Del libro: “Costumbres y creencias del campo tarijeño” de 1993
Los encantos
Cuando chico oía hablar de encantos,



Cuando chico oía hablar de encantos, es decir de lugares donde el diablo vive o se ha apoderado de esos sitios y por lo tanto es una osadía llegar a ellos, o querer escrutar sus secretos.
Yo no sé si esta creencia de los encantos es en toda América o es tan sólo de la región andina, lo cierto es que en nuestra gente de campo hay la creencia en los encantos o sea en lugares y cosas, que a lo largo de los siglos se han vuelto intocables por el misterio que encierran, y según dicen, por la peligrosidad de contactarse con ellos.
En cuanto al origen de la creencia en los encantos, no recuerdo haber leído en ninguna parte, pues nadie se ha ocupado de ello, y no se ha ocupado por creerse innecesario o simplemente porque los intelectuales ignoran esta creencia; pero ya que nos ocupamos de las creencias campesinas de nuestra gente, no quiero pasar por alto este dato, sabiendo que en algunos departamentos de nuestro territorio nacional, nuestra gente de campo lo cuenta y como cosa cierta y real.
La verdad es que nuestro campesino cree que los tesoros ocultos, especialmente las fortunas amasadas quien sabe cómo, después de transcurrido algunos decenios de años, quizá centurias, en algunos casos, han pasado a ser posesión diabólica y por lo tanto es peligroso acercarse a ellos. El diablo a puesto como custodia para estos tesoros una gigantesca serpiente cuya cabeza es descomunal, muy parecida a la de un asno con grandes orejas.
Volviendo a pensar sobre el origen de la creencia en los encantos y después de haber descubierto algunas pinturas rupestres podemos afirmar, con toda certeza, que esta creencia es de notable antigüedad y se puede afirmar que su origen se pierde en la oscuridad de los siglos pasados, quizá anterior a los aimaras, los que son considerados como los habitantes civilizados más antiguos de América.
Los encantos, según opinión y pensamiento de la gente, se encuentran en los antros de las montañas, especialmente donde caen con más frecuencia los rayos, las centellas o en las cuevas, donde con toda posibilidad hay un tapado encantado. Cuevas estas formadas por erosión eólica o pluvial. También los tapados (tesoros escondidos), que de alguna manera causaron miedo o susto, estarían encantados, estos tapados sólo los salamanqueros podrían sacarlos.
Toda la gente cree que entrando una persona a una cueva encantada no saldrá de allí nunca más, por esta razón nadie se atreva a mancillar con sus plantas estos lugares temibles por su propia naturaleza.
Los campesinos, hablo de gente sencilla, no de profesionales, que en estos tiempos pululan por doquier, cuando oyen decir que en un lugar hay un encanto, tiene mucho miedo y procura pasar por lo más alejado posible de aquel sitio. Pues el atrevido pagará muy cara su osadía, el precio de este atrevimiento es perder la razón, quedando como poseído de satanás, esta es la opinión común de la gente, por eso a esta situación casi demencial de las personas, lo llaman tentadura, ha sido tentado por cosa mala. Es decir, en mi opinión, por algo desconocido e inexplicable, para ellos, pero que tiene su explicación científica.
Al juzgar, por lo que dice el campesino, los encantos se encuentran, también, en las peñas donde hay dibujos que parecen figuras de diablitos, ya sean naturales ya sean arqueológicos, y de esto deducimos que también pueden estar encantados algunos manantiales, ya que allí muchos niños, especialmente, se asustan o ven cosas extrañas.
Decíamos que todo encanto está custodiado por una serpiente descomunal, es verdad, que hay mucha gente que aseveran haber visto tales serpientes, es posible que hayan visto una constrictora, pero han exagerado la longitud del animal.
En todo lo que llevamos anotado al respecto de las visiones, en otro aparte de este trabajo y en esta página, da a entrever mentes poseídas de mnemopatía u otras enfermedades nerviosas que los hacen ver, mediante alucinaciones, cosas fantásticas.
No hay persona pobre e inculta o que perteneciendo a los simientos de la clase media que no esté cierto de la existencia de los encantos y tenga miedo entrar a una cueva donde creen estar encantada, porque está seguro que de allí no va a poder salir más a ver la luz del sol. De toda esta gente que cree en los encantos ninguna sabe, a ciencia cierta, que es lo que les va a suceder entrando a esas cuevas llamadas encantadas, ellos piensan que se quedarán como en éxtasis permanente, sin poder volver nunca en sí, no se sabe si por lo maravilloso o por una hipnosis diabólica.
Hoy me explico, por qué mucha gente me preguntaba y me pregunta todavía, si no he visto algo en las cuevas donde he entrado o si no me dio miedo, mirándome como extrañados de que no haya visto nada, comentando luego.
"Es que es padre " como queriendo sugerir él está con Dios nada le puede pasar.
Una vez un sargento de ejército me decía: "Dicen que hay un encanto en tal cueva, quisiera entrar, total si no salgo ya se sabrá, pero al mismo tiempo tengo miedo y no hay quien me quiera acompañar".
Este soldado me ha dado a entender que la creencia es una cosa generalizada.
Al oír contar de los encantos, por la viveza y el colorido con que lo narran, da la impresión de que fuera una realidad sin lugar a discusión alguna, cuando sólo se trata de una leyenda más de entre tantas que cuenta la gente y que se guarda como un acervo cultural en la región andina de nuestra América.
En Tarija tenemos la leyenda de la laguna de Copacabana, en la Región de Taxara. Esta laguna, según cuentan, habría sido un pueblo que por portarse mal a la manera de sodoma y gomorra, de la Biblia, por su pecado de deshonestidad los habitantes fueron sepultadas en el mar muerto, del mismo modo la población de Copacabana haya sido convertida en laguna.
Muchas personas del lugar cuentan, que en ciertos días del año, al pasar por su riberas, oyen cantar un gallo o tocar campanas, es un pueblo encantado, dicen, y el que osare adentrarse en sus aguas, será sepultado en ellas y quedará como los demás, encantado.
Los condenados
Ananías Barreto
Entre las vivencias del suelo chapaco está la de los condenados, pero yo no sé si esto es sólo de territorio tarijeño o también los hay en otras partes de Bolivia y de América. En Tarija se habla de condenados, en sentido de vueltos a la vida terrenal después de habérselos creído muertos, y ocuparse nuevamente de los quehaceres diarios.
Si en otras partes de Bolivia o del continente se cree en condenados, no sabemos si es en el mismo sentido tarijeño o en un sentido netamente teológico de estar alejado de Dios en el infierno.
Sea como fuere, hay muchas versiones, al respecto esparcidas a lo largo y a lo ancho del territorio nacional y en América toda. Se crea como se crea, los condenados en los campos tarijeños tienen un sentido terrorífico, aunque, según parece, los muertos que resucitan, no serían seres escapados de los antros infernales que saldrían a causar estragos entre los vivientes de esta tierra, esta versión no carece de sentido teológico, ya que pareciera que los condenados chapacos no fueran los escapados de los antros infernales, sin embargo, casi tiene un sentido parecido pues al levantarse, el muerto o la muerta, de su camastro velatorio o de su féretro, fue porque en vida no observaron, ni los mandamientos, ni los sacramentos, especialmente, el matrimonio. El muerto que se levanta sería el diablo en persona materializado en el muerto que se levanta para comérselo al concubino sobreviviente, huesos y todo.
Cuando uno de los concubinos muere, para evitar que el difunto o difunta vuelva a la vida, en cuyo cuerpo se encierra satán, se levantare para atrapar al sobreviviente y comérselo, sin que los acompañantes nada puedan hacer por defender, el concubino sobreviviente debe alejarse de la casa hasta que el cuerpo sea sepultado, así el muerto no tendrá ocasión de levantarse y cometer cualquier desmán; de todos modos, el curandero, o brujo estará atento a cualquier eventualidad y si el caso se diere que el cuerpo se reanimara, creyéndole muerto, el curandero (médico casero) se encargaría de dejarlo para siempre dormido a azotes brutales o a garrotazo limpio diciendo:
- "An vistu, por eso yo deciya que se quedara nu más y no viniera, velay aura sea condenao y no hay otro remedio que tirarlo, ansina".
Y hablando y accionando de un golpe mortal en la cabeza destrozándole el cráneo, dando muerte al que estaba con vida latente en estado cataléptico.
Hay mucha referencia y cuentos de que muchas personas han sido sepultadas vivas en una muerte aparente que la casualidad hizo que al exhumarlas las encontraran dados la vuelta o con las uñas arrancadas por arañar el ataúd. Fuera de estos casos sucedidos, según dicen, verídicamente, cuéntase de otros casos especialmente espeluznantes y macabros.
Ha tiempo atrás contábase que en la provincia Méndez, de nuestro departamento, cantón Tomayapo, comarca Agua de León, el siguiente suceso: Había un enfermo que vivía muchos años sin casarse, y al final los curanderos vieron que no podían curarlo y lo desahuciaron, "ya no tiene vida aura habrá que decirle a la fulana que se vaya de la casa, porque si muere puede condenarse".
A los pocos días fallece el hombre enfermo, vienen los vecinos, como es costumbre en los campos tarijeños, ella llora, pero le dicen que no debe llorar porque no es su marido, que por ese llanto puede condenarse, arreglan el cuerpo para el velorio poniéndolo en un catre de tientos, es lo común en nuestra gente de campo, y colocando cuatro velas de sebo, que es lo único que tiene el campesino, las encienden y se ponen a la expectativa, no dejándola entrar a la concubina. Posiblemente, el hombre no estaba muerto, porque a las pocas horas de estar velándose entró la concubina, tal vez con alguna diligencia, y el aparente muerto, se sentó y quiso agarrarla saliendo ella despavorida, al mismo tiempo, salieron los asistentes llenos de gran temor, algunos minutos después haciendo coraje, entraron los más valientes, encontrando al que parecía muerto sentado en el catre quejándose de los dolores que adolecía, lo atendieron y al otro día lo trasladaron a la comarca de El Puesto, lugar con mayor número de habitantes, donde, por espacio de varios días estuvo en cama atendido por sus amigos pero sin esperar que pueda recuperar la salud y teniendo advertida a la compañera que no entrara por nignún motivo a donde estaba el enfermo, pero no pudiendo resistir en ver al enfermo, entra a la alcoba del enfermo para cerciorarse el estado de salud, el enfermo que estaba casi inerme se incorpora y con las últimas fuerzas, la quiere agarrar, pero ella corre para no dejar agarrar saltando una cerca que a los 25 metros había, la cerca era de espinos, el enfermo queda atrapado en la cerca y tendido de bruces para no levantarse más, tampoco la mujer volvió a entrar donde estaba velándose el cuerpo de su compañero.
En este caso tan peculiar, vemos que los campesinos llamaron condenado a uno que no estaba muerto. En un primer momento, el enfermo estaba en estado de coma, que recuperando un poco su estado vio en su compañera algún monstruo con quien quiso medirse y al darse cuenta de su impotencia y soledad quedó tranquilo y manejable, por eso los amigos lo atendieron. En el segundo momento, le vino un ataque de delirio viendo fantasmas, por eso salió corriendo tras la compañera, que al encontrarse con la cerca y quedar prendido en ella quedó exánime.
En la provincia O’Connor se relata otro caso diferente a que acabamos de relatar, el suceso pasó en Canaletas y lo refieren de la siguiente manera: Cuéntase que una joven cayó enferma empeorando día a día más y más sin que nadie o mejor, ningún curandero, pudiera dar con el remedio adecuado, hasta que llegó el día de su deceso, reúne la gente para el velorio, costumbre muy loable en los campesinos tarijeños. Después de practicados los menesteres acostumbrados, previos al entierro, colocan el cadáver de la joven en el ataúd, pero sin colocarle la tapa, como es costumbre en algunas comunidades, para que la gente pueda perdonarse del difunto y despedirse a la vez. Esta ceremonia tiene lugar en el cementerio, aquí hay los abrazos al cajón y el perdonarse y la postrera despedida con llantos, lloros y sollozos dando lugar a una escena teatral y podríase decir, que esto se realiza en las fauces mismas de la sepultura abierta; en el caso de la joven se dice que caía una garua menuda, estando cerca del campo santo, la joven, por acción de la fresca llovizna y medio aturdida se sentó.
La joven aparentemente muerta, a causa, quizá de un ataque neurálgico, con el fresco de la llovizna la joven se sentó, casualmente mientras hacían un paro de descanso. Todos los acompañantes muy asustados corrieron desconcertados en todas direcciones, menos el curandero, quien mirándola fijamente, dejó de cantar sus coplas de albanza, compás que en algunas comunidades acostumbran cantar a los muertos; al verla viva dijo:
- "Yo te via enseñar" y tomando una azada le dio un tremendo golpe en la cabeza dejándola tendida para siempre, bañada en un charco de sangre.
En estos dos relatos de condenados, podemos ver una creencia occidentalizada, interesada y tendenciosa, podemos auscultar una sacramentalización ritualista sin conocimiento de lo que es el sacramento del matrimonio, ni de lo que se quiere con su celebración. Esta creencia y acto de la sacramentalización de lo incomprensible los lleva a acciones criminosas como en el segundo relato de la joven, de quien no se dice ni siquiera haber tenido un novio que hubiera causado el levantarse del lecho de la muerte, pero que el caso se desenlaza en una monstruosidad criminosa.
Estas creencias absurdas de que el condenado es posesión materializada del diablo hace que un muerto vuelva a vivir para comerse al compañero vivo.
De estos relatos está llena la campiña tarijeña, algunos de ellos no tienen lógica, el condenado está careciendo del sacramento del matrimonio y hay que administrárselo.
En muchos casos los resucitados son personas inocentes, en cuyos cuerpos nada tendría que ver satanás. Sólo podemos ver en estos casi muertos, como los llama el doctor Raymundo Moody investigador de estos casos, muertos aparentes que sólo han sufrido un colapso cataléctico y nada más.
El Kiuchi
Ananías Barreto
Algunos fenómenos de la naturaleza son antropomorfizados por nuestra gente americana atribuyéndoles acciones humanas. Entre tantos fenómenos antropomorfizados está el arco iris llamado por nuestra gente KIUCHI.
A este fenómeno de refracción de la luz, nuestra gente campesina lo personifica dándole caracteres mefistofélicos en su accionar. Los campesinos creen que en el arco iris (Kiuchi) se presenta el mismo satanás porque tiene necesidad de algo, al igual que cualquier humano, esta necesidad puede ser sexual o de alimento. Cuando es sexual busca una mujer si el kiuchi es macho y si es hembra buscará un hombre y en caso de no tener esa necesidad a cualquiera indistintamente.
Cuando una mujer se sienta a orinar en dirección del kiuchi quedará embarazada, embarazo que nunca tendrá fin, pues la criatura supuesta nunca nacerá, y la mujer con el correr de los años morirá. La misma suerte correrá el hombre que se atreva a orinar desafiando al kiuchi hembra, se le inchará el estómago e irá creciendo a medida que pasan los días como si realmente estuviera esperando familia y al cabo de algunos años el hombre morirá.
En caso de que el kiuchi tenga hambre de carne, el incauto que primero lo mire o apunte con el dedo, quedará tuerto o sin dedo porque el kiuchi se lo habrá comido, haciendo que se enferme el ojo o se pudra el dedo. De la misma forma puede comerse cualquier miembro de cuerpo.
Estas personas hinchadas enfermaron con hidropesía, pues al extraerles el agua, esta parece como de colores por esta causa la gente se lo ¡astribuye al kiuchi, el estar con esta anormalidad o como nosotros diríamos el estado hidrópico del individuo.
Como se ve, esta creencia, no sólo quiere personificar a los fenómenos telúricos, sino que, podemos comprobar, la gente de nuestros campos también los divinizan dándoles poderes netamente nefastos, fenómenos que solamente dañan a personas inocentes.
Entre la gente campesina se cuenta la siguiente leyenda, leyenda que nos aclara, de alguna manera la creencia en el arco iris (kiuchi).
"Una mujer que estaba embarazada para el kiuchi se encontraba a punto de dar a luz, en ese momento se presentó el kiuchi puesto un poncho de vivísimos colores y con las manos tapándose la boca, tenía los ojos inquietos y chispeantes, esperaba el momento oportuno en que el niño naciera para tragárselo o en caso contrario, para engullirse a la parturienta, pero los que asistían a la enferma trajeron pañales mojados y le golpearon la cara y la cabeza para ver si se alejaba del cuarto donde estaba la enferma, pero el kiuchi hacía esfuerzos por acercarse más y más a la enferma, le echaron agua pero el kiuchi no se retiraba, sino que apartando las manos de la boca mostró la descomunal cavidad bucal con la que quería engullirse a la criatura juntamente con la madre. Como es de imaginar las mujeres asistentes huyeron despavoridas y los hombres lucharon con el kiuchi hasta que pensaron que había que asustarlo de alguna manera y para ello trajeron agua cristalina en un lavador y empezaron a echarle tinta de muchos colores, el kiuchi al ver que el agua iba cambiando de colores se asustó grandemente pensando que los hombres habían aprensado a otro kiuchi y que podían agarrarlo, también, a él, esto fue suficiente para que el kiuchi huyera. Los hombres lo persiguieron, pero cuanto más corrían el kiuchi más y más lejos se lo veía hasta que lo vieron entrarse a un hormiguero".
No toda la gente habla del hormiguero, pues mientras unos hablan de los hormigueros donde el kiuchi entra y sale, otros hablan de los curichales o pujios, y es por eso que también al arco iris lo llaman curichi. Los curichales o pujios son barrizales de donde resuma agua y crece la quirusilla..
De lo expuesto nos damos cuenta que este fenómeno es demonizado y materializa antropomórficamente para hacer daño a los miembros de las personas.
El kiuchi o arco iris se forma por la refracción de la luz en las gotitas diminutas de agua que quedan después de un aguacero y se lo ve a contra luz.
Los remolinos
Ananías Barreto
Es interesante saber que, no sólo nuestra gente sencilla de América, cree en los fenómenos telúricos, sino que también los países desarrollados de Europa tengan creencias similares a la de nuestra gente, y ponemos un ejemplo Irlanda. La gente sencilla irlandesa cree que el remolino es originado por las almas que necesitan oraciones. Las personas que ven un remolino se postran en actitud suplicante rezando a Dios por el alma que está en el remolino.
En nuestra América, especialmente, entre nuestra gente chapaca, la creencia es totalmente distinta. Frecuentemente se ve, a nuestros campesinos, hacer cruces a los remolinos que se levantan en cualquier sitio. Nuestra gente cree que en todo remolino al centro se encuentra una serpiente de mayor o menor tamaño según sea más grande o más pequeño el torbellino.
El campesino al referirse a la serpiente no dice serpiente sino "serpe".
La serpiente (víbora), tal como suena la palabra en el concepto campesino, es una víbora descomunalmente grande, y serpe, tiene como sinónimo diablo o espíritu del mal
El campesino al creer que el remolino es reproducido por la serpe o espíritu del mal o maligno como él lo llama, se sugestiona y enferma. Esta enfermedad no es curable con medicinas de laboratorio, por lo tanto el enfermo no acude al doctor en medicina, sino al médico casero (1)
Esta clase de enfermedad estaría en la línea de enfermedades que Aguiló las denomina Mágicas, de acción maligna. Maligno para el altiplánico y para el chapaco, tiene el sentido de diabólico y no patológico como lo llamaríamos nosotros. Las personas afectadas por esta clase de enfermedades, en realidad, sufre una neurosis sugestiva más o menos aguda a causa del susto que le ocasionó el remolino al envolverlo en su vorágine.
Los campesinos al creer que los remolinos son productos diabólicos, están expuestos a trastornos psicosomáticos y a alucinaciones de todo género. Por eso, ellos dicen, que ven en el centro del remolino una víbora parada en su cola y bailando, y si no es la serpiente, es el mismísimo satanás con su cola en forma de serpiente; al diablo lo ven sonriente y alegre.
- "Cuando una persona ha visto a satanás, siendo envuelto por el remolino, enferma de desespiritadura y por la tentación sufrida está rayano a la demencia" dicen.
Los curanderos se valen de estas creencias para explotarlos al máximo, aunque ellos mismos tienen las mismas creencias y más acentuadas todavía.
La cultura chapaca es un sincretismo de las diferentes culturas asentadas anteriormente a la conquista española. Los asentamientos étnicos en el valle de Tarija fueron múltiples, desde la cultura de las lascas hasta la llegada hispánica, cada cultura trajo lo suyo y los españoles, por supuesto no se quedaron atrás trajeron lo que había en España.
(1) Decimos doctor en medicina, porque el campesino lo llama doctor y al curandero médico casero.
El Koqueña
Ananías Barreto
Todos los pueblos han tenido y todavía tienen sus divinidades que tutelan la fauna silvestre, el koquena entre quechuas y aimaras o el curupí en las selvas amazónicas u otras deidades que tienen el cuidado de la fauna silvestre, como el fauno de los griegos y romanos.
Los campesinos tarijeños en un sincretismo cultural temen y veneran a un dios pastor de la fauna silvestre. El koquena.
El koquena es una divinidad que tutela la fauna silvestre de los valles y altiplano boliviano-peruano. Ese dios de los cerros y de los valles fue creado por la imaginación de las culturas andinas y asimilada por nuestra gente chapaca, quien tiene como cosa cierta su existencia.
Según esta creencia, el koquena cuida con solicitud los animales silvestres no permitiendo que se abuse de la caza de animales de cierto precio comercial o por su carne de exquisito sabor o por su piel. La caza abusiva, para fines netamente lucrativos es castigado drásticamente por el Koquena. El castigo que el koquena inflige, al abusivo que se atreve a cazar con demasía sólo para ganar dinero, es una enfermedad que nada ni nadie podrá curarlo.
Si bien el koquena es un ser drástico con las personas que abusan de la cacería de animales salvajes, sin embargo se muestra compasivo con las personas que requieren su ayuda, esta ayuda consiste en darles suerte en la crianza de animales domésticos.
Vamos a describir una de tantas versiones que la gente cuenta. (1)
Se cuenta que en Ckeñaihuaico, un empecinado cazador de venados, caminando por cerros y lomeríos en busca de su presa para cazarlo y vender su piel y carne, vio a un hombrecillo de pequeña estatura con atuendo de hombre altiplánico, que iba arriando, arriando una manada de estupendos venados y dirigiéndose al empecinado cazador le increpó diciendo:
- "¿Por qué matas mi ganado? ¿quién te ha dado permiso? has de saber, pues, que si matas uno solo de estos mis venados morirás"
Dícese que el famoso cazador no tuvo mucho en cuenta la amenaza, y volvió en busca de las reses que mataba y vendía a un buen precio en Villazón o La Quiaca; pero ocurrió lo inesperado, estando en uno de esos cerros buscando venados, de un momento a otro sintió fuertes dolores de cabeza, volvió a casa, la mujer llamó a los curanderos, estos diagnosticaron seguramente que el enfermo ha visto cosa mala (2) y nada pudieron hacer para curar al enfermo, por supuesto no acudieron a ningún facultativo, y como era de prever, el enfermo después de algún tiempo murió, quien sabe de qué mal, la cosa quedó así.
Dícese de un hombre que angustiado iba en busca de algo para cazar y llevar un poco de comida para su casa. Al llegar a la cima de un lomerío vio una pareja de altiplánicos pastando un buen rebaño de venados, vicuñas y guanacos.
Ella hilaba lana de vicuña y él llevaba en la mano una honda hecha de lana de guanaco. Eran de estatura pequeña y con acento altiplánico, el hombrecillo acercándose al desesperado campesino le preguntó:
"Qué buscas Wiracocha? le hablaba de una manera dulce y serena infundiendo confianza. El campesino extrañado al ver aquella pareja de pigmeos pero sin perder la calma respondió:
"Busco algo para comer y llevar a mi casa para que coman los míos".
El koquena le dijo:
"Mirá, te voy a dar una res de estas cuya carne venderás y con el precio comprarás una vaca y nunca más volverás a tener necesidad".
Y enlazando uno de los venados, el más grande y más gordo lo faeneó y entregó la carne al campesino y marchándose con el resto y desapareciendo en la hondonada.
Cuando le preguntan a este campesino riograndeño cómo tiene tanta hacienda responde:
"He charlado con el koquena".
Pero es verdad don Reinaldo? pues ese es el nombre del campesino que dicen que tiene muchas vacas y animales en general, él contesta invariablemente:
- "Sino, cómo voy criar entonces?.
Como acabamos de ver, el o la koquena puede presentarse, a los ambiciosos cazadores ya en figura de mujer ya en figura de varón. Las amenazas proferidas por cualquiera de los dos serán cumplidas inexorablemente.
Cuando el koquena va a proferir una amenaza se presenta muy serio, enojado y con el ceño fruncido, señal de mal agüero, hay que prepararse a recibir la amenaza, e inmediatamente volverse a casa, porque, si no se cumple el precepto emitido como orden prohibitiva, sin duda habrá acaecido la muerte del individuo infractor; pero si el koquena se presenta tranquilo, sereno y hasta sonriente, la suerte está de parte de quien lo ha visto, y más todavía, si el koquena se le acerca y hasta conversa con el agraciado, seguro que le obsequiará cualquier cosa: coca cigarros, llicta, etc., el favorecido saldrá de pobre y de cualquier modo hará fortuna.
Por el modo de vestir el koquena, nos hace pensar que es una creencia mística venida de más allá de los quechuas y aimaras, pero asimilada por estos y trasmitida a los campos tarijeños en quienes se encarnó para vivirla. El koquena parece ser una divinidad pequeña de menor influencia con respecto a los dioses grandes como Inti, Wiracocha, etc. y por lo tanto el koquena ha de tener una cierta semejanza con los demiurgos griegos especialmente con los sátiros, pero vestidos a la usanza altiplánica.
Todos estos duendecillos imaginarios que la gente cree ver en sus alteraciones psíquicas, especialmente cuando se encuentra en estado de neurosis o mejor cuando está perturbada por múltiples y fuertes preocupaciones familiares, ya sean sentimentales ya sean sociales. Este estado anímico puede alterar la mente de las personas, sobre todo de aquellas que están mal alimentadas.
(1) Me lo contaron como cosa cierta al inquerir sobre el koquena.
(2) La gente llama cosa mala al diablo