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Contribución al estudio de la Gesta Güemesiana: Idea y Acción (Tercera parte)

GÜEMES Y EL HONOR Güemes, hombre de excepcionales cualidades traducía en sus gestos la nobleza de espíritu y hacía gala del honor. Esta cualidad va unida al concepto de hidalguía, de la convicción profunda de los principios y valores que enaltecen al ser humano. Sin el honor la vida...

Cántaro
  • María Irene Romero
  • 20/10/2019 00:00
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GÜEMES Y EL HONOR
Güemes, hombre de excepcionales cualidades traducía en sus gestos la nobleza de espíritu y hacía gala del honor. Esta cualidad va unida al concepto de hidalguía, de la convicción profunda de los principios y valores que enaltecen al ser humano. Sin el honor la vida civilizada no es posible y menos aún en quien se erige como cabeza de gobierno de la provincia. Honor y fidelidad a los principios son la medida de la grandeza del héroe.
La fidelidad de Güemes a la causa de la libertad de la Patria se visibiliza en las respuestas que ofrece a los jefes realistas Pedro Antonio de Olañeta y Guillermo de Marquiegui, en oportunidad que le hubieran ofrecido recursos materiales para que abandonara el mando de las tropas a su cargo y dejara expedito el camino al ejército invasor. En senda epistolar fechada en 19 y 22 de setiembre de 1816, Güemes rechaza los ofrecimientos y puntualiza su adhesión a las ideas emancipadoras y la confianza en la labor de sus escuadrones gauchos.
En las cartas se confirma otro rasgo distintivo de la personalidad de Güemes, el honor, que se traduce en el respeto intrínseco a los ideales que animan a su accionar.
En la devolución a Marquiegui se expresa, “Con la de Ud. de 19 del corriente he recibido otra de su general Olañeta… me remito a su contestación en lo principal de la solicitud. Repito a Ud., lo que digo a aquél, agregando que yo no aspiro a premios ni recompensas. Trabajo por la libertad del país…”. 31
La respuesta a Olañeta responde a este mismo tenor, contiene entre otros, estos términos que evidencian su hombría de bien y su resolución en lo referente a la solidez de su pensamiento del curso que había de seguir la emancipación: “Al leer su carta de 19 del corriente formé la idea de no contestarla para que mi silencio acreditase mi justa indignación; pero como me animan sentimientos honrados, hijos de una noble cuna, diré a Ud., que desde ahora para siempre renuncio y detesto ese decantado bien que desea proporcionarme. No quiero favores con perjuicio de mi país: éste ha de ser libre a pesar del mundo entero…”.32
En carta de Guemes a Belgrano, hace alusión directa a su honradez, un rasgo que se reitera en la documentación. Reafirma esta cualidad y previene sobre no prestar atención a un sector que difamaba al gobernador. También hace presente que no espera comprensión en la generación de su tiempo, sino que este beneficio le sería concedido en generaciones futuras, presagio que luego fue cumplido. 33
En estas epístolas subyace una idea íntimamente vinculada con el honor. En la filosofía griega, el honor es el reflejo del valor interno en el espejo de la estimación social, pero también por la conciencia de su valor por el reconocimiento de la sociedad a la que pertenece.

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El elogio y la reprobación son la fuente del honor y del deshonor. Elogio y censura son considerados por la ética como el hecho fundamental de la vida social, mediante el cual se manifiesta la existencia de una medida de valor en la comunidad de los hombres.
Una de las facetas de la personalidad de Güemes es la grandeza y el valor que le confiere al honor, rasgos que aproximan a la heroicidad.
En carta de Güemes a Juan Marcos Salomé Zorrilla, sobresale la capacidad de perdón y olvido ante el agravio recibido y la ofrenda generosa de la amistad. En la correspondencia se destaca la capacidad de priorizar la amistad en beneficio de la patria. Es Güemes el hombre que vence cualquier mezquindad, prioriza el buen diálogo y la política de buena vecindad.34
Un testimonio esclarecedor de la dignidad y honor de Martín Güemes es la respuesta a los comisionados del Virrey Pezuela, quien le propusiera pasarse a su bando, y que es citado en las Obras Completas de Juana Manuela Gorriti. En el mismo se relata:

“…Era una carta confidencial en que La Serna, después de apurar todas las seducciones que pueden subyugar a un hombre para inducirlo a abandonar…Decid a vuestro Virrey, añadió arrojando su carta al suelo con ademán suave y majestuoso, que Martín Güemes, rico y noble por su nacimiento, ha sacrificado su fortuna entera en el servicio de su patria; y que para él no hay títulos más gloriosos que el amor de sus soldados y la estimación de sus conciudadanos. Con ello Güemes se despidió y el Coronel realista después de su partida exclamó: “Con tales adversarios nuestros esfuerzos serán vanos y América se perderá pronto a la Corona de España”. 35

MARTÍN GÜEMES Y LA IGLESIA
La sociedad a comienzos del siglo XIX presencia un sistema colonial que empieza a eclipsarse emergiendo un nuevo orden institucional y legal que se gesta en cuarteles, cabildos, universidades y salones. En esta encrucijada, solo un elemento se mantiene firme: la vida cristiana que se desarrolla en ciudades y campaña. La religión, es lo incólume en todo este proceso. En tiempos de transición, el colectivo social necesita el reaseguro que le proporciona lo eterno, representado por las diferentes jerarquías religiosas, en la prédica, en los ritos y en las enseñanzas que de ella emanan. La adhesión a la Iglesia Católica es plena.
Las autoridades virreinales como luego los patriotas, reconocieron el fuerte ascendiente que tenían los miembros de la Iglesia sobre la población. La Iglesia ostentaba la representación de lo más noble y rico como así también de lo más sencillo y simple de la sociedad. La Iglesia era la prolongación de la casa, el clero, la continuación de la familia. La honra de la Iglesia era la honra de la población. La causa de la religión era la causa del pueblo. Iglesia y religión era la base firme de la sociedad y anidaban en lo más profundo del ser.
El clero ejercía un poder moral sobre la opinión pública. Su influencia había de ser considerado en el diseño de las políticas públicas. Por otra parte, la Iglesia ejerció un rol fundamental en la educación de generaciones de americanos que luego tradujeron sus conocimientos en los Cabildos americanos. En los seminarios y universidades, se había abonado y sembrado un bagaje doctrinal que fructificó, cuando la libertad dejó de ser una utopía para convertirse en una realidad. La ‘clerecía’ que se adhirió a las Juntas, gestó su actitud en un largo proceso mental.
Pero, en los vientos que agitaron el proceso emancipador, recayó una sombra de duda acerca de la fidelidad de la jerarquía religiosa. Así obispados y arzobispados quedaron vacantes y algunos de sus miembros fueron puestos en prisión, acusados de traición a la causa emancipadora.
En nuestra obligada compulsa documental, se encuentra que el gobernador Güemes era un hombre creyente, fiel católico, pero por sobre todo, un respetuoso hijo de la Santa Madre Iglesia. Ante la infausta prisión del Obispo de la Diócesis de Salta, Monseñor Nicolás Videla del Pino, acusado de mantener correspondencia con los jefes realistas, le manifiesta su solidaridad y afecto. Una epístola fechada el 14 de agosto de 1815, revela estos nobles sentimientos, “…En su contestación, ruego encarecidamente a V. I. se digne franquearme su voluntad, y decirme lo que necesita para venir a ésta, seguro de que será servido con preferencia. No escribo al Supremo Gobierno por ahora, y en el ínterin me presta V. I. su consentimiento, con el cual también, obrará este Cabildo, a mis insinuaciones”. 36
No sólo Monseñor Nicolás Videla del Pino fue acusado de traidor, algunos prelados corrieron esta misma suerte, entre ellos el postrero Arzobispo de Charcas, S. E. R. Benito María de Moxó y de Francolí, designado por la Providencia para poner término a la historia colonial. Fue acusado de haber liberado a los vencidos en la Batalla de Salta del juramento prestado, de no volver a tomar las armas contra las Provincias Unidas del Río de la Plata. Este juramento había sido una exigencia de Belgrano para conceder la libertad a Pío Tristán y su ejército vencido, después de la derrota. Rondeau ordenó el destierro del Arzobispo sin permitirle despedirse de su feligresía.
Al aproximarse Moxó a la Gobernación Intendencia, Martín Güemes informado de su inminente llegada, adopta medidas para otorgarle una espléndida recepción con todos los honores. Ordena al teniente gobernador de Jujuy don Mariano Gordaliza dispense todas las consideraciones en atención a su alta dignidad, disponiendo los mejores obsequios y facilite su traslado rumbo a Salta.
Martín Güemes no escatimó detalles para recibir al Arzobispo en desgracia. El 5 de diciembre instruyó al Provisor del Obispado de Salta, don José Alonso Zabala sobre los recaudos que debía tomar:
“Aunque el Señor General en Jefe del Ejército del Perú ha dispuesto que el Ilustrísimo Señor Arzobispo de los Charcas pase hasta la ciudad de Tucumán, he tenido a bien por las justas consideraciones y sin perjuicio de las órdenes de dicho Señor General, que entre en ésta, ya sea a tomar algún descanso de sus fatigas, ya sea por la estación rigurosa de lluvias y calores le sería demasiado grave cuando por otra parte mira este gobierno con todo respeto la alta dignidad que representa. Lo comunico a Vuestra Señoría para que en unión con el ilustre clero, le dispense el día de su entrada los honores que le competen y se le proporcione y disponga la casa que ha de ocupar y servir de Palacio”.37
Moxó y Francolí38, arribó el 8 de diciembre a Salta, siéndole permitido la libre circulación dentro de la ciudad, esto constituyó la cárcel del arzobispo. También dispuso Güemes que la autoridad policial, se presentara ante el prelado a los efectos de comprobar su presencia. Con estas medidas, el gobernador de Salta, confrontaba directamente con la orden del Director Provisorio y Jefe del Ejército del Norte, el General Rondeau. La reacción no se hizo esperar, un oficio compelía al pronto traslado de Moxó a Tucumán. Esta orden no se pudo cumplir ante la invasión de Rondeau a la gobernación intendencia. Transcurría el mes de marzo de 1816. En los días siguientes, y luego de complejas diligencias se suscribía el Pacto de los Cerrillos, retirándose el General de Salta.
La diplomacia de Güemes, en relación a la posición del arzobispo -quien representaba al bando realista-; fue la de actuar como un auténtico gobernante católico. Logró compatibilizar las necesidades de la guerra, con el respeto y el afecto que él y el pueblo de Salta sentían por el pastor en desgracia.
Otra expresión del espíritu católico de Güemes fue la erección, bendición y nombramiento de capellán de la Capilla de El Chamical o de San Martín de Guaguayaco. Un oficio enviado al Provisor José Gabriel de Figueroa, expresa: “Agitado de las reclamaciones con que varias personas piadosas y cristianas me han convencido de la necesidad espiritual que concurre para la colocación de una capilla rural en el punto del Chamical, ya por los muchos individuos que se han establecido en sus inmediaciones, cuya asistencia de sacramentos exige el más exacto cumplimiento…”. 39
El Padre Fernández fue designado capellán de la iglesia de El Chamical y mantuvo comunicación con Güemes. Cuando éste fue herido de muerte, lo asistió en su larga agonía y en su deceso, fue quien condujo los restos mortales a la capilla de El Chamical donde le dio sepultura el 18 de junio de 1821.
Otra manifestación del espíritu religioso que animaba al héroe gaucho se manifiesta en la Proclama de Güemes a los salteños, de fecha 27 de setiembre de 1816, en la que reconoce los auxilios divinos en la protección de las acciones en las campañas emancipadoras. También tiene palabras agradecidas para con la Virgen de la Merced, devoción a la que Belgrano le diera el grado de “Generala”, luego de vencer a Pío Tristán el 24 de setiembre de 1812 en la Batalla de Tucumán. En la proclama expresa: “El Dios de los Ejércitos protege visiblemente la justicia de la sagrada causa americana. Nuestra Generala acredita del mismo modo su protección, pues acaso en el glorioso día de su festividad la hemos experimentado con el desengaño de vuestros liberticidas. A Él debéis rendir cordiales gracias, como lo ejecuta vuestro gobernador”.40

GÜEMES Y SU ENTORNO
Así también forma parte de la personalidad de Güemes, el afecto hacia su núcleo familiar. Una epístola de 16 de abril de 1816 y dirigida a Domingo Puch; su padre político; muestra su faceta de amantísimo hijo político y en la confianza para compartir sus inquietudes en referencia a la marcha de las acciones que en carácter de gobernante realizaba. La carta refleja una amorosa intimidad y el respeto hacia su suegro: “Mi estimado padre: Ya dije a Ud. en mi anterior lo que en sustancia ha ocurrido después del movimiento del Ejército. El resultado ha sido feliz, pues obra, la unión, la buena fe, y la íntima amistad… Baste decirle que la unión con el general, ha de producir efectos ventajosos a esta provincia y a la causa en general”. 41
Güemes escribía a su esposa Carmen Puch, con auténtico afecto, esboza la esperanza en la conclusión del proceso emancipador:

“Mi adorada Carmen mía: Es tanto lo que tengo que hacer que no puedo escribirte como quisiera; pero no tengas cuidado de nada, pronto concluiremos esto y te daré a ti y a mis hijitos mil besos, tu invariable Martín Güemes”. 42

La amistad de Güemes a Belgrano, fue motivo para que le compartiera en reiteradas oportunidades los sucesos familiares. Así el 13 de febrero de 1818 le confía su pesar por la enfermedad de su hijo mayor:

“Mi Martincillo está expuesto al furioso ataque de las viruelas; para evitarlo, espero me mande Ud. un poco de la vacuna que aquí no la hay y servirá también para muchos infantes”.43

Otra carta de Güemes a Belgrano fechada en Salta el 12 de agosto de 1818, de tono coloquial, expresa que la franqueza ha sido el rasgo característico de su amistad:

“Compañero y amigo el más querido: Cuánto me alegro que esté Ud. aliviado del golpe que recibió y sin temor de resultas, por habérsele acudido a tiempo.
Ni soy, ni seré jamás injusto con mi amigo. Siempre he hablado a Ud. con franqueza en justa correspondencia; y así continuaré mientras viva. Si alguna de mis expresiones tiene algo de acaloramiento gradúela Ud. por sus antecedentes, pero nunca crea que tienen otro objeto, que el de elevarlas al tribunal de la amistad. Olvidemos esta materia... Siempre de Ud. Constante amigo y fiel compañero. Martín Güemes”. 44
CONCLUSIÓN
Las campañas por la emancipación de estos territorios, que se traduce posteriormente en la Declaración de la Independencia, son la fuente de un proyecto no sólo bélico- político, sino un proceso espiritual mediante el cual nacen y se desarrollan las nuevas naciones. Toda la historia posterior conserva este sello de origen que es el de la etapa de definición de sólidos principios morales y espirituales, que anidaban en una población bravía que asumió el desafío de ofrendarlo todo en aras de conseguir el ideal de la libertad. La lucha y la victoria forman parte de ese objetivo primigenio, conceptos que arraigan en ideales caballerescos, una verdadera prueba de fuego de la virtud humana. No significa simplemente el vencimiento físico del adversario, sino la búsqueda de un bien virtuoso: la emancipación.
El patriotismo es un ideal, reflejado por un conjunto de hombres que en estos suelos ofrecieron su diestro brazo en pos del objetivo de la emancipación. Esta implicaba necesariamente la responsabilidad del sujeto. Pero también, el patriotismo evidenciado por Güemes como por un conjunto de beneméritos paisanos, es la puesta en práctica de un humanismo centrado en una base ética y en una riqueza espiritual abrevada largamente en las aulas de las universidades de Charcas y Cordoba. Esta concepción humanista, ha reunido a los patriotas en la defensa de sus conciudadanos, en sacrificar la vida en honor del terruño, abandonando dinero, bienes y honores para ofrendarlo todo en aras del ideal de Independencia. La más alta entrega a un ideal es la prueba de un amor propio enaltecido.
El conjunto de bravos soldados que lucharon por la independencia, comprendieron que su servicio a las tropas era un fin moral en sí mismo. Su líder contribuyó poderosamente a formar un contenido ideológico que sirvió de ejemplo a su gauchaje, cuyo vértice más importante es el honor y amor a la Patria.
Fortaleza y templanza, generosidad y magnificencia (que es la generosidad en niveles superiores por parte de quien la actúa), magnanimidad para con los inferiores, ecuanimidad y sentido de justicia configuran las virtudes que se dispersaron en nuestros territorios en las campañas libertadoras, virtudes que unidas al heroísmo perfeccionan moralmente la gesta por la emancipación americana.
Güemes y sus gauchos no lucharon sólo para sí, ni para la región, sino para América toda, de allí lo universal de las campañas porque el concepto de libertad es sublime y universal.
Pero también se destaca todo el continente de ideas no se petrificaron en un estado teórico, sino que fueron puestas en práctica, es decir en acción. Güemes, en adhesión a ese bagaje espiritual, por los que trabajó incansablemente, lo lleva al cenit, a la más alta expresión, al inmolar su vida en aras del ideal supremo: la libertad.

1 María Irene Romero, es profesora de Historia en la Universidad Católica de Salta, miembro del Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta, Socia activa del Instituto Güemesiano de Salta; miembro de la Mesa Panamericana de Mujeres- Salta.
31 Güemes, Luis, Ob. Cit., t. 6, p. 135.
32 Ídem., p.133-134.
33 Ídem., p.155-159. Carta de Güemes a Belgrano, Huacalera el 6 de noviembre de 1816.
34 Ídem., p. 406-407. En fecha 12 de noviembre de 1819.
35 Juana Manuela Gorriti, Recuerdo de la Infancia, Obras completas t. IV, Salta, 1858, p. 262. Salta, 5 de octubre de 1820.
36 Güemes, Luis, Ob. Cit., t. 6, p. 27.
37 Archivo Histórico de Salta. Carpeta Güemes, Legajo Religión, sin folio.
38 El Arzobispo, en tanto, permaneció en la ciudad en la que falleció el 11 de abril de 1816.
39 A.H.S. Carpeta Güemes. Legajo Religión, p. 6-7.
40 Güemes, Luis, Ob. Cit., t. 4, p.42-43.
41 Güemes, Luis. Ob. Cit., t. 6, p. 60-61.
42 Ídem., p. 499- 500. 24 de marzo de 1821.
43 Ídem., p. 333-335.
44 Ídem., p. 361.

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