Crónicas de cuarentena: La cuarentena cómo debería ser, según Facebook
Al fin encuentro tiempo para estar unos minutos sola, en un departamento pequeño con un niño y mi mamá buscando siempre algo qué hacer, pues ese tiempo es preciado. Aprovecho para revisar un rato mi Facebook y entre memes, videos con esos personajes que bailan con un ataúd al hombro (se han...
Al fin encuentro tiempo para estar unos minutos sola, en un departamento pequeño con un niño y mi mamá buscando siempre algo qué hacer, pues ese tiempo es preciado. Aprovecho para revisar un rato mi Facebook y entre memes, videos con esos personajes que bailan con un ataúd al hombro (se han vuelto tan famosos), personas quejándose por la cuarentena y recetas de comida, veo una publicidad de un producto para niños.
El mensaje, en pocas palabras, dice que no hay nada mejor que una cuarentena entre madre e hijo.
Describo la imagen: una mamá muy esbelta, bien arreglada, pelo brillando y con la casa ordenada, abrazando a su pequeño hijo que parece traído por los ángeles. Tranquilo, igual arregladito y sonriente.
Entonces pienso ¿cómo hará esa mamá para estar así en cuarentena? A estas alturas, cuando faltan seis días para que se acabe el encierro (si es que no la alargan más tiempo), muchos hemos hecho del pijama el uniforme de media mañana, ¿peinarnos?, si cuando nos acordamos, después es cabello todo agarrado y ya.
¿Casa limpia? Si, trapeamos todos los días con lavandina y detergente, para que ni se le ocurra entrar al coronavirus. ¿Ordenada? Eso es otra cosa, el niño saca todos sus juguetes, incluso los que tenía de bebé, y los deja por todo el departamento, en el sofá dinosaurios, en la sala los carros, las pelotas también, los caballos saltarines en el comedor, y así sucesivamente.
Como estamos en cuarentena, no se puede salir. Entonces hay que hacer malabares para distraer a un pequeño travieso, inquieto y con full energía todo el día.
“Hay que hacerlo jugar para que se canse”, dice mi madre, y pienso “sí, el problema es que yo me canso primero. Casi siempre”.
Pero ahí vamos, jugamos a la pelota, a los robots, saltamos, tratamos de correr en el espacio que tenemos. Pero repito, es incansable. Y como mi niño me ha visto las 24 horas del día las últimas dos semanas, pues no se me desprende, “he perdido mi independencia”, pienso a veces, ¿qué dramática no?
Luego pienso en aquellas mamás que tienen dos, tres, ¡cinco hijos! ¿cómo lo hacen? ¿de dónde sacan paciencia y energía? Y me siento afortunada de tener solo un hijito.
Es entonces cuando se acaba “la hora feliz”. Mi niño entra al cuarto y pregunta “¿mamá dónde estás”, “¿mami estás ahí?”. Abro la puerta del baño y ahí está él, parado con la carita y las manos llenas de yogurt, me mira, se ríe y me dice: mash.
¿Quieres contarnos como lo estás viviendo? Mándanos tu texto o tus fotos a [email protected]
El mensaje, en pocas palabras, dice que no hay nada mejor que una cuarentena entre madre e hijo.
Describo la imagen: una mamá muy esbelta, bien arreglada, pelo brillando y con la casa ordenada, abrazando a su pequeño hijo que parece traído por los ángeles. Tranquilo, igual arregladito y sonriente.
Entonces pienso ¿cómo hará esa mamá para estar así en cuarentena? A estas alturas, cuando faltan seis días para que se acabe el encierro (si es que no la alargan más tiempo), muchos hemos hecho del pijama el uniforme de media mañana, ¿peinarnos?, si cuando nos acordamos, después es cabello todo agarrado y ya.
¿Casa limpia? Si, trapeamos todos los días con lavandina y detergente, para que ni se le ocurra entrar al coronavirus. ¿Ordenada? Eso es otra cosa, el niño saca todos sus juguetes, incluso los que tenía de bebé, y los deja por todo el departamento, en el sofá dinosaurios, en la sala los carros, las pelotas también, los caballos saltarines en el comedor, y así sucesivamente.
Como estamos en cuarentena, no se puede salir. Entonces hay que hacer malabares para distraer a un pequeño travieso, inquieto y con full energía todo el día.
“Hay que hacerlo jugar para que se canse”, dice mi madre, y pienso “sí, el problema es que yo me canso primero. Casi siempre”.
Pero ahí vamos, jugamos a la pelota, a los robots, saltamos, tratamos de correr en el espacio que tenemos. Pero repito, es incansable. Y como mi niño me ha visto las 24 horas del día las últimas dos semanas, pues no se me desprende, “he perdido mi independencia”, pienso a veces, ¿qué dramática no?
Luego pienso en aquellas mamás que tienen dos, tres, ¡cinco hijos! ¿cómo lo hacen? ¿de dónde sacan paciencia y energía? Y me siento afortunada de tener solo un hijito.
Es entonces cuando se acaba “la hora feliz”. Mi niño entra al cuarto y pregunta “¿mamá dónde estás”, “¿mami estás ahí?”. Abro la puerta del baño y ahí está él, parado con la carita y las manos llenas de yogurt, me mira, se ríe y me dice: mash.
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