El arte y la cultura en la pandemia
Nuestra cultura está viva y en permanente cambio, con una gran capacidad de adaptación e innovación. La tradición y la modernidad entran en juego como formas de comprender el mundo e imaginar el futuro. Lo que somos y lo que hacemos no está libre de debate. Un claro ejemplo es la...



Nuestra cultura está viva y en permanente cambio, con una gran capacidad de adaptación e innovación. La tradición y la modernidad entran en juego como formas de comprender el mundo e imaginar el futuro. Lo que somos y lo que hacemos no está libre de debate. Un claro ejemplo es la discusión de la chola chapaca que acabamos de tener.
Estas discusiones son más comunes de lo que podemos creer y muestran que nuestra sociedad está viva y no es monolítica, sino diversa y en permanente cambio. Estas discusiones son, en Tarija por lo menos, altamente emocionales. Esa parecería ser una de las características del debate social tarijeño, con sus pros y sus contras.
Es en medio de este contexto que se desarrolla la investigación cultural local
como una reflexión sobre nuestro propio pueblo. En Tarija hay más gente interesada
en esto de lo que se suele imaginar, gente a la que le brillan los ojos cuando se dan
cuenta que se puede hacer ciencia social desde Tarija. Me impresiona también la cantidad de luminarias locales, más allá de una institucionalidad deficiente y anquilosada. No es chiste decir que en Tarija seguimos haciendo ciencia con una mirada del siglo XIX.
Y, sin embargo, estamos encontrando nuevas formas de hacer ciencia y de pensarnos.
La pandemia nos encontró totalmente no preparados. ¿Qué hacemos los investigadores Tarija necesita una academia de ciencias sociales. Las ciencias sociales no son tecnocráticas, sino de reflexión social. Ante la ausencia de un instituto de ciencias sociales
la academia local no es “académica” sino popular. La reflexión y la discusión en torno
a las ciencias sociales a nivel local se realiza por la gente común. Eso no es malo, solo es
diferente. Profesionalizar la investigación cultural puede y debe ser muy productivo.
y los artistas si no es vivir de hacer arte y cultura? Las universidades y las fiestas están
cerradas, que son dos de los principales espacios donde hacemos ciencia y hacemos
arte. Por mucho que queramos, los nuestros no son productos de primera necesidad
(aunque algún amigo me dijo que haga la prueba de sobrevivir la cuarentena sin libros,
música, películas ni ningún otro tipo de arte para evitar que el alma muera).
Actividades económicas tan pueriles como vender libros en el mercado o hacer malabares en las calles se volvieron imposibles, y con ello tenemos muchos artistas muriéndose de hambre (con lo cual no quiero decir que seamos los únicos).
La única ventaja es que tenemos una tonelada de tiempo a nuestra disposición, y podemos
producir en casa. No es mentira lo que dicen que somos los artesanos de la cultura.
No creo que nadie pueda afirmar indiferencia ante la pandemia del coronavirus. Todos
tenemos nuestros propios dilemas y miedos que nos corroen el alma. Y cada cual
encuentra sus propias formas de enfrentar la situación: los artistas produciendo arte, y
los investigadores pensando sobre nuestra sociedad. Tenemos que encontrar una nueva
forma de hacer ciencia y producir ideas en Tarija. Nuevas formas de hacer, una nueva
praxis. No podemos quedarnos como hasta ahora.
Pero no toda nuestra vida cultural ha muerto con la cuarentena. El caso de San Roque
es perfecto para ilustrar como nuestra vida cultural sigue vigente durante la pandemia.
Todas las noches desde el viernes 27 de marzo sus promesantes salen a sus patios, a
sus ventanas o a sus balcones para tocar la música de la fiesta de San Roque, patrono
de Tarija, médico de los pobres y protector contra la peste. El resultado final es una
hermosa cacofonía que llena de melodías la noche tarijeña, tanto en la ciudad como
en el campo. Me animo a predecir que este es el inicio de un nuevo culto local a San
Roque en la época de Cuarentena y Pascua.
¿Pero qué vamos a hacer en el futuro? Debemos diferenciar claramente lo que pase luego de la pandemia, y el laaaargo tiempo que todavía nos queda vivir dentro de ella.
La vida no se detiene y tenemos que seguir pechando el carro. Debemos sobrevivir,
tanto física como espiritualmente. Debemos encontrar maneras de compartirnos en
la ausencia, y de producir arte y ciencia desde la soledad de nuestras casas. No me
puedo imaginar una mejor oportunidad que un encierro obligatorio como éste
para enfrentarnos a nuestros fantasmas y a nuestros dilemas; de ahí salen las mejores
obras y las reflexiones más profundas.
Y luego, cuando todo termine, debemos trabajar duro para construir la Tarija que
queremos. Debemos festejar, que en la fiesta es donde se reproduce y se reinventa
nuestra propia cultura. Debemos volver a las calles a hacer arte y a ganarnos la vida,
que nadie vive de aire. Debemos reconstruir nuestra institucionalidad cultural y científica.
Debemos hacer ciencia de calidad. Debemos mejorarnos y abrirnos un campo en el mundo.
Los artistas sabemos desde siempre que nos la tenemos que rebuscar; pero hace una gran
diferencia rebuscárselas en un yermo árido que en un campo fértil. Felicidades Tarija.
Estas discusiones son más comunes de lo que podemos creer y muestran que nuestra sociedad está viva y no es monolítica, sino diversa y en permanente cambio. Estas discusiones son, en Tarija por lo menos, altamente emocionales. Esa parecería ser una de las características del debate social tarijeño, con sus pros y sus contras.
Es en medio de este contexto que se desarrolla la investigación cultural local
como una reflexión sobre nuestro propio pueblo. En Tarija hay más gente interesada
en esto de lo que se suele imaginar, gente a la que le brillan los ojos cuando se dan
cuenta que se puede hacer ciencia social desde Tarija. Me impresiona también la cantidad de luminarias locales, más allá de una institucionalidad deficiente y anquilosada. No es chiste decir que en Tarija seguimos haciendo ciencia con una mirada del siglo XIX.
Y, sin embargo, estamos encontrando nuevas formas de hacer ciencia y de pensarnos.
La pandemia nos encontró totalmente no preparados. ¿Qué hacemos los investigadores Tarija necesita una academia de ciencias sociales. Las ciencias sociales no son tecnocráticas, sino de reflexión social. Ante la ausencia de un instituto de ciencias sociales
la academia local no es “académica” sino popular. La reflexión y la discusión en torno
a las ciencias sociales a nivel local se realiza por la gente común. Eso no es malo, solo es
diferente. Profesionalizar la investigación cultural puede y debe ser muy productivo.
y los artistas si no es vivir de hacer arte y cultura? Las universidades y las fiestas están
cerradas, que son dos de los principales espacios donde hacemos ciencia y hacemos
arte. Por mucho que queramos, los nuestros no son productos de primera necesidad
(aunque algún amigo me dijo que haga la prueba de sobrevivir la cuarentena sin libros,
música, películas ni ningún otro tipo de arte para evitar que el alma muera).
Actividades económicas tan pueriles como vender libros en el mercado o hacer malabares en las calles se volvieron imposibles, y con ello tenemos muchos artistas muriéndose de hambre (con lo cual no quiero decir que seamos los únicos).
La única ventaja es que tenemos una tonelada de tiempo a nuestra disposición, y podemos
producir en casa. No es mentira lo que dicen que somos los artesanos de la cultura.
No creo que nadie pueda afirmar indiferencia ante la pandemia del coronavirus. Todos
tenemos nuestros propios dilemas y miedos que nos corroen el alma. Y cada cual
encuentra sus propias formas de enfrentar la situación: los artistas produciendo arte, y
los investigadores pensando sobre nuestra sociedad. Tenemos que encontrar una nueva
forma de hacer ciencia y producir ideas en Tarija. Nuevas formas de hacer, una nueva
praxis. No podemos quedarnos como hasta ahora.
Pero no toda nuestra vida cultural ha muerto con la cuarentena. El caso de San Roque
es perfecto para ilustrar como nuestra vida cultural sigue vigente durante la pandemia.
Todas las noches desde el viernes 27 de marzo sus promesantes salen a sus patios, a
sus ventanas o a sus balcones para tocar la música de la fiesta de San Roque, patrono
de Tarija, médico de los pobres y protector contra la peste. El resultado final es una
hermosa cacofonía que llena de melodías la noche tarijeña, tanto en la ciudad como
en el campo. Me animo a predecir que este es el inicio de un nuevo culto local a San
Roque en la época de Cuarentena y Pascua.
¿Pero qué vamos a hacer en el futuro? Debemos diferenciar claramente lo que pase luego de la pandemia, y el laaaargo tiempo que todavía nos queda vivir dentro de ella.
La vida no se detiene y tenemos que seguir pechando el carro. Debemos sobrevivir,
tanto física como espiritualmente. Debemos encontrar maneras de compartirnos en
la ausencia, y de producir arte y ciencia desde la soledad de nuestras casas. No me
puedo imaginar una mejor oportunidad que un encierro obligatorio como éste
para enfrentarnos a nuestros fantasmas y a nuestros dilemas; de ahí salen las mejores
obras y las reflexiones más profundas.
Y luego, cuando todo termine, debemos trabajar duro para construir la Tarija que
queremos. Debemos festejar, que en la fiesta es donde se reproduce y se reinventa
nuestra propia cultura. Debemos volver a las calles a hacer arte y a ganarnos la vida,
que nadie vive de aire. Debemos reconstruir nuestra institucionalidad cultural y científica.
Debemos hacer ciencia de calidad. Debemos mejorarnos y abrirnos un campo en el mundo.
Los artistas sabemos desde siempre que nos la tenemos que rebuscar; pero hace una gran
diferencia rebuscárselas en un yermo árido que en un campo fértil. Felicidades Tarija.
Daniel Vacaflores es antropólogo independiente, investigador y escritor, autor de varios libros como ¨Otros chunchos¨