Carla Araníbar y cómo sembrar consciencia ambiental
Un largo proceso de introspección llevó a Carla a diseñar sus bolsas ecológicas.



Las ideas y la ambición de materializarlas son una constante en la vida de Carla Valeria Araníbar Arze, pues proyectos grandes y pequeños siempre han girado en torno a su cabeza. El último de ellos en hacerse realidad es su marca de bolsas ecológicas “La Gitana”, con cuyos productos pretende crear consciencia sobre el cuidado ambiental antes que priorizar fines comerciales.
Carla nació en Cochabamba hace 27 años, tras terminar el colegio eligió la Medicina como el camino para su vida, carrera en la que cursa el quinto año. Cuando habla de las “ideas de cosas pequeñas o ambiciosas” que pasaban por su mente, se refiere a una serie de potenciales proyectos con los que soñaba emprender. La meta con ellos era en gran parte poder financiar lo que le queda de estudio para titularse como licenciada en medicina y dar los primeros pasos hacia otros sueños.
Sin embargo, explica que, aunque muchos de esos proyectos no pasen de meras divagaciones, a algunos sí se les puede dar forma y “bajarlos” a la realidad. En su caso tuvo que pasar por todo un proceso de reflexión y cambios para sentar la primera piedra de sus “ideas locas”, como las llama.
“Con una bolsa ecológica se reemplazan muchas de plástico”.
La pandemia por covid-19 llegó como un tiempo de introspección para Carla, un tiempo en el que cuestionarse sus hábitos y estilo de vida era inevitable. Ese cambio de criterio tuvo mayor impacto en los hábitos de consumo de Carla, por lo que luego de esa “transfiguración” personal, decidió aprender a reconocer las necesidades ficticias y trabajar por abandonar lo innecesario.
De la mano con ese cambio de pensamiento Carla empezó a preocuparse más por el medio ambiente, y como consecuencia encontró la respuesta a su intención de emprender. Fue cuando vio una tela sin uso en su hogar que entendió que debía hacer bolsas ecológicas para promover la consciencia ambiental.
Si bien ya sabía que estas no son una novedad en el mercado, decidió darles un toque especial y dotarlas de diseños con sublimación, para lo cual recurrió a la ayuda de un tío. Para Carla la meta no es netamente financiera y también sabe que sola no podrá acabar con las bolsas de plástico, pero entiende que su labor se trata de sembrar una consciencia ambiental que poco a poco abarque a más personas.
Hoy, aunque no tiene personal fijo, sí trabaja con distintas personas en las áreas de costura y sublimación. Utiliza solo tintes orgánicos para no perder el norte de su intención. Aunque su perfeccionismo a veces puede frenar la producción, en las mejores semanas logra vender hasta 50 bolsas, lo que para ella significan 50 nuevas mentalidades comprometidas con el cuidado ambiental.