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El niño de la navidad o el rey del mundo

Toñín, era hijo único de la cocinera del barrio

Cántaro
  • Nilda Castrillo de Varas
  • 18/10/2020 00:00
El niño de la navidad

El niño de la navidad

Toñin

Toñin

Toñin y madre

Toñin y madre

Toñin y trompo

Toñin y trompo

Toñin espejo

Toñin espejo

Ante el pesebre

Ante el pesebre

Cantor de villancicos

Cantor de villancicos

Niñito Dios Cusqueño

Niñito Dios Cusqueño

Los juguetes del niño

Los juguetes del niño

El angel azul

El angel azul

La estrella de luz

La estrella de luz

Toñin con el mundo a sus pies

Toñin con el mundo a sus pies

Nilda Castrillo de Varas

Nilda Castrillo de Varas

El niño de la navidad
Toñin
Toñin y madre
Toñin y trompo
Toñin espejo
Ante el pesebre
Cantor de villancicos
Niñito Dios Cusqueño
Los juguetes del niño
El angel azul
La estrella de luz
Toñin con el mundo a sus pies
Nilda Castrillo de Varas
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Dedicatoria

A los niños del mundo, de uno a cien años que, aún tienen la virtud del soñar y del asombro

 Toñín, era hijo único de la cocinera del barrio, tenía 6 años y dos dientes menos, sus cabellos hirsutos, incoloros, daban marco a una delgada y alegre carita triangular de grandes y penetrantes ojos negros, de tupidas pestañas. 

 Desde su nacimiento hasta sus dos años dio poco que hacer, pues no salió más que para lo imprescindible de su cajón; pero... los días llegaban junto con el desarrollo normal de todo ser y Toñín comenzó a preocupar a su madre a quien seguía arrastrándose por aquí y por allá, otras veces parábase temblando sobre sus débiles piernecillas, volcando y rompiendo todo lo que encontraba a su alcance, cuando las patronas descubrían estos desmanes, cancelaban a la madre hasta la última hora de trabajo y ponianlos "patitas a la calle". Entonces la humilde mujer lloraba amargamente. Sentada en cualesquier umbral, rodeada de sus amarros con Toñín en sus rodillas, que la miraba asombrado, ella lo reconvenía dulcemente: "Toñito, no seas travieso, nadie me quiere emplear por. ti" - "A este paso nos quedaremos sin techo y sin pan".

Sus manos acostumbradas al trabajo duro y rudo temblaban por el hijo. Y así anduvieron de casa en casa por todo el barrio, hasta que ya Toñín, de 3 años, salía a la calle ni bien clareaba el día.

 Campeón de la calle

A los cinco años, él era el campeón de los juegos callejeros, un "as" en pelota de trapo, carreras, chubis, bolitas de cristal y para sus diestras manos, no había trompo "cucarro".

 Pajarillo todo plumas

¡Por fin! Llegaron los 6 años, ya era un chico de mandados de honradez acrisolada, todo lo hacía con gusto y alegría. "Pajarillo todo plumas" que volaba para dar contento a los demás. Cuando la madre debía cambiar de empleo, decía a los patrones: - "Toñín come como un pajarito y es servicial para los mandados, no tiene juguetes de ninguna clase por lo que, no es malentretenido"- con esta carta de recomendación, Toñín era aceptado en su nueva casa, donde se escuchaba desde el amanecer: -"Toñín saca brillo a mis calzados" "Toñín trae mi desayuno" "Toñín trae mi corbata" "Toñín... Toñín... Toñí...í...í...ín". Era el personaje más importante, más necesario, -¡que chango para curtido!- comentaban admirados sus patrones.

Cuando iba por el periódico a diez cuadras de distancia de la casa donde vivía, entonces si se entretenía en el trayecto con su honda y se extasiaba mirando vitrinas, contemplando a ese osito de cuerda con su tambor enorme que tanta gracia le hacía. Si no fuera por el vigilante que parecía desconfiar de él, se quedaría a mirarlo toda una mañana.

Asombro ante el pesebre

La navidad se aproximaba, y había un movimiento inusitado en los hogares. En la casa de Doña Manuelita, donde trabajaba la madre de Toñín, vivían otros niños y junto con ellos Toñín esperaba ansioso el momento de entrar a esa estancia cerrada, donde los mayores en ceremonia especial, arreglaban el tradicional pesebre.

¡Por fin Después de tres días se abrieron las puertas! - y todos entraron en tropel, produciendo gran algazara. Toñín se quedó boquiabierto, ante el fabuloso arreglo del nacimiento y la profusión de juguetes de yeso, de cristal, de alambre y decenas de otros

 Cantor de Villancicos

La adoración daba comienzo a las 6 de la tarde y terminaba a la media noche, la música navideña salía plañidera "pick up" y ninguno como Toñín para bailar la "chulusca", la "cuadrilla", el "remolino", cantando a voz en cuello los villancicos. Aquella primera noche, después de tanta adoración y canto, rendido se sentó en un rincón apartado, borrado por la gigantesca sombra del ángel custodio que parado sobre un piso de verde musgo rodeado de heléchos      y geranios, daba el toque final al arreglo Navideño.

 El Niñito Dios Cusqueño

Desde el rincón donde se encontraba oculto podía contemplar sin perder detalle todos los juguetes y sus ojos negrísimos, detuviéronse admirados ante el Niñito Dios Cusqueño, a quien amaba sin saber por qué. Contempló su traje de tul celeste y blanco, los collares de oropel que lo envolvían, la gran bola dorada que representaba el mundo, y que le servía de asiento, luego ahí cerca, los reyes magos y sus camellos. Rodeaba el pesebre, un tupido bosque de verdes pinitos, donde se veían bandadas de exóticas avecillas, tigres, leones y pastores con sus rebaños de ovejas blanquísimas; pudo mirar y remirar sin que nada lo impidiera los juguetes de cuerda que tanto admiraba en las vitrinas, el oso tamborilero, los autos a control remoto, los trenes, y la banda de música.

Eran las doce de la noche... Doña Manuelita, como dueña de casa, despidió a todos los niños.

Cuando miró el rincón donde Toñín dormitaba y no vio nada, apagó las luces y cerró las puertas.

Los juguetes del niño

La estrella de Oriente, égida de paz en aquel pesebre de maravilla, lucia brillante y hermosa sobre el trono, inundando con su luz fosforescente el recinto. El pequeñuelo se acercó sigiloso al pesebre y levantó tímidamente los juguetes, dio cuerda al osito que no dejó de tamborilear en toda la noche, jugó con los autitos y trenes e invitó al Niñito a imitarlo, lo bajó de su mundo de oropeles y lo sentó a su lado hablándole con inmensa ternura, le expresó su felicidad, cantándole muy quedo los arrorrós que en su honor aprendió:

Arrorró mi Niño

Arrorró mi Sol

No quiero pan dulce

Sino mucho Amor

Ya casi era el alba cuando Toñín dejó al Niño y sus juguetes en su sitio para correr al aposento de su madre.

El Ángel Azul

A la noche siguiente, el ángel azul lo cubrió nuevamente y el niño pudo jugar con el Niño toda la noche, esta vez hizo ante él despliegue de sus habilidades, pues llevó consigo las bolitas de cristal, su trompo, sus chubis y se los obsequió depositándolos en medio de los otros juguetes; pero esta segunda noche tuvo que atravesar el jardín, patio y huerta, en medio de una lluvia torrencial, saltando sobre charcos en la

La estrella de luz

Nadie se percató aquella tercera noche de adoración cuando Toñín, no salió a danzar la cadenita, ni cuando su voz campanillera no se dejó escuchar en los villancicos. Sentado en el ángulo más lejano del salón, le daba vueltas la cabeza y temblaba de frío a pesar del calor del ambiente. Por momentos dormitaba, para despertar luego sobresaltado.

Cuando Doña Manuelita despedía a los adoradores, él quiso salir con ellos pero;.... sus pies estaban como pegados al suelo, luego la noche se hizo de ébano y reinó un silencio absoluto

LA ESTRELLA DE LUZ, iluminó nuevamente el aposento y Toñín pudo ver como Jesusito su pequeño amigo bajaba de su áureo trono y se acercaba a él, seguido de todos los juguetes.

Toñín saltaba de felicidad, enséñole el NIÑO juegos nuevos, y despojándose de su corona, púsola sobre su ardorosa frente, lo sentó en su mundo y el ambiente se llenó con la música navideña que emanaba de la banda de cuerdas. Entonces Jesusito, lávole con agua de rosas sus pies descalzos y resquebrajados y los besó, le limpió las lágrimas que perlaban en sus mejillas y le acaricio su cabeza dolida y ardiente

 Toñín con el mundo a sus pies

A la mañana siguiente, encontraron a Toñín, ceñida su cabeza con la corona del Niño y el mundo a sus pies... dormía plácidamente bañado de alegría abrazado del Niño Dios y los juguetes en desorden estaban tirados por doquier.

Este cuadro enterneció tanto a Doña Manuelita, dueña de casa y patrona de la madre de Toñín, que comprendiendo el mensaje que el Niño Dios le envió y al no tener herederos, decidió adoptar a la madre y al pequeño como hijos suyos, y desde entonces el niño y su madre vivieron felices acompañando con amor a la generosa anciana.

 

Amables Lectores

Si desean pueden darle otra terminación a esta historia navideña les autorizo con cariño

La autora

 

OBERTURA

Cómo no agradecer y reconocer que las luciérnagas que Nilda siembra, alumbran fas mentecitas de los niños y que ella generosa los pasea por los jardines coloridos y envuelve en sus fluorescencias de amor maternal!.

Niños, subamos en una nube encantada con una maleta repleta de lindos cuentos que el genio de Nilda les obsequia y ...¡buen viaje!, “con El niño de la Navidad o el rey del mundo”.

‘Martha Arana Campero Poeta de los niños

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