2ª Epístola a los Corintios
Autor: Pablo Fecha: 56 d.C. Tema: Defiende su apostolado Lugar: Éfeso Después de la primera carta a los Corintios, muchos se rebelaron, y Pablo pasó a Corinto en una breve visita, la cual no produjo los efectos deseados. Por eso desde Éfeso Pablo les escribe la segunda carta: “Porque...



Autor: Pablo
Fecha: 56 d.C.
Tema: Defiende su apostolado
Lugar: Éfeso
Después de la primera carta a los Corintios, muchos se rebelaron, y Pablo pasó a Corinto en una breve visita, la cual no produjo los efectos deseados. Por eso desde Éfeso Pablo les escribe la segunda carta: “Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que supieseis cuán grande es el amor que os tengo” (2:4).
Pablo comienza su emocional misiva diciendo que Dios nos consuela cuando sufrimos: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (1:3).
El apóstol se defiende de los ataques de los falsos maestros señalando que los muchos convertidos son el fruto y la credencial de su ministerio, resultado del llamamiento que Dios le ha hecho. “¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros?” (3:1).
Pablo les dice que el Evangelio de gracia está provisto de la energía que da el Espíritu Santo, “Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza;” (3:12). “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (3:17).
Anima a los creyentes a que no teman los sufrimientos a causa del Evangelio, y que sus acciones sean intachables: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal” (4:11). “…perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (4:9-10).
Pablo dice que el verdadero evangelio está motivado por el amor a Cristo, “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (7:1).
Al escuchar las noticias que trae Tito de los corintios, Pablo les habla sobre los principios y la práctica de dar ofrendas parar apoyar a los ministerios: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (9:6-7).
En el Capítulo 11, Pablo habla de lo difícil de su ministerio: “Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio…” (11:25). Pablo incluso les comenta sobre su aguijón de la carne, explicando cómo Dios usó sus padecimientos para mantenerlo humilde, y que el Señor le consoló para que ahora él pudiese consolar a otros: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (12:9).
No debemos olvidar que Él es el “Dios de toda consolación”: ningún cristiano es inmune al sufrimiento, y que Dios utiliza las dificultades para enseñarnos a ser humildes y depender de su gracia en lugar de confiar en nuestra propia fuerza.
Fecha: 56 d.C.
Tema: Defiende su apostolado
Lugar: Éfeso
Después de la primera carta a los Corintios, muchos se rebelaron, y Pablo pasó a Corinto en una breve visita, la cual no produjo los efectos deseados. Por eso desde Éfeso Pablo les escribe la segunda carta: “Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que supieseis cuán grande es el amor que os tengo” (2:4).
Pablo comienza su emocional misiva diciendo que Dios nos consuela cuando sufrimos: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (1:3).
El apóstol se defiende de los ataques de los falsos maestros señalando que los muchos convertidos son el fruto y la credencial de su ministerio, resultado del llamamiento que Dios le ha hecho. “¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros?” (3:1).
Pablo les dice que el Evangelio de gracia está provisto de la energía que da el Espíritu Santo, “Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza;” (3:12). “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (3:17).
Anima a los creyentes a que no teman los sufrimientos a causa del Evangelio, y que sus acciones sean intachables: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal” (4:11). “…perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (4:9-10).
Pablo dice que el verdadero evangelio está motivado por el amor a Cristo, “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (7:1).
Al escuchar las noticias que trae Tito de los corintios, Pablo les habla sobre los principios y la práctica de dar ofrendas parar apoyar a los ministerios: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (9:6-7).
En el Capítulo 11, Pablo habla de lo difícil de su ministerio: “Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio…” (11:25). Pablo incluso les comenta sobre su aguijón de la carne, explicando cómo Dios usó sus padecimientos para mantenerlo humilde, y que el Señor le consoló para que ahora él pudiese consolar a otros: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (12:9).
No debemos olvidar que Él es el “Dios de toda consolación”: ningún cristiano es inmune al sufrimiento, y que Dios utiliza las dificultades para enseñarnos a ser humildes y depender de su gracia en lugar de confiar en nuestra propia fuerza.