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1ª Epístola a los Tesalonicenses
Pablo, fundador de la iglesia en Tesalónica



Autor: Pablo
Fecha: 51 d.C.
Tema: Preocupación por la iglesia
Lugar: Corinto
Pablo, fundador de la iglesia en Tesalónica, ciudad que está al norte de Grecia, escribe esta carta después de salir de esa ciudad para evitar disturbios por los celos de los judíos al Evangelio.
Pablo envía a su compañero Timoteo para que vea cómo están las cosas allá, mientras él viaja a Atenas y Corinto. Timoteo le da un resultado positivo de la nueva iglesia. En el Capítulo 1 Pablo les dice que ora por ellos, y los elogia.
Pablo define la vida de un cristiano “acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo” (v. 3).
En el Capítulo 2 recuerda cómo con Silas y Timoteo trajeron el Evangelio a los tesalonicenses, y cómo aceptaron el mensaje: “Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones” (v.3-4).
“Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (2:13).
En el Capítulo 3 vemos el amor de Pablo hacia estos creyentes, a quienes pide que no se inquieten por las presiones que tendrían, porque no hay forma de evitarlas, y tendrían que confiar en el Señor a pesar de las dificultades.
En el Capítulo 4, Pablo les enseña cómo debe conducirse un creyente, debe vivir agradando al Señor. “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación” (4:7). La palabra santificación (en griego agiasmos) significa apartado para Dios.
A partir de 4:13 al 5:11, Pablo habla de la segunda venida del Señor Jesucristo y la bendición que traerá con Él: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (4:16-17).
Pablo les recuerda la bendición de ese regreso, que el día del Señor puede ser un día de gozo, y no un día de juicio. Exhorta a los hermanos en Cristo para que honren a los líderes de sus iglesias por la labor que están haciendo, y tener sabiduría para tratarse los unos con los otros.
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (5:23).