RUMBO AL NORTE
Sama es la montaña por donde Tarija se separa de la geografía nacional, y la letra de esta cueca - ritmo tradicional - representa la alegría del retorno y la añoranza cargada por su solar nativo y valle florido - apenas perceptible -. Así se impulsa a descender de la montaña con el corazón...
Sama es la montaña por donde Tarija se separa de la geografía nacional, y la letra de esta cueca - ritmo tradicional - representa la alegría del retorno y la añoranza cargada por su solar nativo y valle florido - apenas perceptible -. Así se impulsa a descender de la montaña con el corazón palpitante y la ansiedad de llegar pronto a la querencia. Bajo esta predisposición psicológica se observa el camino desde una perspectiva sentimental minimizando las falencias evidentes.
Otro es el cantar cuando toca alejarse por este mismo camino, con el sentimiento destrozado, entonces florecen las críticas y asustan las estrecheces; los motores se calientan y su irradiación perfora a las nubes cual si fuesen túneles que ascienden permanentemente.
Cuando no se tiene el arraigo al valle florido, y se cuenta con información difundida sobre la peligrosidad de la montaña, entonces se observa grupos de capillas con cruces, o cruces simplemente en la vera de este camino. Esto alborota los nervios, obliga a imaginarse los accidentes sucedidos y a mirar la profundidad de los barrancos. La inexistente seguridad da ocasión a pensar que movilidades y barrancos van del brazo hasta que termina la montaña; tal compañía, ocasiona que por la frente se descuelguen gotas de transpiración, las mismas que son retiradas por el antebrazo en un movimiento cuidadoso y violento para no perder por un instante la visión en ese tajo de montaña llamado camino ¿Cuál camino?.
Es importante en este tramo un manantial que tiene la denominación de “la aguada”, donde las movilidades de modelo antiguo deben realizar paradas obligatorias para refrescar los motores y sosegar las ansiedades de los pasajeros.
En alguna época del año, aparte de los peligros mencionados, se suma la neblina que oscurece la visión y no se la puede traspasar ni con los modernos focos halógenos; las movilidades parecen tirabuzones que ascienden o se descuelgan muy lentamente, y para seguir transitando, envían a un ayudante por delante, para que caminando les pueda guiar paso a paso.
A veces, luego de esta fría y húmeda aventura se llega a la cumbre y se observa hacia abajo un mar de nubes y algunos picos de la montaña cual si fuesen islas y parapeto de su transitar; arriba brilla el astro rey y el entorno imponente que conforma el paisaje, hace olvidar por momentos los alterados nervios que ha ocasionado el viaje por este camino.
Generalmente cuando se termina la montaña en una recta del lugar denominado “Santa Bárbara” la mayoría de los viajeros suspiran de alivio y experimentan sensaciones de buen aterrizaje, con alas imaginarias que sus mentes han formado durante el descenso; aparte de ello los frenos de la movilidad están recalentados y la angustia casi por explotar.
Tanto se habla de la cuesta de Sama, algunos mencionan nuevos trazos o alternativas, por donde dicen que la montaña es más dócil, o el camino más directo; así nacen los proyectos, ilusiones y también las discusiones que no terminan nunca. Pueden hacer un estudio los mejores profesionales del mundo, sin embargo siempre hay un pero que cuestiona lo realizado, y por detrás una manada de neófitos parapetados en dirigencias de cualquier índole que son capaces de cambiar la técnica por la vanidad, figuración, caprichos o simplemente por contradicción política.
Cavilando sobre las soluciones a este problema de ingreso y salida a la ciudad de Tarija, me quiero convencer que un túnel es la solución de mayor impacto para este lugar; muchos kilómetros serían ahorrados y el tiempo de transporte quedaría reducido a su mínima expresión. Claro que la poesía acumulada por este macizo cordillerano, convertida en canciones tradicionales, llamadas cuecas, quedarían obsoletas o simplemente como testigos de la historia; lo que no sería problema alguno al existir muchos poetas y cantores que posiblemente dirán:
Cruzando Sama voy
se me oscurece la visión
y retumba el corazón,
porque casi en Tarija estoy.
Los relatos describen la realidad de las vías -¿Cuales vías?- siendo oportuno indicar que mientras en el eje central del país existe integración con vías pavimentadas, en el sur necesitamos la aventura para comunicamos, lo que nos da, sin quererlo, ciertas ventajas que nos hacen más perspicaces y despiertos porque al primer pestañeo nos podemos embarrancar.
Transitando hacia el norte, y luego de salir del valle, en menos de 50 kilómetros, encontramos poblaciones altiplánicas como Iscayachi y San Antonio que cautivan por su paisaje; continuando por esa vía se inicia nuevamente una afrenta a los macizos cordilleranos que mantienen al viajero en un ascenso en vaivén, es decir, progresivamente aumentamos la altura sobre el nivel del mar, descendiendo en algunos tramos en compañía permanente de barrancos, polvo y peligro.
Así llegamos a Chaupiuno, que es una quebrada de varios kilómetros de longitud, que se inicia con un ancho considerable, en donde el camino zigzaguea y culmina en un angosto tajo de paredes laterales verticales, donde se aprecia la estratigrafía de varios colores que para un simple observador es agradable a la vista; el camino es el lecho de la quebrada o aluvión y su trazo se consolida tanto a izquierda como a derecha, dependiendo de la topografía resultante de la última riada. En el angosto hay espacio para una corriente de agua y en un nivel apenas superior el ahuellamiento por donde circulan los vehículos de transporte, en épocas de lluvia todo el angosto es un canal hidráulico muy peligroso para el tráfico vehicular.
Cuando empieza la tormenta es mejor meditar antes de entrar a esta cuenca porque quedarse en medio es de riesgo total. Preferible cargarse de paciencia y esperar que la quebrada desagüe su caudal, que en tiempo pueden ser horas o días, dependiendo de la duración de la tormenta.
Al concluir las tormentas, muchas movilidades se encuentran haciendo cola en ambos extremos y con la paciencia agotada de los choferes, se largan al cruce de la quebrada, que por sus condiciones de humedad logra hundir varias unidades en el intento de restablecer la senda que aquí llamamos camino ¿cuál camino?. Dentro de nuestro país este tramo es parte de la ruta N° 1, lo que no significa que todo sea así, solamente es testimonio de la paciencia de los pueblos del sur y soberbia estrechez de los gobernantes, que demuestran con estas situaciones que la patria solamente se encuentra alrededor del eje central.
Luego de este monumento al abandono y dejadez, el camino serpentea entre angosto peligroso y colmado de historias de accidentes. Trastornando cerros, ríos, quebradas que cuentan con muy seniles puentes de mampostería de piedra y algunos modernos de hormigón pretensado como lunares en nuestra geografía.
Cuando llegamos a “Llocallas”, -en el Departamento de Potosí- las movilidades se transforman imaginariamente en cabinas de ascensor porque obligan a los pasajeros a sostener su respiración al aflorar una sensación indescriptible de vacío, tanto en el ascenso como en el descenso a esta población. En bajada los frenos son los cables imaginarios a los que nos aferramos para que no fallen y en ascenso rogamos que la potencia del motor alcance para trepar semejante pendiente.
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