Coronavirus, la otra pena de los reos en Morros Blancos
Son las 12 del mediodía, el cielo está nublado, amenaza con lluvia, aunque más parece que caerá una llovizna pero de esas que aparecen cuando el frío azota. Pese a este panorama, al lado del decolorado portón rojo de la cárcel, hay mujeres y jóvenes esperando la atención del guardia del...



Son las 12 del mediodía, el cielo está nublado, amenaza con lluvia, aunque más parece que caerá una llovizna pero de esas que aparecen cuando el frío azota. Pese a este panorama, al lado del decolorado portón rojo de la cárcel, hay mujeres y jóvenes esperando la atención del guardia del penal de Morros Blancos.
Saben que no podrán entrar a ver sus seres queridos, que por una u otra razón cayeron en el centro reclusorio. Antes podían hacerlo, estar con a su lado, charlar con ellos más de una vez a la semana, pero ahora, desde la aparición del coronavirus eso ya no es posible. Los detenidos del penal de Morros Blancos, no tienen contacto alguno con su familia, amigos, abogados e incluso con el sacerdote del lugar, desde hace poco más de dos semanas y eso les pesa a ellos, pero también a sus familias.
“Mi hijo está enfermo y está en tratamiento para sus riñones. Yo tengo que ver que está tomando sus remedios y que está bien”, dice por ejemplo una mujer de avanzada edad, que dejó a sus otros hijos en casa y sorteó la cuarentena para ver a su primogénito.
“Yo he venido a ver a mi esposo, aquí le traigo la comida que me la agarran pero yo ya no puedo entrar. Por lo menos un día deberíamos poder ir hasta la reja por lo menos”, cuenta y sugiere otra de las mujeres que hace guardia para su turno.
“Venimos desde lejos y necesitamos saber cómo está mi marido ahí”, dice otra por ahí.
Aquellos, son solamente algunos de los lamentos de quienes lograron llegar hasta Morros Blancos. Unas cuantas personas, que cuentan que antes de la emergencia sanitaria, las filas eran mayores, sobre todo los fines de semana, puesto que había que madrugar para ser primeros en la fila y poder ingresar primero al centro penitenciario.
Las medidas contra el virus
Ahora la situación es diferente, pues desde el 26 de febrero de 2020, cuando se reportó el primer caso de coronavirus en el país, el Gobierno empezó a tomar decisiones para hacer frente a este mal y todo comenzó a cambiar en Bolivia. El país entero se paralizó y la cárcel no fue la excepción.
Fue el 17 de marzo que la presidenta Jeanine Áñez, mediante el Decreto Supremo 4196, declaró la emergencia sanitaria nacional y la cuarentena en todo el país. La medida estuvo seguida de otras políticas económicas y sociales, aunque ninguna dirigida a los privados de libertad.
Con ello, los internos de otros centros penitenciaros, empezando por Cochabamba, Santa Cruz y La Paz, optaron por emitir votos resolutivos para restringir o suspender las visitas y el ingreso de personas, a menos que sea absolutamente necesario como para el abastecimiento de alimentos u otros insumos.
Y en Tarija, el 20 de marzo pasado, los internos de Morros Blancos hicieron lo propio, emitieron un voto resolutivo determinando suspender las visitas.
“Ya se estaban restringiendo un poco en días pasados. A partir de esa fecha se suspendieron por completo, entonces quienes traigan algo para entregar pueden hacerlo en la puerta pero ya no va a haber visitas (…) esta medida la han tomado de manera voluntaria por la preocupación que sienten ante la posibilidad de que ingrese el virus”, indicó la directora departamental de Régimen Penitenciario, Mariela Figueroa.
Ahora, si bien se ha restringido el ingreso de visitas a los internos, Figueroa aclaró que los abogados tampoco están ingresando al centro penitenciario, por lo que lo único que ingresa al penal para ellos son, víveres e insumos necesarios.
Sin ánimo espiritual
Pero eso no es todo, pues además no poder ver a sus familias, amigos o abogados, los internos han perdido la oportunidad de tener contacto alguno incluso con el sacerdote del penal, que para muchos era un consuelo, un respiro y una oportunidad de cambio o futuro en sus vidas.
Así lo cuenta el propio padre de este centro penitenciario, Miguel Sotelo, quien además es el sacerdote de otros recintos reclusorios en Tarija y que explica que pasaba días y noches enteras con los internos.
“Soy un ánimo para ellos y mi estadía aquí es porque yo quiero estar a su lado, compartir mi vida y mi sanación con ellos (…) para apoyar a nuestros hermanos en las situaciones que viven”, dijo.
Sin embargo, refirió que desde hace semanas ya no puede cumplir con esta tarea, puesto que sus superiores le instruyeron que ya no ingrese a la cárcel, sobre todo para evitar alguna situación de riesgo con su persona.
Sotelo dijo que antes de salir de la cárcel, lograron adecuar espacios como la biblioteca y la sala de psicoterapia, en caso de que necesiten ser utilizadas como ambientes de aislamiento.
“El protocolo debe ser respetado al cien por ciento, que no entre nadie. Y si entran los policías que sea con todas las condiciones de barbijos, desinfectante de manos”, añadió.
Tranquilos y con necesidades
En cuanto al estado anímico de los internos, la directora de Régimen Penitenciario dijo que la mayoría, de los más de quinientos internos, se encuentran tranquilos y con alimentación, aunque dijo que no es la necesaria, por lo que llamó la atención al Estado en sus diferentes niveles.
“Del Ministerio de Gobierno nos han enviado algunas cosas, hemos hecho una solicitud al Sedes pero todavía no tenemos respuesta. Lo que pasa es que son muchas las personas que están adentro y tenemos que tomar todas las medidas para evitar un posible contagio”, finalizó.
Saben que no podrán entrar a ver sus seres queridos, que por una u otra razón cayeron en el centro reclusorio. Antes podían hacerlo, estar con a su lado, charlar con ellos más de una vez a la semana, pero ahora, desde la aparición del coronavirus eso ya no es posible. Los detenidos del penal de Morros Blancos, no tienen contacto alguno con su familia, amigos, abogados e incluso con el sacerdote del lugar, desde hace poco más de dos semanas y eso les pesa a ellos, pero también a sus familias.
“Mi hijo está enfermo y está en tratamiento para sus riñones. Yo tengo que ver que está tomando sus remedios y que está bien”, dice por ejemplo una mujer de avanzada edad, que dejó a sus otros hijos en casa y sorteó la cuarentena para ver a su primogénito.
“Yo he venido a ver a mi esposo, aquí le traigo la comida que me la agarran pero yo ya no puedo entrar. Por lo menos un día deberíamos poder ir hasta la reja por lo menos”, cuenta y sugiere otra de las mujeres que hace guardia para su turno.
“Venimos desde lejos y necesitamos saber cómo está mi marido ahí”, dice otra por ahí.
Aquellos, son solamente algunos de los lamentos de quienes lograron llegar hasta Morros Blancos. Unas cuantas personas, que cuentan que antes de la emergencia sanitaria, las filas eran mayores, sobre todo los fines de semana, puesto que había que madrugar para ser primeros en la fila y poder ingresar primero al centro penitenciario.
Las medidas contra el virus
Ahora la situación es diferente, pues desde el 26 de febrero de 2020, cuando se reportó el primer caso de coronavirus en el país, el Gobierno empezó a tomar decisiones para hacer frente a este mal y todo comenzó a cambiar en Bolivia. El país entero se paralizó y la cárcel no fue la excepción.
Fue el 17 de marzo que la presidenta Jeanine Áñez, mediante el Decreto Supremo 4196, declaró la emergencia sanitaria nacional y la cuarentena en todo el país. La medida estuvo seguida de otras políticas económicas y sociales, aunque ninguna dirigida a los privados de libertad.
Con ello, los internos de otros centros penitenciaros, empezando por Cochabamba, Santa Cruz y La Paz, optaron por emitir votos resolutivos para restringir o suspender las visitas y el ingreso de personas, a menos que sea absolutamente necesario como para el abastecimiento de alimentos u otros insumos.
Y en Tarija, el 20 de marzo pasado, los internos de Morros Blancos hicieron lo propio, emitieron un voto resolutivo determinando suspender las visitas.
“Ya se estaban restringiendo un poco en días pasados. A partir de esa fecha se suspendieron por completo, entonces quienes traigan algo para entregar pueden hacerlo en la puerta pero ya no va a haber visitas (…) esta medida la han tomado de manera voluntaria por la preocupación que sienten ante la posibilidad de que ingrese el virus”, indicó la directora departamental de Régimen Penitenciario, Mariela Figueroa.
Ahora, si bien se ha restringido el ingreso de visitas a los internos, Figueroa aclaró que los abogados tampoco están ingresando al centro penitenciario, por lo que lo único que ingresa al penal para ellos son, víveres e insumos necesarios.
Sin ánimo espiritual
Pero eso no es todo, pues además no poder ver a sus familias, amigos o abogados, los internos han perdido la oportunidad de tener contacto alguno incluso con el sacerdote del penal, que para muchos era un consuelo, un respiro y una oportunidad de cambio o futuro en sus vidas.
Así lo cuenta el propio padre de este centro penitenciario, Miguel Sotelo, quien además es el sacerdote de otros recintos reclusorios en Tarija y que explica que pasaba días y noches enteras con los internos.
“Soy un ánimo para ellos y mi estadía aquí es porque yo quiero estar a su lado, compartir mi vida y mi sanación con ellos (…) para apoyar a nuestros hermanos en las situaciones que viven”, dijo.
Sin embargo, refirió que desde hace semanas ya no puede cumplir con esta tarea, puesto que sus superiores le instruyeron que ya no ingrese a la cárcel, sobre todo para evitar alguna situación de riesgo con su persona.
Sotelo dijo que antes de salir de la cárcel, lograron adecuar espacios como la biblioteca y la sala de psicoterapia, en caso de que necesiten ser utilizadas como ambientes de aislamiento.
“El protocolo debe ser respetado al cien por ciento, que no entre nadie. Y si entran los policías que sea con todas las condiciones de barbijos, desinfectante de manos”, añadió.
Tranquilos y con necesidades
En cuanto al estado anímico de los internos, la directora de Régimen Penitenciario dijo que la mayoría, de los más de quinientos internos, se encuentran tranquilos y con alimentación, aunque dijo que no es la necesaria, por lo que llamó la atención al Estado en sus diferentes niveles.
“Del Ministerio de Gobierno nos han enviado algunas cosas, hemos hecho una solicitud al Sedes pero todavía no tenemos respuesta. Lo que pasa es que son muchas las personas que están adentro y tenemos que tomar todas las medidas para evitar un posible contagio”, finalizó.