Del libro: Fábulas para Ángeles. Tarija.-2003
El picaflor enamorado
Pasaba el tenaz y rudo invierno, cuando en una mañana de septiembre
Pasaba el tenaz y rudo invierno, cuando en una mañana de septiembre, todo parecía cambiar, las flores con sus mil colores presagiaban un bello amanecer
¡OH! qué lindo despertar, pensaba un pequeño picaflor que entonaba su canción, ¡Que terso y radiante plumaje!, era feliz de poder competir con la flor más juvenil.
Pero nadie sabía de su eterno amor, porque mañana tras mañana el volar le permitía visitar lo que más quería, las flores si, las flores, ellas eran su eterno amor porque sin pedir nada a cambio, su néctar ofrecían; la dicha y el placer sonreían al picaflor.
Que más podía pedir, la sabia naturaleza un hermoso pico le doto y con él al corazón de toda bella flor podía llegar; las flores sabían de su infatigable y cotidiana labor y con ansias esperaban, abriendo sus pétalos de amor.
Transcurrían los días y no siempre las mismas flores podía encontrar, pues unas morían y otras nacían, pero a todas había que enamorar, comentaba el risueño picaflor él sabía que la madre tierra, corto tiempo le daba y no había que derrochar.
¡Qué felices se sentían las flores de su enamorado picaflor! que a una velocidad y agilidad increíble, su amor repartía, nadie más que él podía llegar, con un beso a toda flor, su espléndido plumaje y su elegante volar con las más lindas se confundía, rival no podía tener porque a todas, sin menospreciar ninguna, su amor ofrecía. La vida enseña que mientras más des, más recibirás, pensaba y volaba el picaflor enamorado, que solo al tiempo pedía, más vida para amar