Pese a los riesgos, centenares de personas cruzan a diario el río Bermejo
Cristian, de chef a bagayero “cheto” en la zona fronteriza
La historia de un bagayero detrás de la ilegalidad del contrabando y la necesidad de las personas de buscar alternativas para generar ingresos



La pandemia de la Covid-19 no solo trajo la crisis sanitaria sino también un quiebre de magnitud en la economía de las familias, afectando de forma severa a todos los sectores, sobre todo a aquellos que viven del día y residen en las poblaciones fronterizas con Argentina, donde la principal labor es el comercio.
En Bermejo, el comercio informal conocido como “el bagayo”, es una de las principales fuentes de ingresos de sus habitantes, actividad que se incrementó por las consecuencias de la cuarentena. De este modo, conocemos a Cristian, nombre ficticio que usaremos para conservar su identidad, quien cuenta cómo llegó a incursionar en esta actividad para subsistir.
Al verse perjudicado por la situación, Cristian, decidió probar suerte con el contrabando de mercadería. Sus compañeros lo apodaron “el bagayero "cheto” por su particular forma de vestir, ya que lo veían siempre con ropa y zapatillas de importantes marcas.
Él comenta que la “movida del bagayo” es bastante peligrosa. Se mueven en horarios fijos, por sectores donde no hay controles y siempre le pagan 5 bolivianos a un “campana” para que pueda decirles si los gendarmes argentinos se encuentran merodeando el río.
Se agrupan entre 15 personas con sus respectivos códigos, él pertenecía al grupo “tortuga”. Relata que es necesario estar acompañado ya que a veces las situaciones riesgosas de esta actividad ameritan a necesitar ayuda, debido a que cargan “lonas” de hasta 60 kilos.
Cristian indica que los bagayeros son contratados por tiendas o supermercados que les piden una serie de mercadería y por cada lona les pagaban 150 bolivianos en tiempos de cuarentena estricta, debido a las dificultades de llegar al lado argentino.
Normalmente, el precio de cada lona es de 30 a 40 bolivianos por pase, pero el precio se incrementó debido a los altos controles que había durante la cuarentena, por lo que muchos decidieron correr los riesgos para conseguir ingresos y mantener sus hogares.
Él comenzó a realizar esta actividad a mediados de junio, en pleno invierno. Había días que debía salir en la madrugada, con mucho frío cruzar las aguas del río Bermejo, y esperar a no ser “pillado” por los gendarmes argentinos.
Señala que llevaba siempre su mochila, su lona, para preparar la mercadería que traería, piolas, yurex y un par de medias, las cuales le servían para ponerse por encima de las zapatillas y evitar resbalar con las piedras y caer con 60 kilos encima de su espalda.
Indica que hay tres puestos claves para cruzar: el tanque de agua, Yacimientos y el jardín Botánico. Luego debían meterse por los montes y rogar que no haya gendarmes escondidos, ya que eso les traería serios problemas.
Cristian también relata que las autoridades de la frontera argentina son conscientes de la actividad que se lleva a cabo, pero que lamentablemente esto significa el sustento de muchas familias, es por eso que la mayoría se hace de “la vista gorda”.
“Una vez me tocó cruzarme con un gendarme, no me di cuenta, estaba distraído con mi celular, pero luego nos pusimos a charlar de manera educada y les comenté mi situación, él solo me dijo que vaya pero que no traiga nada de bebidas alcohólicas porque eso si me quitarían”, cuenta Cristian.
Tiene un local de comida rápida en Bermejo, comenzaba su rutina desde tempranas horas de la tarde, cuando preparaba los alimentos, abría su local, levantaba pedidos, dejaba a domicilio y aproximadamente a las 23.00 horas, se alistaba para empezar el bagayo. Un par de veces le tocó llevar pedidos, de su local de comida al otro lado del río.
Indica que tuvo la suerte de no vivir ninguna situación extrema, salvo el decomiso de mercadería, pero a alguno de sus compañeros les tocó recibir golpes y hasta disparos de bala de goma por parte de los gendarmes argentinos.
“Es un laburo muy difícil y riesgoso, hay personas que se dedican todo el día a esto, viven del bagayo, desde las 06.00 de la mañana hasta las seis de la noche (18.00 horas), yo no podría dedicar mi vida a esto, es demasiado pesado y peligroso” afirma.
Cristian: Ser bagayero es un riesgo permanente
Cristian se define como un “tipo laburador”. Es chef titulado, jugó en equipos semiprofesionales de fútbol en el departamento, tiene su local de comida rápida, vende termos y mates. La cuarentena por la Covid-19 lo llevó a buscar nuevas alternativas para conseguir ingresos y se volvió bagayero. Para él esta experiencia fue toda una aventura, pero realmente queda impresionado por los riesgos y el coraje de las personas que viven de esta actividad.