Carnaval Chapaco
El sol y las sonrisas embellecen el día de Comadres



El festejo de Comadres es todo lo que está bien. Desde la mañana todos andan con una sonrisa: las profes, las mamás, la que vende fruta y la que vende pollo (que se ha ido a las nubes, pero no es por eso), Don Roberto, don Manuel, todos. El día es largo, pero nadie se hace el opa. Comadres es para vivirlo.
Lo de tolerancia media jornada siempre fue una patraña: detrás de cada puerta hay almuerzos clandestinos, singanis medio que mal mezclados, flores pascuas y muchas ganas de abrazar a la cumita, aunque pida moderación.
Antes de ir a la plaza, toca “copar el Insta”, y verdá que hay muchos niños pidiendo y pocas monedas de cambio. En Tarija el Guadalquivir siempre da la medida. Del pueblo, aunque nunca ha llegado el momento de la verdad, se deduce que hay campings baratos como para perder el tiempo por ahí. Un paso en falso es celular caído, y el geolocalizador de Google no es lo que prometía. Batalla en Juan XXIII, batalla en la Comercio, batalla en Senac o en La Tablada.
El gurú del tiempo había dicho que iba a llover, y no es seguro que no haya llovido para hacer la contra, aunque tampoco se descarta. Son docenas de niñas y señoras que aceleran el pasó, cruzan la calle, saludan a la carrera y acopian mil de fotocopias: el señor de bigotito del parque Bolívar ha perdido la cuenta, pero no pasa nada.
Bajo el vidrio, se acaba de cruzar una camioneta con una docena de nenes y nenas que repasan la jornada con un ojo medio cerrado. Apunto con mi chisguete medio hechizo, que cambia usa de munición cualquier botella pet, pero hay que cargar. A lo que disparo 12 globos han entrado al vehículo. Derrota.
La plaza rebosa, pero no tanto. Paceña es omnipresente en el Carnaval del país y uno no sabe, aunque imagina, que esa secretaría de Cultura dirigida por la gen-Z lo ha acabado blanqueando todo para bien, porque además sigue habiendo cubitos entre barras.
La fiesta se pone buena y el Senamhi una vez más erra, pero esta vez sin decepcionarnos. Ni compadres llorones, ni comadres lloronas. Puede ser una premonición. Año de nieves, año de bienes pero sin lluvia. Tiempo de cambios.
La mayoría lleva la sonrisa puesta desde el punto de la mañana. Baile acá, risa allá, Cuma cumita, cumpa cumpita. Una fumigada a tiempo acelera los procesos y la plaza se vacía rápido. Algunos siguen buscando su celular y orecen rescate. La mayoría se va a sus fiestas, pero la mayor es en la Avenida Integración. Hace tiempo se perdió la cuenta de los grupos que bailan, más o menos como el de influencers que cubren llegados de todo el país. Casi todos hacen lo mismo, pero está churo. El Diego Nahuel anda con su cosito, también el Never, a ver con qué nos sorprenden mañana.
El Carnaval Chapaco recién empieza, pero ciertamente el día grande ya ha pasado. Esa sensación de haber cumplido permite relajarse oportunamente. Tal vez concentrarse en las parrilladas, tal vez en los disfraces, tal vez ignorar el pollo al alza y las elecciones acercándose. Hacer la tarea temprano permite disfrutar del finde. ¿Oyes hija?
Más tarde llegará el parte policial y ojalá tienda a cero. Tarija tiene un Carnaval de exportación, de calle, de gente, de sonrisas y abrazos, en el que todos suman. Comadres nunca decepciona.