Tarija entre los departamentos más afectados por la deforestación
Los municipios del Chaco tarijeño sufren una pérdida acelerada de bosque nativo. Entre 1956 al 2022 Yacuiba ha perdido el 32% de sus bosques, Villa Montes el 5% y Caraparí un 8%
Un informe reciente elaborado por la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) sobre la deforestación en Bolivia, basado en una recopilación de datos desde 1956 hasta 2022, ha revelado alarmantes cifras para el departamento de Tarija. Aunque la región tiene una menor extensión territorial comparada con otros como Santa Cruz o Cochabamba, su tasa de pérdida de bosque nativo es significativa, lo que ha encendido las alarmas entre las organizaciones ambientalistas locales.
Según el estudio, Santa Cruz lidera el ranking de deforestación a nivel nacional, habiendo perdido más del 20% de su cobertura boscosa. Cochabamba le sigue con un 11% de pérdida de su bosque nativo, mientras que Tarija se sitúa en tercer lugar con un 8% de sus bosques desaparecidos. Lo preocupante es que, a pesar de su menor tamaño, Tarija muestra un ritmo acelerado de deforestación que podría tener consecuencias ambientales extremas e irreversibles.
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Impacto en el Chaco
La representante de la Plataforma Ambiental Villa Montes, Ludmila Pizarro, alertó sobre la magnitud del problema en Tarija. De acuerdo con las cifras del informe, el departamento ha pasado de tener 2.686.181 hectáreas de bosque en el pasado a 2.460.443 hectáreas en 2022, lo que refleja una pérdida considerable.
Pizarro indicó que Tarija está perdiendo su bosque a un ritmo “preocupante”, y aunque su territorio es mucho más pequeño que el de Santa Cruz o Cochabamba, la deforestación podría generar un cambio ambiental irreversible en el ecosistema.
Los municipios más afectados se encuentran en la región del Chaco tarijeño, con Yacuiba a la cabeza de la lista. En este municipio, se ha registrado una pérdida del 32% de su bosque nativo. De una superficie original de 333.496 hectáreas, Yacuiba ha visto reducido su bosque a 227.792 hectáreas hasta 2022. Pizarro explicó que esta es una de las áreas más afectadas debido a la expansión agrícola y la tala ilegal.
Villa Montes, el municipio más grande en territorio del departamento, también ha sufrido una pérdida significativa. Con 1.077.842 hectáreas de bosque inicialmente, hasta 2022 se ha registrado una disminución de 56.154 hectáreas, equivalente al 5% de su superficie forestal.
Caraparí, entre tanto, ha perdido un 8% de su bosque nativo. Este municipio, que contaba con 333.385 hectáreas de bosque, ha reducido su superficie boscosa en 23.751 hectáreas.
Pizarro subrayó la importancia de actuar de manera urgente para detener el avance de la deforestación en Tarija. La representante de la Plataforma Ambiental de Villa Montes enfatizó que los esfuerzos para preservar los bosques deben incluir políticas más estrictas y una mayor colaboración entre autoridades locales, regionales y nacionales. Asimismo, abogó por la sensibilización de la población sobre las consecuencias de la deforestación y la necesidad de conservar el ecosistema natural de la región.
“Esto llama la atención porque tenemos una puerta abismal al cambio climático. Sabiendo que el Chaco teniendo condiciones de sequía extrema, donde las temperaturas superan los 38 grados, donde la sequía se prolonga por más de 8 a 10 meses al año, ¿cómo es posible que tengamos este nivel de deforestación? Esto no permite el movimiento y el ciclo del agua para generar lluvia o evitar erosión, evitar vientos huracanados”, cuestionó.
Los incendios y la deforestación en Bolivia
El profesional tarijeño, Ph.D. Luis Acosta Arce, exdirector del Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF), señala que las principales causas de los incendios forestales en Bolivia son predominantemente de origen antrópico.
Entre las causas más destacadas identifica: la deforestación, en donde el fuego se origina mayormente en tierras que han sido recientemente deforestadas para ser utilizadas en actividades agropecuarias. Sumado la quema de pastizales que arrasa grandes extensiones de pastizales naturales o cultivados, lo que contribuye a la propagación de incendios.
Acosta también menciona las prácticas agrícolas, en donde los agricultores y ganaderos utilizan el fuego como una herramienta económica para limpiar áreas de cultivo o renovar pasturas. Además de las condiciones climáticas, ya que la duración de la época seca y la intensidad de la temporada de fuego se ven exacerbadas en años de sequía prolongada, lo que aumenta la probabilidad de incendios.
En cuanto al impacto que tiene esta actividad humana, Acosta refiere que los incendios destruyen grandes extensiones de bosques y ecosistemas, lo que resulta en la pérdida de hábitats para numerosas especies de flora y fauna. Lo que puede llevar a la disminución de poblaciones de especies y, en algunos casos, a la extinción.
También indica que la quema de áreas forestales altera la estructura y composición de los ecosistemas, afectando las interacciones entre especies y los procesos ecológicos esenciales, como la polinización y la dispersión de semillas.
Otro de los elementos que identifica es la fragmentación de hábitats; aumento de especies invasoras; y el impacto en la calidad del aire y el agua.