Martín Condori
A propósito del lamentable suceso de la muerte de 35 cóndores el mes de febrero en Laderas, comunidad tarijeña, urge tomar conciencia de la necesidad de proteger la vida de estas aves que están en peligro de extinción. Agradecemos a Gonzalo Molina por el envío.



Era una mañana de nieves. Una caricia blanca se extendía por toda la ciudad de Oruro, con el candor de los copos, temblaban los árboles de la plaza y una sensación de paz se recogía en todo el ambiente. Todo era mansedumbre, como todo el ambiente, como si una oración se elevara hasta los cielos. Los niños asomaban sus asombrados ojos ante las ventanas, el cristal tenía un velo diáfano de silencios.
Una voz se propagó en toda la ciudad: –Martín Condori había muerto.
Martín Condori, Martín Condori, el amigo de los niños, el alado correista de la ciudad minera.
Hasta una emisora propagó la notica del trágico fallecimiento de aquel trabajador alado: Martín Condori.
La nevada había sido tan intensa, que prácticamente forraba de una cinta blanca todos los cables eléctricos de la plaza. En la madrugada, como siempre, irrumpió Martín Condori, en su vuelo matinal, para dar luego su acostumbrado paseo por la plaza, en ese instante chocó con el blanco cable de la nieve, cuando a los segundos quedó electrocutado totalmente.
¡Oh! llanto, oh sangrante corazón del vuelo detenido para siempre, Martín Condori ya no surcará el cielo límpido de Oruro, ni los niños jugarán con él, en las mañanas de pleno sol y luz matinal.
¿Quién era Martín Condori? Era un cóndor apuesto y arrogante, como todos los de su raza, que desde pichón fue criado en un cuartel de la Policía de la ciudad de Oruro, y por tanto fue amaestrado para realizar vuelos regulares de un punto a otro. Hasta que un día decidieron confiarle una delicada misión, llevaría una bolsa de correspondencia al distrito minero de Uncía.
En raudo vuelo cruzó el horizonte, volando sobre la papa y la cordillera hasta que llegó a su destino; allí lo esperaban con el premio de una sabrosa merienda, carne fresca para su hambre. Luego de entregar la correspondencia, retornó a la ciudad de Oruro, con otra bolsa de correspondencia.
Este era Martín Condori, el alado correista de la ciudad minera.
Allá por los años 1945 al 1949, Martín Condori hacía de correo entre Oruro y Uncía (Potosí). La empresa Minera “Patiño Mines”, le concedía una libreta de pulpería para pagar sus servicios.
*Hugo Molina Viaña (Oruro, 10 octubre 1931-La Paz, 13 noviembre 1988). Profesor, poeta y escritor de literatura infantil. Presidente y organizador de IBBY-Bolivia (1975-1985). Premio Internacional “Hans Christian Andersen” de la Organización Internacional para el Libro Infantil y Juvenil, por sus obras Vicuncela (Cuadro de Honor. Würzburg, Alemania, 1978.) y El Duende y la Marioneta. Fantasía idílica en el Castillo de ‘La Glorieta’ (Lista de Honor. Cambridge, Inglaterra, 1982). En su obra poética destacan: Palacio del Alba (1955), Martín Arenales (1963), Ratonela (1974), Viajeros del Espejo (2007), Martín Pescador (2007), Pilicitu Pilinín. Poemas con fonemas quechuas (2008), Poemas para llevar en la mochila (2010); Prosa lírica: El Duende y la Marioneta (1970), Vicuncela (canción para una vicuña) (1977), El País de Nunca Jamás. Expomágica (1979, 1981. Catálogo: ilustraciones de Marcelo Arduz Ruiz), La Niña de la Glorieta (1987), El Reino de Nomeolvides (2007); Antología: Selección del cuento boliviano para niños (1969), Breve Antología de la Poesía Infantil de la Región Andina (1974), Adivina..., adivinador (1987); Cuento: Ratonciélago y otros cuentos (2008), El diario de un gato (2008), El quirquincho y su caparazón (2008), El quirquincho Bolita y otros cuentos (2010).
EL CÓNDOR
Don Marcos Mallcu
el condorín,
en la bufanda
nieve y marfil.
Su condorita
tiene collar
y manta negra
para volar.
Todo de estrellas
y de cristal,
es la casita
de aquel hogar.
Cómo les gusta
también jugar
a las ovejas
y al gavilán.
Don Mallcu Cóndor
el aviador,
es en el cielo
mi volador.
MARTÍN CONDORI
El cartero
condorín,
muy amigo
de quirquín.
Y al cielo
sube y sube,
hizo carta
de una nube.
Y a la ronda
ronda flor,
trajo estrellas
de color.
Ya lo esperan
a Martín,
en la ronda
de rondín.