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El sujeto criollo

Cántaro
  • Gonzalo Lema
  • 24/01/2021 00:00
El sujeto criollo
Gonzalo Lema Foto: Gonzalo Lema
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Nunca más fuimos los mismos. Leonardo García Pabón afirma bien: “Lo que es indiscutible es que esos siglos cambiaron aquello que entró en contacto de forma irreversible, tanto lo que ya existía en América como lo que provenía de España”. El encuentro de culturas sucedido terminando el siglo XV, además de modificar las estructuras esenciales de americanos y europeos, creó al criollo: ni sólo indígena ni sólo español. La naturaleza misma adquirió otra función para siempre: la explotación.

Si bien muchos relatos de Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, nacido en la Villa Imperial de Potosí (1676-1736), “apuntan a la verosimilitud narrativa y no a la precisión histórica” (García Pabón), es posible advertir cómo fue construyéndose, capa a capa, la mentalidad que ahora gobierna a los bolivianos. El creciente deseo por diferenciarse de los españoles y de (re)afirmar la identidad propia ha sido el impulso inicial; luego el creciente malestar; más tarde, las razones expuestas en “Últimos días coloniales en el Alto Perú”, de Gabriel René Moreno. El resultado fue la larga guerra de la independencia y la fundación de la república en 1825. Más fundamental: el resultado somos nosotros mismos.

“Por medio de sus desavenencias políticas, de sus amores y odios, de sus milagros recurrentes, de su devoción religiosa, Arzáns nos da un fresco maravilloso de una sociedad en la cual un grupo, el criollo, se siente legítimo sujeto histórico” (García Pabón). Un sujeto histórico impedido de resolver, diría hasta hoy, un hecho fundamental que también estudia don Octavio Paz: cómo ser occidentales estando en la periferia de Occidente. El primer paso para comprendernos se llama “excentricidad”.

Arzáns escribió toda su vida. Casado con una mujer mucho mayor que él, en tiempos que sucedía exactamente lo contrario, es posible afirmar que se consagró a sus crónicas como razón esencial de su existencia. Por fuentes fidedignas o inventadas, relata sucesos de los siglos XVII y XVIII acaecidos en Potosí, la ciudad que se construyó debido al Cerro Rico. Por ellos sabemos qué se pensaba en la época por estos lares, cómo se sentía, del copamiento de la fe católica, del lugar de las mujeres, de la riqueza de los mineros y de la pobreza de lástima de todos los indios. Es decir, de todo cuanto se debía entender como importante. “Cuanto y más que por mucho se escriba siempre hay más que decir”, se explicó él mismo.  

Algunos de sus relatos son dignos de antología universal. Es notoria la calidad narrativa de: “En que se refiere el segundo y general azote que descargó Dios en la Villa Imperial de Potosí con la inundación de la laguna de Caricari, y casos admirables que en ella sucedieron, y el estrago que hizo en su famosa y magnífica ribera”. Digno de cualquier momento de la narrativa latinoamericana, acompaña el reventón de la represa, el decurso violento de las aguas deteniéndose en casas, en cada ingenio minero, sigue con los cuerpos con/sin vida hasta que todo termina enterrado bajo lama y desechos de toda índole. Él lo sintetiza así: “Referiré algunos dejándome llevar de la corriente del agua y deteniéndome donde fue el suceso”. Bello, único. Si bien Bolivia se fundó más de un siglo después, debemos opinar con orgullo que Bartolomé Arzáns fue nuestro primer boliviano notable.

El suceso de la laguna Caricari fue cierto y sucedió el año 1626. Las aguas rompieron un lateral del dique y comenzaron su arrasamiento cuesta abajo llevándose lo que encontraron. La minuciosidad del relato es semilla de imaginaciones mágicas que habrán de caracterizar la literatura como la “imaginación latinoamericana”, capaz de dejar boquiabierto al europeo. La narrativa de Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Lezama Lima y García Márquez, de algunos “dejados pasar” como Roa Bastos y Donoso, y numerosos otros, va por la mismísima vena. Lo “real maravilloso”, como afirmó certero el escritor venezolano Arturo Uslar Pietri, se constituyó en el primer contacto de europeos con indios americanos.

No concluyó nuestro autor su obra, pero sí su hijo Diego. El trabajo de selección de sus Relatos que circula en Bolivia lo hizo, con esmero, el estudioso Leonardo García Pabón. Es precioso y conmovedor. Nos acerca a los orígenes de nuestra mentalidad contándonos la vida y avatares de los criollos en Potosí y alrededores. Sus amores cursis, sus agonías y reclamos de confesión, su predisposición a milagros, apariciones y encuentros con la Virgen María, con la virtud, la nobleza, el honor. Con todo aquello que el viento de siglos se llevó.

Cochabamba, julio-2020.  

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