Flora, Victorina y Bianca, tres mujeres que cambiaron su suerte y salieron adelante
En Tarija existen historias de mujeres que lograron superarse por sí mismas gracias a su esfuerzo. Ellas no sólo desconocían el valor de su trabajo, sino que verdaderamente han construido una profesión con mucha dedicación durante toda su vida. Todas estas personas recibieron...



En Tarija existen historias de mujeres que lograron superarse por sí mismas gracias a su esfuerzo. Ellas no sólo desconocían el valor de su trabajo, sino que verdaderamente han construido una profesión con mucha dedicación durante toda su vida.
Todas estas personas recibieron capacitación técnica y humana en la organización Mujeres en Acción, además recibieron apoyo para postularse a la certificación de competencias del Ministerio de Educación. A raíz de ello se asociaron y algunas de ellas conformaron "Manos productivas tarijeñas", una institución que busca conquistar el mercado local con una diversidad de productos y servicios de alta calidad.
Cuesta arriba
Flora Mamani Nieves nació en la comunidad Abra de la Cruz, en el municipio de Padcaya, tuvo que aprender a muy temprana edad las tareas del cuidado y el trabajo del hogar, porque perdió a su madre cuando tenía cinco años. Así alió adelante con un hermano de ocho, una hermana de cuatro y el pequeño de apenas año y medio.
Recuerda con tristeza su infancia, cuenta que su papá se iba al monte y ella asistía a la escuela “salía con mi wawa al quepi”, dice porque era la responsable de atender a sus hermanos. A ratos se le hace difícil seguir contando su historia, habla bajito para evitar quebrarse y señalar que al poco tiempo su padre tuvo una nueva pareja, que fue “como un castigo”, porque la madrastra nunca se convirtió en una madre para ellos.
La familia se deshizo, tras que Flora se fue a trabajar al pueblo de Padcaya. “Me llevé a mi hermanito porque no quería dejarlo con mi madrastra, mi hermano mayor ya estaba trabajando afuera y mi hermana se quedó como ovejera en la casa de una señora de la comunidad. Todos salimos de mi casa”, agregó.
Con diez años, Flora se convirtió en cuidadora de su hermano menor y de los niños donde trabajaba, también cocinaba, planchaba y atendía la casa por un salario de veinte bolivianos, que su papá recogía mensualmente. El dinero nunca llegaba a ser suyo, pero lo que realmente le interesaba era tener un lugar donde vivir y que su hermano tenga qué comer.
Así aprendió a cocinar y a atender los quehaceres. Luego trabajó en otro lugar, “cama adentro”; le pagaban 50 bolivianos, pero además debía ayudar los sábados y domingos en la elaboración de empanadas blanqueadas para vender.
A los 18 años se vino a Tarija, tuvo una pareja y nacieron sus hijos, más aún, la relación se deterioró y terminó. Flora se quedó sola con sus dos pequeños. “Un día él se puso violento y nos quería quemar con gasolina; al día siguiente me fui a trabajar en la venta ambulante de refresco en el Mercado Campesino y cuando volví se había llevado todas mis cosas. No tenía nada, ni para comer y dormía en cartones con mis hijos”, relató sin poder contener las lágrimas.
Sin embargo, Flora no se dio por vencida, se prestó una garrafa y siguió vendiendo refresco, luego consiguió un empleo como trabajadora del hogar. “No sé cómo sabría ser mi vida, ni yo entiendo cómo me hacía alcanzar, pero he salido adelante con mis hijos”, contó más tranquila.
En 2010 supo de la existencia del proyecto Mujeres en Acción y se capacitó, posteriormente fue elegida Presidenta de la Asociación de Trabajadoras del Hogar “30 de Marzo” en dos oportunidades. Siempre fue parte de la directiva.
Los “patrones”
Victorina Rearte conoció la ciudad recién a los 16 años. Nació en la comunidad de Río Negro en el municipio de Padcaya, provincia Arce del departamento de Tarija. Su familia sólo era propietaria de sí misma, eran arrendatarios de un terreno que producía sólo para su consumo.
No pudo estudiar más allá de la escuela primaria por falta de recursos, no conoció a su padre y su padrastro cumplió ese rol a cabalidad. Tiene dos hermanas y tres hermanos, pero ellos se criaron con su abuela.
Llegó a la ciudad gracias a su participación en un curso de catequistas de su comunidad y, al año siguiente, se animó a volver para trabajar con los “patrones”, propietarios del terreno donde vivía.
Trabajó durante cuatro años en una casa del barrio El Molino. El romance y la relación de pareja comenzaron a ser parte de su vida y a los 20 años se convirtió en madre de una niña, que luego fue acompañada por su segunda hija, cuando ella ya tenía 23.
“Pero nunca dejé de trabajar, incluso cuando estaba embarazada”, afirmó Victorina, recordó nostálgica su vida y el fracaso de su relación con el padre de sus hijas, que se hizo insostenible por las agresiones y el alcoholismo, al punto que ella decidió ponerle freno y exigirle que se aleje.
“Gracias a Dios, pudimos salir adelante”, sostuvo a tiempo de contar que mucho después su hija mayor trabajaba de día y estudiaba de noche, se formó en Turismo y Hotelería y trabaja en una agencia de viajes; por su parte, la menor es secretaria e independiente. Por ello a Victorina le sobra el orgullo.
Siempre fue una trabajadora del hogar, pero intuía que le faltaba algo, así descubrió que una organización para mujeres daba cursos para certificar su trabajo, se armó de valor, buscó información y se acercó a Mujeres en Acción para consultar y desde ese momento se entusiasmó y asistió a todos los cursos que le brindaron.
Victorina recibió su certificado que la acredita como Trabajadora Asalariada del Hogar, creció en su oficio y llegó a ser presidenta de la Asociación de Trabajadoras Asalariadas del Hogar “30 de Marzo”.
“No fue fácil”
Blanca Ordoñez, lo dijo con detalles: “Nací en Tarija en el barrio La Pampa en el Hospital San Juan de Dios”. Su madre era tarijeña y su padre chaqueño, de Villa Montes; tenía ocho hermanos, cuatro varones y cuatro mujeres, ella era la mayor de las chicas.
De familia humilde y trabajadora, Blanca cuenta que la educaron de acuerdo a las posibilidades porque en una familia de 10 integrantes no fue fácil. Su padre era chofer y su madre ama de casa.
Su infancia y la adolescencia tuvieron el sello de la mamá, que organizaba y dirigía todo, especialmente los quehaceres de la casa de los que nadie se salvaba. “A vos te toca mañana lavar los platos, tender las camas, alzar las tazas, a las más grandes, hacer el té todos los días”, contó y los fines de semana había que ayudar a lavar la ropa, porque eran muchos.
Hubo momentos tristes, recuerda Blanca, como cuando no había trabajo para su padre o los fines de semana que él consumía alcohol y en alguna oportunidad llegó hasta agredir a su madre.
En el año 1970 se fue a Bermejo para trabajar como maestra rural en la escuela de Candado Grande, gracias al apoyo de su madrina. “No fue fácil, los “bichos” y el calor son muy exigentes para el cuerpo y el ánimo, pero Blanca encontró el modo.
Trabajó en una radio como secretaria y locutora de 08:00 a 09:00, recordó que aprendió el oficio en la Radio Luis de Fuentes de Tarija con “Churra Vásquez”; entonces llegó la oportunidad de trabajar en Industrias Agrícolas de Bermejo (IAB), echó mano de sus conocimientos en dactilografía y anotó en su hoja de vida que sabía jugar básquet.
Desde 1973 trabaja en IAB e integró el equipo de básquet de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). Ese momento fue grandioso y sus padres estaban contentos, porque ella no pudo hacer estudios superiores (quería ir a estudiar a Sucre). “La plata no alcanzaba, ha sido un poco triste mi vida, pero he tratado de superarme, siempre he visto oportunidades al alcance mío”, afirmó.
Mientras trabajaba de secretaria, aprendió peluquería y puso un salón de belleza en su casa, atendía gratis, pero fue progresando hasta conseguir su certificado de estilista, otorgado por el Ministerio de Educación, gracias a haber participado de cursos de la organización Mujeres en Acción.
Los logros en base a sudor y lágrimas
Flora Mamani Nieves
“Un día él se puso violento y nos quería quemar con gasolina; al día siguiente, me fui a trabajar en la venta ambulante de refresco en el Mercado Campesino y cuando volví, se había llevado todas mis cosas, no tenía nada, ni para comer y dormía en cartones con mis hijos”.
Victorina Rearte
“Nunca dejé de trabajar, incluso cuando estaba embarazada”, afirmó Victorina, recordó nostálgica su vida y el fracaso de su relación con el padre de sus hijas, que se hizo insostenible por las agresiones y el alcoholismo, al punto que ella decidió ponerle freno.
Blanca Ordoñez
Su infancia y la adolescencia tuvieron el sello de la mamá, que organizaba y dirigía todo, especialmente los quehaceres de la casa de los que nadie se salvaba. Hubo momentos tristes, como cuando no había trabajo para su padre o los fines de semana que él consumía alcohol.
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Todas estas personas recibieron capacitación técnica y humana en la organización Mujeres en Acción, además recibieron apoyo para postularse a la certificación de competencias del Ministerio de Educación. A raíz de ello se asociaron y algunas de ellas conformaron "Manos productivas tarijeñas", una institución que busca conquistar el mercado local con una diversidad de productos y servicios de alta calidad.
Cuesta arriba
Flora Mamani Nieves nació en la comunidad Abra de la Cruz, en el municipio de Padcaya, tuvo que aprender a muy temprana edad las tareas del cuidado y el trabajo del hogar, porque perdió a su madre cuando tenía cinco años. Así alió adelante con un hermano de ocho, una hermana de cuatro y el pequeño de apenas año y medio.
Recuerda con tristeza su infancia, cuenta que su papá se iba al monte y ella asistía a la escuela “salía con mi wawa al quepi”, dice porque era la responsable de atender a sus hermanos. A ratos se le hace difícil seguir contando su historia, habla bajito para evitar quebrarse y señalar que al poco tiempo su padre tuvo una nueva pareja, que fue “como un castigo”, porque la madrastra nunca se convirtió en una madre para ellos.
La familia se deshizo, tras que Flora se fue a trabajar al pueblo de Padcaya. “Me llevé a mi hermanito porque no quería dejarlo con mi madrastra, mi hermano mayor ya estaba trabajando afuera y mi hermana se quedó como ovejera en la casa de una señora de la comunidad. Todos salimos de mi casa”, agregó.
Con diez años, Flora se convirtió en cuidadora de su hermano menor y de los niños donde trabajaba, también cocinaba, planchaba y atendía la casa por un salario de veinte bolivianos, que su papá recogía mensualmente. El dinero nunca llegaba a ser suyo, pero lo que realmente le interesaba era tener un lugar donde vivir y que su hermano tenga qué comer.
Así aprendió a cocinar y a atender los quehaceres. Luego trabajó en otro lugar, “cama adentro”; le pagaban 50 bolivianos, pero además debía ayudar los sábados y domingos en la elaboración de empanadas blanqueadas para vender.
A los 18 años se vino a Tarija, tuvo una pareja y nacieron sus hijos, más aún, la relación se deterioró y terminó. Flora se quedó sola con sus dos pequeños. “Un día él se puso violento y nos quería quemar con gasolina; al día siguiente me fui a trabajar en la venta ambulante de refresco en el Mercado Campesino y cuando volví se había llevado todas mis cosas. No tenía nada, ni para comer y dormía en cartones con mis hijos”, relató sin poder contener las lágrimas.
Sin embargo, Flora no se dio por vencida, se prestó una garrafa y siguió vendiendo refresco, luego consiguió un empleo como trabajadora del hogar. “No sé cómo sabría ser mi vida, ni yo entiendo cómo me hacía alcanzar, pero he salido adelante con mis hijos”, contó más tranquila.
En 2010 supo de la existencia del proyecto Mujeres en Acción y se capacitó, posteriormente fue elegida Presidenta de la Asociación de Trabajadoras del Hogar “30 de Marzo” en dos oportunidades. Siempre fue parte de la directiva.
Los “patrones”
Victorina Rearte conoció la ciudad recién a los 16 años. Nació en la comunidad de Río Negro en el municipio de Padcaya, provincia Arce del departamento de Tarija. Su familia sólo era propietaria de sí misma, eran arrendatarios de un terreno que producía sólo para su consumo.
No pudo estudiar más allá de la escuela primaria por falta de recursos, no conoció a su padre y su padrastro cumplió ese rol a cabalidad. Tiene dos hermanas y tres hermanos, pero ellos se criaron con su abuela.
Llegó a la ciudad gracias a su participación en un curso de catequistas de su comunidad y, al año siguiente, se animó a volver para trabajar con los “patrones”, propietarios del terreno donde vivía.
Trabajó durante cuatro años en una casa del barrio El Molino. El romance y la relación de pareja comenzaron a ser parte de su vida y a los 20 años se convirtió en madre de una niña, que luego fue acompañada por su segunda hija, cuando ella ya tenía 23.
“Pero nunca dejé de trabajar, incluso cuando estaba embarazada”, afirmó Victorina, recordó nostálgica su vida y el fracaso de su relación con el padre de sus hijas, que se hizo insostenible por las agresiones y el alcoholismo, al punto que ella decidió ponerle freno y exigirle que se aleje.
“Gracias a Dios, pudimos salir adelante”, sostuvo a tiempo de contar que mucho después su hija mayor trabajaba de día y estudiaba de noche, se formó en Turismo y Hotelería y trabaja en una agencia de viajes; por su parte, la menor es secretaria e independiente. Por ello a Victorina le sobra el orgullo.
Siempre fue una trabajadora del hogar, pero intuía que le faltaba algo, así descubrió que una organización para mujeres daba cursos para certificar su trabajo, se armó de valor, buscó información y se acercó a Mujeres en Acción para consultar y desde ese momento se entusiasmó y asistió a todos los cursos que le brindaron.
Victorina recibió su certificado que la acredita como Trabajadora Asalariada del Hogar, creció en su oficio y llegó a ser presidenta de la Asociación de Trabajadoras Asalariadas del Hogar “30 de Marzo”.
“No fue fácil”
Blanca Ordoñez, lo dijo con detalles: “Nací en Tarija en el barrio La Pampa en el Hospital San Juan de Dios”. Su madre era tarijeña y su padre chaqueño, de Villa Montes; tenía ocho hermanos, cuatro varones y cuatro mujeres, ella era la mayor de las chicas.
De familia humilde y trabajadora, Blanca cuenta que la educaron de acuerdo a las posibilidades porque en una familia de 10 integrantes no fue fácil. Su padre era chofer y su madre ama de casa.
Su infancia y la adolescencia tuvieron el sello de la mamá, que organizaba y dirigía todo, especialmente los quehaceres de la casa de los que nadie se salvaba. “A vos te toca mañana lavar los platos, tender las camas, alzar las tazas, a las más grandes, hacer el té todos los días”, contó y los fines de semana había que ayudar a lavar la ropa, porque eran muchos.
Hubo momentos tristes, recuerda Blanca, como cuando no había trabajo para su padre o los fines de semana que él consumía alcohol y en alguna oportunidad llegó hasta agredir a su madre.
En el año 1970 se fue a Bermejo para trabajar como maestra rural en la escuela de Candado Grande, gracias al apoyo de su madrina. “No fue fácil, los “bichos” y el calor son muy exigentes para el cuerpo y el ánimo, pero Blanca encontró el modo.
Trabajó en una radio como secretaria y locutora de 08:00 a 09:00, recordó que aprendió el oficio en la Radio Luis de Fuentes de Tarija con “Churra Vásquez”; entonces llegó la oportunidad de trabajar en Industrias Agrícolas de Bermejo (IAB), echó mano de sus conocimientos en dactilografía y anotó en su hoja de vida que sabía jugar básquet.
Desde 1973 trabaja en IAB e integró el equipo de básquet de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). Ese momento fue grandioso y sus padres estaban contentos, porque ella no pudo hacer estudios superiores (quería ir a estudiar a Sucre). “La plata no alcanzaba, ha sido un poco triste mi vida, pero he tratado de superarme, siempre he visto oportunidades al alcance mío”, afirmó.
Mientras trabajaba de secretaria, aprendió peluquería y puso un salón de belleza en su casa, atendía gratis, pero fue progresando hasta conseguir su certificado de estilista, otorgado por el Ministerio de Educación, gracias a haber participado de cursos de la organización Mujeres en Acción.
Los logros en base a sudor y lágrimas
Flora Mamani Nieves
“Un día él se puso violento y nos quería quemar con gasolina; al día siguiente, me fui a trabajar en la venta ambulante de refresco en el Mercado Campesino y cuando volví, se había llevado todas mis cosas, no tenía nada, ni para comer y dormía en cartones con mis hijos”.
Victorina Rearte
“Nunca dejé de trabajar, incluso cuando estaba embarazada”, afirmó Victorina, recordó nostálgica su vida y el fracaso de su relación con el padre de sus hijas, que se hizo insostenible por las agresiones y el alcoholismo, al punto que ella decidió ponerle freno.
Blanca Ordoñez
Su infancia y la adolescencia tuvieron el sello de la mamá, que organizaba y dirigía todo, especialmente los quehaceres de la casa de los que nadie se salvaba. Hubo momentos tristes, como cuando no había trabajo para su padre o los fines de semana que él consumía alcohol.
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