Las sencillas navidades de antaño, recuerdos y nostalgias bolivianas
La Navidad a nivel nacional se vivió de diversas maneras con diferentes platos pero con la reunión familiar como común denominador. Más aún, muchas familias aún tienen antiguos recuerdos de las navidades de antaño. Algunas personas que recuerdan estos momentos y que vivían en la ciudad de...



La Navidad a nivel nacional se vivió de diversas maneras con diferentes platos pero con la reunión familiar como común denominador. Más aún, muchas familias aún tienen antiguos recuerdos de las navidades de antaño. Algunas personas que recuerdan estos momentos y que vivían en la ciudad de La Paz, Pando, Santa Cruz, Potosí y muchas que viven en Tarija nos contaron sus remembranzas.
Justina Zubieta quien vivió su infancia en La Paz recuerda que cuando era niña despertaba muy temprano el 24 de diciembre para preparar la masa de los buñuelos, estos debían estar listos para la noche junto a grandes ollas de api. “Recibía mi mamá a muchos niños, abría la casa para que vengan. Las wawas llegaban con ponchos y chullus con los que tocaban villancicos”, cuenta.
Agrega que en ese entonces la Navidad era de todos, vecinos, niños y demás gente que se daba cita en las casas que abrían las puertas. Detalla que se armaba un nacimiento y todos los niños bailaban y cantaban delante de él. “A las doce reventaban los cohetillos porque era la hora del nacimiento de Jesús”, dice.
Entretanto para la cochabambina Luisa Suárez el hablar de Navidad es recordar los deliciosos platos que hacía su abuela. Así rememora las lawas de choclo, el papawayk’u y maicillos. También el api rojo y el blanco, y los pasteles. Las delicias dulces se preparaban para el desayuno.
A las doce de la noche se comía el plato de preferencia y se efectuaba el brindis con chicha culli y chicha amarilla. Tras esto con campanas en mano se despertaban a los niños y se les anunciaba que había llegado el Niño Dios. “En ese momento despertaban las wawas con gran alegría, recibían su ropa y juguetes”, cuenta.
También se cantaban villancicos en castellano y en quechua. “Eso se cantaba delante de los pesebres que eran hechos con ramas de sauces y molles. Otra cosa interesante era que la albahaca era recordada como la planta navideña y su olor inconfundible recordaba esa época”, dice Luisa.
Por otro lado, recuerda que iba con su abuela a la misa de gallo o misa navideña que era celebrada a las doce de la noche. “Tenía sólo seis años y recuerdo que me dormía en el asiento, mi abuela me sacaba a marcas”, cuenta.
Entretanto, en Santa Cruz Natividad Montaño recuerda que se trataba de un festejo sencillo en el que se veneraba el pesebre y la pobreza del niño Dios. Los platos acostumbrados eran lechón, pato o gallina que siempre se acompañaban del arroz navideño. También se acompañaba todo esto con un bufet de ensaladas, chicha de maíz, de maní y guarapo.
En cuanto a la gastronomía tradicional era costumbre comer lechón, pato y gallina al horno, acompañados del tradicional “arroz navideño”, todo eso formaba parte de la mesa durante la Nochebuena del 24 y 31 de diciembre hasta hace 50 años. “Los adultos solían tomar su culipi, que era una mezcla del alcohol con agua”, dice.
Al igual que en La Paz y Cochabamba los niños se reunían a cantar villancicos en las casas donde se ofrecían golosinas y se armaba un pesebre. Más aún, en el campo cruceño los pesebres se armaban en las plazas.
Carlos Bernal nos habla de Oruro y dice que ahí era muy tradicional hacer buñuelos y asistir con los niños a las misas de gallo. Los niños adoradores cantaban villancicos y bailan chuntunquis a cambio de chocolate y buñuelos.
Cuenta que en el campo también se hacían buñuelos pero además se amasaba greda para las habilidades manuales. Dice que mientras la madre hacía los buñuelos los niños jugaban armando figuras, entretanto llegaba la hora de cenar y en una improvisada mesa de madera se ponía el charque, el mote, la papa y las habas. Los buñuelos se comían después.
Ana Cáceres cuenta que en Chuquisaca lo principal era la adoración, los niños salían cantando y bailando, expresando felicidad por la llegada del Niño Jesús. También dice que se reunían en familia para compartir. Se visitaban las casas donde había un pesebre y los dueños del nacimiento regalaban buñuelos con miel a los niños, se comía además una rica picana.
En el área rural se hacían rosquetes dulces y se comían las frutas de la época. A la medianoche estaba presente la picana para degustar en familia. Más aún, de acuerdo a revisión bibliográfica en el sur oeste de Chuquisaca se vivía también otra forma de celebración de la Navidad. Se trata de la tradición Serranense, donde la población bailaba por tres días consecutivos (25 26 y 27 de diciembre) en adoración al Niño Jesús.
La población salía a las calles para disfrutar de juegos de antaño como las “ruedas”, esto de acuerdo a la edad. La “rueda San Pablito” es para niños entre 3 a 6 años, la “rueda los caprichosos” para menores de edad de 10 a 15 años, la rueda “Vallunos”, “Medio usos”, los “Palas”, “Múnich”, entre otros, para los adultos.
Según Ana Luisa Arroyo en Beni se realizan novenas esperando el nacimiento del Niño Jesús. Añadido a esto se ofrecían banquetes para los niños huérfanos. Los banquetes solían durar tres días.
En la población Santos Reyes, de la provincia Ballivián de Beni, se mantiene la fiesta tradicional de fin de año con una fuerte influencia católica y jesuita. Allí se realizaban riñas de gallos, corridas de caballos y se jugaba al palo encebado.
La navidad en la Tarija de antaño
La Navidad es una tradición que se inculcó en Tarija con la llegada de los españoles por lo que es una celebración que trae elementos de las tradiciones católicas españolas de la época de la Colonia que cobra fuerza en la región debido a la marcada tradición Católica en Tarija.
La Navidad ha sido una fiesta que creció con la Colonia, “los nacimientos y la celebración eran como se los hacía en España”, explica don Manuel Oscar Rojas.
De acuerdo a las remembranzas de don Manuel, la Navidad era esencialmente “una fiesta del amor, paz y concordia” en la que se olvidaban las presiones políticas o religiosas. “Era una fiesta bellísima en la que los protagonistas eran los niños, la familia”.
Era una celebración que incluía a toda la familia, ya que se organizaban las adoraciones y las trenzadas, donde las delicias culinarias y de repostería eran una parte fundamental para agasajar a quienes participaban de ella, en especial a los niños que adoraban.
“Recuerdo que mis papás nos llevaban a Tablada, íbamos a las siete y volvíamos a las 12 de la noche caminando, cansados y felices”.
Los niños esperaban con ansias esta época del año porque llegaba plena de vivencias para ellos, de visitar diferentes hogares en donde se realizaba la fiesta de adoración y decenas de niños, trenzaban, adoraban y jugaban por todos los rincones de la casa mientras los padres se unían en una tertulia con los familiares y amigos.
“La trenzada y la adoración son dos actividades diferentes” dentro de la misma celebración, según explica don Manuel, ya que por la cantidad de niños que asistían, debían alternarse para participar. “Hacíamos fila para poder trenzar o adorar”.
“La Navidad era una fiesta que nivelaba las capas sociales ya que todos participaban aunque había familias que lo festejaban con más pompa”, recuerda.
Don Manuel recuerda a don Ignacio Coronel, quien era santero y tenía los mejores “niños”. “En sus fiestas solíamos ir a hacer fila para tocar los instrumentos para la adoración como el pajarito, el cuadro, el bombo, el tambor y la quenilla. Esa era una de las opciones de participación que tenían los niños que gustaban de hacer música.
El resto hacía fila para trenzar o adorar, recalca don Manuel recordando el gusto que hallaban los niños y los jóvenes en adorar al niño.
Generalmente había tres palos para trenzar, cada uno con doce trenzas alrededor del palo. Seis se llevaban para un lado y seis para el otro. “El que sabía más llevaba la cabeza y daba la muestra y los demás los seguían”.
La trenzada tenía una coreografía, se iniciaba con una canastilla que consiste en ir uno arriba, otro abajo y en la segunda vuelta se hacía la entonación, que trata en que los participantes se acercan al palo con la trenza en la mano y luego comienza la canastilla de dos que consiste en ir dos por arriba y luego dos por abajo con su correspondiente entonación para dar paso a la canastilla de tres, canastilla de cuatro, de cinco y luego el remolino. Todo este proceso se denominaba “una parada” y duraba aproximadamente una hora porque entre canastilla y canastilla había que destrenzar.
Entonces este grupo se iba a adorar y venían niños nuevos para trenzar. La adoración implica danzar al son de los villancicos frente al nacimiento que generalmente se armaba en las casas de las personas que organizaban la misa y la celebración.
Se hace en parejas que se acercan al Niño, se inclinan y van a la parte de atrás de la fila para volver a acercarse sucesivamente, siempre levantando de manera alternada el pie izquierdo y el derecho.
Generalmente se iniciaba la adoración unos ocho días antes de Navidad, que eran seguidos, y después se prolongaba por varias semanas, sólo los domingos hasta el último domingo previo al carnaval.
“Los ‘niños carnavaleros’ se les decía a aquellos que por alguna razón prolongaban las adoraciones más allá de carnaval, por diferentes motivos de la familia organizadora”, cuenta.
Para ir a la misa que pagaba la familia se iba en una especie de procesión al son de las bandas criollas que recorrían las calles con los niños en permanente adoración. Posteriormente se fue implementando el uso de bandas profesionales.
Esta tradición se mantuvo muy fuerte hasta la década de los 80 y en los 90 comenzó a decaer.
[gallery ids="222623,222624"]
Justina Zubieta quien vivió su infancia en La Paz recuerda que cuando era niña despertaba muy temprano el 24 de diciembre para preparar la masa de los buñuelos, estos debían estar listos para la noche junto a grandes ollas de api. “Recibía mi mamá a muchos niños, abría la casa para que vengan. Las wawas llegaban con ponchos y chullus con los que tocaban villancicos”, cuenta.
Agrega que en ese entonces la Navidad era de todos, vecinos, niños y demás gente que se daba cita en las casas que abrían las puertas. Detalla que se armaba un nacimiento y todos los niños bailaban y cantaban delante de él. “A las doce reventaban los cohetillos porque era la hora del nacimiento de Jesús”, dice.
Entretanto para la cochabambina Luisa Suárez el hablar de Navidad es recordar los deliciosos platos que hacía su abuela. Así rememora las lawas de choclo, el papawayk’u y maicillos. También el api rojo y el blanco, y los pasteles. Las delicias dulces se preparaban para el desayuno.
A las doce de la noche se comía el plato de preferencia y se efectuaba el brindis con chicha culli y chicha amarilla. Tras esto con campanas en mano se despertaban a los niños y se les anunciaba que había llegado el Niño Dios. “En ese momento despertaban las wawas con gran alegría, recibían su ropa y juguetes”, cuenta.
También se cantaban villancicos en castellano y en quechua. “Eso se cantaba delante de los pesebres que eran hechos con ramas de sauces y molles. Otra cosa interesante era que la albahaca era recordada como la planta navideña y su olor inconfundible recordaba esa época”, dice Luisa.
Por otro lado, recuerda que iba con su abuela a la misa de gallo o misa navideña que era celebrada a las doce de la noche. “Tenía sólo seis años y recuerdo que me dormía en el asiento, mi abuela me sacaba a marcas”, cuenta.
Entretanto, en Santa Cruz Natividad Montaño recuerda que se trataba de un festejo sencillo en el que se veneraba el pesebre y la pobreza del niño Dios. Los platos acostumbrados eran lechón, pato o gallina que siempre se acompañaban del arroz navideño. También se acompañaba todo esto con un bufet de ensaladas, chicha de maíz, de maní y guarapo.
En cuanto a la gastronomía tradicional era costumbre comer lechón, pato y gallina al horno, acompañados del tradicional “arroz navideño”, todo eso formaba parte de la mesa durante la Nochebuena del 24 y 31 de diciembre hasta hace 50 años. “Los adultos solían tomar su culipi, que era una mezcla del alcohol con agua”, dice.
Al igual que en La Paz y Cochabamba los niños se reunían a cantar villancicos en las casas donde se ofrecían golosinas y se armaba un pesebre. Más aún, en el campo cruceño los pesebres se armaban en las plazas.
Carlos Bernal nos habla de Oruro y dice que ahí era muy tradicional hacer buñuelos y asistir con los niños a las misas de gallo. Los niños adoradores cantaban villancicos y bailan chuntunquis a cambio de chocolate y buñuelos.
Cuenta que en el campo también se hacían buñuelos pero además se amasaba greda para las habilidades manuales. Dice que mientras la madre hacía los buñuelos los niños jugaban armando figuras, entretanto llegaba la hora de cenar y en una improvisada mesa de madera se ponía el charque, el mote, la papa y las habas. Los buñuelos se comían después.
Ana Cáceres cuenta que en Chuquisaca lo principal era la adoración, los niños salían cantando y bailando, expresando felicidad por la llegada del Niño Jesús. También dice que se reunían en familia para compartir. Se visitaban las casas donde había un pesebre y los dueños del nacimiento regalaban buñuelos con miel a los niños, se comía además una rica picana.
En el área rural se hacían rosquetes dulces y se comían las frutas de la época. A la medianoche estaba presente la picana para degustar en familia. Más aún, de acuerdo a revisión bibliográfica en el sur oeste de Chuquisaca se vivía también otra forma de celebración de la Navidad. Se trata de la tradición Serranense, donde la población bailaba por tres días consecutivos (25 26 y 27 de diciembre) en adoración al Niño Jesús.
La población salía a las calles para disfrutar de juegos de antaño como las “ruedas”, esto de acuerdo a la edad. La “rueda San Pablito” es para niños entre 3 a 6 años, la “rueda los caprichosos” para menores de edad de 10 a 15 años, la rueda “Vallunos”, “Medio usos”, los “Palas”, “Múnich”, entre otros, para los adultos.
Según Ana Luisa Arroyo en Beni se realizan novenas esperando el nacimiento del Niño Jesús. Añadido a esto se ofrecían banquetes para los niños huérfanos. Los banquetes solían durar tres días.
En la población Santos Reyes, de la provincia Ballivián de Beni, se mantiene la fiesta tradicional de fin de año con una fuerte influencia católica y jesuita. Allí se realizaban riñas de gallos, corridas de caballos y se jugaba al palo encebado.
La navidad en la Tarija de antaño
La Navidad es una tradición que se inculcó en Tarija con la llegada de los españoles por lo que es una celebración que trae elementos de las tradiciones católicas españolas de la época de la Colonia que cobra fuerza en la región debido a la marcada tradición Católica en Tarija.
La Navidad ha sido una fiesta que creció con la Colonia, “los nacimientos y la celebración eran como se los hacía en España”, explica don Manuel Oscar Rojas.
De acuerdo a las remembranzas de don Manuel, la Navidad era esencialmente “una fiesta del amor, paz y concordia” en la que se olvidaban las presiones políticas o religiosas. “Era una fiesta bellísima en la que los protagonistas eran los niños, la familia”.
Era una celebración que incluía a toda la familia, ya que se organizaban las adoraciones y las trenzadas, donde las delicias culinarias y de repostería eran una parte fundamental para agasajar a quienes participaban de ella, en especial a los niños que adoraban.
“Recuerdo que mis papás nos llevaban a Tablada, íbamos a las siete y volvíamos a las 12 de la noche caminando, cansados y felices”.
Los niños esperaban con ansias esta época del año porque llegaba plena de vivencias para ellos, de visitar diferentes hogares en donde se realizaba la fiesta de adoración y decenas de niños, trenzaban, adoraban y jugaban por todos los rincones de la casa mientras los padres se unían en una tertulia con los familiares y amigos.
“La trenzada y la adoración son dos actividades diferentes” dentro de la misma celebración, según explica don Manuel, ya que por la cantidad de niños que asistían, debían alternarse para participar. “Hacíamos fila para poder trenzar o adorar”.
“La Navidad era una fiesta que nivelaba las capas sociales ya que todos participaban aunque había familias que lo festejaban con más pompa”, recuerda.
Don Manuel recuerda a don Ignacio Coronel, quien era santero y tenía los mejores “niños”. “En sus fiestas solíamos ir a hacer fila para tocar los instrumentos para la adoración como el pajarito, el cuadro, el bombo, el tambor y la quenilla. Esa era una de las opciones de participación que tenían los niños que gustaban de hacer música.
El resto hacía fila para trenzar o adorar, recalca don Manuel recordando el gusto que hallaban los niños y los jóvenes en adorar al niño.
Generalmente había tres palos para trenzar, cada uno con doce trenzas alrededor del palo. Seis se llevaban para un lado y seis para el otro. “El que sabía más llevaba la cabeza y daba la muestra y los demás los seguían”.
La trenzada tenía una coreografía, se iniciaba con una canastilla que consiste en ir uno arriba, otro abajo y en la segunda vuelta se hacía la entonación, que trata en que los participantes se acercan al palo con la trenza en la mano y luego comienza la canastilla de dos que consiste en ir dos por arriba y luego dos por abajo con su correspondiente entonación para dar paso a la canastilla de tres, canastilla de cuatro, de cinco y luego el remolino. Todo este proceso se denominaba “una parada” y duraba aproximadamente una hora porque entre canastilla y canastilla había que destrenzar.
Entonces este grupo se iba a adorar y venían niños nuevos para trenzar. La adoración implica danzar al son de los villancicos frente al nacimiento que generalmente se armaba en las casas de las personas que organizaban la misa y la celebración.
Se hace en parejas que se acercan al Niño, se inclinan y van a la parte de atrás de la fila para volver a acercarse sucesivamente, siempre levantando de manera alternada el pie izquierdo y el derecho.
Generalmente se iniciaba la adoración unos ocho días antes de Navidad, que eran seguidos, y después se prolongaba por varias semanas, sólo los domingos hasta el último domingo previo al carnaval.
“Los ‘niños carnavaleros’ se les decía a aquellos que por alguna razón prolongaban las adoraciones más allá de carnaval, por diferentes motivos de la familia organizadora”, cuenta.
Para ir a la misa que pagaba la familia se iba en una especie de procesión al son de las bandas criollas que recorrían las calles con los niños en permanente adoración. Posteriormente se fue implementando el uso de bandas profesionales.
Esta tradición se mantuvo muy fuerte hasta la década de los 80 y en los 90 comenzó a decaer.
[gallery ids="222623,222624"]