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El Explorador J. Crevaux y El Río Pilcomayo Por: Santiago V. Guzmán (Segunda parte)

(III) AMPUTACIONES DEL TERRITORIO BOLIVIANO Para apreciar la importancia del rio Pilcomayo como vía comercial de Bolivia, conviene formarse una idea exacta de las condiciones actuales del territorio de esta nación. Se hace, pues, indispensable conocer los antecedentes que han condenado a...

Cántaro
  • Juan Ticlla Siles
  • 06/05/2018 00:00
El Explorador J. Crevaux y El Río Pilcomayo Por: Santiago V. Guzmán (Segunda parte)
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(III)
AMPUTACIONES DEL TERRITORIO BOLIVIANO
Para apreciar la importancia del rio Pilcomayo como vía comercial de Bolivia, conviene formarse una idea exacta de las condiciones actuales del territorio de esta nación. Se hace, pues, indispensable conocer los antecedentes que han condenado a aquel país a un aislamiento obligado.
El día en el que la República de Bolivia, por sus propios esfuerzos y en ejercicio de su soberanía, se constituyó como Estado independiente, tenía por límites los mismos que se habían fijado entre las coronas de España y Portugal en lo que concierne a sus fronteras divisorias con el Imperio del Brasil; respecto de las naciones de origen español, estos límites eran los que el monarca había señalado a la Real Audiencia de Charcas. Por consiguiente, hacia el Este poseía derechos de dominio desde las cabeceras del rio Paraguay, en toda la costa occidental, hasta la desembocadura del rio Bermejo ; hacia el Noreste, desde la boca del Jaurú tocaba la ribera austral del rio Guaporé y seguía su corriente hasta más abajo de su unión con el Mamoré; desde esta confluencia continuaba por el curso del Madera hasta una distancia igual entre la boca del Mamoré y los desagües del Madera sobre el Amazonas; de ahí partía una línea divisoria hasta encontrar la ribera oriental del rio Javarí, que desemboca en el Marañón. Estos límites eran tan precisos y fijos como son los que median entre el Estado Oriental del Uruguay y la República Argentina.
Según esto, Bolivia poseía sobre el Alto Paraguay los fuertes de Coimbra y Alburquerque, así como el puerto de Corumbá, con pleno acceso a la navegación de aquella extensa corriente. Hacia el Norte, el Guaporé, el Madera y el Purús, casi en toda su extensión, le ofrecían salidas sobre el Amazonas, y por consiguiente, formaba parte del sistema de este poderoso canal, en el cual venían a encontrarse por vecindad de límites el Perú, el Ecuador y Colombia.
Después que en virtud de las expansiones de la libertad el intercambio comercial dio a conocer los productos nobles de Bolivia procedentes de sus regiones tropicales, como el café, el cacao, el azúcar, el tabaco, etc., los plantadores brasileros no pudieron menos de notar la superioridad de los artículos bolivianos sobre los similares que cultivaban en sus extensas fazendas; el ojo penetrante del comercio imperial divisó a lo lejos la figura descocada de la competencia castigando con su mano de astuto mercader los productos brasileros análogos a los bolivianos. Al propio tiempo, se descubrían en la zona comprendida entre la mitad de la corriente del Madera y el rio Javarí inmensos bosques de siphonia cahuchci productores de esa leche sustanciosa que hoy alimenta multitud de industrias y que el viejo mundo paga con montañas de esterlinas.
El Imperio comprendió que no había otro medio de desbancar a la amenazadora competencia que obligando a los artículos bolivianos a pasar por las horcas caudinas de sus puertos — ¿Cuál el medio?— La anexión territorial. Por su parte, los senos robustos de las regiones del cauchut despertaban el apetito y no era cosa de andarse con escrúpulos en la casa del vecino, cuando con un buen corte podían quedar satisfechas todas las tentaciones. Así es como el presidente de Mattogroso, juzgando que la joven República podía haber extraviado sus pergaminos en sus patrioterías, penetró al día siguiente de la emancipación de aquella en los territorios de Chiquitos; pero el general Sucre, llevando la mano al puño de la espada, preguntó al Imperio qué significaba aquella visita; el Imperio, viendo el ceño del general, contestó que se había equivocado de puerta y que se marchaba con la música a otra parte. Pero no fue tan lejos que abandonara las costas bolivianas que caían sobre el Paraguay ni llegara a desamparar la tierra del cauchut.
Paciente y previsor, llevó sus límites hasta donde la argucia diplomática pudiera sostenerse con aires de justicia y trazó su frontera alejando a Bolivia de sus costas; Coimbra, Alburquerque, Corumbá pasaron a la faltriquera imperial; se trazaron límites imaginarios sobre la mitad de los lagos que dan posada al Alto Paraguay y el territorio comprendido entre el Madera y el Javarí cambió de opinión, haciéndose monarquista famoso de republicano que había nacido.
En 1863 el Imperio atisbo, escudriñando lo que pensaba su vecina de estas lindezas, y como la encontrase de mal talante, se sentó tranquilamente a esperar que llegase un administrador bastante complaciente o torpe, capaz de legitimar aquella posesión bastarda. La corrupción política engendró el mayordomo apropiado para hacer migas con el Imperio. Un oscuro soldado, un improvisado Canciller general, y unos cuantos escogidos otorgaron al interesado el título que le faltaba. El sentimiento nacional protestó contra el negocio; se derramó sangre patriota en defensa de la integridad nacional; pero aun cuando la sangre salvó la dignidad, el Imperio se llevó el territorio.
Es así como empezó la estrangulación de Bolivia por el lado del Oriente; a renglón seguido los dispensadores del generoso donativo, no contentos con la dádiva de miles de leguas, acordaron obsequiar al Imperio con un ferrocarril que hubo de construirse en las márgenes del Madera en el territorio cedido, para lo cual se comprometió anchamente el crédito de la Nación. Afortunadamente el presente no se llevó a cabo porque la Empresa nació enferma y murió al poco tiempo, habiendo pagado Bolivia gruesas sumas por el entierro. El comercio boliviano, acongojado con motivo de este duelo, no volvió a mirar más del lado del Amazonas.
Hacia el Pacífico, la madre patria había legado a Bolivia una robusta garganta de respiración otorgándole cinco grados territoriales comprendidos entre los ríos Loa y Paposo; un día los agricultores encontraron el secreto de fecundizar los envejecidos y estériles senos de la tierra; este regenerador fecundante era el guano, más tarde le disputó el privilegio de la fecundidad el salitre; los dos milagrosos generadores se habían arraigado en la costa boliviana, o sea en medio de la garganta de la nación. Chile, que andaba en busca de fortuna encontró a mano la del vecino y clavó su estaca de jesuita sobre la tierra prometida del guano y del salitre; la estaca fue avanzando tanto que desde 1842 hasta 1879 no ha quedado un palmo de terreno a la nación favorecida por estos dones de la naturaleza. La estaca, además, ha cerrado la garganta, y el país se hubiera asfixiado sin remedio si no hubiese podido respirar por medio de la algalia argentina.
He ahí como el contubernio de ideas engendrado por el cauchut y el salitre han consumado monstruosas amputaciones en el territorio boliviano, haciendo de un cuerpo sano y bien equilibrado un inválido amenazado de asfixia o parálisis.
Clausurados los puertos del Pacífico, Bolivia ha tenido que buscar salida a sus productos por el interior del territorio argentino, vía desventajosa para el servicio de su comercio y que sólo la necesidad hace tolerable. En las condiciones actuales de aquella nación, los intereses de su comercio se tienen que inclinar hacia las regiones más próximas a las costas; ahora bien, el canal más inmediato es el del Paraguay; por lo tanto, es hacia él a donde hoy convergen todas las miradas del cálculo.
Dos son los vehículos para llegar a esta corriente: el primero sería una vía férrea que partiendo de la Bahía Negra tocase en un punto extremo del Chaco boreal, ya sea este el pueblo de Sauces o cualquier otro, y que de ese punto un ramal se dirigiera hacia el Norte hasta Santa Cruz de la Sierra y otro brazo al Sud para ligar Sucre, Potosi, Cochábamba y La Paz. De este modo, la línea central del Chaco daría salida a los productos tropicales del Oriente y a las riquezas minerales del Sud.
Pero un ferrocarril, por limitadas que sean sus condiciones de construcción, demanda capitales, de los cuales Bolivia no dispone, o empresarios que tengan confianza en negociación tan vasta.
A falta de unos y otros, en la actualidad hay que utilizar los canales naturales que desembocan en el Paraguay. El único que por su situación y condiciones de viabilidad puede satisfacer esta necesidad es el Pilcomayo, atentas las facilidades que ofrece para su habilitación como vía fluvial sin demandar grandes desembolsos; este es el vehículo posible.
Intertanto, mientras estos proyectos no llegan a ser una realidad, Bolivia continuará excluida de toda comunicación por el Pacífico, alejada por completo del Amazonas y separada de las costas del Alto Paraguay, no quedándole más válvula respiratoria que la fatigosa peregrinación al través de la dilatada ruta por el interior de la República Argentina.

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IV
VINCULACION CONVENIENTE ENTRE LA REPUBLICA ARGENTINA Y BOLIVIA
Las condiciones que se acaban de manifestar revelan que Bolivia no es otra cosa que una nación emparedada. Sus vecinos por un mal cálculo, del cual empiezan a manifestarse poco satisfechos, la han privado de sus salidas naturales obedeciendo a tendencias de expansiones territoriales y al propósito de adueñarse de sus valiosos productos por el monopolio, bajo pena de hacer pesar sobre ella las gabelas de las aduanas por las cuales tienen que pasar los artículos destinados a su consumo.
Pero esta monstruosidad ha engendrado una reacción en sentido inverso. Los mismos Estados que le arrebataron sus costas en el interés de absorber su vitalidad, han comprendido que la nación despojada tiene que abrirse caminos por nuevas rutas, lo cual desbarata sus errados planes. ¿Cómo combatir esa tendencia y contrarrestar las inclinaciones que se notan en aquel pueblo para buscar válvulas de respiración sobre el Plata? Naturalmente, otorgando franquicias comerciales. La aventura pasada ha sido, pues, infructuosa.
Bolivia ha desempeñado el papel de una rica heredera, rodeada de codiciosos vecinos, los cuales tentando explotar a la opulenta consumidora le impiden el paso por su heredad para obligarla a pagar a alto precio la servidumbre de tránsito; pero otro vecino joven y galante, más astuto y más liberal, la ofrece tomarla de la mano y hacerla pasar cómodamente por la vía más llana de sus dominios. ¿Y qué sucede? los viejos pretendientes que no quieren perderlo todo abren de par en par las puertas para que pueda atravesar holgadamente el mayordomo que hace la provisión para la acaudalada dama.
El Brasil, aun cuando obrando con mucha circunspección, no ha devuelto los territorios de Bolivia concedidos por D. Mariano Melgarejo y su Canciller General. en cambio ha otorgado franquicias que si no importan entera libertad para el comercio por el Amazonas, por lo menos le andan muy cerca. Chile le ha ofrecido el puerto de Arica, detentado al Perú, pero la dignidad nacional no ha querido escuchar el discurso de la oferta ni aceptar el regalo de la propiedad ajena. Resultado: Chile en competencia con los pueblos que se disputan el comercio boliviano no tiene otro camino (camino que adoptará tarde o temprano) que devolver a Bolivia su litoral para atraer su antigua clientela a sus mercados. De este modo las leyes económicas harán lo que no han hecho los principios internacionales; el interés mercantil restablecerá la integridad territorial de Bolivia o alejará para siempre a esta nación del movimiento comercial del Pacífico, necesario de todo punto para el pueblo que hoy gasta estérilmente su dinero y el ajeno en conservar los puertos deshabitados de Cobija y Antofagasta.
El alejamiento de Bolivia de las vías naturales por las cuales pudo antes de ahora establecer un comercio regular, así como las inmensas distancias que el comercio del Sud y del Oriente tienen que recorrer para atender a sus consumos, han producido estos dos hechos de desastrosas consecuencias ; en cuanto al comercio exterior, la importación de los objetos destinados al servicio de la industria se hace con un recargo de 500 por ciento sobre el valor neto de los artículos; baste este ejemplo: 600 rollos de alambre destinados a la prolongación del telégrafo de Tupiza a Potosí se obtuvieron en esta plaza por 4,000 fuertes; la conducción del artículo hasta Bolivia ha demandado 22,000 fuertes !
De aquí dos resultados: la industria boliviana no podrá desenvolverse porque no puede poner a su servicio las máquinas modernas; el hierro, elemento indispensable en Bolivia, como país productor de metales, se paga en esta nación a un precio seis veces mayor que en ningún otro pueblo de la tierra. Esto demuestra, entre otras cosas, que la vía al través del territorio argentino no conviene al comercio boliviano y que la del Pilcomayo, por el reducido flete de los trasportes fluviales, es la única que llegaría a serle benéfica por el momento.
En el orden interno la falta de vínculos con el exterior, trae esta terrible solución: El año en que las cosechas son abundantes, los productores se arruinan; la abundancia de los artículos necesarios para la vida envilece su precio, y el agricultor, no teniendo donde exportar el excedente del consumo se empobrece en medio de la abundancia (3). He aquí como puede haber un pueblo donde se tenga que medir atinadamente la cantidad del grano que se siembra, o en el que el agricultor haya de esperar un mal año para recuperar sus pérdidas a costa del hambre de los demás.
Ahora bien, yo creo que la República Argentina está llamada a extirpar aquellas verdaderas calamidades en provecho suyo y de Bolivia por estar ligada a este país por canales naturales de vastísima extensión. En efecto: el área del valle del Plata es la tercera del mundo, siendo dupla en superficie que la del Ganges y más que triple que la del Danubio, la mayor hoya de la Europa; esa área se extiende hasta tocar el territorio boliviano, el suelo más fecundo en productos tropicales, considerados nobles en el comercio.
Monopolizados estos en los mercados argentinos, puede hacer competencia en la América Septentrional a la importación similar de otros países.
“El Plata, decía M. M. F. Mauri, director del Observatorio astronómico de Washington en su estudio sobre el rio Amazonas, el Plata fluye exclusivamente en el hemisferio meridional y las estaciones de su vasta hoya,” son opuestas a las del hemisferio septentrional. Cuando recién está sembrando el labrador en el Norte, el cultivador de las hermosas riberas de este río se halla ya recogiendo sus cosechas; de donde resulta que los frutos del Plata pueden dominar en los mercados del norte durante seis meses enteros sin competencia alguna.”
De lo dicho se infiere que Bolivia para arrojar sus productos al mercado del mundo necesita imperiosamente de la República Argentina, por ser el país que le ofrece vías fluviales más próximas, y por consiguiente, menos onerosas.
Pero no es menos cierto, también, que la República Argentina necesita de Bolivia, como necesita del Paraguay y de la Banda Oriental aun cuando sus estadistas no crean en esta aserción que tiene todos los visos de una paradoja. La causa originaria de esa necesidad es la naturaleza de los principales productos argentinos: las lanas y las pieles. Hasta ahora este país se ha limitado a exportar y mostrándose satisfecho con las ganancias que la venta de esos artículos en los mercados europeos dejan en manos de los pastores que cuidan innumerables rebaños desde la opulenta ciudad. Las lanas y las pieles se envían a Europa en su forma primitiva, mejor dicho, en estado salvaje, y después de surcar el Océano dos veces, vuelven infatuadas en forma de vistosas telas haciéndose pagar a precio de oro para conceder a sus antiguos señores la gracia de no andar desnudos. Entretanto, el pueblo de donde procede esa materia prima le paga el viaje de ida, su civilización en la casa de los telares, su regreso a la patria, y las innumerables propinas que abandona a los intermediarios por el trabajo de hacerla ir y venir. El precio de la lana trasformada en mercadería es tres veces superior a su valor primitivo, y como el productor solo ha percibido el importe de este, la Nación regala las otras dos terceras partes de la riqueza pública al fabricante europeo por hacerse vestir.
Pero estas prodigalidades ruinosas tienen que concluir, y lo que hoy no hacen la previsión ni el cálculo, mañana lo hará una ruda experiencia. La competencia que las producciones similares a las del Rio de la Plata empiezan a hacer la Australia y la India Oriental, traerá por consecuencia que los productos argentinos sean trasformados en mercaderías en el mismo país; es decir que el pastor será también fabricante, y que el fabricante buscará compradores seguros que paguen al contado; estos compradores tienen que ser, antes que nadie, los vecinos. Entonces la República Argentina hará lo que todavía no hace y lo que persiguen la Inglaterra en las Indias, la Rusia en el Asia Central y los Estados Unidos en nuestro continente; esto es, apoderarse de los consumos de un país para encontrar fáciles salidas a todos sus productos.
He aquí como las leyes de la producción y del cambio, restablecerán la fraternidad de estos países, fraternidad relajada por la falta de contacto y por una soberbia internacional muy mal entendida.
La República Argentina entonces, como hermana mayor y más juiciosa, con la práctica y el ejemplo de sus instituciones, enseñará a su hermana menor Bolivia cómo se maneja la casa y se mantiene en paz a la quisquillosa familia; y a fuer de más entendida en modas, con las sedosas telas labradas por sus industriosas manos, la vestirá gallardamente de los pies a la cabeza.
A su vez, la hermana menor, mejorada en tercio y quinto en la repartición de los dones de la madre naturaleza, hará a la República Argentina la depositaría de sus caudales; le entregará la quina de los valles del Illimani para que la distribuya y lleve la salud a todos los hospitales del mundo; zahumará su traje azul y blanco con las perfumadas resinas de los bosques del Oriente, y a fuer de mimosa y contar con la despensa siempre llena, por la mañana le servirá en taza de plata el nutritivo chocolate del Beni, y a la tarde, en pocillo de oro, el aromático café de Yungas.
Pero para encaminarnos a esta vinculación, necesitamos realizar antes la grandiosa obra que se propuso consumar el explorador Crevaux, cuya expedición y méritos científicos me propongo dar a conocer en la segunda parte de esta conferencia.

(3) Los principales productos que hoy explota Bolivia y que constituyen casi su única exportación, son la plata piña, cuya extracción anual se calcula en 10,000,000 de fuertes, y la quina, de la cual existen depósitos por valor de 5,000,000 de fuertes destinados a la exportación en el próximo año.

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