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Del libro: “Antología de poemas de la revolución” Poema

Desde la herida, la vida se hace más lenta. El estruendo de la granada que cae, nos aparta, unos instantes de todo lo que queríamos comprender. Yo sé, ahora; es inútil, no me queda más que el sufrimiento de unos huesos, que, a diario los veíamos, a veces los sentíamos pero, ahora,...

Cántaro
  • Edgar Ávila Echazú
  • 15/07/2018 00:00
Del libro: “Antología de poemas de la revolución”    Poema
Mapa-de-Bolivia
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Desde la herida, la vida
se hace más lenta.
El estruendo de la granada
que cae, nos aparta, unos instantes
de todo lo que queríamos comprender.
Yo sé, ahora; es inútil,
no me queda más que el sufrimiento
de unos huesos, que, a diario
los veíamos, a veces los sentíamos
pero, ahora, sabemos que existen
cubiertos con su ridículo traje de carne
agujereada, que estuvo sangrando.
El amor, también nos duele horriblemente
como los mismos huesos heridos,
antes del impacto traicionero.
Y minuto a minuto, lo sé, hemos sentido
la muerte llevándose
caras clavadas en un carnet,
cuerpos y voces que escuchábamos
a diario, sin darles importancia.
A la Distancia,
la muerte se hizo desear,
pero no así, sino, llamándola
por nuestra propia voluntad.
Es increiblemente veráz
como sucede, se produce
una página histórica,
pero sería horrible
sobrevivir para contarla
a nuestros nietos indeseados.
La sangre es sumamente agradable,
os lo aseguro, para sentirse vivir
en un día que quedará
tristemente asesinado
e inmortal en los almanaques
oficinescos de los próximos años.
Los días siguientes
van cayendo, como cajas vacías
esperando que se las llene,
pero, el recuerdo es impreciso
y a la distancia, de una herida
doblemente buscada
el cuadro se hace indeseado.
Es extraño, oír, luego, las preguntas
consabidas, y aún contestar
pensando en cualquier otra cosa.
Sería juego de niños reclinar
la cabeza, y esperar un balazo.
El espíritu se resiste
a un común sufrimiento
de huesos iguales, tendidos
en camas gemelas.
¿A quién odiar?
Además, sería justificar, nuestra herida
que digámoslo sin reservas, la buscamos
sin que nadie nos la traiga.
Yo no sé cuándo es uno verdaderamente humano,
¿Cuándo odia, o quiere
al compañero de hospital?
Pero, yo aseguro, con ganas
de hacer temblar los números
escolares que quedaron solos
a la muerte del profesor,
y también para atemorizar
a una hermosa salchichera judía,
yo aseguro, decía, lo digo:
Qué más humano se siente
uno sólo, aún con heridas.
La lengua no es ninguna
sirviente tarada, para estarse
constantemente, contestando
estúpidas preguntas. Más valdría
hacer justicia al pobre empleado vocacional
que fue alcanzado por una bala
disparada, por otro asno, vestido
con un ostentoso e igualmente imbécil
uniforme de militar, próximo a agonizar.
Qué sorpresa la de los cables llevando
la noticia vestida de domingo
de la muerte de 800 o más personas
entre muertos y heridos graves
Mientras, las balas y carcazas,
en las camas de los hospitales
son despiadadamente arrancadas,
a fuerza de inyecciones, pinzas
y risas, para confirmar un cuerpo
sin traje, y dolor de huesos heridos.
El sueño se hace agradable
pero, os confieso, que las felicitaciones
me tienen sin cuidado,
porque son premeditadas
y emocionadamente pensadas.
Sin embargo, es raro, que uno
aún pregunte: ¿a qué tanto dolor?
¿Verdad?
Este se hace presente
luego de un largo tiempo
de desearlo, aún en rosados sueños.
Pero sigo deseando
llegar al correo y espero una carta,
Sabiendo bien, con absoluta certeza
que así, herido, podré resistir
el sobre, encima de mi corazón;
yo me hago cargo del dolor de la estampilla
y también, del nombre y la dirección.
La pierna, herida, sin duda
tratará de resistir, ¿qué será de él?
Ya no quiero seguir refugiando
un dolor estrictamente confidencial
personal, que solo a mi cuerpo
y a mis huesos y heridas
le corresponden; y también
a mi nombre desconocido
ahora, ocultándose en el número
30 de una pieza de hospital.
Entre el ruido del estallido
No se piensa, en absoluto.
Pasado éste, y cuando empezamos
a cansarnos del griterío
y el dolor superficial,
se hace presente, queriendo asustarnos.
Entonces pensamos, nuevamente,
en que sería muy feliz el día
manchado con sangre inocente
sería un día dichoso pese
a la granada traidora, si recibiéramos
una carta formada y pidiéndonos
respuesta urgente. Yo pienso, ahora,
tratando de disminuir el dolor
del catre de hospital blanco
sin sangre ya.
¿Sabes? Es terriblemente desolador
recibir visitas estando así. Uno
no es un hombre, ya no es joven,
ahora es un hombre con dos piernas distintas,
con cuerpos extraños incrustados
y cuidados con enfermeras a 35 leguas
de distancia de nuestro pensamiento,
escuchando reír los mandiles
horriblemente blanco de los médicos
y deseando ardientemente estar completamente
sólo, y paseando sin dar ninguna importancia
a un cambio de ministerio
o a la designación de un nuevo
jefe de policías.
Yo sé, trataran de decir
que soy un egoísta,
pero yo sólo, digo, que, nunca me alegré
con el dolor ajeno, ni tampoco lo deseé
y si ahora no le doy importancia alguna
ni me atrae hablar de muertes oficinescas
o de muchachos heridos en un periódico, es porque:
no me atrae nada de eso, en absoluto;
y me encuentro sólo con mi querido dolor
de carta esperada.
En las noches converso
con mi almohada y siento el sufrimiento
del hospital recién estrenado. Pero, nada
de eso me preocupa ahora,
ya os lo dije;
más bien siento deseos
nuevamente, de bailar en la tumba
de vuestro dios indiferente a tanto balazo
y a tanta carcaza.
Algunos moribundos, lo sé
con certeza
sienten el deseo de la falsa promesa
de rezar; más les valdría,
digo yo, curarse ellos mismos
mirándose en un espejo
y olvidándose de sus trajes
manchados de sangre
con olor a jueves traidor.
Pero, terminemos. Ya no quiero
atormentáros, con mi sencilla herida,
además, no os importa
mi deseo que os confundáis
con mi ropa, tampoco requiero abrazos
ni felicitaciones, lo dije ya.
No cuento, a nadie, ni relato
simples hazañas impensadas.
Os digo Adiós, simplemente.

PALLIRI
Oscar Alfaro

KANTUTA de masacre y agonía.
En tus ojos nocturnos —dos cavernas—
Los mineros encienden sus linternas
Como chispas de sangre y rebeldía.

Tu cuerpo de sentada serranía
Está lleno de dulces bocas tiernas.
Abiertas como heridas sempiternas
Que reclaman el pan de cada día.

Vas partiendo terrones incrustado
De pupilas vidriosas de mineros
Y de punías de gritos congelados.. .

¡Y revientan collares de luceros
En tus verdes pulmones destrozados
Donde sangra el dolor de los obreros!...

SIRINGUERO
Oscar Alfaro

CAMBA. Siringuero de la selva roja.
Indio acorazado con piel de caimanes.
Mientras estrangulas árboles y fieras.
Grita el primitivo dolor de tu clase.
Todos tus abuelos muertos en la selva
Hoy forman un pueblo de plantas gigantes
Y en lugar de chorros de leche cauchera,
¡A veces arrojan regueros de sangre!...
Estás custodiando por monstruos leñosos.
Por horripilantes tigres vegetales...
¡Jamás en la vida dejarás la selva
Donde resucitan tus primeros padres!

¡Ah de los helados chorros de serpientes!...
¡Y de las legiones de hormigas voraces!...
¡De los cocodrilos de hierro verdoso!...
¡Y de los ocultos saltos de jaguares!...
¡La muerte amarilla te agarra la nuca,
Y el terror dilata tus ojos salvajes
Mientras te introduces al monte que tiembla
Blandiendo tu enorme machete sangrante!,,.

Hombres embutidos corren por los troncos.
—Largos esqueletos de vidas distantes
Que suben nadando bajo las cortezas
y lanzando gritos que llenan la tarde....
— ¡Oh las pesadillas de la selva bruja.
Mientras te enloquecen las fiebres mortales,
y el vómito negro te salta a la boca,
y echas maldiciones cuajadas de sangre!...

Hacheros leprosos, moteados de llagas,
Que día tras día mueren por jornales,
Corren a tu auxilio, sembrando gusanos.
Con un sol garrudo prendido a sus carnes....
Indio siringuero, no puedes morirte,
¡Te esperan tus hijos que agonizan de hambre!,
¡Y tu mujer camba, verde por la tisis!

¡Te esperan las deudas a los gamonales!
Párate y avanza con el agua al pecho
¡Contra las rugosas flotas de caimanes!,
¡Contra las abiertas fauces de la muerte!
¡Y rompe a la muerte con tus manos grandes!
Árbol que caminas, no te caigas muerto
Que tu mujer negra está por ser madre.
Que tus niños piden tu pobre salario...
¡Si te mueres matas a tus familiares!
Camba siringuero levántate y anda.
Párate y pelea como los jaguares.
Contra el gigantesco toro del destino,
¡Contra las pistolas de los capataces!....

Mira que los tuyos se alzan de la tierra
¡Y luchan unidos por la causa grande!
¡Con toda la angustia de los condenados
Por salvar la vida que van a quitarles!...
Indio machetero, alza tu machete....
¡Y salta a la lucha con los miembros ágiles!
Y, como mutilas árboles de caucho,
¡Mutila a los pulpos de los gamonales!
Y entonces, cumplido tu destino de hombre.
Abraza a tu cuña que está por ser madre.
Entrega a tus hijos el pan conquistado....
¡Y bendito seas por toda tu clase!....

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