Un triste 27 de mayo en el penal de Morros Blancos
Reclusas hallan en sus hijos la motivación para salir adelante
Las internas se organizan un pequeño agasajo para aminorar la pena no estar junto a sus hijos o junto a sus madres. Fechas como esta son las más dolorosas, porque están lejos de sus familias
Cada 27 de mayo, ocasión en la que todo Bolivia celebra el Día de la Madre, las mujeres mamás privadas de libertad, que guardan reclusión en el penal de Morros Blancos, viven una jornada que les resulta dolorosa, por no poder estar junto a sus hijos. Su sosiego es organizarse entre ellas y con el personal de la cárcel un pequeño agasajo con el fin de aminorar esta pena.
El País visitó el pabellón de mujeres del penal de Tarija, pero las internas no quisieron contar sus historias, por temor o por evitarse más lágrimas. Estela (nombre ficticio) se animó, detalló que tiene 32 años y que ya cumplió casi la mitad de su sentencia, que es de 10 años, por un proceso que, asegura, fue injusto, como resultado de un conflicto familiar. Pronta a beneficiarse de una reducción de la condena por buena conducta, contó sobre lo difícil que es ver a sus hijos solamente los fines de semana y no poder estar junto a ellos este día.
“Es muy doloroso en esos momentos, porque no estás con tus hijos ni con tu familia. Cada día cuando despiertas anhelas y buscas el momento para contemplarlos y decirles que estás con ellos”, dijo.
Con la voz entrecortada y los ojos llorosos, Estela también se acuerda de su mamá y su papá, que son los que ahora están a cargo de sus hijos, uno de 13 y otro de 11 años, que son su motivación para superar esta etapa.
“Yo no puedo dormir pensando que tiene que cargar con todo, cuando ella ya ha cumplido con nosotros, pero a veces las cosas nos pasan sin pensar. Yo no pensé verme aquí y ensuciar mi nombre. Gracias a Dios tengo a mis papás, lo único que pido es que ellos siempre estén bien de salud, porque son mi preocupación y son unas personas mayores que ahora están a cargo de dos niños”, mencionó.
Esos niños se han convertido en la principal motivación de Estela y lo mismo se replica en otras mamás que están recluidas dentro del penal y que trabajan “haga frío o haga calor para sacarlos adelante”.
Estela es un ejemplo de ello, que en su tiempo al interior de la cárcel desarrolló una habilidad con las artesanías, como los yerberos para mate.
“Vendo refrescos, hago traer madera, hago negocios con algunos internos. Hago yerberos y otras cosas (…) Me hacen incluso pedidos, a veces pido de favor a alguien de seguridad para que me lo baje fotos de unos diseños. Cuatro trabajos ya he mandado a La Paz”, dijo, calculando que a la semana puede reunir hasta 200 bolivianos para que su mamá tenga para los gastos de sus niños.
Nunca consumir drogas y alejarse del alcohol, es lo que Estela quiere darles de ejemplo, además de apoyarlos en sus estudios y en el deporte. Eso significa para ella una motivación, además de las visitas que puede recibir, aunque sean solamente una vez a la semana.
“Sufrimos al no tener constantemente con nosotras a nuestros hijos, a veces por malas actuaciones de la Defensoría de la Niñez (…). No es un lugar muy estable, aquí pasa de todo, pero gracias a Dios me falta poco para estar con ellos”, expresó conteniendo aún las lágrimas.
Sin embargo, lamentó que no todas las mujeres tengan los mismos ánimos. Algunas ingresan y salen constantemente, otras reciben una sentencia y sienten que ya no tienen una razón para luchar, lo que se agrava muchas veces por el abandono de sus familias. Esta situación ella también tuvo que pasarla.
“Yo recibía visitas de toda mi familia, venían mis amistades. Siete meses después cuando me dieron la sentencia ya solamente mi madre y mis hijos, por eso es que son lo que más valoro (…). Da pena ver internas que están solas, que no viene nadie de sus familiares”.
Para Estela lo más importante es pensar que estar en la cárcel no significa que acabó su vida y es lo que trata de decirle a otras internas. Así es que entre ellas se organizan y tienen un agasajo, pequeño y austero, pero que les da ánimos para poder sobrellevar el encierro en un lugar donde “pasa de todo”.
Aunque las ansias para salir de la cárcel son inmensas, también lo es el temor por no saber cómo enfrentar nuevamente a una sociedad que puede verla y estigmatizarla.
“No va a ser fácil salir, porque ya he estado casi cinco años y volver a la calle, creo que me voy a sentir asustada. Yo tengo miedo de todas las bocinas y todo el ruido en la ciudad, es que vivimos encerradas, no escuchamos nada, entonces, salir asusta. Creo que voy a ver a un policía cuando esté en la calle y voy a tener miedo, uno que ya ha estado aquí nunca va a querer volver a esta pesadilla”, asegura.
Combatiendo esa ansiedad, Estela dijo que es urgente que se apliquen más programas de reinserción social para motivar a todas las mujeres que hayan cometido un error, o por la causa que fuera, para salir adelante y dejar atrás esta etapa.
El pabellón de mujeres y sus necesidades
Actualmente, son unas 40 las mujeres en el penal, la mayoría de ellas son madres. Los delitos que cometieron están relacionados, mayormente, con hechos de robo o la Ley 1008, pero no como grandes narcotraficantes, sino como “mulas”.
Entre las necesidades que ellas tienen, por ejemplo, está la urgencia para mejorar su pabellón, pues hay celdas que están en muy mal estado, hay internas que duermen bajo calaminas. Incluso se han registrado accidentes y caídas en su patio.
También se requiere con urgencia una psicóloga o psiquiatra que sea mujer y las ayude a sobrellevar la depresión y el estrés que significa estar cerca a situaciones peligrosas, como los enfrentamientos en el pabellón de varones.