Del Libro “San Roque” La Fiesta Grande de Tarija de: Mario R. Suárez Calbimonte La vida del santo (Primera parte)
PRESENTACIÓN Uno de los propósitos que ha llevado a realizar este trabajo, ha sido el de poder clarificar a la comunidad devota, la ejemplar vida de Roque, con su entrega de servicio hacia los demás, particularmente con aquellos donde la justicia y el bienestar no pueden llegar. Su meritoria...



PRESENTACIÓN
Uno de los propósitos que ha llevado a realizar este trabajo, ha sido el de poder clarificar a la comunidad devota, la ejemplar vida de Roque, con su entrega de servicio hacia los demás, particularmente con aquellos donde la justicia y el bienestar no pueden llegar.
Su meritoria existencia, portadora de los más altos valores de tipo ético, político y religioso, ha sido difundida por toda Europa, extendida posteriormente a la América Morena en el siglo XVI con la conquista española, para finalmente hacer nido en la resplandeciente tierra tarijeña y enraizarse en lo más hondo de las entrañas de sus fieles y devotos hijos.
Efectuar esta breve investigación ha permitido revivir ciertos acontecimientos y formas de vida tangibles e intangibles de nuestro relevante pasado, tales como algunos elementos de la fundación de Tarija, sus ancestrales costumbres, su música, como también aquellas huellas que perviven en la generalidad de la sociedad y que se manifiestan en su historia, leyendas, ritos, y en su dilatado folclor.
Prácticamente, la generalidad de la población tarijeña conserva y mantiene una gigantesca fe por el Patrono San Roque, primeramente, por el influjo del ambiente católico familiar en el que conservadoramente se ha desarrollado y, además, por percibir de cerca la inmensa entrega de todo un pueblo hacia su indiscutible Santo de su devoción.
Indagar episodios documentados por la historia de hechos atribuidos a sucesos de importancia, es mantener latente la existencia, los valores y la esencia misma de un pueblo. Asimismo, las tradiciones suelen aportar valiosas sugerencias y testimonios en cuanto al ambiente, al carácter y a la vida íntima de toda una ciudadanía.
Es de singular importancia el hecho que, coincidiendo con la misma época de la fundación oficial de Tarija en 1574, la Iglesia Católica haya proclamado formalmente la “Santidad en Grado Eminente” al digno siervo de Dios, Roque de Montpellier, después de alrededor de dos siglos de su fallecimiento, lo que nos hace ver la enorme fama y popularidad que se ha ganado el Santo Curandero, desde aquellos tiempos hasta los actuales días de nuestra vida civilizada.
EL AUTOR.
San Roque, indiscutible ejemplo de amor a Dios y al prójimo, fue glorificado en los altares de la iglesia católica, gracias a la devoción y al cariño de los fieles devotos y donde las autoridades eclesiásticas han atestiguado su encumbramiento gracias a su vida entregada a los demás, marcada por el dolor sirviendo especialmente a los enfermos.
En tiempos en que las personas cuidaban y protegían celosamente su vida por temor a los contagios de las epidemias, comunes en aquella época, Roque se sometió al llamado de Dios, a costa de exponer su propia existencia cuidando y consolando a los enfermos.
San Roque, sin haber dejado documentación escrita, ni haber creado movimientos espirituales o instituciones de caridad, es honrado y venerado en casi todo el mundo, siendo Tarija una de las regiones donde más apego le brinda el pueblo a su amado Santo Patrono. Es que la población tarijeña ha percibido, en lo más íntimo, los valores de Roque y de su sacrificada vida, de ahí aquella espontánea atracción hacia él con sencillez, sinceridad y autenticidad.
En Tarija, la Fiesta Grande, como se la llama en toda la región, se la vive como una verdadera manifestación religiosa, un testimonio de expresión cultural, así también como un singular orgullo de idiosincrasia chapaca.
EL NACIMIENTO DE ROQUE
Roque nació a mediados del siglo XVI en Montpellier, ciudad ubicada al Sud de la actual Francia, que en 1204 era parte integrante de la corona de Aragón, posteriormente, en 1258 fue asociado al reino de Mallorca y en 1349 pasó a depender directamente de la monarquía francesa, aunque su integración definitiva al reino de Francia fue en 1383, debido a las agitaciones políticas y sociales de la época. Por lo que podemos decir también que Roque habría sido un aragonés - mallorquín, puesto que, en tiempo de su nacimiento, la ciudad dependía de estos antiguos reinos.
Existen divergencias entre los cronistas respecto a la fecha del nacimiento de Roque. Mientras que el conocido y prestigioso jurista veneciano Francesco Diedo, cuando escribió la vida de San Roque en el año 1479 (el primer biógrafo del santo) indicaba que Roque había venido al mundo cuando expiraba el siglo XIII, más propiamente en el año 1295, con mayor criterio son los indicados por los investigadores Antonio Maurino y el francés Agustín Fliche. El primero asevera que la vida de Roque tuvo lugar entre 1345 y 1376, mientras que Fliche la sitúa entre 1350 y 1379, debido a que el Santo estuvo involucrado en la “Peste Negra” que tuvo su mayor influencia entre los años 1347 y 1350, la misma que asoló Europa y al mundo entero.
Coincidiendo con estos últimos, en la actualidad, los estudiosos Pierre Bolle y Paolo Ascagni, confirman la presencia de San Roque en aquella espantosa peste. Bolle doctor en filosofía y letras, investigó la vida de San Roque en su tesis en tres tomos titulada “San Roque: Origen y expansión inicial de un culto a finales del Siglo XIV” presentada el año 2001 y Ascagni, doctor en economía y comercio, es miembro de la asociación italiana “Amigos de San Roque” y autor del libro “San Roque contra la enfermedad. Historia de un Taumaturgo”.
Fueron sus padres, don Juan Rog y doña Libera, súbditos de Jaime II de Aragón, llamado “el Justo”, quienes pertenecían a una familia aristocrática y de la más alta alcurnia, muy adinerada y sobre todo virtuosos cristianos. Rogaban a Dios les bendiga con la dicha del nacimiento de un heredero, al que por mucho tiempo esperaban, mientras Libera ya sentía los implacables síntomas del envejecimiento. Juan, en ese entonces, ejercía el alto cargo de Gobernador del Condado de Montpellier que comprendía un vasto territorio, y en ese tan importante puesto debía sucederle su hijo, conforme a la tradición de la época.
El biógrafo español Miguel Herrero García decía al respecto: “Pero los años de infecundo matrimonio corrían arrebatando la esperanza de prole a la ya anciana Libera, cuando, una noche, el crucifijo ante el que oraba pareció dirigirle prodigiosamente alentadoras voces, y poco después un feliz suceso llenaba de regocijo la ciudad. La multitud corría al palacio del gobernador real, donde un inesperado natalicio aseguraba la sucesión a la estirpe de Juan y Libera.”
Por otra parte, y confirmando lo aseverado líneas arriba, en el santoral de la Iglesia Católica, refiriéndose al capítulo de la semblanza de San Roque, indica: “pero a esta respetable familia una pena les afligía, no tenían hijos. Mientras oraba un día Libera, se le manifestó el Señor y le dijo: “Confía hija, tendrás un hijo que será la alegría de toda la familia y llevará mi nombre a todas partes… todos acudirán a él…”
Es así que Roque nació en medio de la alegría de toda su familia, dentro de un clima de profunda religiosidad.
El recién nacido llevaba en la piel de su pecho el tatuaje de una cruz de color rojizo, grabada por su padre, algunos biógrafos indican que ya vino al mundo con aquel signo divino, presagiando su destino. Es importante destacar que el escudo de armas de la familia Rog lleva una leyenda que dice: “¡La cruz ante todo!”.
Su robusta contextura hizo que le pusieran el nombre de Roque, que significa “fuerte como roca” y por aquel sintomático signo que le adornaba el pecho, juntamente el lema de su escudo familiar, llevaba el mote “de la Cruz”, es decir “Roque de la Cruz”.
Dicen otros cronistas que, juntamente con su nacimiento ocurrieron grandes prodigios que presagiaban que el recién nacido resplandecería por sus virtudes, con la entrega y servicio a los demás. El mismo Herrero García comenta más en su biografía: “...en efecto, una predisposición natural para la virtud se reveló muy pronto en sus costumbres, hasta tal punto que parecía instruido de superior asistencia en la práctica del bien”.
INFANCIA Y JUVENTUD
Poco se conoce de la infancia de Roque, sin embargo, los historiadores concuerdan en señalar que se ha caracterizado por recibir, de parte de su afectuosa familia, todo el cariño y amor que se puede brindar a un niño, favorecido por las comodidades propias de su condición social. Tal como expresa el P. Hipólito Martínez, O.S.A., refiriéndose a esta primera etapa de su vida: “Mas bien debemos suponer que la infancia de Roque transcurrió dentro de la normalidad, como cualquier niño que se abre a la vida cristiana con alegría y gratitud”.
Igualmente, el Rev. Padre José Gros y Raguer manifiesta: “Lo que nos cuentan los antiguos historiadores es que, ya desde niño Roque se distinguió por su corazón piadoso, de tal manera que encantaba a sus padres y a cuantos le conocían”.
Es a partir de su juventud donde se tiene datos más precisos de él. Tuvo un esmerado estudio, no pudiendo sus padres dedicarlo a las armas como era su deseo porque siempre mostró aprensión a la guerra, pues estaba predestinado a cumplir otra misión en bien de la comunidad, lavando y enjugando las lágrimas de este mundo.
Por las acciones futuras de nuestro personaje, los cronistas concuerdan con que este distinguido joven habría cursado, por algún tiempo, estudios en la facultad de medicina, puesto que sus conocimientos en este campo han sido fundamentales y de gran provecho en el transcurso de su vida. Herrero García dice también refiriéndose a este aspecto: “No sería inverosímil, que durante su mocedad virtuosa, Roque hubiera frecuentado las aulas universitarias de Montpellier y se hubiera iniciado en la ciencia de Esculapio, la medicina. Así la Providencia planearía suavemente el destino prefijado a aquel adolescente extraordinario”. Posibilidad muy cierta, puesto que en un cercano mañana, una notable actuación dentro de este campo tuvo que desempeñar.
Es preciso recordar que Montpellier es una de las ciudades más renombradas de Europa, en lo que se refiere a temas universitarios, cuya facultad de medicina fue creada a principios del siglo XIII, la más antigua en actual funcionamiento que se conoce (la de Salerno, en el sur de Italia, cerró sus puertas a principios del siglo XIX) por cuyas aulas han pasado prestigiosos profesionales como Michel de Nostradamus, famoso médico y consultor astrólogo, muy conocido por sus profecías.
Al cumplir los doce años, fallece el respetado e ilustre Juan Rog, padre de Roque, quedando únicamente al abrigo de su abnegada madre, la que ocho años después, también abandona este mundo, cuando Roque contaba apenas con veinte años de edad, en la flor de su vida.
Con la repentina pérdida de sus padres a los que estaba muy unido, pero libre de la opulencia y halagos en el campo social, -propios del medio en que había nacido- queda dueño de sus actos, heredando una cuantiosa fortuna, es a partir de entonces que su vida da un importante giro que determinaría el futuro de su corta existencia.
Con el fervor de su conciencia abraza la Tercera Orden Franciscana, siguiendo el camino de San Francisco de Asís (1182-1226), sometiéndose a sus principales propósitos como la oración, la predicación, la caridad y, fundamentalmente, la pobreza evangélica.
En un acto poco común dentro de la posición social a la que pertenecía, al no tener hermanos y prendado en su fe cristiana, renuncia al título de gobernador que por tradición y herencia le correspondía, dejando en manos de su tío paterno esta obligación, con todos los derechos que le pudiesen corresponder, juntamente con una parte de su herencia.
Posteriormente vende secretamente el resto de sus cuantiosas posesiones, repartiendo el dinero entre los pobres a través de los claustros y hospitales, ejemplo de caridad cristiana, para luego, despojado de todos los bienes terrenales, salir furtivamente de Montpellier vestido de peregrino en una noche tormentosa en que la lluvia caía a torrentes, despistando de esta manera a sus familiares de una posible persecución.
Es a partir de este singular hecho donde comienza su ejemplar e intensa vida terrena.
En aquel entonces, estaba muy en boga ir a visitar y conocer los Sagrados Santuarios de Palestina, Santiago de Compostela, Roma y es en esta última ciudad donde el joven Roque decide emprender su peregrinaje de penitencia como un caminante pobre y desconocido, entregado a la oración, al sacrificio y a la caridad.
La peregrinación es una expresión milenaria habitual en diferentes religiones, durante la cual se busca una gracia especial, una purificación interior, un misticismo espiritual o una curación. Para Roque el firme propósito de su romería se centraba en conocer las tumbas de los apóstoles San Pedro y San Pablo, para postrarse ante ellos y pedir iluminen el camino de la vida que debía seguir.
LA TRAGEDIA DE “LA PESTE NEGRA”
Aunque se tienen vagas referencias de su presencia en el antiguo Egipto, el primer caso de La Peste Negra documentado y registrado en la historia fue la llamada “Peste de Justiniano” nombre tomado del emperador Justiniano I, quien gobernaba el Imperio Bizantino durante el tiempo de este mal y que se propagó por Europa en los años 541 y 542 de nuestra era.
Por falta de mayor información no es posible determinar el número de víctimas que tuvo esta peste, pero lo que sí se conoce por los escritos históricos de aquellos años, es que no hubo suficiente tiempo ni lugar para enterrar los cadáveres, las víctimas fueron abandonadas a la intemperie.
Esta pandemia reapareció después de 800 años en Asia, en la población ucraniana de Kaffa, ciudad portuaria y centro veraniego del Mar Negro, a comienzos del siglo XIV.
Según nos cuenta la historia, en el año 1346 los mongoles, al mando del tártaro Jani Beg, descendiente del aguerrido conquistador Gengis Kan, sitiaron la ciudad de Kaffa, en ese entonces Colonia Genovesa, efectuando un cerrado cerco donde, valiéndose de sus catapultas, arrojaban al interior de la población trozos de cadáveres infectados con este mal. Los genoveses después de resistir estoicamente el asedio y derrotar a los mongoles, de regreso a su tierra llevaron el contagio a Génova, propagándose el mal por Europa entera y posteriormente pasó con fuerza por Asía y África.
En aquella época, en la que no se caracterizaba precisamente por el aseo ni la higiene y donde el flujo marítimo de Asia a los puertos del Mediterráneo era continuo, barcos orientales transportando personas y comerciantes, llegaban y difundían el germen de la peste de aquellas lejanas tierras. Ésta la razón para
que la mayor parte de las ciudades y regiones fueran víctimas de esta horrible epidemia que se propagó de una manera fulminante.
Es importante destacar que la llamada Peste Negra es la misma Peste Bubónica, terrible enfermedad infectocontagiosa causada por una bacteria llamada Yersinia Pestis, esta bacteria originalmente afectaba a los roedores, especialmente a las ratas negras asiáticas, y las pulgas de estos animales eran las responsables de que la enfermedad se transmitiera al hombre. El nombre de la peste proviene por las manchas oscuras aparecidas en la piel de los humanos que anunciaban su temible presencia.
Una muestra de los escasos conocimientos médicos y las creencias de aquella lejana época, respecto al origen de este mal, está claramente descrito por el conocido escritor italiano Giovani Bocaccio (1313-1375), quien, como testigo presencial de este flagelo, en su libro “El Decamerón”, refiere así los motivos que se creía propagaba la peste:
“Alguna conjunción astral negativa o la acción de determinados fenómenos celestes (eclipses, tormentas, paso de cometas) que operaban desde arriba y desde abajo las emanaciones pútridas y nauseabundas que procedían de las materias corruptas, de los cadáveres, de las aguas estancadas y de la gran suciedad que había por doquier, fueron considerados como los precipitantes inmediatos que motivaban la corrupción del aire y la presencia en el ambiente de los miasmas (efluvios malignos y pegajosos)”
Otro claro testimonio, muy revelador por cierto, es el escrito por un monje Agustino en el periódico “La Petite Cronique de St. Aubin” de la ciudad francesa de Angeres en 1348:
....Los más escupían sangre, otros tenían en el cuerpo manchas rojas y oscuras y de estos ninguno se escapaba. Otros tenían apostemas o estrumas en las ingles o bajo las axilas y de éstos, algunos escapaban...y hay que saber que estos enfermos eran muy contagiosos y que casi todos los que cuidaban los enfermos, morían, así como los sacerdotes que recogían las confesiones”.
Los arrogantes nobles murieron de la misma forma horrible que sus humildes vasallos. Nadie estaba a salvo de la enfermedad y parecía que ni siquiera los más cercanos a Dios se salvaban de morir.
Esta pandemia fue la pesadilla que despertó a Europa de su letargo medieval, juntamente con el fanatismo político y religioso, puesto que tiempo después eclosionó en la llamada época del Renacimiento.
Las consecuencias de la enfermedad fueron tan espantosas que, durante el prolongado tiempo que ha asolado este mal, se ha producido un brutal descenso de la población. Aunque los datos de las fuentes son diversos, los más conservadores indican que en Europa ha cobrado la vida de 25 millones de seres humanos y 35 millones entre Asia y África. Se dice que tres cuartas partes de la población mundial habrían desaparecido.
Es justamente en esta difícil época que le ha tocado vivir a Roque, donde emprende su peregrinaje por la región norteña de Italia, rumbo a Roma, acrecentando su espiritualidad con las repetidas muestras de bondad hacia sus semejantes.
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Uno de los propósitos que ha llevado a realizar este trabajo, ha sido el de poder clarificar a la comunidad devota, la ejemplar vida de Roque, con su entrega de servicio hacia los demás, particularmente con aquellos donde la justicia y el bienestar no pueden llegar.
Su meritoria existencia, portadora de los más altos valores de tipo ético, político y religioso, ha sido difundida por toda Europa, extendida posteriormente a la América Morena en el siglo XVI con la conquista española, para finalmente hacer nido en la resplandeciente tierra tarijeña y enraizarse en lo más hondo de las entrañas de sus fieles y devotos hijos.
Efectuar esta breve investigación ha permitido revivir ciertos acontecimientos y formas de vida tangibles e intangibles de nuestro relevante pasado, tales como algunos elementos de la fundación de Tarija, sus ancestrales costumbres, su música, como también aquellas huellas que perviven en la generalidad de la sociedad y que se manifiestan en su historia, leyendas, ritos, y en su dilatado folclor.
Prácticamente, la generalidad de la población tarijeña conserva y mantiene una gigantesca fe por el Patrono San Roque, primeramente, por el influjo del ambiente católico familiar en el que conservadoramente se ha desarrollado y, además, por percibir de cerca la inmensa entrega de todo un pueblo hacia su indiscutible Santo de su devoción.
Indagar episodios documentados por la historia de hechos atribuidos a sucesos de importancia, es mantener latente la existencia, los valores y la esencia misma de un pueblo. Asimismo, las tradiciones suelen aportar valiosas sugerencias y testimonios en cuanto al ambiente, al carácter y a la vida íntima de toda una ciudadanía.
Es de singular importancia el hecho que, coincidiendo con la misma época de la fundación oficial de Tarija en 1574, la Iglesia Católica haya proclamado formalmente la “Santidad en Grado Eminente” al digno siervo de Dios, Roque de Montpellier, después de alrededor de dos siglos de su fallecimiento, lo que nos hace ver la enorme fama y popularidad que se ha ganado el Santo Curandero, desde aquellos tiempos hasta los actuales días de nuestra vida civilizada.
EL AUTOR.
San Roque, indiscutible ejemplo de amor a Dios y al prójimo, fue glorificado en los altares de la iglesia católica, gracias a la devoción y al cariño de los fieles devotos y donde las autoridades eclesiásticas han atestiguado su encumbramiento gracias a su vida entregada a los demás, marcada por el dolor sirviendo especialmente a los enfermos.
En tiempos en que las personas cuidaban y protegían celosamente su vida por temor a los contagios de las epidemias, comunes en aquella época, Roque se sometió al llamado de Dios, a costa de exponer su propia existencia cuidando y consolando a los enfermos.
San Roque, sin haber dejado documentación escrita, ni haber creado movimientos espirituales o instituciones de caridad, es honrado y venerado en casi todo el mundo, siendo Tarija una de las regiones donde más apego le brinda el pueblo a su amado Santo Patrono. Es que la población tarijeña ha percibido, en lo más íntimo, los valores de Roque y de su sacrificada vida, de ahí aquella espontánea atracción hacia él con sencillez, sinceridad y autenticidad.
En Tarija, la Fiesta Grande, como se la llama en toda la región, se la vive como una verdadera manifestación religiosa, un testimonio de expresión cultural, así también como un singular orgullo de idiosincrasia chapaca.
EL NACIMIENTO DE ROQUE
Roque nació a mediados del siglo XVI en Montpellier, ciudad ubicada al Sud de la actual Francia, que en 1204 era parte integrante de la corona de Aragón, posteriormente, en 1258 fue asociado al reino de Mallorca y en 1349 pasó a depender directamente de la monarquía francesa, aunque su integración definitiva al reino de Francia fue en 1383, debido a las agitaciones políticas y sociales de la época. Por lo que podemos decir también que Roque habría sido un aragonés - mallorquín, puesto que, en tiempo de su nacimiento, la ciudad dependía de estos antiguos reinos.
Existen divergencias entre los cronistas respecto a la fecha del nacimiento de Roque. Mientras que el conocido y prestigioso jurista veneciano Francesco Diedo, cuando escribió la vida de San Roque en el año 1479 (el primer biógrafo del santo) indicaba que Roque había venido al mundo cuando expiraba el siglo XIII, más propiamente en el año 1295, con mayor criterio son los indicados por los investigadores Antonio Maurino y el francés Agustín Fliche. El primero asevera que la vida de Roque tuvo lugar entre 1345 y 1376, mientras que Fliche la sitúa entre 1350 y 1379, debido a que el Santo estuvo involucrado en la “Peste Negra” que tuvo su mayor influencia entre los años 1347 y 1350, la misma que asoló Europa y al mundo entero.
Coincidiendo con estos últimos, en la actualidad, los estudiosos Pierre Bolle y Paolo Ascagni, confirman la presencia de San Roque en aquella espantosa peste. Bolle doctor en filosofía y letras, investigó la vida de San Roque en su tesis en tres tomos titulada “San Roque: Origen y expansión inicial de un culto a finales del Siglo XIV” presentada el año 2001 y Ascagni, doctor en economía y comercio, es miembro de la asociación italiana “Amigos de San Roque” y autor del libro “San Roque contra la enfermedad. Historia de un Taumaturgo”.
Fueron sus padres, don Juan Rog y doña Libera, súbditos de Jaime II de Aragón, llamado “el Justo”, quienes pertenecían a una familia aristocrática y de la más alta alcurnia, muy adinerada y sobre todo virtuosos cristianos. Rogaban a Dios les bendiga con la dicha del nacimiento de un heredero, al que por mucho tiempo esperaban, mientras Libera ya sentía los implacables síntomas del envejecimiento. Juan, en ese entonces, ejercía el alto cargo de Gobernador del Condado de Montpellier que comprendía un vasto territorio, y en ese tan importante puesto debía sucederle su hijo, conforme a la tradición de la época.
El biógrafo español Miguel Herrero García decía al respecto: “Pero los años de infecundo matrimonio corrían arrebatando la esperanza de prole a la ya anciana Libera, cuando, una noche, el crucifijo ante el que oraba pareció dirigirle prodigiosamente alentadoras voces, y poco después un feliz suceso llenaba de regocijo la ciudad. La multitud corría al palacio del gobernador real, donde un inesperado natalicio aseguraba la sucesión a la estirpe de Juan y Libera.”
Por otra parte, y confirmando lo aseverado líneas arriba, en el santoral de la Iglesia Católica, refiriéndose al capítulo de la semblanza de San Roque, indica: “pero a esta respetable familia una pena les afligía, no tenían hijos. Mientras oraba un día Libera, se le manifestó el Señor y le dijo: “Confía hija, tendrás un hijo que será la alegría de toda la familia y llevará mi nombre a todas partes… todos acudirán a él…”
Es así que Roque nació en medio de la alegría de toda su familia, dentro de un clima de profunda religiosidad.
El recién nacido llevaba en la piel de su pecho el tatuaje de una cruz de color rojizo, grabada por su padre, algunos biógrafos indican que ya vino al mundo con aquel signo divino, presagiando su destino. Es importante destacar que el escudo de armas de la familia Rog lleva una leyenda que dice: “¡La cruz ante todo!”.
Su robusta contextura hizo que le pusieran el nombre de Roque, que significa “fuerte como roca” y por aquel sintomático signo que le adornaba el pecho, juntamente el lema de su escudo familiar, llevaba el mote “de la Cruz”, es decir “Roque de la Cruz”.
Dicen otros cronistas que, juntamente con su nacimiento ocurrieron grandes prodigios que presagiaban que el recién nacido resplandecería por sus virtudes, con la entrega y servicio a los demás. El mismo Herrero García comenta más en su biografía: “...en efecto, una predisposición natural para la virtud se reveló muy pronto en sus costumbres, hasta tal punto que parecía instruido de superior asistencia en la práctica del bien”.
INFANCIA Y JUVENTUD
Poco se conoce de la infancia de Roque, sin embargo, los historiadores concuerdan en señalar que se ha caracterizado por recibir, de parte de su afectuosa familia, todo el cariño y amor que se puede brindar a un niño, favorecido por las comodidades propias de su condición social. Tal como expresa el P. Hipólito Martínez, O.S.A., refiriéndose a esta primera etapa de su vida: “Mas bien debemos suponer que la infancia de Roque transcurrió dentro de la normalidad, como cualquier niño que se abre a la vida cristiana con alegría y gratitud”.
Igualmente, el Rev. Padre José Gros y Raguer manifiesta: “Lo que nos cuentan los antiguos historiadores es que, ya desde niño Roque se distinguió por su corazón piadoso, de tal manera que encantaba a sus padres y a cuantos le conocían”.
Es a partir de su juventud donde se tiene datos más precisos de él. Tuvo un esmerado estudio, no pudiendo sus padres dedicarlo a las armas como era su deseo porque siempre mostró aprensión a la guerra, pues estaba predestinado a cumplir otra misión en bien de la comunidad, lavando y enjugando las lágrimas de este mundo.
Por las acciones futuras de nuestro personaje, los cronistas concuerdan con que este distinguido joven habría cursado, por algún tiempo, estudios en la facultad de medicina, puesto que sus conocimientos en este campo han sido fundamentales y de gran provecho en el transcurso de su vida. Herrero García dice también refiriéndose a este aspecto: “No sería inverosímil, que durante su mocedad virtuosa, Roque hubiera frecuentado las aulas universitarias de Montpellier y se hubiera iniciado en la ciencia de Esculapio, la medicina. Así la Providencia planearía suavemente el destino prefijado a aquel adolescente extraordinario”. Posibilidad muy cierta, puesto que en un cercano mañana, una notable actuación dentro de este campo tuvo que desempeñar.
Es preciso recordar que Montpellier es una de las ciudades más renombradas de Europa, en lo que se refiere a temas universitarios, cuya facultad de medicina fue creada a principios del siglo XIII, la más antigua en actual funcionamiento que se conoce (la de Salerno, en el sur de Italia, cerró sus puertas a principios del siglo XIX) por cuyas aulas han pasado prestigiosos profesionales como Michel de Nostradamus, famoso médico y consultor astrólogo, muy conocido por sus profecías.
Al cumplir los doce años, fallece el respetado e ilustre Juan Rog, padre de Roque, quedando únicamente al abrigo de su abnegada madre, la que ocho años después, también abandona este mundo, cuando Roque contaba apenas con veinte años de edad, en la flor de su vida.
Con la repentina pérdida de sus padres a los que estaba muy unido, pero libre de la opulencia y halagos en el campo social, -propios del medio en que había nacido- queda dueño de sus actos, heredando una cuantiosa fortuna, es a partir de entonces que su vida da un importante giro que determinaría el futuro de su corta existencia.
Con el fervor de su conciencia abraza la Tercera Orden Franciscana, siguiendo el camino de San Francisco de Asís (1182-1226), sometiéndose a sus principales propósitos como la oración, la predicación, la caridad y, fundamentalmente, la pobreza evangélica.
En un acto poco común dentro de la posición social a la que pertenecía, al no tener hermanos y prendado en su fe cristiana, renuncia al título de gobernador que por tradición y herencia le correspondía, dejando en manos de su tío paterno esta obligación, con todos los derechos que le pudiesen corresponder, juntamente con una parte de su herencia.
Posteriormente vende secretamente el resto de sus cuantiosas posesiones, repartiendo el dinero entre los pobres a través de los claustros y hospitales, ejemplo de caridad cristiana, para luego, despojado de todos los bienes terrenales, salir furtivamente de Montpellier vestido de peregrino en una noche tormentosa en que la lluvia caía a torrentes, despistando de esta manera a sus familiares de una posible persecución.
Es a partir de este singular hecho donde comienza su ejemplar e intensa vida terrena.
En aquel entonces, estaba muy en boga ir a visitar y conocer los Sagrados Santuarios de Palestina, Santiago de Compostela, Roma y es en esta última ciudad donde el joven Roque decide emprender su peregrinaje de penitencia como un caminante pobre y desconocido, entregado a la oración, al sacrificio y a la caridad.
La peregrinación es una expresión milenaria habitual en diferentes religiones, durante la cual se busca una gracia especial, una purificación interior, un misticismo espiritual o una curación. Para Roque el firme propósito de su romería se centraba en conocer las tumbas de los apóstoles San Pedro y San Pablo, para postrarse ante ellos y pedir iluminen el camino de la vida que debía seguir.
LA TRAGEDIA DE “LA PESTE NEGRA”
Aunque se tienen vagas referencias de su presencia en el antiguo Egipto, el primer caso de La Peste Negra documentado y registrado en la historia fue la llamada “Peste de Justiniano” nombre tomado del emperador Justiniano I, quien gobernaba el Imperio Bizantino durante el tiempo de este mal y que se propagó por Europa en los años 541 y 542 de nuestra era.
Por falta de mayor información no es posible determinar el número de víctimas que tuvo esta peste, pero lo que sí se conoce por los escritos históricos de aquellos años, es que no hubo suficiente tiempo ni lugar para enterrar los cadáveres, las víctimas fueron abandonadas a la intemperie.
Esta pandemia reapareció después de 800 años en Asia, en la población ucraniana de Kaffa, ciudad portuaria y centro veraniego del Mar Negro, a comienzos del siglo XIV.
Según nos cuenta la historia, en el año 1346 los mongoles, al mando del tártaro Jani Beg, descendiente del aguerrido conquistador Gengis Kan, sitiaron la ciudad de Kaffa, en ese entonces Colonia Genovesa, efectuando un cerrado cerco donde, valiéndose de sus catapultas, arrojaban al interior de la población trozos de cadáveres infectados con este mal. Los genoveses después de resistir estoicamente el asedio y derrotar a los mongoles, de regreso a su tierra llevaron el contagio a Génova, propagándose el mal por Europa entera y posteriormente pasó con fuerza por Asía y África.
En aquella época, en la que no se caracterizaba precisamente por el aseo ni la higiene y donde el flujo marítimo de Asia a los puertos del Mediterráneo era continuo, barcos orientales transportando personas y comerciantes, llegaban y difundían el germen de la peste de aquellas lejanas tierras. Ésta la razón para
que la mayor parte de las ciudades y regiones fueran víctimas de esta horrible epidemia que se propagó de una manera fulminante.
Es importante destacar que la llamada Peste Negra es la misma Peste Bubónica, terrible enfermedad infectocontagiosa causada por una bacteria llamada Yersinia Pestis, esta bacteria originalmente afectaba a los roedores, especialmente a las ratas negras asiáticas, y las pulgas de estos animales eran las responsables de que la enfermedad se transmitiera al hombre. El nombre de la peste proviene por las manchas oscuras aparecidas en la piel de los humanos que anunciaban su temible presencia.
Una muestra de los escasos conocimientos médicos y las creencias de aquella lejana época, respecto al origen de este mal, está claramente descrito por el conocido escritor italiano Giovani Bocaccio (1313-1375), quien, como testigo presencial de este flagelo, en su libro “El Decamerón”, refiere así los motivos que se creía propagaba la peste:
“Alguna conjunción astral negativa o la acción de determinados fenómenos celestes (eclipses, tormentas, paso de cometas) que operaban desde arriba y desde abajo las emanaciones pútridas y nauseabundas que procedían de las materias corruptas, de los cadáveres, de las aguas estancadas y de la gran suciedad que había por doquier, fueron considerados como los precipitantes inmediatos que motivaban la corrupción del aire y la presencia en el ambiente de los miasmas (efluvios malignos y pegajosos)”
Otro claro testimonio, muy revelador por cierto, es el escrito por un monje Agustino en el periódico “La Petite Cronique de St. Aubin” de la ciudad francesa de Angeres en 1348:
....Los más escupían sangre, otros tenían en el cuerpo manchas rojas y oscuras y de estos ninguno se escapaba. Otros tenían apostemas o estrumas en las ingles o bajo las axilas y de éstos, algunos escapaban...y hay que saber que estos enfermos eran muy contagiosos y que casi todos los que cuidaban los enfermos, morían, así como los sacerdotes que recogían las confesiones”.
Los arrogantes nobles murieron de la misma forma horrible que sus humildes vasallos. Nadie estaba a salvo de la enfermedad y parecía que ni siquiera los más cercanos a Dios se salvaban de morir.
Esta pandemia fue la pesadilla que despertó a Europa de su letargo medieval, juntamente con el fanatismo político y religioso, puesto que tiempo después eclosionó en la llamada época del Renacimiento.
Las consecuencias de la enfermedad fueron tan espantosas que, durante el prolongado tiempo que ha asolado este mal, se ha producido un brutal descenso de la población. Aunque los datos de las fuentes son diversos, los más conservadores indican que en Europa ha cobrado la vida de 25 millones de seres humanos y 35 millones entre Asia y África. Se dice que tres cuartas partes de la población mundial habrían desaparecido.
Es justamente en esta difícil época que le ha tocado vivir a Roque, donde emprende su peregrinaje por la región norteña de Italia, rumbo a Roma, acrecentando su espiritualidad con las repetidas muestras de bondad hacia sus semejantes.
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