Los griegos en Bolivia y el reencuentro un siglo después
En Tarija hay una esquina en pleno centro de la ciudad que conserva vestigios de lo que fue la llegada y aporte de los griegos a Tarija.
En esta esquina se encuentra el hotel Victoria que se construyó e inauguró con el nombre de Atenas a inicios de la década de los 30.Su artífice fue Elías Marotheodorakis, un inmigrante griego que llegó a Tarija en 1918, luego de recorrer parte de Europa y el norte de África. Posteriormente se embarcó rumbo a Brazil, en donde desembarcó en 1916. De allí pasó por Santa Cruz, donde se dedicó a diferentes actividades, entre ellas el traslado de ganado vacuno. Esta actividad lo llevó hasta Yacuiba y le permitió conocer Tarija, en donde decidió quedarse.“Mi familia guarda mucha gratitud con la familia Ávila Ruiz, quien les dio cobijo y le alquiló una pieza a mi abuelo”, recuerda Elías Vacaflor Dorakis, hijo de una de las hijas de Elías abuelo.Los inmigrantes llegaban escasos de recursos, pero con la firme decisión de hacer fortuna. Inicialmente Marotheodorakis se dedicó a la fabricación y venta de helados que ofrecía personalmente en un carrito. Con esto sostenía a su familia que iba aumentando en número.Era un hombre trabajador y ahorrador por lo que en los prolegómenos de la Guerra del Chaco decidió utilizar sus ahorros para alquilar la casa de la familia Pizarro, (donde actualmente se encuentra la taberna Gattopardo) para instalar un hotel. Era una época de mucho movimiento y traslado de gente, por lo que le fue muy bien y tuvo que alquilar la casa del frente, en diagonal, para ampliar su hotel. La fortuna le era propicia de modo que finalmente compró el terreno de enfrente y en año y medio, bajo la conducción de José Strocco, logró levantar el edificio de lo que fue el hotel Atenas. Un lugar que marcó historia en Tarija, no sólo por lo espléndido del servicio, según cuenta Dorakis, sino también porque significó el inicio de la actividad hotelera en Tarija.“En el hotel Atenas se podía encontrar vajillas de plata y oro, mi abuelo traía los mejores licores, bebidas de Buenos Aires, porcelanas, adornos, sábanas, todo era lo mejor”, cuenta. Marotehodorakis nunca dejó atrás sus raíces del todo por lo que en el hotel se preparaba, comida al estilo griego, cordero al horno. Se utilizaba siempre aceite de oliva y se bebía vino.Con el tiempo incursionó también en el negocio de los calzados pero fue siempre el hotel el que le dio las mejores satisfacciones financieras, algunos paisanos suyos que también se asentaron en Tarija trabajaron con él en el hotel. “Era un hombre generoso, mano suelta, si encontraba a un indigente lo llevaba al hotel y le invitaba buena comida”, relata su nieto Elías Vacaflor.Tuvo siete hijos, cuatro varones y tres mujeres y sin embargo hoy el apellido está a punto de extinguirse por falta de descendientes varones. El apellido que originalmente era Matheodorakis lo abrevió él mismo firmando como Mdorakis, por lo que hoy sus descendientes son solamente Dorakis. El único varón que lleva su apellido está en Grecia, y de no tener descendientes varones, el apellido desaparecerá.La fortuna de don Elías le permitió enviar a sus hijos a estudiar al extranjero y siempre procuró dejarles como herencia la buena educación que él cultivaba de manera muy estricta. “Él a su esposa la llamaba señora Casta, y su hijos debían decirle madre”, dice.Para él era muy importante respetar las leyes y costumbres del la tierra que lo cobijó. En una ocasión su hijo que estudiaba en Chile vino de visita en las vacaciones pero sin pedir permiso. “Hizo el viaje largo por tierra, entro al hotel y mi abuelo estaba atendiendo a un cliente, levantó la vista y vio a su hijo que le decía: aquí estoy e inmediatamente le dijo, usted se vuelve ahora mismo, así que mi tío dio media vuelta, tomó su maleta y en el mismo auto que había contratado para venir se volvió, como él era bueno era estricto”, así era de estricto.Fue muy conocida la gran fortuna de don Elías Dorakis que se especulaba provenía de un “tapado”. “En el periódico La Opinión había una columna que se llamaba Divulgando las cosas, donde se escribió, ‘el turco Dorakis encontró un tapado’, yo le pregunté a mi madre y ella me dijo que efectivamente, cuando hicieron las excavaciones encontraron un crucifijo enorme de oro”.Elías Matheodorakis falleció en 1947 de asma, y sus hijos fueron muriendo poco a poco y en circunstancias extrañas, en accidentes o de enfermedades que no eran mortales, lo que hacía pensar en que una maldición había caído sobre la familia. Todos los varones murieron sin descendencia y de las mujeres, la única que se salvó fue Ely Dorakis, quien nunca pudo recordar las circunstancias de la tragedia familiar sin llorar. En poco tiempo, la fortuna que había logrado don Elías se fue diluyendo. “El hotel se vendió. Por lo menos durante ocho años vivimos como gitanos de alquiler en alquiler hasta que poco a poco logramos estabilizarnos”, afirma. Constantino PaputsakisOtra familia cuyo abuelo griego llegó a Tarija por la misma época fue la que ostenta el apellido Paputsakis, herencia de su abuelo Constantino Paputsakis Koraka, quien llegó a Buenos Aires en 1910 y lo mismo que muchos inmigrantes trabajó en lo que pudo, fundamentalmente en las quintas agrícolas de ese país. Fue migrando mientras buscaba donde establecerse. Trabajó en Vitiche, Cotagaita y Potosí junto con otros griegos que llegaron con él. Los Mitru, Papadopulos Heraclis, Papabasilakis, Frankachis, quienes se establecieron en diferentes lugares.La actividad fundamental que realizaban era el comercio que se realizaba entre Bolivia y Argentina.Una vez establecido en Tarija, Constantino Paputsakis se casó con Benigna Flores y trabajó en diferentes emprendimientos hasta que instaló una tienda, que fue una de las primeras ferreterías de Tarija, no tenía nombre y la gente cuando se refería a ella decía: la tienda del “sordo”. “Mi papá perdió la audición a causa de la fiebre tifoidea, ya en Argentina y usaba un aparato como una corneta para escuchar”, dice su hijo Pedro Paputsakis, quien afirma que lo extraňo es que sólo la usaba en la tienda donde la dejaba porque en la casa no la usaba. Había aprendido a leer perfectamente los labios de sus hijos y esposa. Además que hablaba muy bien el castellano, sin ningún acento.Tenía un código especial para conocer los precios de los artículos de su tienda que era una especie de cambalache, donde se podía encontrar cosas tan disímiles como lámparas de cristal, aperos, sillas de montar, fierros y todo lo que fuera necesario en esa época para las labores del campo y la ciudad.“Inicialmente mis padres vivían alquilados en un cuartito, hasta que pudieron construir su casa en el barrio San José y se mudaron”, recuerda su hijo Pedro Paputsakis.Constantino tuvo tres hijos varones. Él se asimiló muy bien la cultura chapaca, en su hogar cocinaba la madre de su esposa por lo que la comida era criolla. “Mi padre supo adecuarse al medio, no quiso imponer sus costumbres ante un medio apabullantemente diferente”, cuenta.Fue un hombre cariñoso que sentaba a sus hijos en sus rodillas y les hablaba de minotauros y cíclopes. Sus historias eran extraídas de la Ilíada, como uno de los pocos detalles que hablaban de su añoranza por Grecia a donde nunca volvió.También recibía periódicamente los diarios en griego que se hacía mandar de Buenos Aires para poder mantener contacto con su país natal.Constantino Paputsakis falleció en 1966 y su esposa quedó a cargo de la tienda que poco a poco comenzó a decaer hasta que se cerró.Hoy sus hijos han hecho crecer la familia, que es una de las pocas en las que aún el apellido Paputsakis figura en primer orden.
Celebración de la Pascua Griega en Tarija
La historia de Tarija está profundamente ligada a las historias de los inmigrantes que llegaron para quedarse en ella y de algún modo fueron partícipes y artífices del desarrollo del departamento. Los inmigrantes griegos que llegaron a la capital son pocos pero dejaron muy bien impresa su huella. Llegaron a inicios del siglo XX persiguiendo sus sueños y nunca retornaron. Un siglo después, sus descendientes reencontraron a sus parientes en el viejo continente, quienes por años intentaron saber qué fue de aquellos hijos y hermanos que se fueron y nunca retornaron.Las nuevas tecnologías de la comunicación son las que hicieron posible que los descendientes de griegos en Tarija se reencontraran con sus familiares en Grecia.“Sabemos que siempre los buscaron”, cuenta Patricia Paputsakis, nieta de Constantino. Siempre quisieron saber qué había sido de ellos y los buscaron.“Una sobrina ya fue a Grecia y la recibieron muy bien, con mucho afecto y nosotros también planeamos ir a conocer a esa parte de la familia”, comenta Pedro Paputsakis.Este reencuentro también lo vivió Elías Vacaflor Dorakis a través de las redes sociales y ya encontró a los descendientes de los hermanos de su abuelo con quienes mantiene correspondencia.“Los descendientes de griegos –aclara Pedro Paputsakis- siempre nos identificamos, tenemos sentido de pertenencia y nos llamamos paisanos, donde nos veamos y nos saludamos con mucho cariño”.Esto también los ha llevado a buscar a los demás griegos instalados en otros departamentos del país, lo que ha posibilitado que en 2013 se organice la primera Pascua Griega en Cochabamba y en 2014 en Tarija. En este último encuentro participaron 48 griegos de toda Bolivia.Fue una celebración que les permitió reencontrarse con sus raíces y aprender más acerca de su propia cultura con la organización de charlas sobre la historia de Grecia y el intercambio de experiencias.“Rompimos platos, jugamos juegos griegos, pintamos huevos de rojo, como indica la tradición de la Pascua en Grecia”, comenta Patricia Paputsakis, quien agrega que el menú fue cordero al horno y otros alimentos de la gastronomía mediterránea.Además, recuerda Elías Vacaflor Dorakis, “bailamos Zorba el griego y otras danzas” en una celebración que esperan repetir este 2015 en Santa Cruz.En esta celebración el Concejo Municipal les hizo un reconocimiento a los descendientes de los griegos en Tarija declarándolos ciudadanos ilustres.
MÁS DETALLES DE LOS GRIEGOS EN TARIJA
Elías MatheodorakisEn Historias de Villa Rosa, de Rosario Estenssoro, se le dedica un capítulo a Elías Matheodorakis en el que se habla de sus cualidades como rectitud, generosidad y de su búsqueda de la perfección. “Era el que hacía preparar las mejores masas, la mejor repostería. El trajo a la familia Cuadros que hasta hoy preparan la mejores empanadas de Tarija”.
Constantino PaputsakisConstantino Paputsakis llegó a Argentina en 1910 y luego de trabajar en diferentes rubros en ese país se desplazó a Bolivia, para finalmente llegar a Tarija, en donde decidió establecerse. Aunque nunca olvidó a Grecia ni a su familia se integró perfectamente en la sociedad Tarijeña. Tuvo tres hijos, Constantino, Pedro y Gorge quienes tienen descendencia en Tarija y en Salta (Argentina).
Griegos en TarijaAntonio Paputsakis, Zacarías Francachis, Constantino Paputsakis en la foto, son sólo una parte de los griegos que llegaron a Bolivia y se establecieron en diferentes regiones del país. Sus motivaciones fueron muchas, conjugaban la necesidad de alejarse de los conflictos bélicos de Europa con la aventura y la posibilidad de encontrar fortuna por estos lugares.