Los sueños del Guadalquivir: Sentipensante
El concepto de sentipensante hace referencia a la cualidad doble del ser humano de pensar y sentir simultáneamente. No son actividades mentales aisladas, sino conectadas e influenciables mutuamente. Una persona sentipensante es alguien que camina tanto el camino de la razón y el del sentimiento.
Históricamente hablando, el reconocimiento de las ciencias “blandas” es un fenómeno reciente. El positivismo clásico se basa, primero, en las ciencias duras, y segundo, en la separación de la razón de la emoción. Se atribuye a René Descartes (s. XVII) la separación conceptual entre cuerpo y alma. Esta es la “ciencia” en la que mucha gente piensa cuando piensa en ciencia.
Esto ha cambiado hace tiempo. Ya en el siglo XIX el campo científico se apertura a ciencias como la psicología, la sociología y la antropología. Hablamos del paradigma cualitativo como diferenciado radicalmente del paradigma cuantitativo. Esto significa la atención en profundidad a los casos particulares en formas que rescatasen la subjetividad del individuo.
Estas ciencias sufrieron el estigma de “ciencias blandas” y el cuestionamiento constante y permanente en su calidad de “ciencia”, aunque ya hayan logrado su consolidación teórica y académica como ciencias hechas y derechas. La tendencia cualitativa y subjetiva de cada una de estas ciencias se mantuvo vigente y en competencia permanente con la exigencia cuantitativa y formalista del positivismo. Hace mucho tiempo como científicos sociales hemos abandonado el positivismo como paradigma fundante. Nociones metodológicas como la observación participante, la aproximación holística o la intuición como método se oponen radicalmente al positivismo clásico.
Yo la palabra “sentipensante” la conozco solo en idioma español, y tan solo en las ciencias sociales latinoamericanas. Ubico sus orígenes en algún momento de las décadas de 1980 y 1990, pero no podría señalar su inicio exacto. Como ya expliqué en el acápite inicial, la palabra “sentipensante” hace referencia directa a la interacción entre la mente racional y los sentimientos. Es decir: que se puede hacer ciencia basado en las emociones del autor o autora. Sigue la tendencia general de las ciencias sociales de desprenderse del positivismo clásico.
Otra tendencia en esta dirección es la teoría de la performatividad, que cuestiona la dicotomía entre cuerpo y alma. Tanto la teoría de la performatividad como la antropología del cuerpo dicen que se puede pensar con y desde el cuerpo. Uno hace, pero también puede reflexionar sobre lo que hace.
Esto va de la mano con la teoría de la experiencia, la cual señala que el pensamiento está atado directamente a la acción. Personalmente puedo afirmar que cuando escribo y dejo asentada una idea en el papel recién es que termino de pensar. Estoy seguro de que tanto artistas como deportistas me van a entender: no es hasta que agarras el pincel y pintas o empiezas a correr hasta el agotamiento que logras entrar en ese estado de flujo mental que te permite ver todo claro. Eso es pensar con el cuerpo y a través de la práctica.
En la misma línea se encuentra la auto-etnografía, que no es nada más que el estudio de uno mismo como método etnográfico valido. La ciencia positivista clásica señala la necesidad de la separación conceptual entre el objeto y el sujeto de estudio. La auto-etnografía es la negación absoluta de este principio, pues pone al antropólogo en el centro de su investigación. Esto tiene su explicación metodológica: cuando hablas de captar la subjetividad de los actores a través de la aproximación cualitativa, no hay mejor sujeto de estudio que uno mismo para explorar las profundidades más íntimas del sujeto situado.
Una forma más suave de auto-etnografía es lo que nosotros los antropólogos conocemos como reflexividad. Esta idea parte de la constatación de que no hay una sola área de la ciencia que no tenga un componente subjetivo. La ciencia está hecha por personas, y las personas tienen simpatías y antipatías personales, convicciones políticas y religiosas, lealtades de clase e intereses económicos en juego. La ciencia nunca es completamente neutra, a pesar de sus pretensiones al respecto. La respuesta no es evitar la búsqueda de la objetividad, sino hacer evidente la subjetividad implícita para que cada uno pueda juzgar cuan confiable o no es un trabajo en específico.
Prefiero pensar el concepto de “sentipensante” como la articulación teórica y metodológica de todo esto que acabo de explicar. Todo esto que hace de las ciencias “blandas” campos del conocimiento fértiles. La subjetividad tiene método y la complejidad es también subjetiva. Por eso cuando mis amigos me preguntan de por qué no entré a estudiar alguna ingeniería, tan bueno que era yo en matemáticas, les respondo que no puedo imaginarme un campo del saber tan complejo y satisfactorio como lo es el estudio de la mente humana. Somos bichos bien raros y es lindo darse cuenta de eso.