Mujeres tarijeñas
Suma y compendio de todos los encantos peregrinos son las mujeres tarijeñas.



Suma y compendio de todos los encantos peregrinos son las mujeres tarijeñas.
En sus caras relucen los resplandores del nacimiento del día; en sus ojos centellea el fuego de las más gloriosas pasiones; en sus labios está el secreto más tierno y apasionado amor, que se inmortaliza en besos infinitos; y en sus lenguas el milagro de todo ritmo, la fuente de la más dulce e inspirada música.
La tarijeña tiene tal gentileza y soberanía en su porte, y tanto garbo en su andar, que bien pudiera escogerse cada una para reina, divina y hermosa.
En su pecho se encienden hogueras de fe y de heroísmo, y toda su alma se ve como iluminada por los esplendores de todas las virtudes.
Si es novia, es fiel, sentimental y apasionada; si es esposa, es fuente de ternura y heroica guardadora del buen nombre y de la felicidad de la casa; si es madre, en fin, como el ejemplo más alto del amor verdadero, como arca sagrada donde se atesoran los más ricos dones del sentimiento inmortal.
En los labios de las mujeres tarijeñas, tienen la hipérbole, la frase donosa, todos los matices de la fina gracia y de la regocijante gracia; y si son palabras de consuelo las que fluyen de su lengua, no hay herida de amor o de desgracia que no sane con la medicina de su bálsamo milagroso.
¿Y en la mirada de la mujer tarijeña? ¡Cuánto fuego de amor y de ternura, cuánta llama de celo o de esperanza!
Pero lo que más caracteriza a la mujer tarijeña es la gallardía de toda su figura, lo ágil de sus movimientos, el ritmo de sus pies breves al andar. Andando esta mujer parece animada de un impulso de vuelo, y es cosa inexplicable el que no nazcan rosas de la tierra cuando ella la pisa.
¡Mujer de Tarija, reina altiva y soberana!