La alegría se impone a la lluvia en el festejo de Comadres
La fiesta de Comadres ha crecido mucho en todo el país. Con ella, debates de todo tipo no sobre el Carnaval y sus festejos, sino sobre la feminidad, el feminismo y la feminización de la sociedad. Muchos hacen política. Lo cierto es que en Tarija, Comadres es otra cosa. Amenazaba lluvia...
La fiesta de Comadres ha crecido mucho en todo el país. Con ella, debates de todo tipo no sobre el Carnaval y sus festejos, sino sobre la feminidad, el feminismo y la feminización de la sociedad. Muchos hacen política. Lo cierto es que en Tarija, Comadres es otra cosa.
Amenazaba lluvia desde temprano, pero los cohetillos sonaban por todos los barrios mucho más allá de la Circunvalación desde antes de las 7.00, como quién advierte que nada va a detener lo que se viene. Es posible que con el tiempo se hayan acelerado mucho los tiempos. Dicen los más conservadores que “una cosa es que ya no sea una fiesta exclusiva para las doñas de su casa, que debían alistar el hogar antes de salir a compartir y otra desayunarse media docena de cervezas”. Lo cierto es que desde temprano se lucen las blusas, los jeans y las tortas vuelan de vereda en vereda, de casa en casa, de aula en aula. Es lo que tiene las tolerancias paternalistas.
Festejo
Decenas de comadres bailaron y disfrutaron de un día en el que se festeja más allá del Carnaval
Al mediodía hacía que llovía y no llovía. La plaza Luis de Fuentes era un hervidero, y el mínimo rayo de sol era festejado. De nuevo algunos apuntaban que lo de los macroconciertos en la plaza principal le ha quitado el encanto de antaño, donde los grupos de comadres pululaban de esquina a esquina de la plaza atentas a sí mismas y no tanto a lo que cualquier grupo dice. Paceña manda, parece. Hasta algún gringo desubicado le dio por bañarse desnudo en la fuente acaparando una atención que no le correspondía.
A las 16.00 decían en la Alcaldía que todo debía acabar. Y el primer chaparrón más en serio ayudó en ese menester. Docenas de grupos de comadres se fueron desperdigando por las calles aledañas. Unos a la Uriondo, otros a Villa Avaroa, otras hacia el otro lado del río. Las más, a sus grupos y casas referenciales, porque al contrario que en Compadres, el plato fuerte está al final, con la fiesta posterior a la Entrada de Comadres, que aunque sea en la Avenida Integración, que deja un poco descolorido el espectáculo, es un hermoso espectáculo. Llovía y no llovía, y al cierre de esta edición, que fue temprano, no se sabía el rumbo que iban a tomar los acontecimientos, pero que había espíritu de comadres, de confraternización y de camaradería, había.
Es verdad que hace unos años, las más radicales cuestionaban esa suerte de desenfreno comadril de una noche y que ahora reivindican el derecho a disfrutar y sentirse bellas haciendo lo que les venga en gana compartiendo con las amigas que son más que amigas porque son comadres que se celebran unas a otras, que es como siempre había sido aquí, solo que ahora le llaman “sororidad”, y está muy bien que tenga nombre. Y no, no es de un día.
El Carnaval Chapaco 2020, que oficiosamente arrancó en Compadres, pero que oficialmente llega a su punto álgido en Comadres, ya ha arrancado.
Amenazaba lluvia desde temprano, pero los cohetillos sonaban por todos los barrios mucho más allá de la Circunvalación desde antes de las 7.00, como quién advierte que nada va a detener lo que se viene. Es posible que con el tiempo se hayan acelerado mucho los tiempos. Dicen los más conservadores que “una cosa es que ya no sea una fiesta exclusiva para las doñas de su casa, que debían alistar el hogar antes de salir a compartir y otra desayunarse media docena de cervezas”. Lo cierto es que desde temprano se lucen las blusas, los jeans y las tortas vuelan de vereda en vereda, de casa en casa, de aula en aula. Es lo que tiene las tolerancias paternalistas.
Festejo
Decenas de comadres bailaron y disfrutaron de un día en el que se festeja más allá del Carnaval
Al mediodía hacía que llovía y no llovía. La plaza Luis de Fuentes era un hervidero, y el mínimo rayo de sol era festejado. De nuevo algunos apuntaban que lo de los macroconciertos en la plaza principal le ha quitado el encanto de antaño, donde los grupos de comadres pululaban de esquina a esquina de la plaza atentas a sí mismas y no tanto a lo que cualquier grupo dice. Paceña manda, parece. Hasta algún gringo desubicado le dio por bañarse desnudo en la fuente acaparando una atención que no le correspondía.
A las 16.00 decían en la Alcaldía que todo debía acabar. Y el primer chaparrón más en serio ayudó en ese menester. Docenas de grupos de comadres se fueron desperdigando por las calles aledañas. Unos a la Uriondo, otros a Villa Avaroa, otras hacia el otro lado del río. Las más, a sus grupos y casas referenciales, porque al contrario que en Compadres, el plato fuerte está al final, con la fiesta posterior a la Entrada de Comadres, que aunque sea en la Avenida Integración, que deja un poco descolorido el espectáculo, es un hermoso espectáculo. Llovía y no llovía, y al cierre de esta edición, que fue temprano, no se sabía el rumbo que iban a tomar los acontecimientos, pero que había espíritu de comadres, de confraternización y de camaradería, había.
Es verdad que hace unos años, las más radicales cuestionaban esa suerte de desenfreno comadril de una noche y que ahora reivindican el derecho a disfrutar y sentirse bellas haciendo lo que les venga en gana compartiendo con las amigas que son más que amigas porque son comadres que se celebran unas a otras, que es como siempre había sido aquí, solo que ahora le llaman “sororidad”, y está muy bien que tenga nombre. Y no, no es de un día.
El Carnaval Chapaco 2020, que oficiosamente arrancó en Compadres, pero que oficialmente llega a su punto álgido en Comadres, ya ha arrancado.