interesantes sobre su persona; algunas ciertas y muchas exageradas. Así, por ejemplo, se decía que había sido gran galanteador de las buenas mozas y notoriamente machito entre sus paisanos; que había tenido buena participación en la campaña chaqueña, donde siempre se presentó corajudo y decidido, presto a sortear dificultades, en las que tuvo mucha suerte. En múltiples combates y escaramuzas había sabido “capear” el cuerpo sin recibir ni un rasguño. También contaban que debido a su hombría, viveza y buenos amigos entre los militares, que le tomaban rápida simpatía, debido a su carácter franco y bonachón, consiguió zafarse a tiempo librándose de situaciones peligrosas. De esta manera fue conquistando grados sucesivos, saliendo ileso de las batallas, cercos y corralitos, escalando la jerarquía militar desde soldado hasta Sub Teniente de Reserva,
cuando ya le confiaban el mando y la conducción de pequeñas unidades. Quienes combatieron a su lado o estuvieron en puestos avanzados, decían que Caragallo “era un ladino zorro escurridizo y hasta sinvergüenza”, porque no le faltaban pretextos para tibiarse de misiones delicadas, sea perdiéndose en el monte o haciéndose el enfermo y, una vez pasado el Peligro, aparecía muy “pancho” contando situaciones insólitas que había sostenido con los “pilas”(3), pero que a nadie constaban, porque no lo habían visto; relatándolas con tal realismo y habilidad, que parecían efectivas; convenciendo a sus iguales y superiores.
Pero, “tanto ha de ir el cantarito al agua”, que al fin tenía que romperse; porque en una de esas, cuando a su Sección le encomendaron cubrir el “velo” junto con un Escuadrón del Regimiento “Lanza” 6º de caballería, en un sector de El Carmen, no pudo eludir la misión de avanzada frente al enemigo, que hostigaba día y noche; mientras maniobraba para cercar a varias unidades, viéndose Caragallo en el indeclinable trance de afrontar el ataque que lo sorprendió desde el flanco de una picada, donde recibió inesperado fuego graneado que lo hizo caer en tierra mal herido; perdiendo varios soldados, que al verlo gimiendo y desangrándose, poniéndose amarillo de lo colorado que era, casi blanco como una cera, lo alzaron en vilo, llevándolo por las trincheras hasta un puesto de socorro de la retaguardia, donde podía ser curado por los médicos que estaban mejor protegidos. Ni bien lo vio uno de ellos que lo conocía dijo: “fuera, ya lo jodieron a Caragallito”, afanándose por ubicar la herida; encontrándola donde menos lo esperaba: en plenos glúteos del trasero, que habían sido traspasados lateralmente por una ráfaga rasante: felizmente sin comprometer ningún hueso. Más había sido el susto que la gravedad; solo que al desangrarse, había corrido peligro. Pronto fue curado, conteniendo la efusión de sangre, en momentos que el herido despertaba del desmayo presa de fuertes dolores que le hacían gritar de desesperación, diciendo: “doctor, doctorcito, que me pasa en el culo?”, parece que los pilas desgraciados algo quisieron hacerme, quizás violarme y, al no poder, me ametrallaron por detrás, tapándome el “maicero”...!";” cúreme doctor, me duele mucho!". Después de la contenida risa en medio del dolor el médico le dijo: (tratando de consolarlo y tranquilizarlo) “no te preocupes Caragallito, tuviste mucha suerte; solo te hirieron de costado; si lo hacían de atrás, ya no contarías, tu culo se ha librado. Pronto sanaras; fue en sedal, afectando sólo la carne; rápido te pondrás bien para que vuelvas a la línea a seguir combatiendo, como “mucho macho” que eres. le colocó una inyección de morfina como calmante para que se durmiese; mientras le hacían la curación de sus posaderas.
Cuando despertó, contó que se había soñado que volvió a la cañada donde lo hirieron, acometiéndole fuertes ganas de defecar; metiéndose a un agujero de obús a hacer sus necesidades; pero cuando se bajaba los pantalones entre sueños apareció un pila y, sin más, posiblemente al ver su lindo culo sin aviso ni amenaza, se le abalanzó, queriendo montarlo y que en el forcejeo, escuchando el tronar de las metrallas, sintió que una de esas ráfagas le corto el miembro (pene) al pila agresor, con lo que quedo libre, pudiendo luego defecar a gusto; pero que en eso sintió que lo atacaban por detrás, despertándose...
Una vez que le pasó el dolor, se acercó el médico, conocido suyo, comenzó a embromarlo con eso de que había tenido suerte de que solo le hirieran la carne de sus nalgas en sedal, sin comprometer el hueso y que lo sacarían a retaguardia para que lo curasen mejor, se sane pronto y pueda volver a la línea a seguir combatiendo con más ímpetu, como “macho bárbaro” que se decía. Caragallo, aún más dolorido, le replicó: “déjese de joder doctor; Ud. viéndome tan herido ya me habla de sanarme para que vuelva pronto a combatir y que los pilas vuelvan a rajarme, esta vez ya no el culo, sino que otra cosa será... Yo quiero que efectivamente me hagan una buena curación, que no dejen cicatrices que afean mi lindo culito; pero eso de volver a la línea, ni se hable todavía. Primero sanare y después ya veremos...” Efectivamente, a los pocos días evacuaron a Caragallo al Hospital de Villa Montes, donde se encontró mejor, aunque siempre con el trasero dolorido. Antes de una semana ya era popular en la sala y conoció a varias enfermeras que le tomaron simpatía, prodigándole atención deferente; las había conquistado con sus chistes en medio del dolor, para conseguir que lo curasen bien, sin hacerlo sufrir. Le proporcionaban buena comida y pronto le permitieron salir a pasear aunque cojeando, así se daba modos. Se levantaba con cierta dificultad, apoyándose en los catres o donde podía; primero con ayuda pudo ir al baño, después salió a recorrer las diferentes salas y corredores, donde no faltaban los encuentros con paisanos y conocidos, con los que se ponía a chacotear, contándoles que “le fregaron el culo”; que aunque no tenía vocación de maricón, le hacían falta sus nalgas heridas, impidiéndole sentarse a sus anchas; mientras que ahora debía dormir de panza o de costado”, y así otras ocurrencias que no le faltaban.
Antes de que cicatrizasen sus heridas glúteas, los médicos decidieron su alta; pero el muy ladino no iba a permitir que lo devuelvan a alguna unidad para retornar al frente de batalla; eso ni pensarlo. Así que cuando se vio recuperado, consiguió prestadas de otros heridos prendas de uniforme, buscando la primera oportunidad para “chorrearse” del Hospital; saliendo a la población en busca de algún jefe paisano, que con su influencia consiguiese en lugar de retornar a la línea ser evacuado a Tarija; pretextos no le faltarían. Al llegar a la plaza de Villa Montes, se encontró “manos a boca” con un grupo de oficiales tarijeños que ni bien lo vieron, comenzaron a ''cargarlo”, porque ya sabían que estaba con el culo herido. Se defendió como acostumbraba, siguiéndolos a donde se dirigían, que era un bar próximo, a tomar cocteles. Al primero que se le apegó, fue al capitán Cataldi (su paisano valluno y pariente), que oficiaba de Pagador del Comando en Jefe, con gran influencia entre los mandones; al que en breve charla, lo convenció para que consiguiese su evacuación a Tarija.
Efectivamente, a los tres días, y cuando menos lo esperaba, fue llamado a la Comandancia del Hospital, donde le dijeron que habían recibido un memorándum del Comanjefe, ordenado su evacuación; para lo cual debía presentarse a la Jefatura de Etapas, donde le darían pasaporte y conseguirían asiento en la cabina de camión en una de las columnas que a diario iban a Tarija. No se dejó esperar, haciéndose más rengo y adolorido, representó que no podría viajar en camión, si-no sólo en avión; pues se sentía muy delicado, pidiendo se consiguiera un asiento en el trimotor, de lo contrario reclamaría al Comanjefe. Así lo hizo, buscando nuevamente a su paisano Cap. Cataldi; quien no tardó en conseguir dicha orden de vuelo; como que a los pocos días abandonó el Hospital en camilla, haciéndose llevar así a la pista.
Los médicos sorprendidos se miraban entre sí, tomándolo por “mañudo”, diciéndose: “como para ir a las salas y hasta “chorrearse” no estaba impedido?”. Ahora que salía evacuado, resultaba que no podía andar. No tardó en protegerlo con su intervención una simpática enfermera, ojosa, trigueña, de buena estampa, que se interesó para que al Sub Oficial López (Caragallo) lo transportasen en camilla, porque efectivamente no podía caminar. (La había conquistado no solo como su protectora, sino como romántica admiradora, porque ya había corrido la fama de Caragallo como ardiente galán). No cabía duda que había llegado a gustarle y que gozaba de influencia entre los médicos y militares del Hospital a los que manejaba dominándolos con su dulce mirada y coqueto contorneo.
Asi, Caragallo fue llevado en camilla por dos soldados, primero a la Jefatura de Etapas, donde entre quejidos y protestas consiguió asiento en el avión militar; luego a la pista para ser embarcado y transportado a Tarija. Era uno de los trimotores junker que solamente transportaba heridos graves y altos militares con misiones delicadas, porque convenció que no podía sentarse; justificándose: “como lo iban a mandar en la cabina de un camión?...” De esta manera fue internado en la nave, llegando a Tarija aun quejándose a fin de provocar lástima y consideración en tripulantes y demás personal.
Siempre exigía especial atención. En la pista de Tarija lo llevaron al Hospital militar, exagerando su gravedad ante médicos y enfermeras.
Una vez internado, se dio cuenta que la mayoría de aquellos eran norteños, que no demostraban ni asomo de respeto a su “gravedad”, porque seguramente atendían a heridos mucho más delicados y no simplemente a nalgas perforadas... No sabían con quien se las tendrían que ver: nada menos que con el “mucho-macho” Sof López que, aunque algo dolorido, no por eso menos digno de la mayor consideración y cuidado.
Ni bien lo dejaron en una cama, exigió le diesen el trato de Oficial, pues les dijo que era Teniente. Al día siguiente de su llegada le hicieron la primera curación, constatando el cirujano que las heridas estaban en proceso de cicatrización, iban bien; diciéndole así al herido; quien le contesto: “bien doctor, pero no por eso dejan de ser delicadas y como tales merecían especial cuidado, porque: “no se iba a quedar con el culo roto; por algo lo habían evacuado hasta allí...”
Si bien Caragallo pudo levantarse y caminar como ya lo había hecho en Villa Montes se hizo el que no podía, ni siquiera para ir al wáter; más bien se valió de un barchilón conocido para que lo hiciese ayudar con un soldado. Ni bien pudo, aprovechó a mandar un mensaje a su hermana, pidiéndole que vaya a verlo. Alarmada ésta, atractiva joven blanca, hermosos ojos, cimbreantes caderas, curvilíneas formas que a todos llamaban la atención. Tras lo supo, se apresuró en ir a ver a su hermanito, llegando al Hospital en preciso momento que un grupo de médicos y militares reunidos en amena rueda comentaban los acontecimientos de la guerra en un pasillo de la sala; quedando paralogizados al notar la presencia de tan linda dama que, remilgada y coquetona, se acercó a uno de ellos preguntándole: donde se encontraba el herido Teniente López?” (Así le había encargado dijese su hermano). Todos pusieron rápida atención, brindándose para llevarla a sala de oficiales, donde estaba aquel, disputándose por acompañarla; más tratándose nada menos que del ocurrente y bonachón Caragallo, herido en el culo, que llegó el día anterior desde Villa Montes.
luego de los abrazos y saludos con su hermana, aquel se hizo el desentendido frente a los oficiosos acompañantes; mostrándose adolorido; sin perder de vista el interés demostrado por aquellos, atentos médicos y militares, que se mostraban solícitos con la simpática hermana; ante quien se pusieron a sus órdenes para lo que necesitase.
Una vez que se retiraron, reaccionó Caragallo, diciendo: “Ah carajos!”, “Ahora vienen atentos detrás de mi hermana; restan importancia a mi herida del trasero. Van a ver cuánto tienen que hacer para conseguir mi simpatía. Ya los voy a necesitar para que me sirvan y se esfuercen por cumplir mi planes de quedarme hasta cuando me dé la gana. Mientras, voy a hacer mi voluntad y salir cuando quiera. Espérense carajitos, con Caragallo no se juega. Por algo me jodieron el culo y para algo tengo lindas hermanas que me ayudaran...” Atendiendo a su visita, cuando se vieron solos, le hizo una seña de inteligencia, diciéndole luego: “que no se aflija, no está muy grave; se mostraba así para impresionar a los médicos y que sean considerados con él y no se apuren a darlo de alta”.
Esto ocurría a mediados de agosto de 1934. En esos días llega su hermana rebosante de alegría, llevándole la buena noticia de que gracias a la información de un militar paisano destinado en la Jefatura de Etapas, había llegado a saber que en la Orden General de la IIIa. División de Caballería, salida hacían tres semanas, él, su hermano, había sido ascendido a Sub Teniente, en mérito a su valiente participación en la Batalla del Carmen, para romper el cerco paraguayo, donde fue herido. Caragallo le aplacó su alegría diciéndole “que no comente este ascenso porque desde que llegó de Villa Montes había dicho que era oficial; así lo consideraban y nadie se preocupó por establecer si era cierto; como tal lo trataban”. Ni bien mejore procuraría salir a buscar apoyos que le permitan “emboscarse” en la ciudad, porque no deseaba volver a la zona de operaciones”. “Que vayan los cojudos”!, remató.
Mañudo Caragallo, fingió continuar delicado; poco a poco fue convaleciendo hasta poder salir a caminar, primero dentro del Hospital, agarrándose de los catres y luego apoyándose en un bastón; hasta que en la primera oportunidad, salió a la calle; encontrándose con muchos amigos, paisanos y conocidos, que deambulaban muy frescos por calles y plazas, sanos y fuertes, sin importarles la guerra.
Todos eran movilizados y muchos no habían ido ni hasta Villa Montes, dedicándose a “chupar” noche y día, persiguiendo a las mujeres. Por ello concibió continuar hospitalizado, saliendo cuando le diese la gana. Consiguió uniforme de oficial: flamante blusa y Colán Víkers, brillantes botas americanas, luciendo la estrellita de Sub Teniente; incluso se presentó en la Pagaduría de guerra reclamando le pagasen haberes devengados; haciendo revisar listas, planilla y cuanta documentación existía, consiguiendo le pagasen una buena suma, que lo puso muy contento y casi del todo sano.
A fin de año, luego de esquivar varias revisiones de comisiones de reclutamiento que recorrían todos los lugares civiles y militares de la ciudad, en busca de movilizados “emboscados”, para llevarlos al chaco como carne de cañón, consiguió Caragallo que desde enero de 1935 lo destinasen a la Jefatura de Etapas, pues ya no podía continuar en el Hospital; se veía muy bien. De allí fue a parar como oficial de la Policía militar, de mucha autoridad en esa época dado el predominio castrense. Allí se sintió más firme, porque encontró militares paisanos y amigos que le colaboraban y respaldaban para que continuase en esa situación, sin peligro de retomar a la línea de fuego. Pronto se hizo conocido, popular, apreciado; sobresaliendo por su carácter bonachón, francote, confianzudo y ocurrente. Hizo muchos amigos que disfrutaban de su simpática disposición para la chacota y la risa. Resultó buen camarada para farras y aventuras; en las que sobresalía gracias a su bonhomía, habilidad para tocar la guitarra y buena voz para el canto; contagiaba su gracejo y oportunidad para cantar alegres tonadas; distraía a todos en las alegres tenidas nochariegas, especialmente en los barrios altos de San Roque y la calle “ancha”; distraía y conquistaba la admiración y simpatía de la buenas mozas, lindas jovencitas que pronto se le enamoraban, disputándoselo por su simpático galanteo y fama de alegre y dadivoso bohemio. No se podía negar que Caragallo era atractivo y con carácter dominante, por eso lo buscaban para compartir felices momentos de expansión, placer y hasta amorío. De este modo se hizo famoso entre el mundo femenino y los amantes de francachelas; varias damitas lo atraían, pues como se dijo le sobraban condiciones de buena presencia. Era pintudo Caragallo; tenía don de conquistador, atrayente y bien plantado, más teniendo en cuenta la relativa escasez de hombres que se hacía sentir debido a la voracidad bélica, porque la guerra continuaba con su trágica secuela.
(1) Palabra compuesta quechua-castellano, de kara, pelado, sin pelos y galló, el macho de la gallina; por extensión se dice a los que tienen el cuello largo y colorado.
(2) Expresión popular para significar machismo, hombría.
(3) Así se llamaba a los soldados paraguayos, que no usaban zapatos; andaban descalzos: “pilas”
Continuará