Carta Pastoral del † Mons. Abel Costas Montaño OBISPO DE LA DIÓCESIS DE TARIJA. Septiembre de 1995
A los Presbíteros, Religiosas y Religiosos Laicos y todo el pueblo de Dios de la Diócesis de Tarija Gracia y Bendición de Dios para todos
Amados hermanos y hermanas:



Amados hermanos y hermanas:
Al haber renunciado a mi tarea de Obispo de esta Diócesis en obediencia a la sabia norma de la Iglesia, quiero dejar mi último mensaje de Pastor al pueblo de Dios que está en Tarija, pidiendo al Paráclito, que mi humilde palabra sea sembradora de fe en cada inteligencia, portadora de esperanza para cada vida y deposite en cada corazón la caridad, supremo don de Dios.
Jesús, el Evangelio del Padre y primer evangelizador, al pronunciar tres palabras de eterna trascendencia: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6), reveló a sus discípulos y a todos los hombres el misterio de su divinidad, el secreto de su ser, la esencia de su persona. Esta trilogía es la triple manifestación deífica del Logos Eterno, son tres atributos únicos, unívocos, exclusivos de Dios, porque sólo Él puede afirmar de sí mismo con términos absolutos, la total seguridad para el seguimiento del hombre a Cristo; sólo el ser humano busca la certeza en una decisión irreversible, final, que lo conduzca al acierto en la elección del camino hacia la Verdad y la Vida, que significan liberación del error, liberación del mal, del pecado y de la muerte, que tienen como consecuencia última la salvación eterna y definitiva del hombre.
CRISTO ES EL CAMINO
Jesús, el Verbo Divino, sabiduría del Padre, cuando dijo: “Yo soy el Camino”, proyectó una luz infinita sobre la inteligencia humana y le reveló la razón de ser de su presencia y misión en el mundo.
Jesús es el Camino hacia el Padre, dijo: “Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14,6). Para que el hombre se dirija al Padre, Jesús ilumina el camino, dice: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no caminará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). Jesús es la luz, sin luz es imposible acertar el camino, por consiguiente no se puede prescindir de esa luz, con el peligro de desviarse. Esa luz está presente, pero en tránsito, por eso Cristo urge prontitud y fe a los hombres, les dice: “La luz está entre ustedes solamente por un poco de tiempo. Caminen mientras tengan luz, antes de que la noche les sorprenda; el que camina en la oscuridad no sabe a dónde va. Mientras tengan luz crean en ella y serán hijos de la luz” (Jn 12,35-36).
San Agustín, el extraviado y convertido, encontró esa luz del camino, a Cristo, y dice en sus Confesiones: “Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior siendo tu mi guía y ello me fue posible, porque Tú, Señor, me auxiliaste. Entré y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable, no esta luz visible y ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta” (Lib. VII, 10,16).
Jesús es el Camino, es decir, el Mediador entre Dios y los hombres, Mediador único, universal, es el Hijo del Padre y el hermano del hombre. Dice el Papa: “Es mediador por el hecho de ser Dios Hombre. Lleva en sí mismo todo el mundo íntimo de la divinidad, todo el Misterio trinitario y a la vez el Misterio de la vida en el tiempo y en la inmortalidad. Es hombre verdadero. En Él lo divino no se confunde con lo humano. Sigue siendo algo esencialmente divino. “Uno solo es Dios y uno solo también el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús (1 Tim 2,5) (Cruzando el Umbral de la Esperanza 7,21).
San Agustín en sus Confesiones escribe al respecto: «Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: “Yo soy el Camino de la verdad y la vida” (Lib.VII 18,29).
Santo Tomás de Aquino, dice: “Cristo por sí mismo conoce al Padre. Nosotros en cambio entramos por él, pues es por El que alcanzamos la felicidad” (Comentario del Evangelio de San Juan sobre “el Buen Pastor”).
CRISTO ES LA VERDAD
Decir: “Yo soy la Verdad” es la afirmación más absoluta del Verbo Encarnado. Jesús es la inteligencia del Padre y origen de toda verdad. Jesús exclama: “Yo soy la Verdad”, su ser es ser Verdad, sólo Él pudo decir como Dios, lo repite ante Pilato: “Tú lo has dicho: Yo soy Rey”. Para esto nací, para esto vine al mundo, para ser testigo de la Verdad. Todo hombre que está de parte de la verdad, escucha mi voz”. Pilato le dijo: “Qué es la Verdad” y luego salió de nuevo donde estaban los judíos (Jn 16,38). La Verdad está delante de sus ojos, le habla, se le manifiesta, sin embargo no sabe qué es la Verdad, trata de ignorar, no quiere conocer la verdad. La Verdad es Cristo, siempre Cristo; no hay, no existe otra verdad, es la única verdad.
En el prólogo de su Evangelio, Juan Apóstol afirma que: “el Verbo Encarnado que habita entre nosotros es un ser pleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14), todo él es la Verdad, verdad resplandeciente “Veritatis Splendor”, luz indeficiente, inalterable, infinita, inconfundible, luz y claridad eterna, plenitud de Verdad, del Espíritu de la Verdad.
San Agustín después de tantas cavilaciones, angustias y luchas en la búsqueda de la verdad halla a Dios, es decir, a Cristo y fascinado por esa verdad, exclama: “¡Oh eterna Verdad, verdadera caridad y cara eternidad! ¡Tú eres mi Dios! por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera fuiste tú quien me elevó hacia ti para hacerme ver, que había algo que ver y que no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la verdad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí y me estremecí de amor y de temor” (Lib. VII 10,16).
Tomás de Aquino como eximio teólogo en su ritmo poético, define como Verdad al Santísimo Sacramento, a Cristo oculto bajo la figura de pan divino, donde está presente sustancialmente, dice que este misterio de fe es la máxima verdad: “Credo quidquid dixit Del Filius, nil hoc Verbo Veritatis verius”; “Creo todo cuanto dijo el Hijo de Dios, nada es más verdad que esta palabra de Verdad”, es decir, no hay más verdad que Cristo Sacramentado.
Tomás de Aquino dice también, como eximio filósofo,: “Veritas veritati contradicere non potest”, es decir, la verdad no puede contradecir a la Verdad. La Verdad es Dios, la Verdad se ha revelado en Cristo, por consiguiente, la Verdad conocida por la razón no está en contradicción con Cristo, que dijo: “Yo soy la Verdad”, porque ambas proceden de Dios. La una es fuente de Verdad y la otra es reflejo de la fuente de Verdad. La Verdad, fue engendrada por la Inteligencia del Padre, Cristo la trasmite mediante el Espíritu Santo a sus discípulos en Pentecostés y hace a su Iglesia depositaría de la verdad de la fe: “Serva depositum fidei” (1Tim 6,20).
Asimismo el Credo Niceno-Constantinopolitano expresa: “Creemos en un solo Señor Jesucristo, Dios verdadero de Dios verdadero”, es decir, consustancial al Padre en la Verdad, Jesús dijo: “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mi” (Jn 14,11). Cristo es el “Dios de la Verdad” y nos dirige como Camino a la Verdad y la Vida, es hermosa la expresión de San Agustín por estar llena de gratitud: “¡Oh Verdad, luz de mi corazón!. No son ya mis tinieblas las que me hablan, me había equivocado, pero me acordé de ti, y ahora vuelvo a tu fuente, sediento y anhelante”.
Jesús es la Verdad que libera: Expresa: “Ustedes serán mis verdaderos discípulos, si guardan siempre mis palabras, entonces conocerán la Verdad y la Verdad les hará libres” (Jn 8,32). Libres del pecado, de la ignorancia, de la falsedad, de la mentira, de la injusticia social, de la opresión del capitalismo explotador y egoista, cuya raíz está en el liberalismo racionalista, causado por la Reforma Protestante, con el libre examen de la Sagrada Escritura.
Jesús es la liberación radical, total, integral del hombre, del espíritu y del cuerpo. Jesús es el libertador de toda esclavitud humana, también del maligno “libéranos del mal” (Mt 6,13).
Jesús es la Verdad que santifica: En el discurso de la Ultima Cena, Jesús dice una oración por sus discípulos: “Padre hazlos santos según la Verdad; tu Palabra es la Verdad” (Jn 17,17); Santo es el Verbo del Padre. Cristo ora al Padre y pide para sus discípulos la santidad. La Verdad es El mismo, ellos han conocido la Verdad que vino desde el seno beatífico de la Santísima Trinidad.
La Verdad hace santos a los hombres, los libera del error, los purifica del mal, les llena de caridad. El que conoce la Verdad conoce la luz de la santidad y del amor. Son innumerables los santos que encontraron esa verdad y esa luz.
San Agustín se refiere a Dios, a Cristo, a la Santidad esencial y exclama: “¡Tarde te amé! ¡Hermosura tan antigua y tan nueva!. Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba” (Lib VII 10,16). La Verdad es Cristo que se reveló como el Ser Santo, es Aquel a quien llamó el joven del Evangelio, Bueno. (Mt 19,16), es decir, el “Bien Absoluto”.
CRISTO ES LA VIDA
Dice Juan Apóstol en el prólogo de su Evangelio: “En el principio era el Verbo y el Verbo está en Dios...en Él estaba la Vida y la Vida era la luz de los hombres” (Jn 1,1). Esta es la respuesta final a la pregunta definitiva: Qué es la vida y de dónde procede la vida? El enigma, el misterio de la vida queda descubierto, la pregunta queda contestada para siempre, porque Cristo dijo al Apóstol Tomás: “Yo soy la vida” (Jn 14,6).
Todo hombre anhela vivir, pero vivir por siempre, sin fin, incluyendo la búsqueda de una vida feliz sin término en el más allá de este mundo, este deseo obedece a un imperativo del corazón humano, es el grito del espíritu que urge e impulsa al hombre hacia algo desconocido, pero no poseído, esto es lo que sucedió con San Agustín, exponente máximo del hombre sediento de vida, quien después de haber probado los placeres y padecido las consecuencias y dolores de la vida presente, dijo una frase que sintetiza y recoge el grito de todos los hombres de todos los tiempos, cansados de la vida terrena, hambrientos y sedientos de una vida sin mezcla de mal y de muerte: “Señor, nos hiciste para Tí, y nuestro corazón no encuentra sosiego hasta que llegue a Tí” (Conf Lib 1,1), es decir, hasta que llegue a Tí que eres la vida verdadera.
Agustín, filósofo, maniqueo y carnal, al encontrar la Vida se convirtió al cristianismo, que es la Vida en Cristo, con Cristo y por Cristo, que es la solución a todo problema humano, a todo mal y la misma muerte. Dijo Jesús a Marta, hermana de Lázaro: “Yo soy la Resurrección y la Vida” (Jn 11,25), es la frase contundente de Jesucristo, respuesta al hombre Agustín y a todos los hombres que como él, sin excepción, viven una vida efímera, caduca e imperfecta. Además Jesús agregó una frase que contiene toda la esperanza del hombre anhelante de vida: “Esta es la Vida eterna; que te conozcan a ti Dios único y verdadero y a Jesucristo, a quien Tú has enviado” (Jn 17,3). Se trata de una vida eterna, no pasajera, transitoria, de un tiempo raudo y veloz que acaba: “El hombre nacido de mujer tiene vida corta y abundantes tormentos” (Job 14,1); por eso el hombre pecador, que anhela la vida y el gozo, dice con el salmo de David: “Sediento estoy de Dios, del Dios que me dá vida, ¿cuándo iré a contemplar el rostro del Señor?”, ese rostro de Cristo transfigurado en el Tabor, donde Pedro quiso fijar para siempre la morada y no bajar del monte de la transfiguración, donde vivió un momento de cielo con Cristo hasta que volvió a la realidad diaria, con razón dijo en Cesárea de Filipo: “Tú eres Cristo el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16), es decir, la Vida, el Cristo vivo, la vida misma.
Jesús mismo repite: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10), se refiere, dice el Papa, a aquella vida “nueva” y “eterna” donde encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre (Evangelium Vitae).
Jesús ratifica que es esencialmente vida del hombre al partir en la Ultima Cena a sus discípulos el pan que es su Cuerpo y al dar de beber el vino que es su Sangre, por eso dijo: “Tomad y comed”, “Tomad y bebed” (Mt 26,26-27). Es la institución de la Eucaristía, el cumplimiento de su promesa, cuando dijo a los judíos: “yo soy el Pan de Vida” y lo repite por tres veces (Jn 6,35-48,51) y agrega: “El pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí y yo en él” (Jn 6,55-56). “Quien me come a mi tendrá de mi la vida” (Jn 6,57).
El texto de la Primera Carta de Juan Apóstol es como el supremo testimonio del discípulo amado, que sintió latir la Vida Divina cuando apoyó la cabeza sobre el corazón de Cristo: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado y nuestras manos han palpado acerca del Verbo que es la Vida. La Vida se dio a conocer, lo hemos visto y somos testigos y les anunciamos la vida eterna. Estaba con el Padre y se nos apareció. Lo que hemos visto y oído se lo damos a conocer, para que estén en comunión con nosotros, con el Padre y con su Hijo Jesucristo” a jn 1,1-4).
A LOS SACERDOTES
Querido hermano:
Camina con Cristo que es el camino hacia el Padre; señala a los hombres la vía que lleva a la salvación, a la vida eterna.
Predica la Verdad que es Cristo, única, divina, infalible, inefable: “Ay de mí, si no evangelizara” (I Cor 9,16). Predica con ortodoxia y no tus opiniones personales, sino el Evangelio de Cristo y la doctrina de la Iglesia (E.N.), doctrina de salvación y vida. Ora a Dios con Cristo, que es la Verdad expresada en la Liturgia de las Horas.
Vive a Cristo, Cristo es tu vida, como dijo Pablo: “Cristo es mi Vida”; vive en gracia de Dios, que es vida que lleva a la luz de la gloria, no vivas en pecado que es muerte y muerte eterna, irreversible.
Confiesa tus pecados al sacerdote, ministro de la Reconciliación, según San Pablo.
Ama a la Eucaristía que es el Cuerpo de Cristo, consagrado por tus palabras y palpado por tus indignas manos.
Sé hombre de la Eucaristía, Eucaristía viviente, hombre inmolado en el Altar del Señor y unido a El definitivamente, para siempre.
Camina por el camino de Emaús con Cristo, Él te explicará las Escrituras y partirá contigo el pan de Vida, su Sagrado Cuerpo.
Ama a tu Madre, Inmaculada y Virgen, a María, Madre del sacerdote, que Cristo te dejó en la persona de Juan, desde la cruz del Calvario, diciéndote: “He aquí a tu Madre” (Jn 19,27).
A LAS RELIGIOSAS
Amada Religiosa:
Cristo es el camino de la mujer consagrada, no hay otro camino de perfección, de esperanza y de amor. Anda siempre con Cristo y serás feliz, Cristo es el camino de tu vida, camino único al eterno desposorio. María caminó con Cristo cuando era niño, caminó con El a Jerusalén de ida y retorno, lo buscó cuando lo perdió, vivió con El en Nazaret; caminó con El en la calle de la amargura hasta el Calvario y caminó durante su vida con su Hijo Divino, ya presente y ausente del mundo.
Tú también camina como María, con Cristo en el corazón, para dar a conocer al que es la Luz del mundo y entrégale a los demás para su salvación.
Conoce a Cristo la única verdad, lee con amor y pasión el Evangelio, "la Buena Noticia"; aprende de El el camino del amor, aprende la inmolación por la obediencia, la pobreza y la castidad. Cristo es el libro abierto donde María aprendió el camino de la Vida, el pozo de la sabiduría, donde bebieron Catalina de Siena, Teresa de Jesús, Clara de Asís, Beatriz de Silva, Rosa de Lima, Teresa de los Andes, Teresa Jornet, Nazaria Ignacia March, María de Mattias, Rosa Gattorno. Cristo Verdad iluminó sus mentes y sus corazones.
Cristo es la Vida, San Pablo dice: "Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios" (Col 3,3). Vive la fe, la esperanza y la caridad en lo recóndito de tu ser, en la intimidad de tu espíritu, en la profundidad de tu amor y en las búsqueda del Amado, como dice el Cantar de los Cantares. Vive el amor con fecundidad y entrega a tus hermanos, vive generosamente tus votos, que es testimonio y prueba de que no quieres a otro esposo que Cristo. Vive el amor esponsal que es de unión inseparable, de trascendencia eterna, vive el culmen y la comunión de tus bodas con Cristo, de tus votos perpetuos; vive el amor que es vínculo de perfección, de santidad: "Sed santos como yo soy santo". "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre Celestial".
Vive el Misterio Trinitario, como Isabel de la Trinidad, como Teresa del Niño Jesús.
A LOS HERMANOS LAICOS
Estimado hermano:
Tú eres el baluarte, la punta avanzada de Cristo en el mundo, eres igual en dignidad con todos los miembros de la Iglesia, eres bautizado, hijo adoptivo de Dios, "eres hombre del mundo en el corazón de la Iglesia y hombre de la Iglesia en el corazón del mundo"; a ti, Cristo y la Iglesia, te han confiado la consagración del mundo, el mundo es enemigo de los discípulos de Cristo, Él les dijo: "El mundo os odia; vosotros no sois del mundo, no ruego por el mundo, yo ruego, dijo, por los que han de creer en mi". Tu eres ese creyente, esa luz y esa sal en el mundo, esa levadura para fermentar en la fe y amor de Cristo a esa inmensa masa de la humanidad, que está lejos de Cristo, de esos hombres que practican la cultura de la muerte, de los que afirman que "Dios ha muerto", de los que están atrapados por la falsa modernidad, el secularismo, el ateísmo, la masonería, el agnosticismo contemporáneo, el consumismo, "el permisivismo moral", el capitalismo y la corrupción de la política, de la confabulación contra la vida y la familia, la conjuración contra la Iglesia, el libertinaje en los artistas; en fin ese mundo dominado por Luzbel.
Trabaja para purificar este mundo nauseabundo y existencialista, sin Dios, sin Cristo, que va a la deriva, fuera del camino de la salvación, la salvación es lo único real porque es posesión del Reino de Dios.
Permanece en el camino auténtico que es Cristo, camino de cruz y sacrificio que lleva a la vida eterna.
Sigue la verdad que es Cristo, que es la Iglesia, fuera de la cual no hay salvación, como dice San Cipriano.
Vive en gracia y amistad de Dios, sé hombre que vive de los Sacramentos, vive el amor de Cristo en la unión de la familia, sé santo y santa, porque la santidad es una exigencia universal, como expresa el Concilio Vaticano II.
AL PUEBLO DE TARIJA
Pueblo amado de Tarija, Villa de San Bernardo de la Frontera, he vivido contigo durante 20 años y 7 meses, he sido tu Pastor, cuidador del rebaño de Cristo en las bellas orillas del rio Guadalquivir y del Pilcomayo, mantén tu fe en Cristo, que es el único Salvador de los hombres, de sus problemas, preocupaciones y de su vida. Guarda tu esperanza, lo único cierto que te espera es el Señor del universo, porque para sí te ha creado y naciste porque Él quiso y vas hacia Él, tu único destino eterno.
Ama a Dios con todo tu ser, entendimiento, corazón y fuerza y ama a los demás, como Cristo te ha encargado, expresando: "Amaos los unos a los otros como yo les he amado" (Jn 13,34).
Cree en Cristo, espera en Cristo y ama en Cristo.
No olvides a tu Madre, la Virgen María de Chaguaya, Madre de los tarijeños, de los chapacos, deja reposar tu cabeza en su regazo, mira que te tiende las manos, te abraza, acoge y te preserva del pecado y de otros males, que Ella te ampare y cubra con su manto protector y cobijado con ese manto maternal, camina por el camino que te señala Cristo, cree la verdad que te anuncia y ama la vida, la gracia que da Cristo a los hombres, sus hermanos.
Acuérdate de mí en tus oraciones y perdona mis faltas de caridad contra ti.
Amados Sacerdotes, Religiosas, Religiosos, apóstoles Laicos, Pueblo Cristiano de Tarija, a todos les saludo con profundo afecto en el Señor y les imparto mi bendición de Pastor: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. AMEN.
+ Mons. Abel Costas Montaño OBISPO DE LA DIÓCESIS DE TARIJA
Tarija, septiembre 20 de 1995