Andaluces en el poblamiento del sur Boliviano: En torno a unas figuras controvertidas; El fundador: De Tarija y sus herederos (Tercera parte)
Se evidencia el fracaso de la empresa colonizadora quince años después de sus inicios.



Se evidencia el fracaso de la empresa colonizadora quince años después de sus inicios. La tan soñada fundación de la Nueva Vega de Granada se había convertido en un modesto fortín de barro donde vivían atrincherados los antiguos esclavos negros de Porcel, quienes, casi sin exageración, lo habían convertido a su vez en una especie de palenque, estas comunidades libres de esclavos fugitivos.
Nos queda, por fin, examinar el singular destino de otro sucesor de Luis de Fuentes, el sargento mayor don Diego Porcel de Pineda, hijo del capitán granadino.
Primeras noticias de él aparecen en la correspondencia del gobernador del Tucumán cuando el gobernador del Tucumán, don Angel de Pereda, prepara, en 1672, una campaña militar contra las tribus hostiles del Chaco. Escribe al Virrey:
«Sacare 200 españoles de esta provincia y 200 indios amigos añadiéndoles solos con cien indios chiriguanos por nadadores con el sargento mayor don diego porcel del pineda». 40
Dos años después tenemos constancia que el mismo Diego de Porcel acompañó al canónigo José Imperial en una “jornada que hizo a la gentilidad por orden de esta real Audiencia y del gobierno superior de Lima”. Se juntaron en Sauces (Cordillera central, agosto de 1674) y el canónigo le presenta como “muy temido y amado de los indios por haber vencido y matado en una batalla al cacique Charabussu”. Durante un mes recorrieron la región del Parapiti y recibieron a muchas embajadas chiriguanas que pedían sacerdotes.41
Es una carta posterior de un misionero jesuita quién intentaba la conversión de los indios Tobas y Mocobis del Chaco, se señala los valiosos servicios prestado por la familia Porcel a la empresa misionera:
«Llegaron por este tiempo a juntarse con los misioneros quince indios chiriguanas conducidos de un hijo del maestre de campo don Diego Porcel, llamado como su padre pero conocido entre ellos por el nombre de Charabussu. Era este caballero y sus chiriguanas terror de aquel gentío...». 42
Con esta precisión se puede levantar la confusión creada por la sinonimia del nombre entre el padre y el hijo y por los cambios en los escritos jesuitas) del grado militar. Podemos ahora precisar la figura de estos colonos fronterizos quienes habían logrado imponer ciertos lazos de cooperación (militar por lo menos) con un grupo de guerreros chiriguanos. Sabemos que su estancia se ubicaba en las orillas del río Bermejo, es decir en el sitio más alejado de Tarija. Descendientes de Porcel de Padilla, los Diegos de Porcel, padre e hijo, instalados en el territorio chiriguano, han renunciado a los grandes planes de sometimiento armado de los habitantes indios de la Cordillera. Aprovechan su ubicación estratégica para reforzar lazos de amistad e intercambios con los chiriguanos y consiguen su ayuda militar en contra de enemigos comunes (como los grupos del Chaco).
Más tarde sabemos que el padre quiso acompañar a dos jesuitas que llegando desde el Tucumán habían sido llamados en Tarija por unos caciques chiriguanos. Pero, en junio de 1690, don Diego con más de 80 años de edad sufrió un percance y falleció poco después. Es su hijo —el famoso Charabusu— quien ayudó durante tres meses a los misioneros quienes lograron atravesar toda la Cordillera hasta Santa Cruz.43
Veinte años después otro gobernador del Tucumán proyecta una nueva “entrada” en el Chaco y quiere recurrir a los buenos servicios de Diego de Porcel, hijo, y a sus chiriguanos. El Virrey y la Audiencia están conformes y despachan las órdenes consecutivas al corregimiento de Tarija. Es, entonces, una “representación” del cabildo de la Villa de Tarija que nos informa sobre las relaciones exactas entre los Porcel y los Chiriguanos, así como de la suerte de Diego Porcel:
“(el Gobernador de la Provincia del Tucumán). .intimó dos Provisiones Reales dirijidas a que se den cincuenta hombres de milicia a don Diego Porcel alias Charabuzu para que sirviendo de escolta conduzca dos mil indios Chiriguanos al ejército del Tucumán prevenido de su Gobernador para castigo y conquista de los indios del chaco... (siguen problemas materiales para equipar la columna tarijeña)”.
En lo tocante a la convocatoria y conducción de los indios Chiriguanos que según parece ofreció Dn. Diego Porcel Charabusu es necesario informar a V. A. que estos indios aunque tienen correspondencia de amistad con esta villa no tienen obediencia ni hay dominio en ellos ni guardan más política que la que conduce a su interés... (sigue en el tema).
«También es necesario decir a V. A. que don Diego Porcel siendo vivo tuvo correspondencia con ellos de amistad por el parentesco pero ninguna aplicación a su gobierno porque ni fue caudillo ni tuvo otro título conserniente a esto ni jamás hizo reducción alguna ni la intentó hacer, antes si embarazo la de los Padres de la Compañía de Jesús que residen en esta Villa (...): Y esto por el interés que el dicho Dn. Diego halla va en su gentilidad pues notoriamente se sabe que se cassaba con las Indias a usanza y rito de ellos, lo cual no se podía remediar con los jueces de esta Villa porque no bastara diligencia ninguna para el apremio en tan distantes lugares con la contingencia de motivar alboróteos entre estos Gentiles; y habiéndose intentado algunas veces el traerlo por escusarle estos daños se retiró a los últimos confines de dicha cordillera... (siguen otros engaños a la Audiencia)». 44
Unas líneas después, la carta confirma el deseo de Porcel pero no indica el motivo. Ahora sabemos sobre qué base se entablan los lazos privilegiados entre los Porcel de Pineda y los Chiriguanos, son lazos de parentesco. Podemos conjeturar que consisten en alianzas matrimoniales asentadas por los Porcel con mujeres indias de los grupos locales vecinos, creando a sus parentelas obligaciones de prestar ayuda a los “aliados” (cuñados o suegros según los casos) blancos.
Casi un siglo después de la firma de las capitulaciones del “abuelo” Porcel de Padilla, se nota un proceso de enraigamiento creciente en el mundo chiriguano: el hijo. Diego Porcel de Pineda “el viejo”, gana grados militares (sargento-mayor, luego maestre de campo) y manda al “tercio” de las milicias tarijeñas y “aliados” chiriguanos en el Chaco; el nieto, Diego Porcel “el mozo”, más conocido bajo el nombre chiriguano de Charabusu (hasta en los propios textos oficiales), comparte las costumbres indígenas y escapa a las justicias coloniales. Del rico hacendado y acaudalado minero potosino al lejano colono fronterizo perdido en el salvajismo... he aquí el final de un siglo de trayectoria colonizadora en los confines de Charcas. Como se desprende de la “representación” de los vecinos de Tarija, los Porcel han guardado los prestigiosos títulos (Gobernador de una futura provincia de Cordillera y Chaco) pero ya sin medios para realizar la conquista y colonización anheladas.
CONCLUSIÓN
Del Guadalquivir al Chaco... así podríamos resumir este fascinante recorrido que llevan Fuentes y sus herederos desde las tierras andaluzas (occidental y oriental) hasta el corazón continental de América del Sur. Recordemos los principales hitos: la fundación de Tarija (1574), la capitulación de Porcel de Padilla (1614), las muertes de los dos Porcel de Pineda, padre (1690) e hijo (1710). La pregunta surge de por sí mismo: ¿qué valor de ejemplaridad conceder a estos representantes de una sociedad fronteriza sobre cuatro generaciones? Es difícil contestar, pues consta que se trata aquí de unos responsables de la expansión hispánica en el Charcas sur oriental, casos de hecho privilegiados por la documentación. Podemos, por lo menos, intentar buscar lo que los diferencian de sus contemporáneos.
Primero, un punto metodológico: el deber de desconfianza en el manejo unilateral de los testimonios escritos. Hemos visto que en las varias probanzas presentadas por Fuentes (las de 1578. 1581, 1598 y la póstuma de 1604) se borran los conflictos que le opusieron a su conciudadanos. Es de recurrir a otra información (de méritos ajenos, notariales, judiciales, etc.) para matizar y valorar la actuación de cualquier personaje “histórico”.
Tomada esta precaución, podemos subrayar que Fuentes y sus sucesores fueron personalidades fuertes (hasta autoritarias) y emprendedoras que quisieron imponer sus visiones y sus planes a sus contemporáneos. Este afán de expansión-territorial y de enriquecimiento económico (minas y haciendas) los llevan a enfrentarse con los demás colonos más preocupados de reforzar un asentamiento amenazado y asegurar sus actividades agrícolas y comerciales.
El individualismo y el aislamiento consecutivo de Fuentes y de los Porcel frente a la sociedad colonial local (el apoyo de las autoridades virreinales y audienciales, aunque lejano e intermitente, les permitió perseguir sus proyectos grandiosos), son quizás el rasgo más sobresaliente: por encima de la oposición de carácter entre Fuentes (devoto, asceta, introvertido, con el apoyo del .clérigo) y Porcel (libertino, gastoso, extrovertido con el repudio abierto del clérigo), el secreto de su extraña asociación y complicidad fue probablemente el hecho de compartir los mismos sueños “desmedidos” de exploración y colonización de territorios desconocidos. En eso, son auténticos “hombres de la frontera” (frontiersmen), semejantes a los pioneros de las llanuras norteamericanas. Pero faltaron de realismo en apreciar las posibilidades reales, económicas y humanas, del núcleo potosino con su apéndice tarijeño con respeto a la apertura hacia el este. La comarca tarijeña, en este aspecto, pertenece bien a lo que he podido denominar en otra parte una “frontera fósil”.45
Estos dos dinámicos fundadores que sueñan con ocupar los territorios orientales y someter a sus moradores indígenas fracasan: Fuentes muere desposeído de su cargo de corregidor. Porcel de Padilla con una colonia abandonada y desconocida por los tarijeños. Precio de este fracaso, el hijo y el nieto de Porcel se vuelven, con los títulos de una jurisdicción meramente nominal, unos colonos aislados y sumergidos en medio del mundo chiriguano. En semejantes condiciones, los Porcel de Pineda se valen de sus alianzas personales con los indios y solo el potencial bélico que representa su grupo familiar reforzado de los guerreros chiriguanos les confiere algún prestigio y consideración por parte de las autoridades coloniales. Y, por fin, en la doble figura de Porcel Charabusu, encontramos un nítido caso de aculturación invertida: en general, los fenómenos de culturación que acompañaron la colonización del continente americano por los Europeos se marcaron por la imposición de la cultura occidental sobre las etnias indígenas; aquí es un descendiente de origen andaluz que adopta las pautas culturales del mundo chiriguano. Del “hidalgo” al “salvaje” podría ser la fórmula lapidaria de semejante proceso de enraigamiento.
Abandonando el campo de los itinerarios individuales y volviendo al de las mentalidades, es de notar el contraste entre las dificultades de los principios de Tarija (que volverán a repetirse en varias oportunidades a lo largo de la época colonial), agudizadas por el aislamiento crítico de sus fundadores y sus descendientes (Fuentes y los Porcel) por una parte y su idealización posterior en la memoria colectiva, recogida y cristalizada por los historiadores locales. Aquí la memoria escrita, erudita, prolonga en el imaginario tarijeño el recuerdo mítico del enlace andaluz y de los tiempos primordiales de la llegada y de la instalación.46
¿Cómo entenderlo?. Sugerimos una relación dialéctica entre el proceso de enraigamiento de los colonos (con la perspectiva del -no retorno- a la madre patria) en los valles fronterizos y la formación de una identidad colectiva: a medida que los colonos van asentándose y fusionándose parcialmente con el elemento indígena —generando la figura del “chapaco”, campesino “mestizo” (biológica y/o culturalmente) con rasgos hispánicos e indígenas intricados— y que las generaciones van sucediéndose cada vez más apartadas y olvidadas por los centros activos de la América colonial, se siente la necesidad de reactivar la prestigiosa ascendencia lejana-.
Por encima del espacio continental americano y de su disputa ocupación en contra de los moradores indígenas, la referencia a la tierra andaluza y a la gesta fundadora garantiza la identidad y la solidaridad de la sociedad tarijeña a la vez que legitima su empresa colonizadora. Tanto más paradójicos se revelan el aislamiento del fundador, Luis de Fuentes, y el destino de sus herederos en vía de asimilarse en lo más hondo (es decir el universo “salvaje”) de la naturaleza y de la cultura americana, a contra corriente del repliegue y de la añoranza indolentes de sus coterráneos.
40 Carta fechada en Esteco. 14-VIII-1672. Archivo histórico de Córdoba. Expedientes Judiciales, Escribanía 1, legajo 133. fol. 29 (agradezco a Gascon Dousset por esta referencia). El cronista jesuita. Pedro Lozano, refiere una «entrada» anterior del sargento mayor Diego Porcel de Pineda con el tercio de Tarija en el Chaco en agosto de 1671 (Descripción del Gran Chaco. Córdoba, 1733: Tucumán, 1947, pág. 200).
41 «Noticia de una jornada...», 1674. Biblioteca Nacional de Lima (copia en el Archivo de la Cancillería de La Paz). Sauces es el actual Monteagudo. aquí cierta confusión nace en torno al apodo de Charabuzu entre los Porcel de Pineda, padre e hijo.
42 Cartas de 27-VI y 3-IX-1683 transcritas por P. Lozano, op. cit.. pág. 244. Es de suponer que el sargento mayor D. Porcel de Pineda fue ascendido al grado de maestre de campo.
43 Carta del Padre Arce en Biblioteca Nacional de Rio de Janeiro. Sección: Manuscritos, col. P. de Ang-elis, 1-29-3,29. Ver también Lozano, op. cit.. pág. 262.
44 Esta representación (Tarija, 8-III-1710; Archivo Nacional de Bolivia, Sección Expedientes núm. 1711-475) merece un análisis detenido que dejamos por exceder el marco cronológico del temario de las Jornadas. Digamos que la participación tarijeña no se llevó a efecto. El padre Lozano (op. cit., págs. -267-270) no comparte este juicio crítico sobre la cooperación de Porcel de Pineda a los misioneros jesuitas.
45 Es muy posible que el P. de Pineda / Charabusu sea el hijo de la unión entre su padre y una chiriguana. Este grupo familiar mestizado hispano-chiriruano recuerda otro clan patriarcal mestizo hispano-guarani en la frontera de Tomirna/Sauces, cf. mi análisis es «Mestizos y Salvajes: los desafíos del mestizaje en la frontera chiriguana, 1560-1620> (en Mélanges de la Casa de Velásquez, mo XVIII. 1982 en prensa).
46 Cf. el artículo de Edgar Ávila Echazú, Tiempo mítico y tiempo histórico en Tarija; «Presencia», 2.° sección, pág. 3, La Paz, 26-VIII-1976. Acertado sobre la inmovilización del tiempo en la sociedad «feudal-patriarcal» de Tarija pero equivocado sobre la herencia indígena local en esta memoria mítica. Para concluir sobre la fuerza de los lazos entre Tarija y Andalucía falta estudiar los testamentos de los pobladores conservados en los protocolos de escribano de la ciudad.