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Las diversas familias

La profundización de la democracia se caracteriza por sorpresas que no dan tregua a la mentalidad tradicional y conservadora.

Cántaro
  • Gonzalo Lema
  • 30/05/2021 00:00
Las diversas familias
Gonzalo Lema Foto: Gonzalo Lema
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La profundización de la democracia se caracteriza por sorpresas que no dan tregua a la mentalidad tradicional y conservadora. El mundo parece pequeño y estrecho debido a la revolución transversal de la comunicación. Satélites, redes y computadoras han provocado un sacudón poderoso en la plataforma de iglesia, de hábito heredado, de conducta aceptada en la que descansaba la mentalidad de huerto, domingos de misa y fiesta de carnaval con comparsa. Como si fuera poco, esta misma democracia gira la tuerca y provoca el zafarrancho (casi inútil, diría) sobre las familias homosexuales y otras que también se llamarán, muy pronto, células de sociedad. Imposible detener su agenda.

El tema va aparejado al del aborto legalizado (seguro, no clandestino ni sangrante) y al tema difícil de la eutanasia (muerte dulce y no pistoletazo propio del suicida), a cuál más profundamente removedor de nuestra vieja y apoltronada mentalidad. Pese a los sismos de terror que provocan, tengo el pálpito que terminarán imponiéndose merced a la invencible democracia y su implacable avance. El mundo y la vida son sus materiales. No sólo veamos con inmensa alegría la democratización de los pasajes en avión y la carne de pollo.

¿Cuán antiguo es el homosexualismo? Antiquísimo, por supuesto, y sería bueno explicarlo con todas sus esenciales palabras: tan viejo como el hombre, por la sencillísima razón de que nace con él. El homosexualismo pertenece a su propia materia. En tantos milenios de humanidad como ya tenemos, no hemos aceptado (tampoco nos hemos propuesto hacerlo, queda claro) esta verdad natural, tal como también es la naturaleza hermafrodita. O como es la naturaleza bisexual. Tampoco hemos debatido los temas con la amplitud del humanismo que llevamos dentro. De nada ha servido que los griegos, cuasi íntegramente fundadores de la civilización de Occidente, hayan realizado notable esfuerzo por decirlo. Las distintas religiones, en su bélico afán de considerarse las verdaderas, únicas, lo han impedido a través de su numerosa feligresía. Bueno: no le han hecho favor alguno al conjunto de los hijos de Dios. O a los seguidores de Alá. Con respeto les diría que se dejaron engatusar por el diablo o el infiel. La naturaleza es indiferente a las creencias que profesamos. Es, y punto.

El concepto de familia que ahora tambalea fue una construcción lenta y larga; no es inherente a la materia humana. La vieja discusión, con plena vigencia en nuestras disciplinas, como la psicología y el Derecho, está aún en pie: poligamia versus monogamia. Para la familia occidental (un hombre y una mujer, más hijos) vale la monogamia y la otra se castiga con cárcel si se puede. Al otro lado del mundo, en gran parte de Oriente, la poligamia es común y la monogamia es propia de hombres con escasos recursos. ¿Cómo fue la familia antes de estos dos modelos? La familia fue la manada. Quiero decir, promiscua. ¿Cómo “más” empieza a ser la familia hoy? Homosexual, bisexual y distintas variantes que nos ponen los pelos en punta. Vamos a convivir todos en el seno de la sociedad. Todos vamos a educar a los niños. La democracia ha de imponer que la lista de los derechos humanos crezca. De eso trata en el fondo su pelea. La democratización de las oportunidades para superar condiciones de origen ya la hemos entendido y hasta aceptado, pero algunos a regañadientes. Otros pocos, no lo harán jamás.

Conviene abrir el diálogo. Por momentos aflora el cuchillo y el tajo pretende abolir esta realidad tan grande como el Ande. ¿Qué ganamos con los ojos cubiertos? ¿Y qué repitiendo letanías? Este tema, y los otros, han llegado para interpelarnos, vencer y quedarse. Algunos regímenes prefieren meter bala a quien no sea heterosexual, pero esa solución de coyuntura nos ridiculiza como seres humanos. Mejor es que los entendidos expliquen la naturaleza humana y luego los abogados y los políticos hagan su papel. La ley ha de contener a los rezagados hasta que se despabilen.

Por estas razones parece cierto cuanto afirman quienes dicen que este es el siglo de la democracia: pleno respeto a las mujeres, a homosexuales, a niños, ancianos, animales, plantas, planeta y universo. A todo. Diría que imposible imaginar esta realidad cuando la democracia discutía apenas sus primeros fundamentos. Ahora es urgente necesidad. Han transcurrido miles de años desde el primerísimo debate alrededor del fuego. Es maravilloso y conmovedor que hoy estemos en el umbral de la democracia plena. Casi ni depende de nuestra acción. Es neta fuerza de sus convicciones.

Cochabamba, febrero-2021.

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